Tener cautela con la “inflación de amenazas” puede ser bueno pero los últimos días van a estar cargados con las peores situaciones que jamás el planeta haya visto. Debido a que los Estados Unidos son poderosos y se encuentran en una favorable ubicación geopolítica, las élites, los comentadores y legisladores tienden a exagerar las amenazas con el fin de justificar un mayor gasto militar y convencer al público de la incursión en las zonas más remotas de la tierra. Aunque puede haber algo de exageración, es prudente considerar lo que Jesús dijo que ocurriría en el mundo en los últimos días. De hecho, al referirse al conflicto en el tiempo del fin, Él no estaba bromeando. Por ejemplo, combinen la destrucción de Jerusalén y la Revolución Francesa en una escala global. Ambos eventos simbolizan proféticamente los últimos días. Véase El Deseado de Todas las Gentes, pág. 584; Patriarcas y Profetas, pág. 143 y La Educación, pág. 206.
Es justificable tener una genuina preocupación en el momento. Aunque al parecer el mundo no esté al borde de una gran guerra todavía, si se está acumulando material inflamable y es difícil tener confianza en el liderazgo político de varios países importantes (incluyendo a los Estados Unidos).
¿Es el mundo más seguro de lo que era hace un año atrás? Específicamente, ¿el peligro de tener una guerra está aumentando o disminuyendo? ¿Es ahora mayor o menor el peligro de tener una seria crisis económica? ¿Son los acuerdos y normas institucionales para ayudar en la solución de conflictos y mejorar el prospecto de la cooperación internacional más o menos robustos de lo que eran en junio del 2016?
Lo positivo: Actualmente, la posibilidad de tener una muerte violenta ha disminuido drásticamente en comparación a otros momentos de la historia humana. Los principales poderes no se han enfrentado entre sí desde hace más de 70 años. El número de conflictos de bajo nivel se mantienen consistentes. Aunque el Estado Islámico ha expandido su alcance, el riesgo real de terrorismo se mantiene relativamente bajo fuera de las zonas de conflicto. No obstante, esto no es garantía de una perpetua tranquilidad, particularmente a la luz de las predicciones proféticas.
Los globalistas piensan que hay otros indicadores de eventos futuros también. Por ejemplo: el rechazo del nacionalismo en Francia y Holanda, el avance hacia la papelera de la historia del autoproclamado “califato” del Estado Islámico (aunque no del extremismo violento), el acuerdo de paz en Colombia y la calma en la guerra en Ucrania. Y hay otros más.
Lo negativo: La agresión de Corea del Norte, los movimientos islamistas que parecen estar ganando fuerza en Indonesia poniendo en riesgo su atmósfera tolerante y la guerra del gobierno filipino contra las drogas y el terrorismo que ha dejado una gran pérdida de vidas. La agresividad de China con respecto a su Mar del Sur y otros asuntos hacen de Asia, un continente menos seguro que hace un año atrás.
A todo esto se le suman los conflictos del Oriente Medio en Yemen, Siria/Irak y entre Catar y Arabia Saudita, creando la posibilidad de más problemas que en el 2016. La tensión es fuerte. Recientemente Rusia amenazó a los Estados Unidos en caso de que continuara sus ataques contra aviones sirios. Además Arabia Saudita continúa con su brutal campaña militar en Yemen mientras simultáneamente trata de forzar al vecino Catar para que silencie a Al Jazeera, rompiendo con sus contactos en Irán y básicamente aceptando el predominio saudí. Es difícil ver una luz de esperanza en el desarrollo de esas situaciones.
Y ahora los Estados Unidos están a punto de enviar más tropas a Afganistán para una guerra inviable. Aunque saben que no pueden ganar y ni siquiera lograr un avance, tanto demócratas como republicanos no quieren sacar a los Estados Unidos del juego.
Finalmente, continúa la fragmentación de los fundamentos institucionales del actual sistema internacional (el Nuevo Orden Mundial), lo cual es visto por las élites como algo que disminuirá la estabilidad del mundo.
La OTAN se encuentra más débil que hace un año atrás y pone en duda el papel de los Estados Unidos en Asia desde que el presidente Trump se retiró de la Alianza Transpacífica. También, las respuestas que le ha dado a la agresión de Corea del Norte y Filipinas no conllevan a la estabilidad. Sin la ayuda de los Estados Unidos, Alemania desea que Europa marque su propio camino. Y el Ministro de Asuntos Exteriores canadiense expresó que “las relaciones internacionales que parecían inmutables hace 70 años, hoy están siendo cuestionadas”, agregando que las decisiones de Estados Unidos están obligando a Canadá a “fijar su propio claro y soberano curso”.
El lado feo: El Reino Unido se encuentra en un caos político. Francia ha pasado de un líder a otro cambiando su rumbo geopolítico cada vez. Italia no ha tenido un liderazgo político efectivo hace mucho tiempo. En Turquía, Recep Erdogan ha consolidado su poder pero no ha logrado dirigir bien el país. Legisladores viciados, incompetentes y/o con grandes escándalos dirigen Brasil, Afganistán, Polonia y a lo largo del Oriente Medio. Y ahora, los Estados Unidos tienen sus propios desafíos políticos. Por ejemplo, el señor Trump aparentemente está tratando de limpiar al Departamento de Estado de sus logros diplomáticos, lo cual no brinda un buen augurio en un mundo errático e impredecible.
El resultado luce como el peor de ambos mundos: los Estados Unidos están todavía comprometidos en la mayoría de los sitios problemáticos del mundo pero el barco del Estado está siendo dirigido por un novato (Jared Kushner), lo cual indica que habrá más inestabilidad.
“Muy pronto sabremos lo que es la noche. El Espíritu de Dios, contristado, se retira de la tierra. Las naciones están airadas unas contra otras. Se hacen inmensos preparativos para la guerra. La noche se acerca. Levántese la iglesia para cumplir la tarea que le ha sido asignada. Todo creyente, cualquiera que sea el grado de instrucción, puede llevar el mensaje”. Joyas de los Testimonios, Tomo 3, pág. 294.
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