La libertad religiosa en esencia se trata de «vivir y dejar vivir». Florezca en su propia expresión religiosa y proteja el derecho de los demás a hacer lo mismo, independientemente de si acepta o incluso comprende sus prácticas religiosas.
Si bien el «vivir y dejar vivir» ha sido bastante fácil por algún tiempo, la idea está cambiando rápidamente. Los casos legales de libertad religiosa solían enfocarse en tópicos no controvertidos como el uso de la tierra, los derechos de los prisioneros y asuntos de trabajo en el sábado; ahora se trata de casos centrados en guerras culturales. En los últimos años, la libertad religiosa se ha vuelto enormemente controvertida y altamente politizada. Se espera que esa trayectoria creciente aumente en el 2018.
Hay dos aspectos de esta nueva dimensión. Por un lado, la politización se basa en profundos desacuerdos sobre cuestiones de moralidad sexual, como el aborto, la anticoncepción, los derechos de los homosexuales y el matrimonio entre personas del mismo sexo. «Los líderes religiosos conservadores condenan como graves males lo que muchos otros estadounidenses ven como derechos humanos fundamentales», dice el profesor Douglass Laycock, profesor de estudios religiosos en la Universidad de Virginia.
Por otro lado, gran parte de la divergencia sobre la libertad religiosa se centra en los musulmanes y el Islam. Específicamente, muchos defensores directos de la libertad religiosa encuentran perfectamente consistente negar simultáneamente tal protección a los musulmanes. Su razonamiento es que el Islam no es una religión (aparentemente es otra cosa, como una «ideología política») y, por lo tanto, ni siquiera califica para las protecciones de libertad religiosa. El argumento es falso y alarmante pero su creciente relevancia en el discurso público sugiere que puede ganar terreno en el 2018.
El conflicto religioso paulatinamente llevará a muchos a anhelar que haya una voz autorizada que establezca el orden en todo ese caos. ¿Podría ser del Vaticano esa voz?
«Y la adorarán todos los que moran en la tierra». Apocalipsis 13:8 (Biblia de la Américas).
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