Los protestantes evangélicos blancos, especialmente el núcleo de creyentes «nacidos de nuevo» o «fundamentalistas», apoyaron abrumadoramente a Trump en el 2016. Según las encuestas a la salida de las urnas en las elecciones de noviembre, más del 80 por ciento, el mayor grado de lealtad que el grupo haya mostrado alguna vez un candidato presidencial. Estos mismos votantes son hoy en día desproporcionadamente numerosos dentro de esa reducida fracción de estadounidenses que aún aprueban el desempeño de Trump en el cargo (que es aproximadamente un tercio en el caso de Gallup y otras encuestas).
Todo esto es una sorpresa para quienes pensaban que Trump era un campeón improbable entre las personas, le dan prioridad a la religión. El último presidente que tuvo este tipo de apoyo, por parte de evangélicos blancos «nacidos de nuevo», fue George W. Bush, quien tenía un pasado histórico como un fiestero pero también una historia de conversión digna del hijo pródigo bíblico. Cuando se le preguntó en un debate presidencial por el nombre de su filósofo político favorito, nombró a Jesús.
Trump, por otro lado, no tiene ese testimonio personal. Él tiene una asociación ancestral con los presbiterianos pero nunca se le ha conocido como un hombre de iglesia. De hecho, se abrió paso en las ocupaciones más mundanas y apareció en la portada de Playboy. Sus tres matrimonios y episodios sexuales en serie son apenas parte de las lecciones de la escuela dominical. Él ha dicho que no siente la necesidad de arrepentirse ni de pedir perdón. Tampoco conoce su Biblia muy bien.
Así que sorprende a algunos ver cuán fácilmente muchas personas comprometidas con la iglesia acuden a su favor. Pero la explicación es simple y clara. No se trata de que los evangélicos piensen que Trump es uno de ellos sino que creen que Dios lo está usando. Como dice la Biblia, «por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7:20) y hasta ahora la cosecha de Trump se ha visto bastante bien.
El razonamiento sigue así: Trump puede no parecer digno de ser un instrumento de la voluntad del Señor pero no estamos llamados a hacer tal juicio. Entonces, mientras Trump parezca estar haciendo la obra del Señor, él estará bien con el pueblo del Señor.
Trump ha obtenido su mejor apoyo entre los evangélicos que son más conservadores, tanto política como teológicamente. Estos son los más propensos a ser republicanos y tomar la Biblia como la Palabra literal de Dios, «ni una jota ni una tilde», como solían decir algunos.
Estas personas se oponen firmemente contra el aborto y el matrimonio (o cualquier tipo de relaciones amorosas) entre personas del mismo sexo. También apoyan fuertemente el regreso de la oración en las escuelas y de las oraciones explícitamente cristianas en los eventos públicos. No quieren personas transgénero en el ejército o en sus baños.
Trump ya había cambiado sus posiciones sobre temas sociales importantes como estos en las primarias republicanas de 2016, donde le fue sorprendentemente bien entre los autodenominados conservadores religiosos (especialmente en las cruciales primarias de Carolina del Sur). Algunos esperaban que volviera a cambiar en las elecciones generales o durante su oficio en el cargo.
En cambio, él reconfirmó los compromisos con estos votantes en el otoño, enfatizando la promesa de designar jueces de la Corte Suprema en el molde del difunto Antonin Scalia. Su primer nombramiento, el juez Neil Gorsuch, fue una promesa cumplida. Sin embargo, Trump ha seguido cumpliendo después de eso.
El sentido de ser perseguido en la América contemporánea y asediado por el Islam global es una convicción común entre muchos de los patrocinadores del Presidente. Esto incluye a millones de familias que se han retirado del sistema de escuelas públicas, educando a sus hijos en escuelas eclesiásticas o autónomas o en sus hogares para escapar del secularismo y la percepción de hostilidad hacia la religión en las escuelas públicas.
Muchas de estas familias se encuentran entre los grupos favorecidos que encontrarán bendiciones especiales con el proyecto de ley de impuestos aprobado por el Congreso. Gracias al Senador Ted Cruz (Republicano-Texas) y otros, las personas que optan por no participar en el sistema de escuelas públicas tendrán acceso a planes de ahorro con ventajas en los impuestos para ayudar a pagar sus alternativas.
Ha sido decepcionante para muchos activistas religiosos que el proyecto de ley de impuestos deje intacta una disposición del código IRS, la cual prohíbe la promoción activa de los candidatos a cargos políticos por parte de las iglesias, a menos que quieran arriesgarse a perder su condición de exención de impuestos. Pero incluso esa derrota sirve para destacar los esfuerzos altamente visibles que realizó Trump para eliminar esa disposición en nombre de los activistas. Incluso organizó un esfuerzo de último momento para cabildear por la eliminación de esta con aliados como Ralph Reed (una vez famoso como el líder de la Coalición Cristiana y ahora considerado como el fundador de la Coalición Fe y Libertad).
Los partidarios de Trump en la derecha religiosa a veces señalan antecedentes de Trump en la Biblia, donde el Señor usó un recipiente imperfecto tras otro para cumplir su voluntad. Uno de ellos fue el conquistador persa Ciro, quien permitió que algunos de los judíos que estaban cautivos en su país regresaran a su hogar y reconstruyeran el Templo de Salomón alrededor del año 500 AC. (Véase el libro de Esdras del Antiguo Testamento para más detalles).
Ese ejemplo es relevante, porque Jerusalén y el templo siguen siendo cuestiones vivas hoy, 25 siglos después. La reciente decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital oficial de Israel (y de trasladar allí la Embajada de Estados Unidos) ha desatado disturbios mortales en gran parte de la región. También ha resonado profundamente en algunos estadounidenses que lo apoyan fervientemente. «Los evangélicos están entusiasmados con este movimiento», dijo el reverendo Jim Jeffress de la Primera Iglesia Bautista de Dallas en Fox News.
Tales reacciones extremas, tanto negativas como positivas, tienden a dejar perplejos a muchos consumidores de noticias. La mayoría de los estadounidenses probablemente pensaban que Jerusalén ya era la capital de Israel. Sin duda es más conocida que Tel Aviv, gracias a las noticias. Sin embargo, formalizar el «estado final» de Jerusalén es un importante punto de fricción para las negociaciones en el corazón del proceso de paz del Medio Oriente. Generaciones de diplomáticos han luchado por el control de los lugares sagrados de la ciudad y el papel de la ciudad en la resolución del problema palestino más amplio. Es por eso que los musulmanes de todo el mundo están molestos por la precipitación de Trump. Los judíos favorecen la idea de que Jerusalén sea la capital pero muchos también apoyan la idea de un acuerdo negociado.
Trump, sin embargo, parece estar más enfocado en la opinión de aquellos cristianos conservadores que ven este paso como el cumplimiento de una importante profecía bíblica. Desde este punto de vista, Jerusalén necesita estar disponible como el sitio del Tercer Templo, una condición previa necesaria para el fin de los tiempos o las últimas cosas que son esenciales para la fe de muchos cristianos fundamentalistas.
Aquí es donde el agua se pone un poco profunda, por lo que no nos adentraremos demasiado. Pero basta decir que en algún momento en el tiempo, según varios pasajes de la Biblia, los judíos estarán en posesión de Jerusalén y se erigirá un nuevo templo. A partir de entonces vendrá el Anticristo y un período que se conocerá como la Tribulación. Será angustiante pero, siguiendo la persecución, Cristo mismo regresará a la Tierra en triunfo y gloria y todos los verdaderos creyentes se unirán con él en el cielo.
Cuánto de esto Trump entiende o cree personalmente, está abierto a debate. Pero él ha mostrado un gran deseo de cortejar a aquellos que toman la profecía al pie de la letra y con todo su corazón. Ese cortejo ha tenido mucho éxito, al menos hasta ahora.
Una última razón por la que el presidente tiene una conexión con estos elementos de sus seguidores es su sentido compartido de ser de afuera. Ellos son populistas que retroceden contra los juicios de la élite y contra el sistema en la religión y el gobierno.
Y por ahora, al menos, lo que une a Trump con estos aliados inverosímiles supera todo lo que los divide.
Estos evangélicos y otros conservadores también están trabajando silenciosamente hacia una ley dominical. Si pueden orquestar el cumplimiento de estas falsas profecías, estarán en una mejor posición para tener la credibilidad de legislar el culto dominical.
“El movimiento dominical se está abriendo paso en las tinieblas. Los dirigentes están ocultando el fin verdadero, y muchos de los que se unen al movimiento no ven hacia dónde tiende la corriente que se hace sentir por debajo. Los fines que profesan son benignos y aparentemente cristianos; pero cuando hablen, se revelará el espíritu del dragón”. Testimonios para la Iglesia, pág. 427.
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