Dieciséis muertos y más de 200 heridos han sido reportados después de que una terrible tormenta se desatara sobre Moscú el lunes 29 de mayo. Más de 100 personas, incluyendo casi dos docenas de niños, permanecen en el hospital. La agencia de noticias rusa Interfax dijo que la tormenta había sido una de las más mortíferas en más de un siglo.
La tormenta ocurrió durante la hora pico el tráfico del día, lo cual contribuyó al alto número de muertes. El alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin, dijo a la agencia de noticias estatal rusa TASS que no podía recordar «ninguna otra calamidad con un número de muertos y heridos tan grande como esta».
Con vientos de casi 70 millas por hora, la tormenta aplastó las señales de tráfico y vallas publicitarias, dañó cables eléctricos y arrancó los techos de las casas. Miles de árboles se derrumbaron, bloqueando carreteras y enviando ramas hacia todas las direcciones. En total, más de 2.000 vehículos y alrededor de 243 edificios fueron dañados, incluyendo el techo del Senado del Kremlin. Los fuertes vientos también interrumpieron los trenes locales y retrasaron decenas de vuelos desde los aeropuertos de Moscú.
Un portavoz del Kremlin dijo a los periodistas que las autoridades rusas «simplemente no sabían si tales cataclismos naturales podrían ser previsibles y se pudieran pronosticar». El martes por la tarde, más de 30.000 trabajadores municipales estaban tratando de limpiar los escombros y árboles caídos de las calles de la ciudad.
“El Espíritu refrenador de Dios se está retirando ahora mismo del mundo. Los huracanes, las tormentas, las tempestades, los incendios y las inundaciones, los desastres por tierra y mar, se siguen en rápida sucesión. La ciencia procura explicar todo esto. Menudean en derredor nuestro las señales que nos dicen que se acerca el Hijo de Dios, pero son atribuidas a cualquier causa menos la verdadera. Los hombres no pueden discernir a los ángeles que como centinelas refrenan los cuatro vientos para que no soplen hasta que estén sellados los siervos de Dios; pero cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena de contienda que ninguna pluma podrá describir”. Testimonios para la Iglesia, vol. 6, pág. 407.
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