Desde 1961, las personas que afirman no tener ninguna afiliación religiosa han crecido hasta alcanzar cerca de un cuarto de la población. No obstante, el 91% de los miembros del Congreso de los Estados Unidos afirma ser cristiano. Aunque su composición ha cambiado de una manera significativa desde entonces.
La proporción de católicos se ha incrementado sustancialmente, del 19% en 1961 al 31% en la actualidad. La cuota de protestantes ha disminuido, del 75% al 56%. Aunque los judíos se han mantenido más o menos igual desde el inicio de la década de los 80, más políticos budistas, mormones y musulmanes han sido elegidos para el Congreso en proporciones que más o menos reflejan la de la población.
“El grupo que notablemente está menos representado son los que no tienen afiliación religiosa”, dijo el grupo investigador Pew quien realizó la revisión de los datos. Solo un miembro del Congreso aparece con ninguna afiliación religiosa pública a pesar de que un 23% de las personas en general se identifican de esa manera.
La profecía nos dice que las instituciones religiosas tendrán una importancia duradera en la vida política estadounidense, a pesar de la disminución en el número de personas que se identifican activamente con ellas.
Parte de la razón de esta brecha, dice John Green, un científico político de la Universidad de Akron, tiene que ver con las características sociales asociadas al éxito en la política. “Las organizaciones religiosas son partes realmente importantes de la mayoría de las comunidades en los Estados Unidos”, expresó Green. “Los miembros del Congreso tienden a ser… activos y comprometidos en la comunidad…”, mientras que los “no afiliados a ningún credo” tienden a participar menos en la vida comunitaria, agregó. Sin embargo, la representación de los “no afiliados” podría cambiar con el tiempo.
Los legisladores religiosos tendrán un papel importante en el ambiente religioso del fin del tiempo en los Estados Unidos. De hecho, ellos requerirán que todas las personas rindan adoración de la misma manera bajo la presión de pastores, sacerdotes y otros líderes de la iglesia. Por lo tanto, no debe causar sorpresa que los legisladores sobrepasen en número la representación de la población en lo que respecta a su identidad cristiana.
“En el último conflicto el sábado será el punto especialmente controvertido en toda la cristiandad. Los gobernantes seculares y dirigentes religiosos se unirán para imponer la observancia del domingo, y al fracasar medidas más benignas, se promulgarán leyes sumamente opresivas. Se insistirá en que no se debe tolerar a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a la ley del país… El romanismo en el Viejo Mundo y el protestantismo apóstata en el Nuevo seguirán una conducta similar hacia los que honran los preceptos divinos”. Maranatha, pág. 193.
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