La revista Foreign Policy [Política Exterior] publicó un artículo sugiriendo que Martín Lutero fue el Donald Trump del Siglo XVI. Ellos plantean una situación imaginaria en la cual, por algún error de planificación, llevó a Barack Obama a la Alemania de Lutero en 1517.
«Él podría encontrarse con un escenario político convencional y combativo que ha sido interrumpido por la aparición de una figura improbable, quien al principio, nadie tomaba muy en serio. Quizás podría observar cómo los existentes participantes trataban de averiguar cómo pueden sacar el mejor provecho de este hombre antes de que inevitablemente se apague. Incluso Obama podría ser testigo de cómo este perturbador de la era del Renacimiento, descubre cómo usar los nuevos medios de una manera que jamás nadie lo había hecho antes. Toma una nueva tecnología: la imprenta, y lograr alcanzar una masiva audiencia. Y la usa no solo para lograr desafiar una Institución sino para conseguir ignorarla por completo. Este hombre no era de aquellos que usaba el lenguaje que la Institución esperaba y tampoco observaba las normas de vida que ellos exigían. De hecho, él era considerado como una persona vulgar, malhumorada, vengativa, cascarrabias y con un sentido del humor muy insípido. Sin embargo, sus mensajes estaban cargados de una viva franqueza cuyo poder no podía negarse, dejando a media Alemania horrorizada y teniendo encantada a la otra mitad, logró captar la atención de todos”.
Aunque algo de esta caricatura pudiera ser verdad, la realidad es que la causa de Martin Lutero fue muy distinta, más sublime e importante. Por su parte, Donald Trump podría llegar a tener un impacto apocalíptico y como estamos viviendo en el tiempo del fin y se trata del Presidente de los Estados Unidos, el señor Trump ciertamente tendrá una inevitable importancia profética. No obstante, Lutero tuvo un alto grado de convicción moral que el señor Trump no tiene. Por ejemplo, Lutero veía al Papa como el Anticristo mientras que Trump apoya el movimiento ecuménico y confraterniza con los obispos.
El artículo de la revista FP expresó: «El monje que apareció de la nada para romper el poder de la Iglesia Católica no es exactamente lo mismo que Donald Trump, la personalidad de la televisión que apareció de la nada para romper las normas de la política estadounidense. A pesar de su jovial humor, Lutero también sufría de las agonías de la conciencia, luchas extendidas contra su propia duda y desesperación. Él estaba genuinamente, casi patológicamente, convencido de su propia y total pecaminosidad e inutilidad. Lutero era un hombre impulsado por ciertas convicciones centrales que nunca vacilaron en su vida adulta, un conjunto de ideas que se convirtieron en el fundamento de todo un sistema de pensamiento, por el cual estaba claramente dispuesto a dar su vida. Estas cosas no parecen ser ciertas en el Presidente Trump».
Una similitud entre los dos es que ambos interrumpieron el antiguo modelo político de su época. Lutero atacó una técnica de recaudación de fondos de la iglesia católica conocida como la venta de indulgencias poniendo a la iglesia bajo el riesgo de perder su poder político. Trump se enfrentó directamente a la institución política predominante.
«Los clérigos horrorizados dijeron que ‘todos los días llovían libros de Lutero’ mientras los libros que lo denunciaban ‘ni siquiera podían ser regalados’. En lugar de estudiar las ideas de Lutero, simplemente lo calificaron de hereje, ordenándole que se callara o enfrentara las consecuencias legales. «Pero mientras más eclesiásticos acusaban a Lutero,» mayores eran las legiones de seguidores que lo admiraban».
“No muchas personas tienen lo que se necesita para oponerse de esta manera contra una clase dominante. Aunque el espíritu de convicción interior de Lutero lo diferencia de Trump, sus personalidades tienen ciertas similitudes. Lutero, al igual que Trump, tenía un sentido del humor franco, era famoso por su apetito excesivo y su legendaria irritabilidad hacia cualquiera que se le cruzara y su facilidad para calificar a otros de «fanáticos». Él decía que donde otros pinchaban a la iglesia con agujas, él lo hacía con un pico para cazar jabalíes. Algunas veces albergó un crudo nacionalismo alemán y lo enfatizó en otros. Y su temprana apertura al judaísmo se invirtió una vez que se dio cuenta de que pocos judíos querían convertirse a sus doctrinas concluyendo amargamente que «un corazón judío es tan duro como un palo, una piedra, un hierro o un diablo».
FP afirma erróneamente que ambos hombres han sido buenos para interrumpir viejos establecimientos pero no para construir nuevos. En realidad, Lutero construyó una nueva institución: la iglesia protestante, la cual es hoy la predominante y principal institución religiosa de los Estados Unidos. Por su parte, Trump está tratando peligrosamente de dar a esos mismos protestantes, quienes están seriamente comprometidos con el movimiento ecuménico, más poder político.
Lutero no tenía realmente ningún interés en «romper las reglas básicas de la sociedad», aunque finalmente eso fue lo que sucedió. Él no podía contener el hambre por un cambio que había sido dejado en libertad, lo cual llevó en última instancia a la separación de la Iglesia y el Estado, a la libertad de conciencia, y a un Estados Unidos que fomentaría el individualismo y a un movimiento religioso del fin del tiempo que daría lugar a la comprensión completa, plena y sistemática de la doctrina que los Adventistas del Séptimo Día tienen el privilegio de entender.
FP siguió sugiriendo que Lutero era casi tan vulgar como Trump y que ambos hombres valoraban a aquellos que estaban dispuestos a romper con la costumbre a fin de conseguir las cosas. Pero Lutero era un hombre de conciencia. Los puntos que no tuvo claros parecían tener un propósito (era demasiado pronto para el Sabatarianismo por ejemplo). Por otra parte, el señor Trump es un político que, por definición, tiene poco que ver con la convicción.
El rey inglés, Enrique VIII, era frío o cálido hacia los protestantes, a los luteranos en particular, dependiendo de sus intereses políticos. Consecuentemente, así como ocurre con Donald Trump, sus aliados protestantes nunca confiaron en él pero no pudieron resistir las oportunidades que él les ofrecía.
Las coherentes ideas de Lutero llevaron al mundo de las tinieblas a la luz de la Biblia y 500 años después, todavía agitan el alma. Aunque superficialmente, Donald Trump parece tener dificultades con la coherencia, por debajo está llevando a cabo sus promesas de la campaña a lo mejor de su capacidad y contra probabilidades increíbles, algo bastante raro en la era de la corrección política.
Al igual que Lutero, el Sr. Trump está inadvertidamente preparando el escenario donde ocurrirán desarrollos proféticos más grandes. Si por un lado, la Reforma llevó a los alemanes de las tinieblas a la libertad; por otro lado, los esfuerzos del señor Trump para unir la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos le está dando más poder a los religiosos, incluyendo al clero católico, abriendo la puerta para que las iglesias controlen el estado, algo que es eminentemente profético. Y eso nos llevará nuevamente a los principios medievales.
«Cuando la iglesia primitiva se corrompió al apartarse de la sencillez del evangelio y al aceptar costumbres y ritos paganos, perdió el Espíritu y el poder de Dios; y para dominar las conciencias buscó el apoyo del poder civil. El resultado fue el papado, es decir, una iglesia que dominaba el poder del estado y se servía de él para promover sus propios fines y especialmente para extirpar la “herejía”. Para que los Estados Unidos formen una imagen de la bestia, el poder religioso debe dominar de tal manera al gobierno civil que la autoridad del estado sea empleada también por la iglesia para cumplir sus fines”. El Conflicto de los Siglos, pág. 496.
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