El domingo 3 de junio, una repentina erupción del Volcán de Fuego envió lava, barro hirviendo y cenizas ardientes sobre las aldeas a su alrededor, matando al menos a 69 personas. La gente de las aldeas que bordean la montaña comenzó a llorar a los pocos muertos que podían ser identificados.
Se interrumpió la electricidad en las zonas más afectadas de Los Lotes y El Rodeo, por lo que los rescates y búsquedas continuaron sólo hasta la puesta del sol. Cuando amaneció el martes, el volcán continuó en actividad con 8 a 10 erupciones moderadas por hora, mucho menos intensas que las grandes explosiones del domingo.
«‘Nos resulta muy difícil identificar [a los muertos] porque algunos de los cadáveres perdieron sus características o sus huellas dactilares’ por los flujos al rojo vivo, dijo Fanuel García, director del Instituto Nacional de Ciencias Forenses. ‘Vamos a tener que recurrir a otros métodos… y si es posible tomar muestras de ADN para identificarlos’.
La erupción del domingo sorprendió a los residentes de las aldeas alejadas en la montaña, con poco o ningún tiempo para huir a una zona segura… Los cuerpos estaban tan densamente cubiertos de cenizas que parecían estatuas. Los equipos de rescate utilizaron martillos grandes para atravesar los techos de las casas enterradas bajo los escombros para verificar si había alguien atrapado.
«Hilda López dijo que su madre y su hermana seguían desaparecidas después que la mezcla de gas caliente, ceniza y roca llegara a su pueblo de San Miguel Los Lotes, en los bordes de la montaña. «Estábamos en una fiesta, celebrando el nacimiento de un bebé, cuando uno de los vecinos nos gritó que saliéramos a ver la lava que venía», dijo la angustiada mujer. «No lo creíamos, y cuando salimos, el barro caliente ya venía por la calle. Mi madre estaba atrapada allí, no podía salir», dijo López, llorando y sosteniendo su cara entre sus manos. Su esposo, Joel González, dijo que su padre tampoco había podido escapar y que se creía que estaba «enterrado allí, en la casa».
El vocero de Conred, David de León, dijo que el volcán estalló por primera vez alrededor del mediodía del domingo y arrojó cenizas a miles de kilómetros al cielo. Luego, alrededor de las 2 p.m., estalló nuevamente pero con mayor poder. Pronto, abrasadores flujos de lava, cenizas y rocas mezcladas con agua y escombros salieron a borbotones por los flancos del volcán, bloqueando carreteras y quemando casas. ‘Se movió mucho más rápido. Llegó a las comunidades justo cuando se enviaban las alertas de evacuación «, dijo de León.
Las autoridades rápidamente emitieron una orden de evacuación. Algunas comunidades se evacuaron de manera segura. Pero en lugares como Los Lotes y el pueblo de El Rodeo, a unas ocho millas (12 kilómetros) cuesta abajo del cráter, ya era demasiado tarde para muchos. Los flujos en rápido movimiento alcanzaron a las personas en los hogares y las calles con temperaturas que llegan a los 1.300 grados Fahrenheit (700 grados Celsius), cenizas calientes y gases volcánicos que pueden causar una asfixia rápida.
«Teníamos la información de nuestro servicio científico, y nos dijeron que la tendencia era que la actividad estaba disminuyendo», dijo de León. Como consecuencia, las sorpresivas explosiones volcánicas atraparon a las aldeas sin estar preparadas. Los equipos de emergencia en helicópteros lograron sacar vivos a por lo menos 10 personas de las áreas aisladas por los flujos. Conred dijo que 3.271 personas habían sido evacuadas.
Mientras tanto, el volcán en Hawái continúa estallando en «cámara lenta» y hasta el momento ha destruido 159 casas y cubierto ocho millas cuadradas con lava y ceniza antes de llegar al mar, enviando columnas de vapor mezcladas con finas partículas de vidrio a la atmósfera.
Las escenas de este volcán nos recuerdan la repentina destrucción que vino sobre los malvados habitantes de Pompeya cuando la lava y las cenizas barrieron la ciudad y quemaron a la gente hasta la muerte, que hoy pueden verse como estatuas en las posiciones corporales en las que se encontraban. Como el Espíritu de Dios gradualmente se está retirando de la tierra, el aumento de los desastres y la muerte súbita serán cada vez más frecuentes. Estas son advertencias de la destrucción inminente de todo el mundo.
En su visión del gran día del juicio, Isaías ve la consternación de aquellos que no están preparados en paz para encontrarse con su Señor. «El día del Señor está cerca», exclama; «Vendrá como destrucción del Todopoderoso». Por tanto, todas las manos se debilitarán, y el corazón de cada hombre desfallecerá; y tendrán temor». Isaías 13: 6-8. Review and Herald 1 de julio de 1915.
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