Estad Ahí, Estad Quietos
Por Pastor Hal Mayer
Queridos amigos:
Gracias por unirse este mes al grupo de oyentes del Ministerio Guarda la Fe, para escuchar el mensaje que hemos preparado. Gracias también por vuestras oraciones y por vuestro apoyo. Muchas personas me han comentado que oran todos los días por Guarda la Fe, y nosotros apreciamos mucho eso.
Este mes quiero compartir con ustedes un mensaje que he estado estudiando y preparando desde algún tiempo. Espero que puedan beneficiarse grandemente con él. La vida de Josué es muy importante para el pueblo de Dios en los últimos días, porque es un ejemplo profético de lo que ustedes tienen que ser si es que realmente van a atravesar el Jordán para entrar en la tierra prometida celestial. Josué es un tipo de nuestros tiempos. Es un brillante ejemplo del carácter que el pueblo de Dios debe poseer si es que van a atravesar el Jordán hacia Canaán. Necesitamos Josués espirituales hoy en día. Necesitamos familias hoy que sigan al Señor totalmente y que digan, “en cuanto a mí y mi casa, nosotros serviremos al Señor”. Tal vez usted se va a sentir animado a medida que estudiemos este importante ejemplo para aquellos que viven en los últimos momentos de la historia de la tierra.
Me gustaría comenzar leyendo una promesa de Hechos de los Apóstoles p. 43-44. “Desde el principio Dios ha estado obrando por su Espíritu Santo mediante instrumentos humanos para el cumplimiento de su propósito en favor de la raza caída. Esto se manifestó en la vida de los patriarcas. A la iglesia del desierto también, en los días de Moisés, Dios le dio su ‘espíritu para enseñarlos’. (Nehemías 9:20). Y en los días de los apóstoles obró poderosamente en favor de su iglesia por medio del Espíritu Santo. El mismo poder que sostuvo a los patriarcas, que dio fe y ánimo a Caleb y Josué, y que hizo eficaz la obra de la iglesia apostólica, sostuvo a los fieles hijos de Dios en cada siglo sucesivo”.
¿Ven ustedes la promesa en este pasaje? El “buen Espíritu” de Dios los levantará, si es que son fieles como Josué y otros héroes de la Biblia en estos últimos días. ¿Ven cómo Josué encaja en la lista de los fieles testimonios hasta el fin del tiempo? He aquí un hombre que Dios pudo usar. Dios pudo brindarle a Josué Su Espíritu Santo y así le dio valor y fe para guiar al pueblo hasta Canaán. Hoy en día, Dios también ne-cesita personas como Josué cuya fidelidad a Su palabra hará que todo el cielo confíe en ellos. Cristo está preparando a este tipo de personas hoy de tal manera que pueda colocar sobre ellos su Santo Espíritu con el poder de la lluvia tardía.
Tratemos primeramente de pensar acerca de Josué cuando era joven en Egipto. Sin lugar a dudas él había escuchado las historias de los grandes patriarcas de Israel, cómo Dios habló con Abraham, Isaac y Jacob. Seguro que se quedó emocionado debido a la fidelidad de ellos y de cómo Dios obró milagros en su favor.
Cuando se convirtió en un joven, sin lugar a dudas sintió la carga de la esclavitud en sí mismo. ¡Ciertamente Dios iría a libertar algún día a Su pueblo de la esclavitud! ¿Pero cuándo sería eso? ¿Cómo? Cuando Josué sintió el azote del capataz, él oró para que Dios librara a Su pueblo de esa terrible injusticia. Tal vez, al igual que muchos Israelitas, él había escuchado que uno de sus propios compatriotas había sido adoptado como hijo de la princesa, y que era heredero al trono, pero que había matado a un capataz y que estaba bajo sentencia de muerte desde entonces. Y así las pesadas cargas de la esclavitud habían continuado, durante caluroso días, meses agotadores, y años interminables.
Y entonces repentinamente Moisés volvió. Habló con los ancianos de Israel y les dijo que había llegado el tiempo de su liberación. Sin lugar a dudas que el joven Josué se llenó de esperanza al escuchar que Dios le había hablado a Moisés a través de una zarza ardiente, que había enviado a Aarón para ayudarlo y que tenían que ir al Faraón para pedirle que liberara a Israel. Observaba con intenso interés las historias de cómo Moisés lidió con el Faraón, en la medida que éstas llegaban hasta los hogares y las familias de Israel. Debe haber sentido mucha inspiración al ver cómo Dios milagrosamente pavimentó el camino para que Israel fuese liberado de la esclavitud.
A medida que Josué presenciaba la manera en que Dios guiaba a Moisés, su respeto por Moisés se elevó considerablemente. Y cuando Israel salió lentamente de Egipto mientras los egipcios lamentaban sus muertos, Josué quería conocer el secreto del poder de Moisés. Él quería estar cerca de Moisés, quería observarlo, y tal vez aun hablar con él. Quizás cuando tuvo la oportunidad anduvo al lado de Moisés y escuchó lo que les dijo a los ancianos de Israel cuando se consultaban entre sí en relación al camino que debían seguir para poder llegar a Canaán. Sin lugar a dudas que estuvo cerca de Moisés cuando, al cruzar el Mar Rojo, Israel fue perseguido por el ejército egipcio. Sus ojos deben haberse fijado intensamente sobre Moisés cuando el miedo se apoderó de las personas. Con reverencia, Josué observó como la nube de fuego volvió hacia atrás y envolvió a los egipcios dejándolos en completas tinieblas, y cómo Moisés levantó su vara sobre el Mar Rojo y un camino seco se abrió para que pasara todo Israel.
Pero Josué quería conocer el secreto del poder de Moisés. Josué observó como una y otra vez las personas murmuraban contra Moisés. Moisés iba a Dios en oración y Dios le daba instrucciones las cuales Moisés seguía y Dios proveía milagrosamente para Su pueblo. Eventualmente, se volvió obvio para Josué que era realmente Dios el que estaba guiando a Su pueblo, Su iglesia. Moisés era su humilde instrumento humano, escogido para permanecer delante de ellos como la voz de Dios. En realidad, las personas se estaban quejando y murmurando contra Dios. Él vio la mansedumbre y la humildad de Moisés al lidiar con el pueblo. Él también vio como Moisés seguía fielmente todo mandato de Dios. Todo esto impresionó grandemente a Josué. Él estaba especialmente asombrado por la fe y el coraje de Moisés. Quería entender a Dios tal como lo hacía Moisés.
Tal vez algún día, Josué, joven y deseoso, podría estar lo suficientemente cerca de Moisés como para poder hacerle algunas preguntas. Moisés ciertamente debe haber notado su deseo de aprender de Dios y de Sus caminos, y tal vez percibió que aquí había un joven que Dios podría usar algún día. No sabemos exactamente como Josué y Moisés se conocieron, pero tal vez en algún instante se hicieron amigos a medida que Josué le rogaba a Moisés que le enseñara los secretos de su éxito. Moisés tenía una vida secreta con Dios, y Josué también quería tener esa vida secreta. Él deseaba poder hablar con Dios como lo hacía Moisés, cara a cara, “como un hombre habla con su amigo”. Éxodo 33:11. Ciertamente, Josué anhelaba tener la misma experiencia de Moisés.
Amigos, si ustedes quieren tener éxito en la vida de manera que puedan cruzar el Jordán hacia la Tierra Prometida, también tienen que tener una vida secreta con Dios. Nadie más necesita saber la profundidad de esa vida secreta, o la anchura, pero tienen que tenerla. Tienen que encontrar un tiempo cada día donde puedan tener una relación secreta con su Padre celestial y con Cristo. Ese tiempo secreto es sagrado. Es suyo y solamente suyo. No lo pueden compartir con nadie más. Ustedes tienen que ser sinceros. Tienen que ser apasionados. Tienen que ser honestos hasta lo más profundo de su ser. Las personas pueden saber que tienen una vida secreta con Dios, pero no pueden saber su núcleo interno, su análisis, su pasión. Tengan la certeza de que tienen esta vida secreta. Ese fue el secreto del éxito de Moisés. Fue el secreto del éxito de Josué. Y es el secreto del éxito de todos los héroes de la fe a través de todas las edades, incluyen-do el nuestro.
Josué trató de acercarse a Moisés. Moisés comenzó a notar que Josué era brillante, enérgico y fuerte, y que podría ser un buen soldado. Era obvio que tenía un sincero deseo de conocer más de Dios. Y un día, tal vez podrían estar caminando juntos, y Moisés fue impresionado para que le preguntara a Josué si quería ser su ministro. Éxodo 24:13 nos dice que “Moisés se levantó, y su ministro Josué…”. ¿Qué es un ministro? Es un siervo. Es alguien que ministra para las necesidades de los demás. De cierta manera, nosotros somos todos siervos, pero esto era especialmente significativo para Moisés. Él necesitaba a alguien especial que lo ayudara. Entre paréntesis, un pastor también debería ser un siervo. Un pastor también es un ministro, ¿no es verdad? Así que Moisés le preguntó a Josué si quería ser su ministro. No un esclavo. Tal vez Moisés usó ese término como una distinción de la labor servil ejecutada en Egipto. También posee una connotación espiritual. Moisés necesitaba a alguien que lo pudiera llevar a la espiritualidad. Y le pareció que Dios le estaba enviando a Josué. De modo que lo trajo más cerca de sí.
¡Josué estaba emocionado! Ahora podía estar con Moisés todos los días. Podía ayudarlo, pero lo más importante, podría estar cerca de todas las acciones. Tal vez él también pudiese aprender como andar y hablar con Dios.
Las tareas de Josué eran humildes. Tal vez acarreaba el agua para Moisés para lavarle los pies o para que bebiese. Tal vez le llevaba la comida o sus ropas y lo ayudaba a vestirse. Tal vez él se lavaba después de Moisés. Quien sabe cuáles eran sus tareas. Pero ciertamente eran muy básicas al comienzo. Moisés y Josué rápidamente se hicieron amigos. A medida que pasaba el tiempo, Moisés veía que Josué tenía talento, que podía pensar claramente, y que tenía habilidades de liderazgo. Era un buen organizador y un buen pensador estratégico. Era enérgico y cuidadoso. Pero también observó que Josué tenía una fe y una con-fianza profunda en Dios, una reverente aceptación de las instrucciones de Dios. Y esto impresionó a Moi-sés. Él podía ver que Josué tenía potencial para ser un líder en Israel, tal vez un juez.
Cuando el suegro de Moisés, Jetro, sugirió que Moisés delegara responsabilidades en otros hombres sabios de Israel, sin dudas Josué se sintió aliviado de que Moisés no estaría tan cargado con detalles de liderazgo y gobierno. Tal vez hasta animó a Moisés en su descentralización. A medida que pasó el tiempo, Moisés se fue impresionando cada vez más con Josué. Aun cuando Josué tenía una empinada curva de aprendizaje, rápidamente consiguió entender ideas y tareas más complicadas. Pero en todo esto, su corazón y su mente fueron profundamente impresionados por los caminos de Dios. Él podía ver que eran diferentes de los caminos del hombre. Y él quería más de eso. Josué era la sombra de Moisés dondequiera que este fuese. Siempre estaba listo para ayudar a Moisés con sus necesidades, y aun ofrecía consejo cuando le parecía apropiado. Pero Josué tenía una razón más profunda para ser siervo o ministro de Moisés. Él quería acercarse más a Dios. Él quería entender cómo relacionarse con Dios. Él quería madurar en su experiencia con Dios. Él sabía que Moisés podía enseñarle por precepto y por ejemplo.
Moisés y Josué hablaban mucho. Tenían mucho tiempo para compartir hablando de las alegrías y de las cargas del liderazgo. Ellos hablaban acerca de los problemas que enfrentaba Israel y Josué se convirtió un confidente de Moisés. Moisés pudo confiar en Josué y su respeto por él creció. Pero para Josué las preguntas más importantes eran preguntas acerca de Dios. Y él se empeñaba en esto con Moisés, tal vez frecuentemente.
Un día Moisés envió a Josué para pelear contra los Amalequitas. Quería probar a Josué como líder, y ver qué que era capaz de hacer, y por sobre todo, ver si Dios bendeciría a Josué. Esa fue la ocasión cuando Moisés estaba sentado en una colina y Aarón y Hur le sostenían las manos, suplicándole a Dios que antes que se pusiera el sol, Josué pudiese obtener la victoria. Todo eso está en Éxodo 17. Observe la cooperación entre Dios, Moisés y Josué. A medida que Josué peleaba, Moisés estaba en oración, asistido por Aarón y Hur.
Josué se ganó la lealtad y la confianza de Moisés. Él sabía que podía confiar en que Josué haría lo correcto. Y trajo a Josué aun más cerca del círculo íntimo de planificación y organización.
Josué se maravilló en su corazón de la voz de Dios mientras daba los Diez Mandamientos en el monte Sinaí. Pero iba a suceder algo que cambiaría la vida de Josué.
Vean en su Biblia, si pueden, al capítulo 24 de Éxodo. Aquí hay un pasaje muy interesante que nos dice en pocas palabras algo maravilloso acerca de Josué. Es asombroso como en pocas palabras, la Biblia nos puede decir tanto. Y tal vez sean las más importantes y poderosas lecciones para la última generación.
Después que Dios dio verbalmente los Diez Mandamientos en el monte Sinaí, Moisés fue instruido a subir a la montaña para tener una comunión con Dios. El versículo 12 dice: “Entonces el Eterno dijo a Moisés: ‘Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra con la Ley y los Mandamientos que escribí para instrucción de ellos’”.
¿Escuchó lo que este verso dice? Quiero que piense en lo que Dios le dijo a Moisés. Recuerde que Josué era parte de esto, e iba a aprender una lección muy importante. Dios llamó a Moisés para que subiera al monte Sinaí y le dijo “espera allá”.
Amigos, si ustedes quieren hacer algo muy importante para Dios, tienen que “esperar ahí”. Tienen que prepararse internamente a sí mismos para “esperar ahí” espiritualmente en su corazón y en su mente. Si quieren ser capaces de dar el ultimo mensaje de Dios para el mundo, el cual es levantar nuevamente los Diez Mandamientos, tienen que “esperar ahí…”; ahí en el monte Sinaí como lo hizo Josué, solo que en un sentido espiritual. Ustedes no pueden guardar los Diez Mandamientos a menos que los hayan recibido en las tablas de su corazón. Escuchen lo que Pablo dice en 2ª Corintios 3:3. “Es manifiesto que sois carta de Cristo, resultado de nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las páginas palpitantes del corazón”.
¿Escuchó eso? Dios quiere escribir Su ley en las palpitantes páginas de su corazón, de manera que usted ya no viva meramente en la carne, sino en el Espíritu, y así su vida pueda reflejar la santa ley de Dios. Usted tiene que tener esta experiencia si es que realmente quiere “esperar ahí”, listo para cumplir el mandato de Dios.
Moisés y Josué tuvieron que escalar la montaña. No fueron llevados en algún carruaje. Tuvieron que esforzarse durante algunos días para poder estar con Dios. Ellos subieron y subieron. Mientras más alto subían, más fresco y frío era el aire. Mientras subían más alto, más claramente podían pensar. Fue vigorizante. Tenían una visión tan amplia desde allí arriba en la montaña. Pero su atención se fijó en la nube. Estaban concentrados en llegar hasta donde estaba la nube, de manera que Dios pudiese hablarles.
¡Qué lección! Amigos, ustedes tiene que ejercitarse a sí mismos si es que quieren que Dios les hable. Tienen que subir las alturas de la montaña de Dios por la fe. Eso significa que tienen que ejercitarse a sí mismos en la palabra de Dios. Vuestro estudio de la Biblia tiene que ser como escalar el monte Sinaí. A veces es un camino fácil. Otras veces es difícil y escarpado. Algunas veces van a sudar y van a luchar con el significado de algunos versículos. Pero sea lo que fuere, suban la montaña. Caven en el suelo con sus pies. Cuélguense a las rocas con sus manos. Y a medida que escalan, habrá veces cuando mirarán y verán lo que nunca habían visto antes. Y esto es vigorizante. Amigos, si ustedes quieren que Dios les hable, tienen que seguir las instrucciones de Dios y subir a la montaña. Tienen que implorarle a Dios para que los lleve hasta el monte Sinaí. Y Él lo hará. Esta es una experiencia especial para la última generación. Tienen que vivir por los Diez Mandamientos, así que deben ir y obtenerlos en el monte de Dios. Esa es la razón por la cual ustedes tienen que escalar espiritualmente el monte Sinaí.
Dios le dijo a Moisés que “espere ahí”. Y eso es lo que él hizo. Subieron al tope de la montaña justo para “estar ahí”. Solamente entonces pudieron obtener lo que Dios tenía para ellos. Ellos no podían “estar ahí” si aun estaban en el campamento de Israel. Tenían que subir la montaña.
Si usted quiere “estar ahí” mi amigo, tiene que escalar esa montaña también. Tiene que salir de su vida regular. Tiene que dejar a un lado las cosas mundanales y sus deseos carnales. Tal vez tenga que cambiar su manera de vestir y volverse modesto, o tal vez modificar sus hábitos alimenticios, eliminar la grasa, eliminar los chocolates, o el pollo y los peces y cualquier otra cosa. Después de todo, usted quiere tener una mente clara de tal manera que Dios pueda hablarle. Tal vez va a tener que ajustar la manera en que gasta su tiempo. La mayoría de las personas no quiere vivir una vida espiritual simple. Quieren todos los adornos de Egipto. No quieren abandonar aquello que insensibiliza sus sentidos. Se comportan como los hijos de Israel al pie de la montaña, confundidos y rebeldes. Pero si usted quiere que Dios le hable, tendrá que ir donde otras personas no van espiritualmente. Tiene que estar donde Dios está. Asegúrese de tener tiempo todos los días para subir el monte de Dios. Asegúrese que está vigorizado por la palabra de Dios antes que comience a hacer los quehaceres de cada día. Haga lo que Moisés y Josué hicieron.
El versículo 13 dice: “Y se levantaron Moisés y Josué su ministro, y Moisés subió al monte de Dios”.
Por favor observe que Josué fue con Moisés hasta el Sinaí. En otras palabras, Moisés subió hasta llegar cerca de la nube que había cubierto el monte Sinaí. Y en esa nube estaba la gloria del Señor. El versículo 17 nos dice que “El parecer de la gloria del Eterno era como fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los israelitas”. Moisés y Josué fueron hasta esa nube de fuego devorador. Dios iba a traer a Josué tan cerca de Él como fuese posible. Esta era parte de la enseñanza que Josué debía recibir para que aprendiera a confiar en Dios.
¿Cree usted que Dios está queriendo colocarlo cerca de la nube de fuego? Ciertamente que sí. Por lo tanto usted tiene que subir a la montaña. Pero no podemos subir al monte de Dios donde está la nube de fuego a menos que abramos nuestras Biblias y sinceramente le pidamos a Dios que nos haga entender Su ley y Su palabra. Esto tiene que ser hecho cada día, mis amigos. Cada día es un paso más hacia la cima de la montaña.
Quiero que usted imagine qué admiración, respeto y aun miedo habrá ocasionado en Israel aquella fiera nube. A medida que el fuego se agitaba y giraba en la cima de la montaña, deben haberse preguntado si Moisés iba a sobrevivir. ¿Volvería alguna vez? Especialmente después de algunas semanas de su partida, y entonces comenzaron a preocuparse.
Eventualmente, la impresión se desvaneció, y ellos comenzaron a preguntarse qué hacer. Como es usual, cada vez que existe un dilema en la iglesia, Satanás siempre motiva a los no santificados y rebeldes a presionar para que la iglesia vaya en la dirección contraria a la que debiera ir. Por ejemplo, cuando tuvimos el dilema de cómo mantener a la juventud dentro de la iglesia, alguien tuvo la “brillante idea” de introducir los tambores y la música rock al santo santuario, donde debiera haber reverencia. Se tocaron ritmos mundanos sensuales de manera que las personas pudieran bailar en la iglesia, así como lo hicieron en la base del monte Sinaí alrededor del becerro de oro. Esto es totalmente opuesto a lo que Dios nos ha dejado en la Biblia y en el Espíritu de Profecía. Lo que la juventud necesita son ejemplos modernos de verdadero cristianismo en los adultos, y no un sustituto sensual.
Así que los rebeldes sugirieron que hicieran un dios que pudieran ver y adorar, en vez del Dios invisible del cielo. Mientras Moisés y Josué estaban arriba en la montaña, acercándose a Dios, el pueblo hizo un becerro de oro y abandonó a Dios.
Pero esto es adelantarse a la historia. Moisés subió hasta cerca de la nube. Él sabía que Dios estaba allí. Sabía que allí habitaba la gloria del Señor. El versículo 16 nos dice algo muy interesante. “Y la gloria del Eterno reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió durante seis días. Al séptimo día el Señor llamó a Moisés desde la nube”.
Permítame hacerle una pregunta. ¿Qué hizo Moisés durante esos seis días? ¿Estaba sin hacer nada esperando que Dios le hablara? ¿Estaba dando vueltas, buscando algo, hablando acerca de cosas sin importancia y no haciendo nada que valiese la pena? ¿Cree usted que se impacientó con Dios por no hacer nada durante seis días?
¡De ninguna manera! Moisés y Josué ciertamente estaban orando y meditando en Dios y en Su ley, que acababa de ser dada por la voz de Dios a todo Israel. Sin lugar a dudas que estaban muy impresionados debido a la grandiosidad y a la magnificencia de Dios, y debido a la gloria de la presencia de Dios. Tal vez estaban ayunando y orando. Sin duda Moisés estaba conversando con Josué acerca de la bondad de Dios. Él estaba usando el tiempo para prepararse para cualquier cosa que Dios le dijera. Su corazón tenía que estar bien con Dios, y sin duda le suplicó a Dios por pureza de corazón y nobleza de alma. Tal vez le suplicó también que le diese el Espíritu Santo.
Josué también estaba prestando atención. Él absorbió todo, y se unió en el ayuno y en la oración. Tal vez Josué estaba preocupado porque Dios no le había dicho nada a Moisés durante seis días. Tal vez le preguntó a Moisés por qué Dios no hablaba nada día tras día. Y Moisés puede haberle dicho que Dios posee su propio tiempo y que ellos tienen que ser pacientes. Tal vez le dijo a Josué que también él debía preparar su corazón para poder escuchar la voz de Dios.
Sea lo que fuere, transcurrieron seis días sin que Dios le dijera absolutamente nada a Moisés. La nube de fuego estaba ahí, pero ni una palabra vino de Dios. ¿Por qué seis días? ¿Por qué Dios no le dio a Moisés los Diez Mandamientos con las instrucciones para la construcción del tabernáculo y terminar así rápidamente? ¿Por qué todo ese retraso?
La razón para el retraso, mis amigos, es porque Dios quería que el corazón de Moisés estuviese listo para poder entender lo que Dios le iba a mostrar. Dios le iba a mostrar el santo templo del cielo en una visión. Le iba a mostrar el santo plan de salvación. Pero cuando Moisés y Josué llegaron a la cima de la montaña, no estaban listos para escuchar lo que Dios tenía para decirles. Sus mentes aun no se habían ajustado a la quietud. Aun no estaban listos para escuchar. Lo que Dios le iba a dar a Moisés era tan asombroso y sabía que el corazón de Moisés tenía que estar totalmente entregado para que la voz de Dios pudiese ser correctamente entendida. El propio Moisés necesitaba seis días para colocar su mente en orden, y abrir totalmente su corazón para poder apreciar la santidad de lo que Dios iba a compartir con él.
Ustedes pueden ver, mis amigos, que la verdad de Dios es tan santa que hay que preparar el corazón. Hay que estar quieto y reverente. Usted tiene que ordenar su mente, tiene que abrir su corazón para poder escuchar su suave y quieta voz. Recuerden el versículo que dice: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios”. Eso está en el Salmo 46:10. Usted necesita tiempo para “estar quieto”. No puede abalanzarse sobre su tiempo de adoración, y después lanzarse a su caótico día de trabajo. Tiene que “estar quieto” y escuchar. “Estar quieto”, y abrir el corazón a Dios. Una vez que usted está arriba en la montaña, entonces tiene que esperar. Esperar por Dios. Puede ser que tenga que esperar más tiempo que el supuesto.
Seis días fue un largo tiempo de espera para Moisés y Josué. Había tanto que hacer en el campamento. Pero Dios sabía que Moisés tenía que esperar; esperar hasta que su propio corazón estuviese listo.
Imagine si usted supiera esperar por Dios igual que Moisés. ¡Piense en lo que Dios podría decirle! Imagine lo que sería si Dios le hablase a usted cara a cara. ¿No sería eso tremendo? Él podría darle instrucciones acerca de lo que tiene que hacer con su vida y su ministerio. Él le podría decir cuándo hablar y cuándo guardar silencio; cuándo hablarle a esa alma y cuándo no hablarle a esa otra. Si conociéramos la voz de Dios, seríamos mucho más eficientes en nuestro ministerio. Habría una suave voz por detrás de nosotros diciéndonos: “este es el camino, andad en él”. Pero tristemente, la mayoría de las personas no saben cómo escuchar la voz de Dios.
En nuestras vidas hay muchas voces clamando por atención. A menudo son voces rivales que compiten por notoriedad. Y cuando el caos entra en nuestras vidas, somos abrumados por la confusión y tenemos dificultad con eso, porque no nos hemos entrenado a nosotros mismos para escuchar la voz de Dios. La única manera que podemos escuchar la voz de Dios, mis amigos, es cuando nos hemos entrenado a nosotros mismos para escucharla. Tenemos que estar quietos de manera que podamos estar acostumbrados a ello. Y usted jamás será capaz de estar quieto, a menos que esté allí en la montaña. Usted tiene que “estar ahí” de modo que Dios pueda adecuar sus pensamientos. Él tiene que darle tiempo para que Él pueda abrir sus ojos y que usted vea lo que Él quiere que vea, y escuchar la manera en que Su voz suena. Entonces, cuando comience el caos, usted reconocerá Su voz y la podrá seleccionar de entre todas las multitudes de voces.
Pero la mayoría de nosotros tenemos mucha dificultad aun para pasar apenas unos momentos en oración en nuestros devocionales. No conseguimos decirle mucho a Dios, y repetimos siempre lo mismo como si fuésemos un disco rayado. Y realmente no queremos escuchar. Apenas queremos preguntar por esto y por aquello. Llegamos en necesidad y suplicando por misericordia, o por alguna ventaja, o por alguna protección. Sin embargo, esa es apenas una parte de la oración. La oración también tiene que ver con estar quieto y esperar por Dios. Eso lleva tiempo, paciencia y disciplina. Puede tomar seis días de intensa búsqueda de Dios hasta que estemos listos para escuchar lo que Dios quiere decirnos; antes que nuestros corazones estén lo suficientemente humillados como para estar deseosos de escuchar. Necesitamos aprender a esperar por Dios. Ese periodo de espera es para que podamos preparar nuestros corazones para entender lo que Dios nos va a decir.
Sin lugar a dudas Josué estaba muy impresionado con la espera. Tal vez percibió que el camino para entender la mente y el corazón de Dios es “estar ahí” y “estar quieto” y meditar en Él. A medida que Josué esperó esos seis días con Moisés, comenzó a entender el secreto del éxito de Moisés. Vio como Moisés se sosegaba. Observó como Moisés se humillaba ante Dios. Percibió como Moisés abrió su corazón a su Amigo. Él escuchó como Moisés se derramó ante Dios y suplicó gracia, poder y sabiduría. Josué lo escuchó pedir fortaleza y coraje.
En el séptimo día, tal vez fue un sábado, el corazón y la mente de Moisés estaban listos para realmente escuchar lo que Dios tenía para decirle. Tal vez esa fue la razón por la cual Dios nos dio su santo sábado, para que podamos “estar ahí“, “estar quietos” y conocerle.
Dios le iba a dar a Moisés el plano del tabernáculo el cual era en esencia el sagrado plan de salvación en tipos y ejemplos vivientes. Éxodo 24:18 dice, que después de seis días, cuando el Señor había llamado a Moisés desde dentro de la nube, “Moisés entró en la nube y subió al monte. Y estuvo Moisés en el monte 40 días y 40 noches”.
Durante este tiempo, Josué esperó nuevamente. Él esperó todo el tiempo que Moisés saliese de su reunión secreta con Dios. Él esperó, esperó y esperó. Día tras día debe haberse preguntado cómo le estaría yendo a Moisés. ¿Tendría Moisés suficiente comida? ¿Tendría suficiente agua? Recuerde que Josué era el ministro de Moisés, su siervo, por eso naturalmente pensó en estas cosas. Pero más que eso, Josué vio el privilegio que tuvo de estar cerca de Dios en el monte. Él no pudo estar en la nube con Moisés, pero ciertamente estaba muy cerca. Pudo verlo justo frente a él. Tal vez pasó la mayor parte del tiempo en oración. Puede haber pasado mucho tiempo meditando acerca de las cosas que Dios había hecho por Israel. Tal vez pensó en lo que le sucedería en el futuro a la iglesia de Dios bajo sus bendiciones. Ciertamente meditó en la Ley de Dios, los Diez Mandamientos, y lo que significaban. A medida que pensaba en la santidad de Dios y en los santos Diez Mandamientos, entendió que esto era una transcripción del carácter de Dios. Esta era la manera en la cual el gobierno de amor de Dios es organizado.
Amigos, ¿cómo es que hoy en día las personas piensen tan poco en la Ley de Dios? Los ministros le dicen a su pueblo que Jesús les perdona todos sus pecados, pero ellos no les dicen cuán santa es la Ley, y cuán importante es honrar la Ley y vivir por la Ley. La mayoría de los ministros sólo les dicen a las personas que todo lo que necesitan es reconocer el perdón y que no tienen que hacer más nada. ¿Usted cree que ellos podrán cruzar el río Jordán y entrar en la Tierra Prometida?
Amigos, muchas personas se van a perder porque no han aprendido a amar ni a respetar la santa Ley de Dios. Esa Ley es perpetua. Siempre ha estado vigente, aun antes del Sinaí, ya era la base del gobierno del Cielo. Es el fundamento de todo orden social. Es la pieza central del universo de Dios. Será el fundamento de Su gobierno a través de toda la eternidad. La última generación de almas justas en la tierra guardarán la santa Ley de Dios, la misma Ley que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí; la misma Ley que Moisés tomó tan en serio que esperó seis días en el monte de Dios y oró y ayunó para conocerla y entenderla.
De la misma manera hoy, tenemos que entender la Ley de Dios. Y a menos que consigamos entender la idea que la Ley de Dios aun es el principio en nuestras vidas, jamás maduraremos en nuestra experiencia espiritual, o en nuestro entendimiento de Su verdad. La Ley de Dios es santa, justa y buena. Es nuestra norma de justicia. Nosotros guardamos la Ley porque amamos a Jesús y cuando realmente tenemos a Jesús en nuestros corazones, no podemos hacer otra cosa. Observe esto. Cuando Jesús está en su corazón, usted guarda Su santa Ley, porque el pecado es sacado fuera. Jesús purifica vuestro corazón, y entonces usted hará Su voluntad. Él jamás le pedirá que haga algo que sea contrario a Su santa Ley.
Mientras esperaba, Josué adoró. Y Dios impresionó su mente también, con fe y coraje. Él pudo ver que Moisés necesitaba ayuda en su administración y Josué sintió su propio llamado; el llamado de Dios sobre él para que asistiera a Moisés de cualquier manera que pudiera. Tal vez comenzó también a sentir que Dios algún día colocaría sobre él una obra especial para Su pueblo. Esperar durante 40 días que Moisés volviera de la nube, sin lugar a dudas, fue una prueba para Josué. Él sintió que Dios lo había colocado para que resistiera la prueba de la paciencia y de la espera.
Cuando terminaron los 40 días, Moisés volvió a Josué trayendo las dos tablas de piedra con la Ley de Dios escrita sobre ellas. Josué estaba impresionado. ¡Qué maravillosos tesoros eran estos! Moisés también traía todas las instrucciones para el tabernáculo y sus servicios. Josué ansiaba que Moisés le contara todo lo que había sucedido, pero Moisés tenía un semblante tan luminoso que casi le impedía a Josué mirarlo a la cara. Sentía admiración de estar en la presencia de un hombre que había estado en la presencia de Dios y que había hablado con Dios cara a cara. Qué gran privilegio debe haber sido para Josué.
A medida que ambos descendían del monte, sin duda que tenían mucho que conversar, a medida que Moisés le explicaba a Josué lo que Dios le había dicho. Al llegar casi al final de su viaje, comenzaron a escuchar un ruido. Josué, siendo un hombre de guerra, naturalmente pensó que era ruido de guerra. Éxodo 32:17 dice que “Al oír el clamor del pueblo que gritaba, Josué dijo a Moisés: ‘Alarido de pelea hay en el campamento’”. Como ven, Josué no sabía que Dios le había dicho a Moisés que el pueblo se había pervertido. Él aun era ingenuo. Pero Moisés rápidamente lo trajo a la realidad.
Josué observó con horror como Moisés quebró los Diez Mandamientos. Observó cómo Moisés lidió con la apostasía. Observó cómo Moisés enfrentó a Aarón, y vio como Aarón trató de mentir para evadir responsabilidades. Vio el castigo del pueblo debido a su perversidad. Y sin lugar a dudas debe haber estado muy impresionado con la misericordia y con la resignación de Dios. También estaba impresionado con Moisés y su madurez, por la manera espiritual de lidiar con el problema.
Ahora observemos algo más acerca de Josué. Éxodo 33:7-9 nos dice que hasta que el tabernáculo pudo ser construido en el centro del campamento, Moisés levantó un tabernáculo temporario afuera del campamento. Era su lugar de reunión con Dios. Josué podía ir allí con él.
El versículo 9 nos dice que cuando Moisés (y también Josué) iba a este tabernáculo temporario para hablar con Dios, la “columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo”. Ahora observe el versículo 11. Cuando Moisés terminaba de hablar con Dios cara a cara, la Biblia dice: “Y él volvía al campamento; pero el joven Josué, hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo”.
Qué le parece esto. Josué permanecía en el tabernáculo. ¡Él deseaba tanto estar con Dios, que quería más! Él permanecía allí para poder recibir una bendición especial. Él sentía pasión por Dios. ¡Él deseaba hablar con Dios cara a cara!
He aquí algo muy especial acerca de Josué. Este joven estaba abriendo su corazón a Dios. Y Dios lo vio. Y Moisés lo vio, y lo registró aquí para nuestro beneficio. Moisés quería que nosotros conociéramos la profundidad del deseo de Josué de conocer a Dios como a un amigo. Josué quería aprender a confiar en Dios tal como lo hizo Moisés.
¡Qué lección! ¿Tiene usted ese deseo anhelante? ¿O apenas realiza su devocional sin interesarse mucho en Dios? Amigos, ustedes tienen que permanecer en el tabernáculo si es que quieren conocer a Dios. El tabernáculo es cualquier lugar donde usted estudie y ore. Es su lugar de encuentro con Dios.
Cuando los hijos de Israel se acercaron a las fronteras de Canaán, Dios le dio permiso a Moisés para espiar el país. Doce líderes fueron escogidos incluyendo a Josué y Caleb. De hecho, es aquí donde Josué obtuvo su nombre. Su nombre original era Oseas (ver Números 13:16), así es que en las primeras referencias a Josué, el hijo de Nun, vemos que Moisés usó su nombre espiritual al escribir sus libros. Este nuevo nombre significa Jehová es Salvación. También es un equivalente Hebreo de Jesús.
Cuando los espías volvieron tenían un informe bueno y uno malo. Números 13:27 nos dice que ellos dijeron: “Llegamos al país a donde nos enviaste, que ciertamente mana leche y miel. Este es su fruto”.
Al comienzo el pueblo quedó emocionado con las buenas noticias y habrían estado listos para entrar y conquistar Canaán inmediatamente. Pero los espías también tenían un informe malo, y el entusiasmo se convirtió en amargura y pena. El pueblo no tenía fe.
Versículos 28-29: “Pero el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas. Vimos también allí a los hijos de Anac. Amalec habita al sur. El hitita, el jebuseo y el amorreo, habitan en el monte. Y el cananeo habita junto al mar y a la ribera del Jordán”.
Lea los versículos 30-33: “Entonces Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés, y dijo: ‘Subamos en seguida, que más podremos nosotros que ellos’. Pero los varones que subieron con él dijeron: ‘No podremos subir contra esa gente, porque son más fuertes que nosotros’. Y los israelitas hablaron mal del país que habían reconocido. Dijeron: ‘La tierra que reconocimos traga a sus habitantes. Todo el pueblo que vimos en ella son hombres de gran estatura. También vimos gigantes allí, hijos de Anac, raza de gigantes. Nosotros, a nuestro parecer, éramos como langostas. Así les parecíamos a ellos”.
Cómo podían los hombres ser de gran estatura, de hecho gigantes, si la tierra se tragaba a sus habitantes. Esto no solo era un informe contradictorio, sino que era un informe mentiroso.
Y cuando el pueblo murmuró contra Dios y contra Moisés, Josué no pudo soportarlo. No pudo contenerse. Su celo por el honor de Dios motivó su actuar.
Escuche Números 14:1-3. “Entonces, toda la congregación alzó la voz, y el pueblo lloró aquella noche. Y todos los israelitas se quejaron contra Moisés y Aarón, y dijeron: ‘¡Ojala hubiéramos muerto en Egipto, o muriéramos en este desierto! ¿Por qué el Eterno nos trae a esta tierra para caer a espada, y que nuestras esposas y nuestros niños sean por presa? ¿No sería mejor volvernos a Egipto?’”.
Ellos realmente comenzaron a organizarse para volver a Egipto. “Y decían el uno al otro: ‘Nombremos un capitán, y volvamos a Egipto’. Entonces Moisés y Aarón cayeron sobre su rostro ante toda la congregación de Israel”.
Pero Josué no pudo soportarlo más. Su celo por el honor de Dios lo motivó a él y a Caleb y ellos trataron de intervenir. Pero la rebelión había ido demasiado lejos.
Escuche los versículos 6-10. “Y Josué hijo de Nun, y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido el país, rompieron sus vestidos, y dijeron a toda la congregación de Israel: ‘El país que fuimos a reconocer es en gran manera bueno. Si el Eterno se agrada de nosotros, nos introducirá en esa tierra que mana leche y miel, y nos la entregará. Por tanto, no seáis rebeldes contra el Eterno, ni temáis al pueblo de esa tierra, porque nosotros los comeremos como pan. Su amparo se apartó de ellos. Pero con nosotros está el Eterno. No los temáis’. Entonces la multitud habló de apedrearlos. Pero la gloria del Señor se mostró en la tienda de la reunión, ante Israel”.
¿Por qué será que cuando Dios necesita hombres de coraje, la mayoría son cobardes? ¿Por qué será que cuando hay un desafío para nuestra fe, nos quejamos y lloramos como si Dios nos hubiese hecho daño? Yo he observado durante mi vida que a menudo esto es así. Y el compromiso resultante jamás conduce a la victoria. He escuchado todo tipo de excusas, tales como: “Este pueblo es demasiado secular, no podemos hacer evangelismo”. “No podemos salir de la ciudad. Es muy difícil. Hay muchos obstáculos”. “Lo que Dios dice a respecto de los deportes que son una idolatría, no está de acuerdo con los tiempos. Tenemos que tener estas cosas para mantenernos en sintonía con otras escuelas”. “No podemos detener la música rock en nuestras iglesias porque tenemos que mantener involucrada a la juventud”. “No podemos hacer nada porque no tenemos un pastor”. Y hay muchos, muchos ejemplos más que podrían ser citados. De alguna manera pensamos que Dios ya no puede operar milagros por Su iglesia hoy. Hemos ignorado Sus instrucciones. Hemos andado por nuestro propio camino en tantas áreas, que Dios no puede más obrar de la manera que a Él le gustaría trabajar.
Se necesita coraje y fe, mis amigos, para vivir de cada palabra que procede de la boca de Dios. Se necesita coraje y fe, mis amigos, para permanecer al lado de lo justo aunque los cielos se desplomen. Se necesita coraje y fe, mis amigos, para desechar la TV y abrir la Biblia.
Josué tuvo coraje para seguir al Señor totalmente. Escuche lo que dice en Números 32:11-12. “Los varones que subieron de Egipto de 20 años arriba, no verán la tierra que juré a Abraham, Isaac y Jacob, por cuanto no me siguieron cabalmente. Excepto Caleb hijo de Jefone cenezeo y Josué hijo de Nun, que fueron perfectos en pos del Eterno”.
Observe que el registro celestial nos dice que Caleb y Josué entraron vivos en Canaán, porque siguieron totalmente al Señor.
Si usted quiere ser parte de los 144.000, y entrar vivo a la Canaán celestial, tiene que seguir totalmente al Señor. No puede seguir solo parcialmente al Señor. Usted tiene que seguirlo total y completamente en todas las cosas. Tal vez sea acusado de ser un fanático y un legalista. Pero ese no es su problema. Puede ser que usted sea el único, pero aun así tiene que seguir al Señor. Observe que Josué y Caleb eran dos contra diez. De hecho, eran apenas dos contra todo Israel (fuera de Moisés). Ni siquiera Aarón levantó su voz.
Ahora vamos a ir al capítulo 34 de Deuteronomio. Se le dijo a Moisés que subiese nuevamente al monte. Esta vez se trataba del monte Nebo, cerca de Pisga, dice la Biblia. Moisés ya estaba por morir. No se le permitió a Josué que fuese con él. Sin lugar a dudas Josué percibió que esta iba a ser la última vez que vería a Moisés. Tal vez caminó hasta el límite del campamento con Moisés. Deben haber hablado bastante acerca de la bondad de Dios. Allí se despidió mientras las lágrimas rodaban por el rostro de Josué. ¡Qué vida habían pasado juntos! Josué sabía que iba a ser el sucesor elegido de Moisés. Pero decirle adiós era tal vez la cosa más difícil para Josué. Él no vería nunca más a su mentor y confidente. Quedaría solo para dirigir a toda la nación de Israel. Sin lugar a dudas que Moisés le recordó que tendría a Dios a su lado. Todo lo que él necesitaba era coraje y fe para confiar en la sabiduría de Dios.
Josué había aprendido a confiar en Dios, pero jamás había estado solo en el liderazgo, solo con Dios. Siempre había tenido a Moisés para que lo aconsejara. Siempre había tenido a Moisés para que lo fortaleciera. Moisés ciertamente le recordó que Dios también estaría a su lado.
Ambos se dijeron adiós y Moisés se volvió y comenzó a subir la montaña. Moisés tenía un último encuentro secreto con Dios y tenía que “estar ahí” y “estar quieto”, de modo que Dios le pudiera hablar por última vez. Josué observó hasta que Moisés desapareció de su vista, y entonces él también se volvió lentamente hacia el campamento.
A medida que Moisés subía la montaña, debe haberse llenado de remordimiento por su pecado. Tal vez lloró al suplicarle al Señor que lo perdonara. Dios escuchó su oración. Moisés fue perdonado. Pero no iba a entrar en la Canaán terrenal. En vez de eso, muy pronto iría a la Canaán celestial. Sería resucitado de entre los muertos por el mismo Dios, en una resurrección privada o secreta.
Pero allí en la cima del monte Nebo, Dios honró a su humilde siervo una vez más. Escuche lo que dice Deuteronomio 34:1-4. “Entonces Moisés subió de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está frente a Jericó. Y el Eterno le mostró toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental; y el sur, la llanura, la vega de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Zoar. Y el Eterno le dijo: ‘Esta es la tierra que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciéndoles que se la daría a sus descendientes. Te la dejé ver con tus ojos, aunque no pasarás allá’”.
Observe los lugares que Moisés vio. Israel aun no había cruzado el Jordán. Aun no se habían diseminado por toda la tierra de Canaán. Pero Moisés los vio diseminados por toda esa tierra. ¿Ve como la Biblia usa los nombres Hebreos de los lugares que aun no habían conquistado? Entonces, ¿qué fue lo que Moisés vio? Moisés vio la tierra de Canaán tal como iba a ser bajo las bendiciones de Dios. Él vio la totalidad de la belleza y el cumplimiento total de la promesa de Dios en una gloriosa visión que debe haber causado mucha emoción en su corazón.
Entonces Dios retiró el aliento a Moisés y él murió allí en la montaña. Los versículos 5-8 dicen: “Y allí Moisés siervo del Eterno, murió, en la tierra de Moab, conforme lo había dispuesto el Señor. Y Él lo enterró en el valle de Moab, frente a Bet Peor. Y hasta hoy ninguno conoce su sepulcro. Tenía Moisés 120 años de edad cuando murió. Sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. Y los israelitas lloraron a Moisés en campos de Moab durante 30 días. Así se cumplieron los días del luto de Moisés”.
Ahora quiero que observen el siguiente versículo. Es el versículo 9. “Y Josué hijo de Nun fue lleno de espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él. Y los israelitas le obedecieron e hicieron como el Eterno mandó a Moisés”.
¿Percibió eso? Moisés había ordenado a Josué para que tomara su lugar. Y Dios bendijo a Josué con el espírita de sabiduría. El Espíritu de Dios descansó sobre Josué porque él temía al Señor; porque “el temor al Señor es el principio de la sabiduría y el conocimiento del santo es entendimiento”. Proverbios 9:10. Josué había perseguido ese conocimiento toda su vida, ¡y ahora lo había conseguido! Josué consiguió su deseo. Había aprendido a conocer la voz de Dios. Había desarrollado su propia vida secreta con Dios. Tenía un conocimiento de la santidad de Dios. Él conocía a Dios y Dios estaba ahora listo para hablarle cara a cara, tal como le había hablado a Moisés.
Escuche lo que le dice en Josué 1:1-5. “Después de la muerte de Moisés, siervo del Eterno, el Señor dijo a Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés: ‘Mi siervo Moisés ha muerto. Prepárate, pues, ahora, tú y todo este pueblo, para pasar el Jordán, a la tierra que doy a los israelitas. Como prometí a Moisés, os he entregado todo lugar que pise la planta de vuestro pie. Vuestro territorio será desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates. Toda la tierra de los hititas hasta el gran mar donde el sol se pone. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida. Como estuve con Moisés, estaré contigo. No te dejaré, ni te desampararé”.
¡Qué promesa! Josué había aprendido el secreto. Él sabía que cuando Dios lo necesitase, él tenía que “estar ahí” y “estar quieto” de tal manera que Dios pudiera hablarle. Y así lo hizo. Le dijo claramente a Josué que así como había estado con Moisés, así estaría con él.
Y entonces le recordó: “Esfuérzate y sé valiente, porque tú repartirás a este pueblo en herencia la tierra que juré a sus padres que les daría. Sólo que te esfuerces y seas muy valiente, para hacer conforme a toda la Ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todo lo que emprendas. El Libro de la Ley nunca se aparte de tu boca. Antes medita en él de día y de noche, para que guardes y cumplas todo lo que está escrito en él. Entonces prosperarás, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente. No temas ni desmayes, porque el Eterno tu Dios estará contigo donde quiera que vayas”.
Josué conocía la santidad de la Ley, de manera que las palabras de Dios tenían para él un significado especial. “El Libro de la Ley nunca se aparte de tu boca. Antes medita en él de día y de noche, para que guardes y cumplas todo lo que está escrito en él. Entonces prosperarás, y todo te saldrá bien”.
Amigos, si queremos tener éxito, y queremos cruzar el Jordán hacia la Tierra Prometida, este consejo es para nosotros. Tenemos que meditar en la Ley de Dios día y noche. Tenemos que convertirla en nuestro canto de regocijo. Tenemos que observarla y hacer todo lo que está escrito en los Diez Mandamientos. Si queremos tener prosperidad espiritual, tenemos que seguirla con todo nuestro corazón. Este tiene que ser nuestro estudio y nuestra vida práctica.
Y si lo hacemos, las promesas dadas a Josué se cumplirán en nosotros. “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente. No temas ni desmayes, porque el Eterno tu Dios estará contigo donde quiera que vayas”.
Amigos, Josué representa al pueblo de Dios en los últimos días, el cual será fiel a Su Ley y a Su voz en todo. Día y noche su meditación será la Ley de Dios. Ellos no colocarán cosas impías delante de sus ojos. Salmos 101:3. Ellos tendrán una experiencia madura con Jesucristo y Él hará que cada enemigo sea derrotado, cada tentación sea vencida, todo desafío sea enfrentado a través de Su ilimitado poder.
Josué consiguió su deseo. ¿Quiere usted también tener la experiencia de Josué? Entonces usted puede hacer lo que Josué hizo. Escale la montaña y “esté ahí y esté quieto”. Las palabras de partida de Josué después que toda la tierra de Canaán fue conquistada, fueron: “Elegid hoy a quien servir; o a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses amorreos en cuya tierra habitáis; que yo y mi casa serviremos al Eterno”.
¿Es esta vuestra convicción hoy mis amigos? Tiene que serlo. Es el claro testimonio de un hombre que anhelaba conocer a Dios cara a cara. Y será el claro testimonio de todos aquellos que tienen el privilegio de pasar por el tiempo de angustia y de ver a Jesús viniendo en las nubes del cielo.
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