Lavaos y Sed Limpios
By Pastor Hal Mayer
Queridos amigos:
Bienvenidos al Ministerio Guardad la Fe. Gracias nuevamente por estar junto a nosotros mientras vemos otro maravilloso capítulo de la vida de Eliseo.
Al comenzar nuestro mensaje de hoy, por favor inclinemos nuestras cabezas en oración. Nuestro Padre, gracias por Tu rica gracia que nos das libremente. Tu poder sanador es asombroso y Tú nos das la obra de cooperar contigo en la obra médico misionera. Es un privilegio ser parte de esta obra. Por favor, enséñanos hoy un poco más acerca de la obra médico misionera. Ayúdanos a entender Tu poder y lo que quieres hacer para ganar almas para Tu reino. Te pertenecemos, y queremos estar involucrados en Tu obra. Enséñanos hoy, lo rogamos en el nombre de Jesús, amén.
Quisiera comenzar con un texto de las Escrituras que nos habla especialmente de Cristo y Su obra. Se encuentra en Mateo 4:23. “Y Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia de la gente”.
Observen que Jesús enseñó en las sinagogas y sanó todo tipo de enfermedad. ¿Les gustaría tener ese tipo de habilidad? Ustedes pueden tenerla. Si aman a Dios supremamente, entréguense a sí mismos para ser Sus representantes en este mundo. Saquen todas las cosas sucias de la carne y purifiquen su vida, y podrán convertirse en un verdadero médico misionero, así como lo fue Jesús. Jesús combinó la enseñanza del evangelio con la sanación del cuerpo. Y al unir ambas cosas le añadió un poder especial a ambas. Así, si Cristo es nuestro modelo, entonces nosotros también tenemos que combinar la obra médico misionera con la enseñanza del evangelio. En nuestra obra médico misionera en Australia, estamos viendo que nuestros pacientes nos piden muchos más estudios bíblicos que antes. Qué bendición es para mí, ver a nuestros instructores bíblicos tan ocupados, que casi no tienen tiempo para ninguna otra cosa.
Y Jesús no fue el único en la Biblia que fue un médico misionero exitoso. Eliseo fue también uno de ellos. Él también combinó la enseñanza de los principios del evangelio con la sanación. Y la Biblia registra que este método hizo un impacto substancial.
Hoy, llegamos a una parte muy conocida de la obra médico misionera de Eliseo. Naamán era un poderoso dignatario y un líder militar. Él era el capitán de la hueste Siria y un astuto guerrero. A los ojos de Benhadad, rey de Siria, él era un “gran hombre”. El Señor le había dado éxito en todas sus guerras, y aun con Israel. Él había derrotado a los ejércitos de Israel en la batalla, la cual, incidentalmente, resultó en la muerte del impío rey Acab. Y desde entonces, él había planificado y ejecutado muchas escaramuzas e incursiones a Israel con sus ejércitos. Él había estado conduciendo algo así como una guerrilla en las fronteras de Israel. Naamán era un hombre muy querido en su país. Era el favorito del rey. Era tan elevado, honorable, tan rico, tan poderoso y de tanto valor, que no podía ascender más en el escalafón del gobierno Sirio, a no ser que se convirtiese en el rey. Pertenecía a la elite súper rica de Siria.
Pero aun cuando Siria era un enemigo de Israel, Dios quería llevarle la luz de la verdad al rey de Siria y a sus hombres, y través de ellos a toda la nación. Ese era, por lo menos, el deseo de Dios. Aunque sea, le enseñaría a Naamán acerca del verdadero Dios. Él conocía el corazón de Naamán, orgulloso y jactancioso como era. Él era leal y decidido y muy trabajador. Aun cuando Naamán era un enemigo de la iglesia de Dios y de Su pueblo, Dios sabía que podía transformarlo y hacerlo un seguidor de Cristo. Este es el gran milagro de la gracia, mis amigos.
¿Creen ustedes que Dios puede hacer eso hoy? Claro que puede. Él también transformó a Pablo. Y tal vez, también los transformó a ustedes. Dios aun puede hacer Su milagro en los corazones de hoy. Y a través de las agencias sanadoras de la obra médico misionera, dios trata de atraer a las almas y colocarlas en conexión con Su pueblo, de tal manera que tengan la oportunidad de testimoniar la gloria de Dios. Dios tiene grandes planes para nosotros, mis amigos. Él quiere usarnos si es que estamos dispuestos a entregarnos completamente a Cristo. Cuando tenemos el Espíritu Santo en nuestras vidas, no hay ninguna duda que Él nos usará. Nunca le den la espalda a aquellos que ustedes piensan que están sin esperanza. Dios tiene medios para alcanzarlos.
Ningún hombre es tan elevado y exaltado; ningún hombre es tan rico y poderoso; ningún hombre es tan poderoso en la batalla y tan victorioso sobre sus enemigos, que no pueda caer víctima de las peores calamidades de la vida humana; nada puede colocarlo fuera del alcance de la enfermedad más debilitante. Nuestro cuerpo humano enfermizo, débil y asqueroso, vestido con rica y costosa vestimenta, es la más asombrosa vista a los ojos del cielo. Todo hombre y mujer tiene algo en su carácter que lo mancha o lo disminuye, y lo humilla. Ellos pueden tratar de esconder eso de los ojos humanos, pero todo está abierto para los ángeles registradores del cielo. Ningún hombre puede ser tan exaltado y grandioso, que no pueda escapar a la maldición del pecado. Siempre hay algo en nosotros que nos hace desear una solución para poder ser felices.
Somos seres humanos caídos. No hay completa felicidad ni paz en ninguno de nosotros, a menos que tengamos la paz de Cristo. El tratar de cubrir la ausencia de paz con algo artificial es como los débiles esfuerzos de Adán de colocarse hojas de higuera sobre su cuerpo desnudo en el Jardín del Edén.
Naamán era tan grande como el mundo podía hacerlo, pero el menor de los esclavos de Siria no cambiaría su piel por la de él. Pero Dios quería salvarlo. Él permitió que tuviera esta terrible y mortal enfermedad, de tal manera que pudiera humillar su corazón delante del Dios de Israel. Dios quería enseñarle los principios de la salvación, aquella fe en Dios, Su ley, y la obediencia a Su voluntad es la única manera para ser salvos. Naamán tenía que amar al Señor con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, y con todo su deseo, si es que quería que Dios hiciera Su voluntad. Debido a que Naamán era bien conocido entre el pueblo de Siria, Dios colocó circunstancias diseñadas para alcanzarlo y tocar su corazón y reformar su vida, de tal manera que toda Siria sería capaz de aprender a respecto del Dios del cielo.
Amigos, ¿Ustedes creen que eso es lo que Dios está tratando de hacer hoy con vuestros enemigos? ¿Creen que eso es lo que Dios está deseando hacer, al colocarlos a ustedes en contacto con las personas del mundo? ¿No es Dios asombroso? Él está planificando y trabajando continuamente para colocar a las almas en contacto con Su amor y poder, y nosotros tenemos que cooperar con el cielo en esta obra, si es que estamos dispuestos a entregarle nuestros pecados y nuestros terribles estilos de vida a Cristo.
Dios no piensa como nosotros lo hacemos, mis amigos. Él hasta intenta hacer de sus confesados enemigos Sus amigos y colaboradores, y salvarlos al final. Nosotros podemos desecharlos, pero Él no. nosotros podemos pensar que el Islam es intratable, pero Dios no piensa así. Miren lo que le sucedió a estos ancestros de los Musulmanes de hoy allí en Siria.
Durante una de sus incursiones, los Sirios atacaron un hogar localizado cerca de la frontera. Sin duda que ellos estaban siempre observando alguna oportunidad para oprimir a Israel y para colocarlos bajo presión. Providencialmente, se llevaron cautiva a una pequeña niña Israelita, y se la llevaron a Damasco, donde ella finalmente llegó al hogar de Naamán el grande, y le sirvió a su esposa como esclava. Observen que dije “providencialmente” esta joven doncella fue capturada por los Sirios y ahora era una esclava. ¿Cómo puede ser providencial la esclavitud? Bien, sí puede. Dios puede usar a los esclavos de maneras que nadie más puede ser usado.
¿Recuerdan otros esclavos que fuesen así de providenciales? Yo recuerdo. Piensen en José. Piensen en los sufrimientos y penurias del padre de José, cuando sus hijos le dijeron básicamente que José estaba muerto. Al igual que con José, Dios permitió que esta pequeña niña fuese llevada cautiva, debido a una razón importante. Pero sus padres (si es que sobrevivieron a la incursión), en su pena debido a la pérdida de su pequeña hija, no deben haber comprendido los ocultos caminos de Dios. Los caminos de Dios son superiores a los nuestros. Son inalcanzables. Dios siempre puede extraer algo bueno de lo malo. Si tan solo tuviéramos el discernimiento espiritual, podríamos verlo más rápidamente, o por lo menos, confiar en Dios en cualquier tragedia.
Pero aquí estaba ella en este hogar pagano, lejos de su hogar piadoso, lista para servir a cualquier capricho o deseo de la esposa de Naamán. Ella no se olvidó, sin embargo, que sus padres le habían enseñado que amara al Dios del cielo y consecuentemente ella buscó oportunidades para ser una bendición y para ser capaz de ministrarle a esta familia, y mostrarles al verdadero Dios. Así, ella fue fiel y todo lo que hizo, lo hizo para alcanzar sus corazones con el amor de Dios. Dios la había escogido para que fuese un testimonio de Él en aquel hogar pagano.
“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era gran varón delante de su señor, y en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvamento a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso”.
Observen que el Señor había usado a Siria para castigar a Israel. La Biblia lo expresa de tal manera que nos hace saber que aun la prosperidad de Siria y la victoria en la batalla, aun sobre Israel, estaba en la providencia de Dios. Aun cuando ellos glorificaran a sus dioses paganos, era el Señor el que los estaba ayudando para que vencieran en la batalla.
La pequeña doncella había escuchado acerca de los maravillosos milagros de sanación que Eliseo había realizado. Cuando Naamán vino con su lepra, ella no estaba tan prejuiciada contra los Sirios, que no pudiera pensar que el Dios de Israel y el Dios de Eliseo no estuviera dispuesto a ayudarlo. Y aun cuando su joven mente no entendiera todo lo que hacemos hoy, sin duda, que ella sintió, aun así, que Dios podía hacer algo por su señor. Ella sabía que el poder del cielo estaba con Eliseo y ella creyó que si Naamán fuese al profeta, podía ser sanado.
Amigos, he aquí una lección muy importante. Nuestro bienestar espiritual y físico depende en estar “con” el profeta. ¿Sabían ustedes esto? Dios nos ha dado a los profetas para que nos ayuden a entender cómo vivir en este mundo impío, incluyendo el saber cómo permanecer sanos. Y algunos de los escritos de estos profetas tienen más de mil años de antigüedad, mientras que otros son más recientes. Pero, si los obedecemos hoy, vamos a obtener la bendición de Dios.
Cuando Naamán se dio cuenta que tenía lepra, sin duda que toda su familia estaba afligida. La Sra. Naamán estaba increíblemente angustiada. ¿Cómo podía un hombre tan grande y honrado caer en una enfermedad tan terrible? Los dioses tenían que estar enojados con él. ¿Qué había hecho él para provocar su furia? Ella luchaba y batallaba con el destino de Naamán, y en consecuencia, con su propia suerte. Ella no quería ser una viuda.
Naamán ni siquiera podía estar alrededor de su propia familia. Tenía que mantenerse a distancia. No podía dormir en su propia cama, no podía comer con su familia, ni jugar con sus hijos. Todo lo que la familia significaba para él, ya no lo podía disfrutar. Él era ahora un desechado, no solo de la sociedad, sino que de su propia familia, a la cual él amaba. ¿Qué tenía que hacer? Ciertamente iba a morir. ¿Qué había hecho mal que había originado la ira de los dioses? Después de todo, ¿no sabían ellos que él era un gran hombre en Siria?
La pequeña doncella se sintió muy mal debido a la angustia de su señor y de su señora. Un día, mientras escuchaba a la Sra. Naamán expresar su angustia con respecto a la terrible situación de su esposo, le dijo a su señora: “¡Si tan solo mi señor estuviese con el profeta de Dios que está en Samaria! Porque él lo recuperaría de su lepra”.
Ese pensamiento llamó la atención de la Sra. Naamán. En la primera oportunidad que tuvo le contó a Naamán lo que había dicho la pequeña niña. Había un profeta en Israel que podía sanar la lepra. Naamán, sin duda, quería escucharlo por sí mismo y le pidió a la niña más información. Así es que la llamó, guardando la debida distancia desde luego, de tal manera que nadie más se contagiara con la mortal lepra. “¿Qué es esto que escuché acerca de un profeta en Israel que puede sanar la lepra?” le debe haber preguntado. La doncella le explicó su simple manera de pensar y le dijo a Naamán lo que ella sabía de Eliseo. Aun cuando ella no sabía si él sanaba la lepra, ella había escuchado que él sanaba muchas otras enfermedades. ¿Por qué el Dios de Eliseo no podría sanar también la lepra? Y aun cuando él fuese Sirio, Eliseo ciertamente querría ayudar a Naamán.
¡Esta pequeña doncella le dio esperanza a Naamán! Él no podía despreciar este consejo, aun cuando proviniese de una niña esclava. Él deseaba la sanación. Él quería la cura. Él no dijo: “La niña habla como una tonta; ¿cómo puede cualquier profeta de Israel hacer eso por mi, cuando todos los médicos de Siria han tratado de hacerlo en vano?”
Amigos, lo mismo es verdad hoy. Muchas personas corren hacia sus médicos en busca de píldoras o de alguna medicina, cuando una pequeña hidroterapia puede hacer el trabajo. ¡Siete tratamientos y está listo! Los remedios naturales que Dios nos ha dado deben ser bien entendidos y deben ser colocados en práctica por todo médico piadoso. Sí, hay un lugar para los médicos, para las cirugías y aun para los medicamentos, especialmente en una era donde hay serios accidentes, traumas, defectos de nacimiento y otras enfermedades muy serias, donde es necesaria la intervención de los médicos. Pero cuando todo esto se haya hecho, el paciente debiera ser enviado a un médico misionero, para que se pueda recuperar de los efectos secundarios de la intervención médica y se pueda restaurar tan completamente como sea posible bajo su cuidado. Pero hoy, estas cosas no son entendidas. El estilo de vida está en la raíz de la mayoría de las enfermedades de hoy en día. Si buscáramos al Señor, la mayoría de las enfermedades del cuerpo y del alma, pueden ser sanadas por medios naturales a través de la atención de un médico misionero inteligente. Y cuando el médico misionero está conectado con el profeta de Dios, su trabajo posee la bendición divina y tendrá éxito. Muchos han sido sanados, mis amigos, cuando todos los doctores y especialistas han sido consultados y han fallado.
¡Quiera Dios que el pueblo de hoy viniese para ser sanado por el Gran Médico! Piensen en eso. Las personas escuchan sobre el médico misionero, pero se rehúsan a encontrarlo. Y la enfermedad espiritual es tan prevaleciente como la enfermedad física, pero las personas van a sus psicólogos y psiquiatras y toman sus píldoras y los antidepresivos, ¡cuando podrían mirar a Cristo y ser sanados!
Mire lo que hizo Naamán con el pequeño consejo de la niña esclava. Él no amó ni honró a Israel, pero aun cuando estaba dispuesto a entrar bien adentro de Israel, buscando al profeta del Señor, y pedir, o aun suplicar por sanación, si es que eso significaba ser curado. Naamán ya estaba ejercitando la fe por el mismo hecho de tener que entrar en territorio enemigo buscando la cura. Él fue adonde las personas podían matarlo o darle agua para beber. Él necesitaba una guardia personal y un séquito de siervos y de soldados.
Sin duda que el rey de Siria estaba muy afligido por la enfermedad terminal de Naamán. Él iba a perder a su mejor y más grande posesión. Además, tal vez cuando Naamán no estuviera más, Israel se vengaría de Siria. Así, el perder a Naamán en esta situación en el tiempo, sería una seria desventaja para Siria.
Naamán decidió obtener permiso de su rey para ir y visitar a Eliseo. Él quería seguir el protocolo diplomático, así que envió un mensajero a Benhadad y le dijo lo que había dicho la pequeña niña de Israel. El rey rápidamente estuvo de acuerdo en enviar a Naamán a Israel y le escribió una humilde carta de recomendación al rey.
2ª Reyes 5:5. “El rey de Siria dijo a Naamán: ‘Ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel’. Y él fue llevando diez talentos de plata (340 Kg), seis mil piezas de oro (70 Kg) y diez mudas de vestidos”.
Naamán no le pediría al profeta que viniera a él. Él tenía que ir adonde estaba el profeta, aun cuando él estaba enfermo, indisponible para la sociedad humana, aun cuando significaba un largo viaje a través de territorio hostil. Los príncipes, pensó él, tienen que inclinarse delante de los profetas cuando estos los necesitan. Él decidió que de incógnito o disfrazado no sería la manera adecuada para ir. Tenía que ir con un séquito de cortesanos, consejeros y la protección necesaria de sus soldados.
Amigos, ¿no sería bueno si todo el pueblo de Dios se inclinase delante de los profetas? He aquí un hombre pagano, listo para ser curado por el profeta, cuando el pueblo de Dios aun estaba alejado de Dios. ¿Cómo puede el profeta bendecirlos o guiarlos cuando son ignorantes de su poder? ¿Cómo pueden ellos madurar en la gracia cristiana, cuando descuidan el estudiar los escritos del profeta? Sí, ellos se vuelven hacia sus propios caminos, y caen en sus propios pecados, y pretenden estar todo el tiempo bajo la bendición de Dios.
Naamán decidió que no iría con las manos vacías. Le llevaría al profeta del Señor aquello que requerían los médicos por sus servicios. Tomó oro y plata y finas vestiduras. Aquellos que poseen riquezas y quieren mostrar sus riquezas para que todos sepan cuanto están dispuestos a pagar por la salud. ¿Cuál es la mayor bendición, la salud o las riquezas? Vean al hombre rico que ha despilfarrado toda su salud. Él muere joven y separado de Dios. Y sus riquezas no lo acompañan.
Él no sabe adonde está el profeta de Israel, así es que Naamán lleva una carta de su rey donde le pide al rey de Israel que intervenga en la lepra de Naamán. El rey de Siria espera que el rey de Israel esté íntimamente familiarizado con un hombre de tanto poder y asume que el rey y el profeta son amigos. Pero el rey de Israel es un hijo de Acab, y no es amigo del profeta, a pesar del hecho que haya viajado con él y lo haya bendecido con la victoria sobre los Moabitas, a través de las acequias que Dios llenó con agua en el desierto.
Versículo 6. “Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra’”.
El rey de Israel rasgó sus ropas, un símbolo común de angustia con respecto a alguna blasfemia. ¿Cómo podía el rey de Siria atribuirle al rey de Israel poder divino? “Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí”. Versículo 7.
El rey temía a los Sirios. Ellos eran engañosamente crueles, y no se podía confiar en ellos. Después de todo, estaban enviando bandas de soldados para incursionar en Israel, alrededor de las fronteras. ¿Cuál podría ser el significado de una abierta visita de este general Sirio, que buscaba ayuda? Solo podía ser un mal presagio. El rey ni siquiera piensa en Eliseo. Él ya no está relacionado con Eliseo, el profeta de Dios, más de lo que lo estaba el rey de Siria. Pero la doncella cautiva tenía al profeta de Dios mucho más en sus pensamientos que el rey de Israel (vergüenza para él). Por sus palabras, el rey de Israel, un gran hombre, pero un hombre muy malo, admite que solo es un hombre y que no puede hacer nada para ayudar al pobre Naamán.
El rey se olvida de la guerra que había en Israel por las almas de su pueblo, y afirma que el rey de Siria está tratando de encontrar una excusa para hacer la guerra con él. A menudo es verdad, que los líderes buscan amenazas externas en vez de buscar las amenazas espirituales que constantemente surgen entre el propio pueblo de Dios. Satanás es un enemigo astuto. Él va a encontrar maneras para hacer surgir problemas en nuestras fronteras, de tal manera que olvidemos o pasemos por alto lo que él está haciendo en nuestro medio.
Eliseo escucha sobre la visita de Naamán. Versículo 8. “Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel’”.
Eliseo trata al rey como si éste debiera haber pensado en enviar a Naamán al profeta en primer lugar, algo que el rey no estaba dispuesto a hacer. Él quería ayudar en forma magnánima, aun cuando el rey había olvidado las buenas cosas que él había hecho por el rey en el pasado, y que ahora no tenía en cuenta. En esencia, el rey rechaza a Eliseo. El rey asume lo peor, y ahora Eliseo lo reprende y sugiere que debiera haber pensado lo mejor. Después de todo, si Eliseo, a través del poder de Dios, podía sanar a Naamán, el rey estaría fuera de acción. Pero más que eso, si Eliseo, a través del poder de Dios, podía sanar a este gran general extranjero, ¿no limitaría también eso su coraje para hacer la guerra contra Israel? ¿Si sanara a Naamán, no detendría eso las escaramuzas y las incursiones a lo largo de la frontera? El rey de Israel entendió totalmente mal el propósito de Dios al conducirle a Naamán. Él quería mostrarle a Naamán de una manera agradable, que debía dejar de atormentar a Israel. Pero el rey de Israel fue insolente y no vio esta oportunidad.
Amigos, ¿no es esta la manera en que actuamos cuando Dios nos presenta algo que es difícil o imposible? Nos quejamos, cuando en verdad es la manera en que Dios intenta bendecirnos y ayudarnos. Dios quiere que veamos y entendamos que cada prueba, cada dificultad, es una oportunidad para que Dios pueda obrar. No lo resistamos. Humillémonos delante de Él y busquémoslo con todo nuestro corazón. Dios nos va a mostrar algo que de otra manera no lo veríamos en la perspectiva humana normal.
A menudo pensamos lo peor de los demás y creamos un gran problema de preocupación y de inquietud, cuando realmente ellos tienen buenas intenciones. Es mejor seguir el consejo bíblico, de no pensar mal.
¿Por qué Eliseo dice que es “para que sepa que hay profeta en Israel?” Es porque él ve que Dios ha enviado a Naamán para que aprenda del Dios de Israel. Él quería que Naamán respetara a Israel, y valorara al profeta del Señor, de tal manera que su corazón no ardiera en contra de Israel, y para que no continuara peleando contra ellos. No era para su propia gloria. Era para la gloria de Dios. Eliseo reconoció la visita de Naamán como la manera en que Dios lleva a cabo muchas cosas de una sola vez.
Él también quería que Naamán supiese que el profeta en Israel podía hacer lo que el rey de Israel no podía hacer, y que los profetas de Siria no podían pretender hacer, y que los médicos de Siria habían fallado en hacer. Él quería mostrarle a Naamán y al rey de Siria, que el Dios de Israel era el verdadero Dios, y que ellos estaban peleando contra el pueblo de Dios.
Versículos 9-10. “Llegó Naamán con sus caballos y su carro, y se paró a la puerta de la casa de Eliseo.
Entonces Eliseo le envió un mensajero a decirle: ‘Ve, lávate siete veces en el Jordán. Y tu carne se restaurará y quedarás limpio’”.
Eliseo vivía humildemente, tal vez un una parte “pobre” de Samaria. Y he aquí que viene el gran Naamán con todo su séquito, sus caballos, sus carros, y todo su despliegue de poder humano.
Naamán vino esperando ser tratado como la realeza. Él esperaba que Eliseo saliera con un gran formalismo y que hiciera algún gran milagro, de manera que todos lo viesen, como lo hacían los adivinos y profetas de Siria.
Pero Eliseo envió a su siervo Giezi o a uno de los hijos de los profetas a darle instrucciones sin ninguna formalidad. También, Eliseo no quería ser tentado con ningún honor que Naamán estaba tratando de colocar sobre él. Sean cuidadosos, mis amigos, para evitar los honores mundanos. Ustedes pueden ser presidentes o primer ministro de algún gran país, si es que Dios los coloca en esa posición. Pero no busquen eso, y no se coloquen entre ese tipo de personas. No corran tras los cargos políticos. Si están alrededor de toda esa adulación y alabanza sin sentido, ustedes se van a volver arrogantes y se van a olvidar de Dios. Porque contemplando, somos transformados.
El bañarse en el frío río Jordán no iba a curar su lepra. Tal vez podría suceder que las cosas se pusiesen peor, pensó Naamán. Pero la cura no estaba en el río. Esa era la señal, la indicación de que Naamán humillaría su corazón delante de Dios. La cura estaba en la obediencia de Naamán a las instrucciones del profeta, las cuales eran las instrucciones de Dios. Piensen en ello, mis amigos. ¿La iglesia de Dios de hoy sería curada de sus enfermedades, su apostasía, su vagabundear en el desierto, si el pueblo de Dios le obedeciera al profeta? Cualquier médico misionero verdadero sabe que hay que obedecerle al profeta si queremos sanar.
Así, ¿por qué Eliseo envió un mensajero? Él sabía que Naamán era un gran hombre, pero también era orgulloso. Y él quería que supiese que delante del gran Dios, todos los hombres están al mismo nivel y tienen que humillarse delante de Él.
Naamán estaba ofendido porque Eliseo no actuó como él esperaba. Amigos, esto es importante. Dios actúa a menudo de manera inesperada. No debiéramos esperar que Dios siempre haga lo que nosotros esperamos que Él haga, o que haga lo que nosotros pensamos que Él debería hacer. Él tiene que probar nuestra fe. Así, a menudo Él actúa misteriosamente. Pero Él siempre obra para humillarnos, de tal manera que nos arrepintamos de nuestros malos caminos y aprendamos a confiar en Él.
Dos cosas hicieron que Naamán se enojara. Eliseo envió a un siervo para decirle lo que tenía que hacer, y eso lo ofendió, y segundo, Eliseo menospreció a su país diciéndole que se lavara en el río Jordán.
2ª Reyes 5:11. “Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra’”.
Naamán se había imaginado cómo sucedería la cura de la lepra. Él iría a Eliseo. Eliseo saldría a este gran hombre, un alto oficial y líder en Siria, que había venido a él como representante del estado, y respetuosamente (después de todo, él había derrotado al ejército de Israel) y ceremoniosamente le oraría a su Dios, y nombraría el nombre de Naamán en su oración. Entonces Eliseo colocaría su mano sobre su piel en donde estaba la lepra; haría algunas encantaciones y él sería sanado. Y como no fue hecho de esta manera, Naamán perdió su paciencia y cayó en la pasión. Se olvidó que era un leproso, el cual tenía que ser echado fuera de la sociedad, de acuerdo con la ley Judía, la cual Eliseo hubiera observado religiosamente. Y como leproso con una enfermedad mortal, él no debió haber insistido en cuanto al honor ceremonial que era usado en Siria. Él también se olvidó que era un peticionario que buscaba un favor, que él no podía exigir. Después de todo, los mendigos no pueden elegir. Los pacientes no pueden prescribirles a los médicos, ni tampoco le pueden decir al Dios del cielo lo que tiene que hacer.
Naamán esencialmente dijo que no aceptaría la cura, a menos que viniera de la manera en que él la quería, con una gran pompa y un gran desfile. Él no quería la cura a menos que él mismo fuese considerado. Después de todo, a eso era lo que él estaba acostumbrado en su propio país.
Ya le había sido bastante duro el no poder ir a un río en su propio país. Versículo 12. “Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavara en ellos, ¿no quedaría también limpio? Se volvió, y se iba enojado”.
Naamán aun no entendía que el poder sanador no estaba en el agua del río, sino en la obediencia a las instrucciones del profeta de Dios. Amigos, esta es la manera en que sucede en toda la obra médico misionera. Ustedes tienen que ayudar a sus pacientes a entender que la sanación no está en el carbón, en el tratamiento de hidroterapia, en el remedio de hierbas, sino que está en la obediencia al Dios del cielo.
Naamán pensó que Eliseo menospreció a su país, donde él era un gran guerrero y un miembro de la elite. Él era muy patriota. ¿Los ríos de Siria no podrían hacerlo tan bien como el Jordán? Él no entendía que el Jordán pertenecía al Dios de Israel y que Él tenía que hacer una distinción entre los Sirios y el pueblo de Dios, Israel. Él no podía esperar la cura de los dioses de los ríos de Damasco. No, los ríos de Damasco no harían eso. Esto era algo relacionado con Dios, no con el río.
Naamán era realmente ignorante de la historia de Israel. El río Jordán había obedecido más de una vez los mandatos de la omnipotencia. Se había separado en dos de manera que Israel pudiese cruzarlo por tierra seca. Y Elías y Eliseo también lo habían cruzado por tierra seca (Eliseo, de hecho, dos veces). El río Jordán estaba perfectamente capacitado para este propósito. No, los ríos de Damasco no hacían eso. Ellos solo obedecían las leyes comunes de su creación y jamás habían sido distinguidos por el poder divino. El Jordán tenía la distinción de hacer aquello que ningún río natural puede hacer. Era especial. Solamente el Jordán podía servir al propósito de Dios para con Naamán.
Naamán compara los ríos de Siria con los ríos de Israel. Él habla ardientemente de ellos, y desdeñosamente de los de Israel. Pero a menudo, el hombre no ve las cosas como las ve Dios. Deuteronomio 8:7 nos da el punto de vista de Dios sobre los ríos de Israel. “Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes;”. Ellos entonces alimentan a los ríos de Israel. Así, los ríos de Damasco no pueden hacer eso.
Pero Naamán pensó que el profeta tenía que hacer todo el trabajo y que él no tenía que hacer nada. Él no quería lavarse y ser limpio. Pero la cura de nuestras enfermedades físicas o de nuestras enfermedades espirituales es un asunto de colaboración. Dios espera que cooperemos con Él, que sigamos Sus instrucciones y que vivamos por Sus leyes y principios.
Eliseo le pidió a Naamán que se lavara y sea limpio. Pero esto era demasiado barato, demasiado claro, y demasiado común para un hombre tan grande como él. Él podría lavarse y ser limpio de la suciedad, pero no de la lepra. Naamán no entendió, sin embargo, que Dios estaba tratando de enseñarle una lección. El mal espiritual tiene que ser lavado espiritualmente para quedar limpio. No sería en el lavado que Naamán sería sanado. Así también es en el sentido espiritual, es por la obediencia con fe lo que trae la restauración. Aquellos que están interesados en establecer su propia justicia, no se someterán a la justicia de Dios.
Naamán tenía algo de fe. Eso queda claro por el hecho de haber venido a Israel para ser sanado por el profeta. Pero su fe era débil e inmadura. Él era un hombre autodidacta. El confiar en otros o seguir sus instrucciones era tan extraño para él como el hecho que él era un extranjero en Israel. Así, Dios fue paciente con él, aun cuando él estuviese enojado. Dios vio que podía razonar con él, pero primero, antes de razonar, este hombre pagano tenía que abandonar algunas cosas. Así, Dios permitió que él se apaciguase un poco primero, entonces podría abandonar su orgullo bajo la sabiduría y el consejo respetuoso de aquellos en quien él confiaba. Dios es un estratega. Él sabe cómo acercarse a los hombres arrogantes y orgullosos. Él coloca circunstancias de tal manera que primero reaccionen contra Dios enojados y con rabia, y entonces los ablanda de tal manera que estén dispuestos a escuchar.
Vean lo que Él hizo con Saulo, el Judío de los Judíos, que se enojó contra los seguidores de Cristo. Se le apareció en el camino a Damasco, y lo convenció de su arrogancia y de su orgullo. Lo humilló y entonces lo usó para que sea el más poderoso de los predicadores y el más prolífico de los escritores del Nuevo Testamento.
¿Creen que Dios usó alguna estrategia para ganarlos a ustedes? ¿Creen que Dios puede ganar los corazones duros de hoy, de la misma manera en que lo hizo en las eras pasadas? Claro que puede. Dios es grande y poderoso. Sus planes están más allá de nuestra comprensión, pero cuando ejecutamos Su voluntad, podemos ver el resultado y eso nos da confianza en Dios.
Dios estaba para cambiar el corazón de este hombre pagano. Naamán entró en una rabia pasional y se fue de la puerta del profeta. Él sería el perdedor. Jonás 2:8 dice: “Los que siguen a los ídolos ilusorios, pierden la gracia que podrían alcanzar”. Y cuán cierto es esto. Muchas personas pierden la bendición del Señor porque se rehúsan a humillarse y a obedecerle. Los hombres orgullosos son sus peores enemigos, y preceden su propia redención. Si Naamán quería ser curado, tenía que obedecer sin preguntar por qué o para qué.
Ahora observen el versículo 13. “Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?’”.
Sus siervos sin duda que conocían a este gran hombre, que atendía razones de cualquiera; una buena característica de un verdadero gran hombre, y es una característica rara. Así es que decidieron razonar en forma intrépida, pero respetuosamente con él. Ellos habían desarrollado una gran opinión de Eliseo porque habían escuchado mucho más acerca de Eliseo por parte de la gente común, con los cuales probablemente habían conversado, que lo que Naamán había escuchado acerca del profeta de parte del rey con el cual él había conversado. Sus propios siervos le dieron una cariñosa reprensión y un excelente consejo. Ellos sintieron que si Naamán podía obedecer al profeta, sería sanado. ¿Por qué perdería él esa gran oportunidad debido a su propio orgullo?
“¿No lo habrías hecho?” le preguntaron. Sin duda que usted habría hecho algo grande. Así, por qué no hacer esto tan simple. Si no funciona, volvamos a casa y olvidémoslo, pero si funciona, ¿por qué no sacar ventaja de ello? Usted anduvo toda esta distancia para encontrar la sanación. El profeta le dio instrucciones para ser seguidas. ¿Por qué irse ahora sin hacer nada? Sin duda que estas palabras ayudaron a Naamán a entender que estaba siendo egoísta e infantil. Con toda su grandeza humana, él debiera haber entendido que era mortal como todos los demás hombres grandes o pequeños. Estos hombres “pequeños” apelaron a este “gran” hombre con la razón, a la cual no podía negarse. Ellos amaban a Naamán y lo respetaban. Les gustaba trabajar para él. No querían perderlo.
Ustedes saben, es algo maravilloso el tener personas a nuestro alrededor que nos digan la verdad, incluyendo nuestras faltas, o que nos adviertan del peligro o de la falta de percepción o cualquier cosa que podamos hacer que sea potencialmente dañina. Ellos están interesados en nuestro bienestar y por lo menos algunos de ellos están interesados en nuestra vida eterna. Los líderes y los jefes, y aquellos a quienes el Señor levanta bien alto en la sociedad, la iglesia o el hogar, tienen que estar atentos para escuchar razones de su equipo, empleados, miembros de iglesia, esposas e hijos y todos aquellos que son inferiores a él, o terminarán cometiendo grandes errores y tal vez caigan desde su honorable posición por la misma mano que los levantó. La humildad y un deseo de escuchar un consejo es un trazo muy honorable de carácter, especialmente cuando el consejo proviene de una fuente inesperada o no apreciada. Aun cuando tenemos que rechazar el consejo de los no piadosos, y hasta de cristianos profesos que dan consejos contrarios a la palabra de Dios, tenemos que escuchar a aquellos que traen la Palabra de Dios para advertirnos de nuestro comportamiento y de nuestras acciones, aun si no son tan respetuosos como quisiéramos, o de alguien de quien pensamos que es ofensivo. Un verdadero hombre o mujer grande considera honestamente los consejos que van en contra de sus puntos de vista, su comportamiento y sus actitudes, y aun sus opiniones acariciadas.
Estos siervos de Naamán pudieron haber aumentado la ira de él, y haberle ofrecido vengarse con el profeta Eliseo. Si así hubiese sido, podrían haber sido todos destruidos por fuego del cielo (tal como lo hizo Eliseo con algunos desafortunados individuos que vinieron a él desde Siria). Pero en vez de eso, se colocaron del lado del profeta, y en la Providencia de Dios, fueron usados para razonar con él.
Los enfermos y pecadores tienen que estar dispuestos a hacer algo, a abandonar algo, a apartarse de algo, a someterse a algo, si quieren la cura y la salvación. Y cuando llegan a este punto, y no antes que esto, habrá esperanza de una cura. Esto es verdad en el mundo físico y también en el mundo espiritual. Tenemos que tomar la sanación, no en nuestros términos, sino en los términos de Dios.
“Prueba, le dijeron. No es difícil; puede ser humillante, pero no es difícil. Lávate y se limpio”. Y la solución para el pecado también es igualmente clara. Creed y sed salvos. Arrepentíos y seréis perdonados. Lavaos y sed limpios. Los términos de Cristo siempre han sido los mismos. Desistid y ganaréis todo. Ceded al control de Cristo, y sed libres. Entregaos y sed victoriosos.
Naamán tuvo otros pensamientos y cedió al consejo de sus hombres. Él se desvió de su camino, y la Biblia dice en el versículo 14. “Él entonces descendió. Se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios, y su carne se volvió como la de un niño, y quedó limpio”.
No hubo ninguna sanación cuando él se zambulló por primera vez y emergió y miró su piel. Ni tampoco hubo sanación la segunda vez cuando emergió y miró su piel. Tal vez esperaba que la sanación ocurriese gradualmente, un poquito de cada vez, con cada zambullida. Pero aun no había un cambio en la tercera vez, ni en la cuarta, ni en la quinta, ni en la sexta. De modo que en la séptima vez él tendría que reconocer que tenía muy poca fe. ¿Sería el sanado con una zambullida más en el río? ¿Podía confiar en Dios? ¿Funciona la obediencia? Él se zambulló nuevamente. Mientras el agua fría se escurría por sus espaldas y por su cabeza por última vez, la séptima vez, representando la completa entrega de todo su ser a la voluntad de Dios, una completa humillación del yo delante del trono celestial, sus pensamientos deben haber sido intensos. ¿Cuál sería el resultado? ¿Sería sanado? ¿Sería restaurado?
Cuando Naamán reapareció la séptima vez, el lugar en su piel había sido sanado y su piel era como la piel de un niño. Qué alivio, qué alegría, qué solemne poder hay en las manos del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. ¿Cuán grande respeto se requirió de Naamán delante de este poderoso Dios? Nadie había sido jamás sanado de lepra hasta ese entonces.
Pero había algo más que Naamán entendió, que tal vez lo afectó más que cualquier otra cosa. Él pudo discernir en su mente oscura, que el Dios de Israel lo amaba, y que estaba interesado en él, aun cuando no fuese un seguidor o creyente. Instantáneamente, Naamán se llena de sorpresa y de alegría y él levanta sus manos alabando a Dios por su sanación. Él había obedecido al profeta del Señor, y ahora estaba limpio. Él aprendió que Dios honra Su palabra por sobre todo lo demás. Cuando nos entregamos a Su palabra, la cual es Su voluntad revelada a nosotros en nuestra generación, así como en las generaciones pasadas, Dios nos va a restaurar y nos va a sanar así como Él sanó a aquel general pagano. Oh amigos, la palabra de Dios es nuestra vida y sanación. Es nuestra sustancia. Algunas personas no creen que la Biblia es de mucho valor, o que solamente algunas partes son de valor. Pero cuando aceptamos la palabra, y la obedecemos, poseemos su valor en nuestras vidas y ella nos transforma.
Amigos, si escuchamos a los profetas, y aceptamos sus instrucciones y las obedecemos, seremos sanados de nuestras enfermedades espirituales y físicas, porque es el propio Cristo, el Gran Sanador, el que habla a través de ellas. Dios usa medios simples para sanar. A menudo Su consejo es el comer en forma diferente a la manera en que normalmente lo hacemos. En el Jardín del Edén, Él nos dio la dieta sanadora. Otras veces, es vestirnos en forma diferente a la que estamos acostumbrados. En vez de mirar tanta televisión o videos, ahora leemos la Biblia, a lo cual no estamos acostumbrados. En vez de escuchar toda esa música mundana, ahora cantamos los himnos de Sión, a lo cual no estamos acostumbrados.
Naamán estaba tremendamente admirado por lo que le había sucedido. Y estaba tremendamente humillado. Podía ver que el Dios de Israel era todopoderoso. Tenía que volver adonde estaba el profeta y hacerle saber lo que había sucedido. Tal vez rodaron algunas lágrimas por su rostro al hacer volver su carro hacia el hogar de Eliseo. ¡¡Él había sido sanado!! ¡Él había sido restaurado! Sus hombres lo siguieron en silencio. Ellos habían visto todo. Ellos sabían lo que había sucedido, y también se estaban regocijando en forma tranquila.
De los diez leprosos que Jesús sanó en Lucas 17:16, solo uno volvió para agradecerle. Y ese era Samaritano, un despreciado para Israel. En cuanto le concernía a los Judíos, él era un pagano y no merecía la cura. Pero, él volvió a Cristo para agradecerle por su regalo especial, por esta bendición especial. Él sabía que no era de la casa de Israel. Los otros pueden haber pensado que merecían ser sanados, y por lo tanto no volvieron para agradecerle a su benefactor. Pero el Samaritano hizo lo que era correcto, y ha sido bendecido hasta el día de hoy, porque quedó registrado en las Escrituras, que él era Samaritano. Este Sirio no se olvida tampoco de agradecerle al profeta. Él entiende que es un extranjero y que Dios se ha manifestado poderosamente a un extranjero.
Piensen en esto mis amigos. Fue Cristo el que sanó a Naamán. He aquí un tipo profético de la futura sanación que Cristo va a realizar en Israel y fuera de Israel. La lepra es un símbolo del pecado. Cristo sanó a leprosos en Israel y fuera de Israel, de tal manera que se entendiera que podía perdonar pecados tanto de la casa de Israel como de los que estaban lejos de ella.
No se pierdan esto, mis amigos. Cristo puede perdonar pecados, así como puede sanar la lepra. Si ustedes, mis amigos, han pecado, pueden ser sanados. Pueden ser perdonados. Pueden ser restaurados a la sanación espiritual nuevamente. Entreguen su corazón a Cristo, y Él los va a restaurar y los va a sanar. No necesitan hacer ninguna peregrinación. Tan sólo lávense en la sangre del Cordero y quedarán limpios. Sean liberados de la culpa. Conviértanse en vencedores en el nombre de Cristo.
Naamán se apresuró para llegar hasta el hogar de Eliseo. La respuesta natural del corazón que ha sido tan bendecido con la sanación, es ofrecerle un regalo a Dios. “Por favor toma este regalo mío. Me humillo delante del Dios vivo. Yo te debo todo. Mi vida, mis riquezas, mi servicio, todo”.
Versículo 15. “Naamán volvió al varón de Dios, con toda su comitiva”. Y ahora imaginen la pasión en su voz cuando habló: “Se paró ante él, y dijo: ‘Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo’”.
Esta es una admisión asombrosa. ¡He aquí un hombre de muchos dioses diciendo no solo que el Dios de Eliseo es Dios, sino que es el único Dios! Aun cuando esta es una noble confesión, también sugiere que existe miseria entre los Gentiles, porque a pesar que poseen muchos dioses, en realidad no poseen ningún dios, sino que están sin Dios en el mundo. Naamán antes pesaba que los dioses de Siria eran realmente dioses poderosos. Pero ahora su experiencia rectifica su error, y ahora sabe que el Dios de Israel es el único Dios, el Señor soberano de todo. La misericordia y el amor de Dios en la cura, lo impresionó mucho más que el milagro en sí mismo.
Amigos, cuando usted es un verdadero médico misionero, encontrará que las personas que son sanadas por la misericordia y el amor de Dios, quedan tan llenas de asombro por lo que Dios ha hecho en ellas, que responden de la misma manera en que reaccionó Naamán. No es el milagro lo que las ha impactado más, sino el descubrir que Dios las ama tanto, y que Él tiene misericordia con ellas y que ha sanado su enfermedad.
Amigos, a menos que ustedes experimenten la misericordia divina por ustedes mismos, no podrán explicárselo a otros. A menos que le hayan entregado toda su voluntad a Dios en su vida, a menos que ustedes sean sanados por la gracia, no solo de sus dolencias físicas, sino que también de sus pecados, nunca serán un médico misionero efectivo. Oh, mis amigos. No dejen que pase este día sin entregarle sus vidas a Jesús. Suplíquenle que los convierta en Su agente de sanación, y que primero sane vuestra propia alma.
Continuemos con el versículo 15. “Ahora, por lo tanto, te ruego, que recibas una bendición de tu siervo”. (KJV).
Versículo 16. “Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré”.
Pero Naamán pensó que solo estaba siendo modesto, y “lo urgió a que aceptara”. “Por favor, toma este oro y esta plata y estas vestiduras. Yo no las necesito en mi abundancia. Dios me ha bendecido más de lo que puedo imaginar, con sanación de una enfermedad mortal. Estas cosas son apenas una muestra de mi gratitud. Yo no necesito estas cosas. Así, por favor, tómalas”. Pero Eliseo rehusó aceptarlas.
¿Por qué Eliseo rehusó tomarlas? Después de todo, está de acuerdo con la voluntad de Dios, que Él sustente a sus profetas, a sus mensajeros, con los regalos de aquellos a quienes Él bendice. Eliseo necesitaba eso. Él era bastante pobre y sabía cómo distribuir eso entre los hijos de los profetas. Él había aceptado regalos de otros, pero no de este Sirio. Él no quería quedar comprometido por gratitud a Naamán o a Siria. Él no le daría a Benhadad o a Naamán ninguna excusa para que dijeran: Yo enriquecí a Eliseo. Vean Génesis 14:23.
Naamán estaba acostumbrado a pagar por los servicios médico misioneros y por los servicios espirituales. Eliseo le enseñó que la salvación es gratis a través del Dios de Israel. Él no quería que Naamán pensara que Eliseo hizo este servicio esperando que él le pagara. Él también quiso que Naamán supiera que los verdaderos médicos misioneros miran las riquezas de este mundo con una santa contemplación.
Amigos, si ustedes hacen una obra médico misionera por dinero, no van a permanecer mucho tiempo en ella. Van a encontrar alguna excusa para abandonarla y van a buscar algo más lucrativo. Y hacer alguna especie de obra de promoción de salud o alguna obra temporaria de caridad, no es lo mismo que dedicar su vida al servicio de la obra médico misionera.
Observen el versículo 17. “Entonces Naamán dijo: «Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová”.
En otras palabras: “Dame un poco de tierra de Israel para hacer un altar para hacerle sacrificios al Señor”. Naamán está decidido a adorar solamente al Dios del cielo y piensa que tiene que tener un poco de tierra santa de Israel, tal vez del jardín de Eliseo, para obtener la bendición especial del Señor sobre él en Siria. Desde luego que esto no es necesario, pero ustedes pueden entender el pensamiento de este hombre que había sido pagano. Él conjetura que si posee un altar hecho con la tierra de Israel, él tendrá mágicamente el poder de Dios en su hogar en Siria.
Observen lo que aun le pide al profeta. Versículo 18. “En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo”.
Él entiende que es un hombre de posición en Siria, y él quiere que el profeta sepa que tiene que entrar en la casa de Rimón con el rey, por respeto al rey. Él no se va a inclinar delante del dios pagano. Él solo va a hacer eso por respeto a su señor.
He aquí un nuevo convertido que necesita ser tratado cariñosamente. Él sabía que no era correcto adorar dioses paganos. Pero no consigue pensar de otra manera para cumplir su responsabilidad delante del rey, a no ser el estar con él en su responsabilidad como general del ejército Sirio.
Esto habría estado totalmente errado en Israel, ya que Dios había castigado a Israel por inclinarse ante falsos dioses. Pero Naamán no tenía toda la luz que tenía Israel. Él no tuvo tiempo para estudiar eso con Eliseo antes de volver a su país, a su rey y a su hogar. Él ahora era leal al Dios del cielo, y Dios honró eso y no requirió todo de él, como lo requirió a Israel.
Versículo 19. “Eliseo le dijo: ‘Ve en paz’”. Dios había sido misericordioso con él. Él entendía ahora que el Dios de Israel es el único Dios. Y ahora debía estar satisfecho con eso. Eliseo lo envió con su bendición.
Versículo 20. “Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa’”.
Naamán tenía muchos siervos. Y aprendimos cuán sabios y buenos eran. Eliseo tenía un siervo y este era mentiroso. Los siervos de Naamán habían escuchado de Eliseo desde cierta distancia, pero lo honraron y fueron bendecidos con lo que escucharon. Pero Giezi estaba continuamente con Eliseo, pero no aprendió nada de la sabiduría de Eliseo.
Cuán a menudo esto representa al pueblo de Dios de hoy. Ellos se rebelan contra Dios, y contra Su profeta, mientras que los nuevos conversos abrazan al profeta y la verdad de Dios. Ellos viven de acuerdo con lo que el profeta les dice que vivan. Pero, los que tienen más luz, la desdeñan, la acaparan en forma egoísta, y no la siguen.
Jesús dijo en Mateo 8:11-12. “Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí será el llanto y el crujir de dientes”.
Oh amigos, yo les suplico, no rechacen el consejo del profeta. Aprendan de la sabiduría del profeta. Aprendan cómo vivir en armonía con las instrucciones del Señor, a través del profeta. Si fallamos en honrar verdaderamente el profeta, a través del consejo del Señor, seremos como aquellos que se describen en estos dos versículos de las Escrituras.
El corazón de Giezi estaba atado al oro y a la plata que tenía Naamán, y tuvo que correr tras él para buscarlos, para no perderlos. Amigos, el amor al dinero es la raíz de todo mal. Eliseo despreció la ganancia de riquezas, pero Giezi las deseó.
Versículos 21-22. “Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien?
Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos’”.
Giezi pensó que era más sabio que su maestro Eliseo. Él pensó que era mejor tener el regalo, que no tenerlo. Pero amigos, ese no siempre es el caso. Algunas veces los regalos provienen con cosas atadas que no debieramos tener. Miren por ejemplo, los regalos dados a las universidades cristianas de parte del gobierno. Una vez que una escuela recibe un regalo, tiene que acatar todas las normas del gobierno. Ahora, las escuelas cristianas en Norteamérica, van a tener que acatar todas las leyes tontas establecidas por el presidente, para que los estudiantes transexuales puedan usar los baños designados para los del sexo opuesto. ¿Creen ustedes que cuando estas escuelas aceptaron los fondos fiscales por primera vez, muchos años atrás, ellos se imaginaron este peligro? Ellos debieran haberlo previsto, si tuviesen discernimiento espiritual. Pero no lo tenían, y ahora se enfrentan con el caos de estos baños y no pueden oponerse a las exigencias del gobierno. Ahora van a estar obligados a comprometerse aun más, ya que continúan recibiendo los fondos gubernamentales.
Giezi le dijo a Naamán una deliberada mentira, de tal manera que Naamán apreciara los regalos que él intentaba darle a su maestro. Piensen en el efecto de todo esto. La historia de los dos hijos de los profetas era tan tonta como falsa. Un talento de plata era mucho más de lo que ellos necesitaban.
Versículos 23-24. “Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él.
Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen”.
Giezi escondió los regalos en una torre, en un lugar seguro, hasta que tuviera tiempo para usarlos. Versículos 25-26. “Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte.
El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?’”.
Nadie miraba más atentamente a su maestro, que Giezi, aun cuando él haya básicamente abusado de la buena generosidad de Eliseo para con Naamán. Giezi no pudo ser más perjudicial para la causa de Dios, y para la reputación de Eliseo. Él negó que hubiese ido a cualquier parte. Pero Eliseo lo sabía todo. Es como su hubiese podido leer los registros celestiales, tal cual lo pueden hacer los ángeles. Dios le reveló todos los detalles de la escena que había transcurrido entre Naamán y Giezi. “Todas las cosas”, dice Hebreos 4:13, “están abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
“La verdad es de Dios; el engaño en sus miles de formas proviene de Satanás; y quienquiera que se desvíe de la línea recta de la verdad, se entrega al poder del maligno”. Profetas y Reyes pág.188-189. Una mentira, mis amigos, conduce a otra. Es un pecado que nos destruye. Los santos no tendrán ninguna mentira o engaño en sus bocas, dicen las Escrituras en Apocalipsis 14:5. Así, seamos verdaderos y honestos en todas nuestras cosas.
Giezi no era maduro espiritualmente. Giezi tenía que aprender que el Espíritu de Profecía no puede ser engañado. Tenía que aprender que Eliseo poseía ojos espirituales y que mentirle al Espíritu Santo era un terrible pecado. Eliseo era la conciencia de Giezi. “Cuando usted se aleja del camino, su conciencia no lo acompaña más”. Amigos, cuando ustedes pasan por la vida, ¿va con ustedes el Espíritu de Profecía? ¿El ojo de Dios no va con ustedes, mis amigos? Ustedes no pueden esconderse de Dios. Algunas veces podrán esconderse de los hombres, pero es inútil esconderse de Dios.
“El que encubre sus pecados, no prosperará”. Proverbios 28:13, y “una lengua mentirosa no prosperará”. Proverbios 12:19.
Eliseo expuso todos los pensamientos e intenciones del corazón de Giezi, todo lo que él realmente quería hacer con ese dinero. Él quería usar el dinero que consiguió para comprar un campo con olivos y viñas, ovejas, bueyes y sirvientes y sirvientas, y tener algo para sí mismo y abandonar el servicio hacia el profeta. “¿Es tiempo de recibir dinero y enriquecerte a ti mismo?”.
Los verdaderos médicos misioneros y también los profetas y los mensajeros del Señor, no deben hacer su trabajo para ganar dinero. No debemos hacer sufrir la causa de Dios, para que ésta esté en disputa, debido a la codicia o la avaricia. Tenemos que aprender a depender del Dios de Eliseo, para que Él provea.
Tenemos que escuchar el consejo del Señor a través del Espíritu de Profecía. Es vital para nuestra madurez espiritual, mis amigos. Si ustedes están convencidos que no han sido fieles o que han mentido, confiésenlo y colóquenlo delante del Señor, y después díganselo a quienes les han hecho mal.
Versículo 27. “‘Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve”. Su lepra era peor que la de Naamán. Naamán era un pagano, pero su fe, débil como era, lo recompensó con salud. Jesús dijo, muchos siglos después: “Muchos leprosos había en Israel en el tiempo de Eliseo, el profeta, y ninguno de ellos fue limpio, excepto Naamán el Sirio”. Giezi, por otro lado, era avaro y codicioso, y eso lo perjudicó. Su lepra fue un símbolo adecuado de su pecado. Aun así, Dios estaba alcanzando a los no creyentes. Giezi tendría que haber ido a los otros leprosos de Israel y contarles lo que le había sucedido, dándoles un testimonio del poder de Dios. Es interesante que ninguno de ellos haya ido a Eliseo para ser sanado.
Amigos, estamos viviendo en los últimos días. Todos tenemos la lepra del pecado, y necesitamos ser limpios por el lavado de la regeneración y de la renovación a través del Espíritu Santo (Tito 3:5). Necesitamos sumergirnos siete veces en el río Jordán, y rendirnos completamente a Dios, para que podamos ser sanados.
Al concluir, mis amigos, oro para que ustedes puedan ser un médico misionero. Todo miembro de iglesia debiera ser un médico misionero. Ustedes van a descubrir que será una obra muy recompensadora. Lean libros sobre remedios naturales. Oren para que Dios lo guíe y lo conduzca, es mi oración. Que la gracia de Dios esté con ustedes.
Oremos. Nuestro Padre celestial, en el nombre de Jesús gracias por la bendición de poder trabajar en las líneas médico misioneras. Por favor, muéstranos cómo ministrarles a otros, de tal manera que encuentren su camino hacia el reino del cielo. Danos la victoria sobre nuestros pecados, nuestra codicia y avaricia, nuestro orgullo y arrogancia. Que podamos vivir a la luz de Tu rostro. Ayúdanos a ser verdaderos médicos misioneros en el espíritu de Eliseo y en el de Cristo. Envía tu Espíritu Santo para iluminarnos, y para darnos poder. En el nombre de Jesús, amén.
Pr. Hal Mayer
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