China ha pasado de la autocracia a la dictadura. Esto ocurrió cuando Xi Jinping, que ya era el hombre más poderoso del mundo, dio a saber que cambiará la Constitución de China para poder gobernar como presidente todo el tiempo que desee, y es concebible que sea de por vida. Desde Mao Tse Tung, un líder chino no había ejercido tanto poder de manera tan abierta. Esto no es solo un gran cambio para China, sino también una fuerte evidencia de que la apuesta de 25 años de Occidente por China ha fracasado.
Después del colapso de la Unión Soviética, el Occidente le dio la bienvenida al siguiente gran país comunista dentro del orden económico global, un elemento clave de la globalización. Si la globalización es una dictadura sobre el mundo, entonces ¿por qué es de extrañarse que China vuelva a recorrer ese camino?
Los líderes occidentales creyeron que dándole a China una participación en instituciones como la Organización Mundial del Comercio (OMC), harían que esta estuviese vinculada al sistema de reglas establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Confiaron en que la integración económica alentaría a China a evolucionar hacia una economía de mercado y que, a medida que se hiciera más rica, su gente anhelaría libertades democráticas, derechos y el estado de derecho.
Si bien China se ha enriquecido más de lo que nadie imagina, la democracia fue una ilusión. Cuando el señor Xi tomó el poder hace cinco años, China estaba plagada de especulaciones de que se movería hacia un régimen constitucional. Hoy, la ilusión se rompe. En realidad, el señor Xi ha dirigido la política y la economía hacia la represión, el control estatal y la confrontación.
El señor Xi ha utilizado su poder para reafirmar el dominio del Partido Comunista y de su propia posición dentro de él. Ha ejecutado una reorganización radical del Ejército de Liberación del Pueblo (ELP), en parte para asegurar su lealtad al partido, y a él personalmente. Ha encarcelado a abogados que piensan libremente, ha eliminado las críticas al partido y al gobierno en los medios y el Internet. Aunque la vida personal de los individuos permanece relativamente libre, él está creando un estado de vigilancia para monitorear el descontento y la desviación.
China ahora mantiene su sistema autoritario como rival de la democracia liberal, y siente que Estados Unidos hoy no solo es un rival económico sino también ideológico.
Dada la integración de China en la economía global, no se trata de una economía de mercado y, en su curso actual, nunca lo será. En cambio, controla cada vez más las empresas como un brazo del poder estatal. El desafío de China se ha vuelto evidente.
La rivalidad entre las superpotencias reinantes y aquellas que emergen no necesariamente tienen que conducir a la guerra. Sin embargo, la sed de poder que tiene el señor Xi ha aumentado las posibilidades de una inestabilidad devastadora. Una dictadura poderosa no es hacia donde se suponía que debía conducir la apuesta de China occidental pero es ahí donde terminó.
La Biblia predice el ascenso de dictadores en los últimos días. Los llama reyes. Véase Daniel 8:23, 24, y Daniel 11:40, Apocalipsis 13:1-18, Apocalipsis 12-17, Apocalipsis 17:12, etc. Ellos van a centralizar su poder geopolítico y darán fuerza a la «bestia» de Apocalipsis 13:1-10. Las dictaduras nunca son buenas noticias para la paz, la estabilidad mundial o la libertad religiosa.
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