Las esperanzas de que los rescatistas encuentren más sobrevivientes atrapados debajo de los edificios colapsados en el centro de México se desvanecieron cuando la escala de devastación causada por el terremoto más mortífero del país durante una generación comenzó a quedar clara.
La cifra de muertos por el terremoto de magnitud 7.1 aumentó a 282, incluyendo al menos 137 en la capital, y es casi seguro que aumentará en la medida que los rescatistas continúen buscando en las precarias ruinas en medio de amenazas de réplicas, derrumbes de escombros y fugas de gas.
No obstante, recién están comenzando a surgir los detalles de la destrucción en otros sitios distintos a la capital. Hay informes de ciudades enteras destruidas y miles de personas sin hogar. El municipio de Jojutla fue uno de los más afectados, donde las casas fueron reducidas a escombros.
Las autoridades del estado de Puebla han declarado un estado de «emergencia extraordinaria» en 112 municipios, equivalente al 51% de la región.
Al menos 1.700 viviendas han sido declaradas inhabitables y deberían ser demolidas en los próximos meses, según el gobernador del estado. El número podría aumentar después de que los expertos terminen las inspecciones más exhaustivas. En Metepec, una pintoresca ciudad colonial, casi todas las casas y negocios han sufrido daños estructurales, aumentando los temores entre los residentes de que la reconstrucción podría llevar años.
También hay informes sobre enfrentamientos entre rescatistas voluntarios y las fuerzas armadas en la capital. El analista de políticas públicas Rodolfo Soriano Núñez expresó: “El ejército tiene un historial de imponer reglas de clasificación brutales para los desastres naturales que se remontan al terremoto de 1985. “Ellos podrían salirse con la suya empleando este enfoque arrogante en Oaxaca o Chiapas pero no en la Ciudad de México».
“Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo una tristeza que ningún bálsamo humano podrá disipar. Se está retirando el Espíritu de Dios. Se siguen unos a otros en rápida sucesión los desastres por mar y tierra. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como de la destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de vidas y propiedades! Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza, completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él procura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren”. Profetas y Reyes, página 207.
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