El aumento del fervor populista y la política de identidad en los Estados Unidos plantea la pregunta sobre hacia dónde se dirige este país. El fundamento de los Estados Unidos está basado en los ideales y no en la identidad. Estos ideales quedaron establecidos en la Declaración de la Independencia. Por ello, argumentar que la diversidad es lo que nos define sobre la base de la raza, género, orientación sexual, etc., sugiere una revisión de los principios fundadores y verdades universales establecidas por Tomás Jefferson y posteriormente reiteradas por Abraham Lincoln e incluso Martín Luther King Jr.
Sin embargo, a lo largo de los años los intentos de unidad hechos por identidades tales como las religiones, clases, razas, etc., han fallado por cuanto esas identidades suplantaron los ideales. La unidad alrededor de las ideas religiosas solo funcionó cuando el ideal estuvo por encima de la identidad étnica, de clase o política. La Biblia dice: «No hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer». Cuando los cristianos colocaron a la raza o etnia por encima de este ideal, la unidad falló y se mataron durante siglos. La ideología marxista basada en la clase no logró acercar a las personas porque era el epítome de la política de identidad. Marx intentó unir a las personas con la única base de la identidad predicando que la historia no era más que una lucha de clases.
En Estados Unidos, la proposición de igualdad y el derecho a buscar la felicidad se ha mantenido como un ideal que definió y unió a los estadounidenses. Si a veces en nuestra historia fallamos en cumplir con estos ideales, siempre nos encontramos volviendo finalmente a ellos. Por ejemplo, cuando en el siglo XIX, las mujeres se reunieron en Séneca Falls, buscaron escribir su propia declaración, la cual fue esencialmente un espejo del ideal de Jefferson pero agregando la palabra «mujer» a lado de la palabra “hombre”. Esas mujeres no estaban buscando ser definidas por su género sino que exigían ser plenamente incluidas dentro del ideal de Jefferson.
Cuando Lincoln dio su discurso de Gettysburg, declaró que habíamos sido formados sobre la base de la propuesta de Jefferson y que la Guerra Civil era un desafío para ver si tal nación aguantaría. Cien años después, Martín Esther King Jr., en su famoso discurso «Tengo un sueño», hace eco del sueño americano citando a Jefferson y pidiéndole a la nación que viva su credo. Luego destruye la política de la raza diciendo que esperaba el día en que las personas fuesen «juzgadas por el contenido de su carácter y no por el color de su piel».
Hoy en día, el populismo junto con la política de identidad nos ha colocado en un camino hacia una nueva tribalización, cuya base no son los ideales sino la raza, la religión, el género o la identidad sexual. Esto, sumado a la profunda ignorancia de la población sobre nuestra historia, y los políticos que se aprovechan de los comentarios y tuits mordaces, está creando una nueva amenaza de desunión en los Estados Unidos.
Veteranos pertenecientes a todos los orígenes étnicos y raciales, géneros o preferencias sexuales, han luchado y muerto, no por esas identidades, sino por los ideales expuestos por Jefferson. Ese es el núcleo que nos ha convertido en un país unido. La agitación de las identidades tribales en lugar de los ideales y la naturaleza propia de ese ataque cultural no va a unir a nadie y sí devorará a quien lo predique.
En gran medida, las identidades raciales, sexuales y de otras índoles, han dado lugar a una reacción derechista la cual se está abriendo camino actualmente a través de la política estadounidense. Otorgarle importancia a las identidades en lugar de los ideales va a terminar destruyendo la capacidad de los Estados Unidos para resistir la tormenta que se avecina. La Biblia predice que la «identidad cristiana» finalmente dominará la política estadounidense. Por ello, quienes rehúsen adorar según la forma cristiana legalizada, van a ser marginados y perseguidos (véase Apocalipsis 13: 11-17). La política de identidad podría conducir a los Estados Unidos al cumplimiento de la siguiente predicción:
“Los gobernantes seculares y dirigentes religiosos se unirán para imponer la observancia del domingo, y al fracasar medidas más benignas, se promulgarán leyes sumamente opresivas. Se insistirá en que no se debe tolerar a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a la ley del país…” Maranata, pág. 193.
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