The Hill, por John Mac Ghlionn: Mark Zuckerberg se dirigió recientemente a Instagram para presumir de que casi mil millones de personas utilizan ya Meta AI en todas las plataformas de la empresa. Para celebrarlo, anunció el lanzamiento de una nueva aplicación independiente, animando a los usuarios a «¡Echarle un vistazo!». Sonaba inocuo, casi encantador, como si estuviera hablando de una nueva función divertida. Pero no se equivoquen: no se trataba sólo del lanzamiento de un producto. Era un disparo de advertencia de un hombre que ahora tiene las manos firmemente puestas en el volante de la realidad.
La nueva aplicación es sólo una parte de la historia. La verdadera revolución -y la verdadera amenaza- reside en lo que viene a continuación: Las gafas de inteligencia artificial de Meta. Gafas de sol, gafas, como quieras llamarlas, parecen sacadas de una película de ciencia ficción. Pero son reales y están aquí. Muy pronto, millones o quizá decenas de millones de personas las llevarán puestas. Y puede que ni siquiera lo sepan.
No son sólo juguetes. Son herramientas… y armas. Constan de una cámara, un micrófono, una interfaz de inteligencia artificial y acceso a Internet, todo ello incrustado discretamente en unas gafas. Son capaces de reconocer rostros, interpretar el lenguaje, superponer información en tiempo real y recopilar grandes cantidades de datos mientras sus propietarios simplemente caminan por la calle. Son capaces de susurrar resúmenes exhaustivos sobre el desconocido del otro lado del metro, traducir en tiempo real el habla extranjera, sugerir frases para ligar, grabar interacciones sin consentimiento y superponer reseñas de un restaurante antes incluso de que hayas mirado el menú.
Todo ello sin levantar un teléfono ni teclear una palabra. Estas gafas no se limitan a observar el mundo. Lo están interpretando, filtrando y reescribiendo con toda la fuerza de los algoritmos de Meta detrás de la lente. Y si crees que estás a salvo sólo porque no llevas un par, piénsalo otra vez, porque la gente que las lleva las apuntará inevitablemente en tu dirección.
Serás capturado, analizado y registrado, te guste o no.
Cada encuentro en la acera se convierte en un punto de datos. Cada comentario fuera de lugar, expresión facial o mirada al otro lado de la habitación se convierte en parte de la información. Y no podrá evitarlo. Estas gafas no sólo recopilarán datos, sino que también los enviarán a los servidores de Meta para ser procesados, monetizados y reutilizados: reconocimiento facial, predicción del comportamiento, análisis de sentimientos, todo ello en tiempo real. Las implicaciones son asombrosas. No se trata sólo de vigilancia. Se trata del control de la percepción.
Las gafas de Meta crearán un mundo de realidades estratificadas donde la verdad es fluida, comisariada y mediada por algoritmos. Y el algoritmo, por supuesto, está escrito por Meta. Imagina un futuro en el que estás en una entrevista de trabajo. La persona al otro lado de la mesa lleva unas gafas Meta. Pueden ver un resumen de tu actividad pública en Internet. Conocen tus inclinaciones políticas, tus conexiones en redes sociales, tu huella digital. Ni siquiera sabes lo que saben, pero está determinando cómo te ven.
O imagínese caminar por la calle y que una docena de pares de gafas de inteligencia artificial escaneen su cara, analicen sus expresiones y cataloguen su estado emocional en tiempo real.
No te has apuntado a esto, pero tu imagen se convierte en un juego limpio. Ahora amplíalo. Multiplícalo por decenas de millones. Una sociedad donde cada interacción se convierte en una transacción. Cada momento humano, una oportunidad para la extracción de datos. Cada segundo sin vigilancia, una violación potencial. Meta ya no sólo quiere tu atención. Quiere tu entorno, tu contexto, tu realidad.
Mark Zuckerberg no está construyendo un producto; está construyendo un mundo: un mundo filtrado, aumentado, monitorizado y monetizado en el que Meta AI se convierte en la interfaz entre tu mente y tu entorno. Olvídate del teléfono en el bolsillo. Ese fue el último campo de batalla. Ahora la guerra se traslada a tu cara. Con la aplicación de IA integrada a la perfección en las gafas, los usuarios pueden hacer preguntas en voz alta, recibir respuestas contextuales sobre cualquier cosa que estén mirando, e incluso grabar lo que están viendo – transcrito y almacenado automáticamente.
Meta AI se convierte en tu copiloto y te transmite verdades directamente al oído. Y si la historia nos ha demostrado algo, es que estas verdades no serán neutrales. Estarán condicionadas por la ideología, la política y los beneficios, las fuerzas que ya distorsionan lo que vemos en Instagram y Facebook. A Zuckerberg le gusta decir que Meta trata de conectar a la gente. Pero en realidad, Meta trata de enmarcar a la gente. Se trata de dar forma a lo que ven, de interpretar a los demás y de moverse por el mundo.
Es un cambio tan profundo como la imprenta de Johannes Gutenberg o la invención de la televisión, pero mucho más personal, invasivo y opaco. Y para quienes piensen que esto suena a hipérbole, recuerden que Meta ya controla plataformas utilizadas por miles de millones de personas, entre las que destacan Instagram y Facebook. La integración de las gafas en este ecosistema no requerirá mandatos. Se producirá a través de incentivos: funciones mejoradas, experiencias exclusivas y mayores ventajas para los usuarios que las lleven. Y en poco tiempo, optar por ellas será como optar por no participar en la vida moderna. Así es como empieza la normalización: no por la fuerza, sino con una adopción sin fricciones.
Mientras la prensa habla de los voluminosos cascos de realidad virtual de Apple y de las polémicas de TikTok, pocos comprenden la visión global de Meta. No se trata sólo de hardware o software, sino de poseer la infraestructura de la propia realidad. Estamos asistiendo a la privatización de la vista, la comercialización de la percepción y la colonización algorítmica de la vida cotidiana.
Y con casi la mitad de la población mundial ya conectada al ecosistema Meta, ¿quién puede impedir que Zuckerberg convierta el resto de la realidad en un producto rentable? Los gobiernos están dormidos al volante, los reguladores desdentados y los usuarios -seducidos por la comodidad, la novedad y la validación social- ya hacen cola para convertirse en beta testers de esta nueva sociedad aumentada. La verdad no está oculta, nos mira a la cara.
Zuckerberg no necesita controlar lo que piensas, sólo lo que ves. Pronto, gracias a unas elegantes gafas y unos cuantos miles de millones de líneas de código, podrá controlar ambas cosas.
Nuestro comentario:
¿Cooptarán los gobiernos esta nueva tecnología para hacer cumplir la ley dominical nacional y universal?
Conexión Profética:
“Por el decreto que imponga la institución del papado en violación a la Ley de Dios, nuestra nación se separará completamente de la justicia. Cuando el protestantismo extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano, cuando se incline por encima del abismo para darse la mano con el espiritismo, cuando, bajo la influencia de esta triple unión, nuestro país repudie todo principio de su constitución como gobierno protestante y republicano, y haga provisión para la propagación de las mentiras y seducciones papales, entonces sabremos que ha llegado el tiempo en que se verá la asombrosa obra de Satanás, y que el fin está cerca”. Testimonios para la Iglesia, vol. 5, pág. 426.
Comments
Michael
16 de mayo de 2025 at 08:45 08Fri, 16 May 2025 08:45:57 +000057.We are living in the last of the last days. All biblical scripture is being fulfilled before our very eyes.