El Camino a Emaús
Por Pastor Hal Mayer
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El Centro de Calidad de Vida en Highwood continúa por el buen camino alcanzando corazones con el amor de Dios a través de los métodos de tratamientos naturales que Dios ha ordenado. Seguimos teniendo maravillosas experiencias con nuestros pacientes. Estoy esperanzado que para el año nuevo podamos estar enviando una carta a través del correo electrónico para mantenerlos informados acerca de los pequeños milagros e historias de cómo Dios cambia la vida de nuestros pacientes en Highwood. Si ustedes quieren recibir nuestros correos, por favor hágannoslo saber.
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El impacto es tremendo. A todas partes donde voy, me encuentro con nuestros oyentes, que me cuentan lo que Dios ha hecho por ellos al llevar a la práctica el mensaje mensual del CD en sus vidas. Me han dicho que no hay nada como los sermones de Guardad la Fe. Así que gracias por vuestros testimonios animadores. Siéntanse libres para escribirnos vuestra propia experiencia acerca de lo que Dios ha hecho por vosotros a través de los CDs mensuales de Guardad la Fe.
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Tal vez una de las historias más impactantes del Nuevo Testamento es la de dos hombres que no reconocieron a Cristo, aun cuando habían estado cerca de Él en varias oportunidades y habían creído en Él con todo su corazón. Las lecciones de esta fascinante historia nos llaman la atención aún hasta el fin del tiempo, para que hagamos de Cristo nuestro compañero constante. Mientras nos aproximamos al fin del año 2012, miren hacia atrás a los últimos doce meses y traten de ver si han mantenido a Cristo a su lado. El hacer de Cristo vuestro compañero constante es tal vez la cosa más importante que pueden hacer en estos últimos días.
Antes que comenzar, vamos a orar. Padre nuestro que estás en los cielos, hoy te pedimos que tu Santo Espíritu entre en nuestros corazones y que nos enseñe acerca de nuestra necesidad de Cristo. Cuán a menudo nos alejamos de Él y andamos por nuestro propio camino. Andamos en el camino de la vida algunas veces apenados, algunas veces desanimados, y a menudo sin Cristo. Hoy sin embargo, queremos saber cómo podemos conocerlo como nuestro compañero día tras día. Anhelamos Su amor. Anhelamos Su poder, y necesitamos Sus enseñanzas. Muéstranos especialmente a través de la palabra de Dios cómo podemos obtener Su presencia, y cómo nuestros corazones pueden arder dentro de nosotros a medida que aprendemos más y más sobre Él. En el precioso y santo nombre de Jesús, amén.
Colóquense ustedes en los zapatos de los discípulos de Jesús. Ellos estaban absolutamente devastados con la crucifixión. Tenían las más altas expectativas, especialmente después de la entrada triunfal una semana antes. Imaginen el entusiasmo y el poder de aquel momento. Ahí estaba Cristo, listo para proclamarse Rey a sí mismo, pensaban ellos. He aquí un hombre con poderes sobrenaturales. Él puede alimentar a las multitudes. Puede transformar el agua en vino. Puede sanar los enfermos. Hasta puede resucitar a los muertos. La esperanza estaba en todas partes. He aquí Aquel que podía darle a Israel el éxito terrenal. Hasta dijo que el Reino de los cielos estaba al alcance de la mano. Si había un cielo, ese era Israel, pensaban ellos.
Pero todas sus esperanzas se desvanecieron. Su desilusión fue enorme. Sus corazones estaban destrozados. En vez de proclamarse rey a sí mismo, Jesús había permitido que lo tomasen prisionero, que lo atasen y que lo golpeasen. Llevado desde un juez inicuo a otro, fue herido, cortado, mofado, golpeado y eventualmente castigado por cosas que Él no hizo, en una de aquellas crueles cruces con las cuales los romanos se habían hecho famosos.
Los discípulos no habían entendido que todo el propósito del plan de salvación era que Jesús, el Hijo de Dios, tomase la culpa de cosas que Él no había hecho. Vuestros pecados y los míos, de los que nos hemos arrepentido verdaderamente, también fueron colgados en esa cruz. Los discípulos no entendieron eso. Ellos aun estaban pensando en forma terrenal, mientras Jesús estaba hablando de cosas celestiales.
Ahora, después del sábado, la aplastante derrota del viernes permanecía especialmente en sus mentes. Había pasado la Pascua, la peor Pascua que jamás hubiesen experimentado. Dos de los discípulos de Jesús decidieron irse a su casa al pueblito de Emaús, que estaba a unos 13 Km de Jerusalén. Este viaje les habría tomado unas dos o tres horas.
Cleofas y su compañero no eran de los doce discípulos más allegados, pero ciertamente eran ardientes seguidores de Jesús y lo amaban profundamente. Tal vez hasta habían presenciado la espantosa crucifixión de Jesús y entonces permanecieron en Jerusalén durante el sábado sufriendo la pérdida de su ama-do Señor. Siendo ya la tarde del domingo, finalmente se estaban dirigiendo a su casa, tristes, desilusionados y desanimados. Tal vez tenían algunas obligaciones que cumplir el lunes por la mañana y por eso no podían permanecer en Jerusalén. Ellos tenían que volver a casa, continuar sus vidas y trabajar.
Era una larga caminata hasta Emaús, y habría sido una muy buena oportunidad para repasar las grandes bendiciones que Cristo les había traído y la promesa de que iba a ser resucitado. Pero este no fue el caso. Estaban desanimados. Estaban terriblemente desilusionados y sus corazones estaban apesadumbrados al comenzar tristemente su viaje hacia Emaús. Lo que había sucedido en Jerusalén el viernes los había complicado grandemente y los había confundido. Su Señor les había sido quitado y su pena era profunda. Ellos no habían entendido Sus palabras de seguridad, de que Su crucifixión era parte del plan de salvación para la raza humana.
Habían oído que alguien había tomado el cuerpo de Cristo de la tumba de José de Arimatea, y escucharon de la mujer que dijo haber visto ángeles y que había dicho que se había encontrado con Jesús. Pero ellos estaban completamente descorazonados porque esperaban algo totalmente diferente. También estaban avergonzados. Después de todo, ellos habían orgullosamente sugerido a otros que Jesús era el Cristo y que Él restauraría la prosperidad temporal de Israel. Ahora todos iban a ridiculizarlos por creer una mentira y por haber sido engañados por otro impostor. ¿Y ahora? “¿Qué haremos ahora?” seguramente preguntaron. “Confiábamos en que iba a ser Él quien redimiera a Israel. ¿Cómo podía ser que nos haya fallado?”.
¿Se han sentido alguna vez así? ¿Han pensado alguna vez que Dios les ha fallado, que los ha abandonado? ¿Han llegado a pensar alguna vez que no tienen a nadie en quien confiar? Tal vez este mensaje sea especialmente para ustedes, porque esa era la manera en que ellos se sentían.
Generalmente nos desilusionamos porque tenemos expectativas irreales con respecto a otros y cuando estas no se cumplen, pensamos que nos han fallado. Esto sucede a menudo entre seres humanos, pero también puede suceder en nuestra experiencia con Dios. Tal vez, al igual que con estos discípulos, es-peramos que Dios haga algo por nosotros, y Él no lo hace o hace exactamente lo opuesto. Nuestras es-peranzas se ven decepcionadas. Nuestras ambiciones se rompen, y culpamos a Dios. Ni siquiera sospechamos que al decepcionarnos Dios ha hecho justamente lo que es más conveniente para nosotros.
Poco entendían estos discípulos que Cristo había abierto una fuente inagotable de perdón y de amor y de salvación, la cual no podría ser detenida. Ellos pensaron que Su ministerio había llegado a su fin.
Cleofas y su amigo estaban volviendo a casa para pensar y orar, y así encontrar alguna solución al dolor y a la desilusión. Tal vez querían esconderse de todos los ojos burlones. Quizás querían evitar las miradas fijas de aquellos que recientemente habían sabido que eran seguidores de Jesús. Estaban desanimados y ahora tenían que recorrer ese difícil camino pedregoso y áspero hacia Emaús.
¿No es así como sucede a menudo en nuestras vidas? Cuando estamos desilusionados o desanimados, el camino parece áspero y difícil. Es mucho más fácil cuando estamos felices y contentos. La pena y el desánimo hacen que la vida sea dura y ardua.
A medida que sus pies pasaban sobre las ásperas piedras del camino, ellos hablaban del difícil acontecimiento que habían experimentado en Jerusalén. Hablaban del juicio y de la crucifixión de Cristo y cómo sus expectativas fueron destruidas. A medida que lo hacían, su desánimo aumentaba. “Sin esperanza ni fe, caminaban en la sombra de la cruz”. Esto está en el Deseado de Todas las Gentes p.738.
Pronto se les unió un extraño. Ellos no le prestaron mucha atención. Supusieron que tan solo era otro peregrino que se dirigía a casa después de la fiesta de la Pascua. Su melancolía y su desilusión era lo único que ocupaba sus mentes. El horrible desenlace de los eventos fue tan abrumador, que ellos le expresaron abiertamente su pena y su desanimadora falta de fe a este extraño. ¡Ellos estaban luchando para tratar de entender cómo un hombre con tales poderes, con ese amor, podía permitir que fuese humillado de esa manera! ¿Cómo podía Él ser el Cristo? Cristo les había enseñado muchas lecciones maravillosas, ¿pero de qué les servían ahora?
Las Escrituras dicen: “Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen”. Lucas 24:16. El desánimo reduce la capacidad para pensar claramente. Uno no consigue ser objetivo porque oscurece los sentidos y hace que uno no vea las cosas importantes. Si ustedes caen en el desánimo, eso les impide vencer las menores dificultades y siguen la rutina de siempre. Su auto-preocupación impide los pensamientos positivos de su mente y no consiguen encontrar la salida. Al ver a Cristo, pensaron que era uno más de los cientos de extraños que caminaban por el camino ese día.
Ellos amaban tanto a Cristo, y Él no estaba más con ellos. Lágrimas caían por sus rostros y se les hacía difícil ver por dónde iban. Ellos caminaban con dificultad y tropezaban, llevando su pesada y penosa carga.
Cristo tuvo compasión de ellos. Él quería animarlos. Él conocía su congoja. Era como si la luz hubiese desaparecido y estaban totalmente descorazonados. Pero Él sabía que si se les revelaba en ese momento, se pondrían tan contentos, que iban a perder las más importantes lecciones que tenían que aprender: cómo entender las profecías de la Biblia y la misión de Cristo.
Lucas 24:17 nos da las palabras que Jesús les dijo. Y les dijo: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” Ellos pensaban que era algo increíble que este hombre, que aparentemente venía de Jerusalén, ignorara los dramáticos y culminantes eventos que habían suscitado la atención y que habían sacudido a toda Jerusalén en los últimos días. Esto deberían saberlo todos los que estuvieron en Jerusalén durante el fin de semana. ¿Cómo podía Él estar tan desinformado? Después de todo, lo que los líderes le habían hecho a Jesús era de público co-nocimiento.
Este hombre, respondieron ellos, “que era un poderoso profeta en acciones y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo”; pero “los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que fuese condenado a muerte, y lo han crucificado”. Ellos entendían claramente que fueron los líderes de la iglesia los que lo condenaron y los que lo crucificaron, no los romanos. Ellos entendieron que era un asunto de política interna lo que había motivado las acusaciones contra Cristo. Los líderes no podían tolerar a alguien que no los apoyara en sus enseñanzas y en sus obras de acuerdo con sus planes y bajo su aprobación.
Entonces ellos expresaron la verdadera carga de sus corazones. “Nosotros confiábamos que iba a ser Él quien redimiera a Israel”. Ellos pensaban iba a quebrar el yugo del gobierno romano sobre Israel; esperaban que Él establecería un reino terrenal eterno, y ahora había sido quitado de entre ellos. Él tenía el poder para detenerlos, pero permitió ser maltratado y destruido. “Nosotros confiábamos”, dijeron ellos, “porque creíamos en Él. Era nuestro profeta”. “Nosotros confiábamos” dijeron, pero ahora, todas nuestras esperanzas han sido destruidas”. “Nosotros confiábamos” dijeron, y nuestra desilusión es realmente muy grande”. “¿Podría ser que estábamos equivocados? ¿Podría ser que pusimos nuestra confianza en el lugar equivocado?”. “Nosotros estábamos convencidos que Él era más que un profeta, pero debido a lo que sucedió ya no estamos tan seguros”.
“Pero, confiábamos que iba a ser Él quien iba a redimir a Israel…”. Obviamente ellos pensaban que eso significaba la liberación de los romanos.
Ellos no habían perdido todas las esperanzas. Habían circulado rumores de que Cristo había resucitado de la tumba. He aquí lo que ellos dijeron en Lucas 24:22-24. “Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.
Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. “.
Así, algunas de las mujeres de entre los discípulos habían afirmado haberlo visto y también afirmaron que habían visto una visión de ángeles. Pero, ustedes saben como es esto. Algunas veces las personas, en su pena, ven cosas que normalmente no verían, debido a una imaginación sobrexcitada. Además otros, probablemente Pedro y Juan, que también habían realizado un rápido recorrido hasta la tumba, corroboraron solo parte de su historia. De modo que no estaban seguros si los rumores eran verdaderos o no. Obviamente no estaban convencidos con respecto a los informes.
Estos discípulos, al igual que todos los demás, no se acordaron de las propias palabras de Cristo. Jesús les había predicho Su muerte y resurrección, pero ellos se habían concentrado en sus propios conceptos equivocados sobre el Mesías. Él iba a venir con poder y con gran gloria e iba a destruir a los enemigos de Israel e iba a establecer un reino eterno. “El Hijo del Hombre”, dijo Él, “va a ser entregado en manos de hombres, y ellos lo van a matar; y después que sea muerto, resucitará al tercer día”.
Ellos conocían las profecías de Daniel, quien le explicó a Nabucodonosor la imagen que él vio en su sueño. Pero ellos la entendieron mal. Ellos sabían que el reino representado por las piernas de hierro era el Imperio Romano. Para ellos, los pies de hierro y barro pueden fácilmente haber representado el actual estado de cosas dentro del imperio. Después de todo, había muchos levantamientos, discordia y conflictos que fácilmente podían representar aquellos pies de hierro y barro. Ellos pensaron que el Mesías vendría en poder y con gran gloria al igual que la roca que pulverizaba a la gran imagen y todo lo que esta representaba. Jesús era aquel que podía hacerle todo eso a los romanos. Nadie podía oponérsele. Ellos no esperaban que las cosas se extendieran por otros dos milenios.
Ellos no podían comprender que Cristo esperaba ser crucificado. Sí, ellos habían escuchado Sus palabras, pero no penetraron en sus mentes. De hecho, las palabras de Cristo les eran tan inaceptables, que las hicieron a un lado como si no fuesen verdad ni fuesen exactas.
También se habían olvidado la parte en que Cristo dijo que sería resucitado al tercer día. Ellos solo pensaban en la destrucción de sus planes, ambiciones y expectativas.
Los sacerdotes y gobernantes no se habían olvidado de las palabras de Jesús acerca de Su resurrección. Mateo 27:62-63 nos dice que aun siendo sábado, fueron a Pilato y le pidieron que sellara la tumba y que colocase una guardia armada alrededor de ella. Ellos sugirieron que los discípulos podrían robar el cuerpo y engañar a las personas diciendo que Cristo había resucitado. Los gobernantes del pueblo y de la iglesia realmente creyeron en Sus palabras y temían que realmente fuese resucitado de entre los muertos. No las creían en términos de salvación, pero las creían.
Escuchen lo que le dijeron a Pilato. “Al día siguiente, que viene después del día de la Preparación, se juntaron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, y le dijeron: ‘Señor, nos acordamos que cuando aún vivía, aquel engañador dijo: ‘Después de tres días resucitaré’. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, para que no vengan sus discípulos de noche, lo hurten, y digan al pueblo: ‘Resucitó de los muertos’. Este último error sería peor que el primero’”.
El odio de los líderes de la iglesia por Cristo era tan fuerte, que hasta estaban dispuestos a quebrantar el sábado e ir a ver a Pilato para asegurarse que Cristo sería impedido de salir de la tumba.
Ustedes ven mis amigos, cuán fácil es que entendamos mal las cosas y que torzamos todo para que concuerde con nuestras ideas preconcebidas. Y los discípulos de alguna manera pensaban que los falsos principios proféticos delineados por los Fariseos y por otros teólogos profesionales estaban correctos. Después de todo, ellos habían estudiado teología y poseían todos los títulos. ¿Quién podía argumentar con ellos?
Durante el transcurso de Su ministerio, Cristo les había mostrado claramente las falacias de las enseñanzas de los líderes. Él fue bien franco en Su misión para socavar sus falsas enseñanzas, y todo lo que Él hizo estaba diseñado para derrocar la lealtad del pueblo a sus enseñanzas y traerlos de vuelta a la Biblia.
¿No es esto lo que Cristo quiere hacer hoy? Hay tantas personas que están detenidas en las interpretaciones y enseñanzas tradicionales, que no consiguen ver ni entender la Biblia. Ellos creen que los teólogos y los ministros profesionales poseen las respuestas correctas y ellos solo aceptan lo que estos dicen sin cuestionar nada. Pero sus líderes religiosos a menudo los guían mal, al pensar que la Biblia no tiene autoridad, y que es solo un libro de historias de buena moral. O sugieren que pueden tomar y escoger lo que quieran creer y que no toda la Escritura es confiable.
Así, Cristo permite que nos sobrevengan desilusiones, como lo hizo con Sus discípulos, de tal manera que seamos sacudidos con la realidad y aprendamos a pensar claramente acerca de Sus planes. Yo sospecho que va a haber otra gran desilusión entre el pueblo de Dios en los últimos días. Tal vez el pueblo, que tiene su confianza puesta en los sistemas y en las estructuras, un día van a colapsar, y entonces quedarán conmocionados y desilusionados. Muchas personas piensan que los eventos van a seguir cierto camino, y que las organizaciones y entidades serán impedidas de ser manipuladas por Satanás. Pero eso no es así. Es claramente obvio, para aquellos que quieren ver, que las cosas no son como ellos quieren que sean. Dios no se complace cuando los hombres usan su influencia para apoyar y defender el statu quo, y dejan las reformas espirituales necesarias para otra generación.
A menudo hoy, cuando hablamos acerca de reforma, pensamos en un cambio generalizado. Pero muy a menudo las reformas tienden a estar en la dirección opuesta de los planes de Dios. Dejamos la regeneración espiritual para que otros la hagan en otro tiempo. Estamos contentos y felices con nuestras falsas ideas y vivimos para complacernos a nosotros mismos.
Pero Cristo encontró un camino para inspirar valor y fe en las profecías mientras andaba con los dos discípulos hacia Emaús. Él trató de mostrarles que lo que ellos pensaban era una derrota, era en realidad una poderosa victoria. A menudo es así en la vida, mis amigos. Experimentamos algo que creemos es una derrota, pero es la manera en que Dios nos conduce a la victoria. A menudo Él usa las circuns-tancias negativas para movernos hacia adelante en nuestro progreso espiritual. Él hasta usa nuestras fallas y tropezones para conducirnos a la victoria.
Cristo habló de Sí mismo en tercera persona. “Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Esto es Lucas 24:25-26.
¿Quién es éste?, pensaron ellos. “¿Cómo puede Él entender nuestra pena? ¿Cómo puede hablarnos tan claramente y con tanta esperanza?” Ahora comenzaban a sentir esperanza como si hubiese un propósito escondido en todos los eventos que sucedieron el viernes. Miraron hacia el extraño y se preguntaron cómo podía hablar las mismas palabras que Jesús habría hablado. Pero no Lo reconocieron, porque pensaban que estaba muerto.
Y cuántos de nosotros hoy no reconocemos la providencia de nuestro amante Salvador, porque estamos desilusionados y no tenemos fe en Su amor ni en Sus promesas. Le atribuimos muy poco poder. Lo tratamos como si estuviera muerto, o como si no estuviese interesado en nosotros. No vivimos en Su amor, y por lo tanto no poseemos Su poder en nuestras vidas.
Los discípulos estaban asombrados y sus corazones fueron animados con Sus palabras. “Comenzando por Moisés y todos los profetas, les expuso en todas las Escrituras las cosas concernientes a Él mismo”.
¡Imaginen lo que fue tener un estudio bíblico con el propio Cristo! ¡Qué emocionante debe haber sido eso! Ustedes pueden tener el mismo tipo de experiencia, saben, si le entregan su vida a Cristo ahora. Si comienzan a estudiar la Biblia sinceramente, Cristo va a venir a su habitación tan ciertamente como fue hacia esos dos discípulos camino hacia Emaús y les expuso “en todas las Escrituras las cosas concernientes a Él mismo”. ¿No es Cristo el tema de toda la Biblia? Si ustedes estudian su Biblia, entonces están estudiando acerca de Cristo. A medida que estudian y leen su Biblia, traten de encontrar las maneras en las cuales cada versículo se relaciona con Cristo, Su voluntad, Su ley, Su vida o Su salvación. Entonces encuentren maneras para aplicar esos principios a sus vidas. Cada versículo de las Escrituras, de alguna manera, nos revela algo acerca de Cristo. Hay poder en la palabra de Dios. Ella los va a cambiar y a moldear.
Cristo prometió enviar al Espíritu Santo para que nos enseñe. Cuando ustedes posean el Espíritu Santo, van a tener un estudio bíblico inigualable. Los va a inspirar, los va a mover y los va a motivar. Toda la vida de Cristo estuvo dedicada a hacer que las personas lean y entiendan las escrituras. Él tuvo que socavar las enseñanzas de los rabinos, de tal manera que el pueblo pudiese entender las escrituras. ¡Imaginen eso! Aun cuando fue duro, Él lo hizo fielmente.
¿Qué escrituras creen ustedes que Cristo usó para explicarles el verdadero plan de salvación a estas dos almas desanimadas?
¿Quizás aquella que está en Génesis 3:15? “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Cristo fue herido debido a nuestras transgresiones, pero fue victorioso sobre Satanás, cuyo fin ahora está asegurado debido a ello.
Tal vez Él les mostró Éxodo 12:5, cómo el cordero sin mancha representaba el perfecto sacrificio que Cristo haría por nuestros pecados. “El cordero será sin defecto, macho de un año…”. Esta era una representación del perfecto carácter de Cristo.
Y tal vez les mostró Números 21:9. “Y Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un poste, y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce y vivía”. La serpiente representa al pecado. Todos hemos sido mordidos por el pecado y vamos a morir eternamente a menos que obtengamos salvación. Pero Cristo se hizo pecado por nosotros y fue crucificado en un poste, una cruz, de tal manera que nosotros también pudiésemos mirarlo y vivir. Sin lugar a dudas que esto tuvo mucho sentido para los dos hombres.
¿Y qué tal las palabras que describían el sufrimiento de Jesús relatadas en el Salmo 22:1? “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”
O como los líderes Judíos al burlarse cumplieron las palabras del versículo ocho que dice: “Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.”. (Ver también Mateo 27:43).
O el versículo 16. “Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies”. Ciertamente, la cuadrilla de malignos sacerdotes y gobernantes lo habían rodeado. Y se unieron a la impía nación y les pidieron que se unieran para llevar a cabo Su muerte. Así también será en el fin del tiempo con los seguidores de Cristo. Los impíos, incluyendo a muchos que afirman ser cristianos, rodearán al pueblo de Dios y buscarán su destrucción, porque ellos guardan la santa ley de Dios.
Y entonces viene el versículo 18 del Salmo 22, el cual profetizó: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”.
¿Pueden ustedes imaginarse el asombro de los discípulos al discernir el significado de estas palabras proféticas de las Santas Escrituras, aplicadas directamente a la cruz de Cristo? Fue como si potentes rayos de luz entrasen en sus mentes y vieron a Jesús, su Maestro, como nunca antes. A menudo es después del hecho, cuando entendemos el significado de las cosas que nos han sucedido, ¿no es verdad?
He aquí otro versículo que Él pudo haber usado. Isaías 7:14 dice: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: La virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará Emanuel (Dios con nosotros)”. Dios vino en carne humana para unirse a la raza humana caída para siempre, para que pudiera experimentar nuestros sufrimientos, resistir nuestras tentaciones y finalmente ser victorioso sobre el maligno. Hay poder en estas palabras, y Cristo se las dio a estos dos queridos hermanos.
También está Isaías 50:6. “Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos.” Esto fue cumplido al pie de la letra.
Consideren Zacarías 9:9, que dice: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” Nuevamente esto se cumplió al pie de la letra.
Y todo el capítulo 53 de Isaías. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto… Sin embargo, él llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores. Y nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido… Pero el Eterno cargó sobre él el pecado de todos nosotros… Como cordero fue llevado al matadero. Como oveja ante sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca”.
Sin duda que Cleofas y su amigo estaban asombrados con la clara presentación de cuán exactamente al pie de la letra se habían cumplido las profecías acerca de Cristo. Sus corazones fueron tocados por el amor de Dios y por los detalles que mostraban las Escrituras en relación a los propósitos de la muerte de Jesús en la cruel cruz.
Y todavía tenemos Isaías 9:6. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Cristo les mostró que este iba a ser el resultado de Su sacrificio. Todo el universo estaría en paz, bajo el Príncipe de la Paz.
No debe haber habido un estudio bíblico mejor que ese. Estas palabras tocaron lo más profundo de estos hombres, y entendieron que Cristo era en verdad el Mesías, y que había cumplido con cada detalle. Pero más importante, ahora entendían por qué había tenido que sufrir. Cristo era de hecho, el que iba a redimir a Israel, no de sus gobernantes temporales, sino de su gobernante espiritual, Satanás. Era un reino espiritual el que Cristo iba a establecer. Ahora lo entendían. Ahora las Escrituras eran algo vivo para ellos. Ya no estaban más en tinieblas. Todas las escrituras del Antiguo Testamento apuntaban hacia el Mesías. Vieron que Jesús era el centro. Jesús era su Señor y Salvador.
Si Cristo se les hubiese revelado al comienzo, habrían estado tan contentos que no habrían apreciado tan completamente las verdades que Él les compartió. Habrían quedado satisfechos y probablemente no habrían recordado las importantes lecciones que Él ahora les había abierto a su entendimiento. No habrían tenido hambre para saber más de Su palabra. Cristo los guió a las Escrituras. A través de Sus palabras, ellos quisieron saber más de la palabra de Dios. Era importante que ellos vieran como las profecías Mesiánicas, los eventos históricos, y los ritos sagrados se aplicaban a Cristo y a ellos mismos. Él quería que ellos entendieran las profecías de tal manera que pudieran entender Su misión. Cristo sabía que si su fe no estaba afirmada en las Escrituras, ellos no permanecerían firmes cuando les sobreviniesen las tormentas de las dudas.
Lo mismo sucederá en los últimos días. El pueblo de Dios necesita ver cómo las profecías se aplican a nuestros propios tiempos y ver cómo ellas nos conducen a Cristo. Algunas personas me han dicho a veces que las profecías son muy depresivas. Pero el hecho es que, estas cosas que parecen ser depresivas, son exactamente las cosas que nos revelan que estamos cerca de la venida de nuestro Señor y Salvador en las nubes de gloria. Después de todo, las palabras de Jesús en Mateo 24 podrían haberles parecido depresivas a los discípulos. Ustedes saben, todas esas guerras y rumores de guerras, pestilencias, hambrunas, terremotos y otras señales de los tiempos. Y entonces Él añadió que estas cosas son solo el co-mienzo de dolores. Esto es depresivo. Pero Él tenía más cosas para decir. Él también habló del gran tiempo de angustia. “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.” Esto también es depresivo (versículo 21). Él habló de falsos Cristos, y de falsos profetas, y de gran iniquidad y abominaciones. Oh, esto es depresivo.
¿Pero qué es lo que estaba diciendo realmente? Cristo estaba diciendo que estas cosas tienen que suceder y Él nos lo está advirtiendo para que estemos preparados mental y físicamente para enfrentarlas. Él quiere que nosotros sobrevivamos el gran tiempo de angustia cual nunca hubo. Él no está tratando de deprimirnos, sino que está tratando de darnos la alegría de que nuestra redención se acerca. Él quiere que tengamos felicidad en medio de todas estas noticias depresivas.
A través de toda la historia, los seguidores de Cristo han tenido que sufrir abuso, pérdidas y privaciones. Han sido llamados al auto-sacrificio y a la abnegación. Este es el camino hacia la felicidad. No es depresivo. Es el camino de la vida, de la vida eterna. Así que cuando les sobrevienen desilusiones, cuando no se cumplen vuestras expectativas, y cuando piensan que han sido abandonados y que están solos, ese es el tiempo para regocijarse. Ese es el tiempo para comenzar a cantar. Ese es el tiempo para pensar en nuestro hogar celestial donde Cristo está preparándonos un lugar donde podamos vivir con Él eternamente.
No se rindan a la depresión cuando piensan en las dificultades del tiempo del fin. Piensen en lo que eso significa. A menudo somos como los discípulos. Solo vemos lo terrenal. Solo vemos las penas y los infortunios. Solo vemos el dolor y la enfermedad y las escenas depresivas a nuestro alrededor. Pero Dios quiere que entendamos que todo esto es el resultado del pecado, porque el amor de muchos se enfría, y que el pecado abunda, podemos entender entonces que Su retorno está más cerca que cuando creímos por primera vez. Ya casi estamos en casa. No pierdan la esperanza. No pierdan la fe. No pierdan el coraje. Este es Su mensaje para nosotros.
Nuestra fe puede estar firmemente fundada en las Santas Escrituras. Podemos ser animados por ellas, fortalecidos por ellas y nos pueden dar poder. Es nuestra primera y más importante tarea encontrar en la palabra de Dios las explicaciones y las perspectivas necesarias para navegar en las desanimadoras circunstancias que hay a nuestro alrededor. Muchas personas están lidiando con estas terribles cosas hoy, sin la Biblia que les muestra el camino. Ellos no tienen esperanza.
Los discípulos observaron las desanimadoras circunstancias de la muerte de Cristo como si fuesen el fin de sus esperanzas. Pero ahora Jesús les mostró desde las profecías de las Escrituras que todo esto había sido predicho acerca del Mesías. Ellos veían ahora de una manera nueva y poderosa. Él les mostró cómo estas profecías del sufriente Mesías eran realmente la mayor evidencia para su fe en Él. Él les mostró que no tenían que perder la fe ni el valor, sino que ahora tenían algo mucho mejor que la mera presencia de Cristo. Ahora tenían la victoria eterna sobre el maligno.
Desde las Escrituras Cristo les mostró a estos discípulos cuál era Su misión como ser humano. Les mostró que sus ambiciones humanas de tener un Mesías que tomara el trono y el poder real estaban erradas. Y hoy Jesús quiere que entendamos que a menudo nuestros propios deseos no son para nuestro bien, y que a menudo Él tiene que desilusionarnos para que podamos entender al verdadero Jesús. A menudo pintamos a un falso Cristo en nuestras mentes. A veces pensamos falsamente que si somos cristianos, vamos a tener prosperidad en las cosas temporales y terrenales. Pero este es el mismo tipo de pensamiento que tuvieron los discípulos. Ellos querían un Mesías que satisfaga sus deseos carnales. Cristo sabe que a través de la desilusión de nuestras ambiciones y deseos humanos, a menudo vamos a ser más abiertos para escuchar Su voz.
Al explicarle a los discípulos todas las cosas concernientes a Él mismo desde las Escrituras, Cristo usó las profecías del Antiguo Testamento para ayudarlos a entender quién era Él realmente. De la misma manera hoy, las profecías de la Biblia nos muestran la verdadera naturaleza de la obra del Espíritu Santo y los puntos de la gran controversia entre Cristo y Satanás, lo cual nos va a ayudar a resistir la crisis que le sobrevendrá al mundo y especialmente al pueblo de Dios.
“Muchos de los que profesan ser cristianos ahora, descartan el Antiguo Testamento y aseveran que ya no tiene utilidad. Pero esta no fue la enseñanza de Cristo. Tan altamente lo valoraba que en una oportunidad dijo: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos’. Lucas 16:31”. Esto está en el Deseado de Todas las Gentes p.740.
Ninguna de las palabras de Dios puede ser descuidada, mis amigos. Todas ellas están incluidas en Su expresa voluntad para nuestras vidas. Algunas personas dicen que el Antiguo Testamento ya no tiene ningún significado. Otros dicen que no se puede aplicar todo el Antiguo Testamento a nuestro tiempo y que la cultura local del tiempo en que fue escrito por los apóstoles, es diferente a nuestro tiempo. Y aun otros creen que la Biblia en sí misma no es palabra autorizada hoy. Pero esa no es la manera en que Cristo enseña. Cristo continuamente guió a los discípulos de vuelta a las Escrituras y los alejó de las tradiciones de los hombres. Es en la Biblia que Cristo es revelado desde el comienzo del Génesis hasta el final del Apocalipsis.
Cristo les explicó a los dos discípulos en el camino a Emaús que su idea del Mesías, el que ellos pensaban que iba a tomar el trono de Israel y que iba a restaurar la Gloria temporal de Israel, los había conducido a rechazar el sufrimiento y la muerte de Cristo. Ellos no habían entendido que Cristo había dejado la más alta posición del universo y que había tomado la más baja que podía ser ocupada. Esto es totalmente contrario a la naturaleza humana. Pero el auto-sacrificio es la clave para el cielo. Dios tuvo que revelarle a la raza humana que Dios no es egoísta, que no está centrado en Sí mismo.
Lo que Cristo experimentó en Su humillación y vergüenza era exactamente lo que las Escrituras habían predicho. ¡Imaginen escuchar a Cristo contando su historia y las razones para beber su copa de sufrimiento! ¡Qué lección debe haber sido esa! Ahora podían entender más claramente el propósito de la misión divina del Mesías planificada antes que el mundo fuese creado. Y aun cuando Cristo murió como cada pecador debe morir si continúa en pecado, no fue una derrota. Fue una gran y eterna victoria.
Ahora ambos discípulos caminaban en forma elástica. Sus lágrimas habían cesado. Ahora sus corazones comenzaron a arder con amor maravillándose del gran sacrificio de Cristo por el mundo caído. Había muchas cosas en juego en la muerte y resurrección de Cristo. Y no es solo la salvación de la raza humana; abarca la seguridad eterna del universo. Si Cristo hubiese cedido tan solo a una tentación de Satanás, el universo no habría estado a salvo. Siempre habría persistido una desconfianza en Dios.
Hay algo más que Cristo les dijo a los discípulos en el camino a Emaús. En el transcurso de Su conversación, Cristo les habló del futuro. Necesariamente debe haberles hablado acerca de la pronta destrucción de Jerusalén. Esta debe haber sido otra sorpresa para su orgullo y ambición, porque Jerusalén era su gran símbolo religioso. Ellos tenían otra idea preconcebida acerca de la estructura de su iglesia. Ellos pensaban que nada le podía suceder a Jerusalén. Jamás podría ser destruida. Sus murallas y sus protecciones eran inexpugnables, así pensaban ellos. Pero algunas semanas antes, Jesús ya les había profetizado que Jerusalén sería destruida. Ahora Él podía explicarles la razón de esto. Jerusalén representaba una iglesia que había rechazado al Señor de la gloria. Su sistema ya no era un ejemplo vivo del camino de la salvación. Cristo, el gran anti-tipo, había tomado su lugar. La eterna ley de Dios aun estaba vigente. El Antiguo Testamento aun era una fuente inspirada de instrucción, sabiduría y autoridad. Solamente el sistema típico ya no era más necesario. Cristo se había encontrado con el tipo en Su vida y muerte. Ahora entendían más claramente la ceguera y la oposición de los líderes de la iglesia. Ellos podían ver que Jerusalén ya no representaba el lugar donde la presencia de Dios podría habitar. Él había abandonado el templo, y su destrucción era segura.
Cristo no quería que Su pueblo tuviese sorpresa alguna. De modo que les dijo todo lo que necesitaban saber. Les reveló que muy pronto iba a surgir una nueva iglesia, una que Él pudiese usar para proclamar la verdad presente para aquel tiempo.
Pero aun, estos dos hombres, Cleofas y su amigo, no sospechaban quién era su compañero de viaje. Cuán a menudo, mis amigos, estamos ciegos a las realidades celestiales a nuestro alrededor. Cuán ciegos estamos con respecto a las profecías de Dios. Surgen pequeñas molestias, y somos muy rápidos para fastidiarnos, para quejarnos, y cerramos nuestros ojos a Sus promesas, a Su providencia, y a Sus propó-sitos. En realidad nos estamos quejando contra Dios, porque nada nos puede suceder si Dios no lo permite. Nos quejamos y perdemos la bendición que Dios ha diseñado para nosotros. Estamos tan preocupados con nuestras propias penas, anhelos y dolores, que nos olvidamos que estamos bajo el cuidado especial de Aquel que nos ama más de lo que podemos entender.
Si tan solo pensáramos más en Cristo, si tan solo nos acordáramos de Su providencia, las pequeñas desilusiones y desánimos de la vida serían como agua rodando en las espaldas de un pato. A menudo nos olvidamos que Cristo está justo a nuestro lado. Estamos ciegos debido a nuestro propio orgullo y por nuestro auto-respeto, por nuestras propias desilusiones y penas.
¿Cuántas veces Cristo les ha llegado en tercera persona, esto es, en la persona de algún dolor, alguna molestia insignificante y alguna desilusión trivial? ¿No sería maravilloso si pudiésemos ver estas cosas como la manera que Dios tiene para hacer madurar nuestra fe en Su amor y en Su poder?
Los dos discípulos asumieron que el extraño había estado en la gran fiesta y que ahora estaba volviendo a casa. Él era tan cuidadoso como ellos para evitar las ásperas piedras del escabroso camino montañoso. Hasta se detenía con ellos para un pequeño descanso de vez en cuando. Cristo no necesitaba preocuparse con las piedras. No necesitaba detenerse para descansar, pero Jesús mostró Su simpatía y su unidad para con la humanidad, viviendo entre nosotros y soportando nuestra humanidad. Él ha tomado esa humanidad sobre Sí mismo por toda la eternidad. Él es uno para siempre con la familia humana. Él entiende nuestras penas. Él entiende nuestras desilusiones. Después de todo, ¿cuántas penas y desilusiones sufrió Él?
Imaginen a estos dos hombres conversando con Aquel que muy pronto iba a ocupar Su puesto a la diestra del trono de Dios en los cielos. Ellos no entendían que estaban conversando como amigos con Aquel ante quien los santos ángeles se inclinan con gran humildad y adoración. No sabían que caminando humildemente a su lado estaba Aquel que podía decir: “Todo el poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra”. Mateo 28:18. No sabían que el Rey de Reyes y Señor de Señores estaba respetuosamente explicándoles la Biblia, la más sublime verdad, en el lenguaje más entendible. A todo el cielo se le daría muy pronto la orden de inclinarse en adoración ante el Victorioso en la batalla contra Satanás. Pero, aquí estaba Él cariñosamente, pacientemente, explicando las profecías de las Escrituras a estos dos apenados discípulos. Su prioridad no era el honor ni la gloria, sino la felicidad y la alegría de Sus seguidores en la tierra.
Y amigos, lo mismo sucede hoy. Cuando ustedes abren la palabra de Dios para estudiar sus sagradas páginas, es el mismo Cristo, que se sienta a la diestra del Poder, a través de la agencia del Espíritu Santo, que de nuevo está pacientemente, cariñosamente, explicando las escrituras a vuestro corazón y mente, enseñándoles las cosas de Dios, de Cristo y Su propósito para con ustedes en estos últimos días. Él revela hoy las profecías del futuro, así como lo hizo con los dos hombres en el camino a Emaús.
Cuando los tres llegaron a Emaús, el sol se había puesto. Todo estaba en calma en el pequeño pueblo cuando llegaron al hogar de Cleofas. Los campos estaban ahora silenciosos. Los negocios estaban cerrados, y las calles estaban vacías.
Lucas 24:28 dice que el extraño “hizo como que iba más lejos”. Los discípulos estaban tan cautivados con lo que Él les había contado, que no querían que los dejase, y entonces, dijeron: “Quédate con nosotros”. Versículo 29.
Pero el extraño parecía no querer aceptar su invitación. Esto los alarmó, porque no querían perder Su presencia. Estaban tan hambrientos para saber más de las escrituras, que lo presionaron diciéndole: “Se hace tarde y el día ya ha declinado”. Cristo entonces cedió a su súplica y “entró para quedarse con ellos”. Piensen en esto, el Victorioso Rey del universo estaba dispuesto a entrar en este humilde hogar y aceptar su hospitalidad. ¿Creen ustedes que Cristo haría lo mismo hoy? ¡Yo sé que lo haría!
¿Y qué hubiese sucedido si los discípulos no lo hubiesen presionado a quedarse con ellos? ¿Se imaginan lo que habrían perdido? Habrían perdido la más maravillosa revelación del victorioso Cristo resucitado y sus almas habrían sido dejadas sin la completa bendición que Cristo quería otorgarles. Él deseaba revelarse a Sí mismo a ellos, pero esperó hasta que fuera convidado. Cristo jamás va a obligar a nadie. Cristo está interesado en aquellos que Lo necesitan. Él desea revelarse a los que reconocen su hambre espiritual y desean más bendiciones. A Él le gusta alegrar los corazones humildes y apenados. Si somos demasiado indiferentes como para pensar en Cristo; si no reconocemos que tenemos visitas celestiales que quieren bendecirnos y rodearnos con alegría y amor, eso no va a suceder. Él pasará de largo y nosotros vamos a perder una maravillosa oportunidad. No vamos a reconocerlo como tampoco lo reconocieron los dos discípulos en el camino a Emaús. Oh amigos, ¡insistan en invitarlo a que esté con ustedes hoy! No se pierdan la bendición.
¿Cuántas veces han descuidado invitar a Cristo? Él va a entrar alegremente a sus hogares y los va a bendecir con Su presencia. Ningún hogar es demasiado humilde. Ningún alma es demasiado pecadora. Observen lo que hizo con los Samaritanos. Observen lo que hizo con María y Marta y Lázaro. Observen lo que hizo con Zaqueo. Ustedes y yo podemos tener la misma presencia de Jesús en nuestros hogares, como si Él estuviera literalmente presente en la tierra. El Espíritu Santo lo va a traer justo allí donde ustedes están. Oh amigos, suplíquenle a su Salvador que habite con ustedes. Esta es la más importante solicitud que le pueden hacer. Porque cuando Él habite con ustedes, lo tendrán todo. La salvación habrá llegado a sus hogares.
Al entrar a su hogar, la presencia del Dios todopoderoso entró con ellos. Mientras preparaban el simple pan para su cena, no se imaginaban la tremenda sorpresa que les esperaba. Al colocar la comida ante su convidado, quien se sentó a la cabecera de la mesa, tal como Lo va a hacer en la tierra nueva, Él estiró Sus manos para bendecirla, tal como lo va a hacer en aquel gran banquete, la Cena de Bodas del Cordero, cuando el pecado y los pecadores ya no existan más. Así como va a suceder entonces, fue para los discípulos en aquel humilde hogar. Allí, cuando Sus manos se estiraron hacia Dios para pedir Su bendición, tal como lo había hecho cientos de veces ante Sus discípulos, ellos vieron las inconfundibles marcas de los crueles clavos que Lo habían colgado de la cruz. Repentinamente, ambos hombres entendieron quién era el que estaba con ellos. Se asombraron muchísimo. ¡Es Cristo! ¡Es el Señor Jesús! ¡Ha resucitado de entre los muertos!
Están estupefactos cuando comienzan a entender todo lo que ha sucedido. Ellos entienden que Él ha estado con ellos virtualmente durante todo el trayecto desde Jerusalén hasta Emaús. Entienden que ha sido Él quien les ha explicado las profecías de las Escrituras, para que las entendieran como nunca antes. Ahora que sus ojos espirituales estaban abiertos, estaban preparados para que sus ojos físicos también fuesen abiertos. Y vieron a Su Señor Jesús, a su Salvador. Instantáneamente se paran de sus asientos para inclinarse en reverencia delante de Él, para adorarlo. Al hacerlo, Él desapareció de su vista. Versículo 31.
Habían caminado con Aquel que había sido recientemente colocado en una tumba. Habían estado conversando con el Cristo resucitado, y les llevó algunos instantes procesar todo aquello. Entonces exclamaron: “¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros, mientras Él conversaba con nosotros por el camino, y nos abría las Escrituras?”
A Cristo le gusta hacer eso por usted y por mí. A Él le gusta que nuestros corazones ardan con amor y adoración por Aquel que es nuestro Señor. Todos los días tenemos ese privilegio. Cuando comenzamos el día con Cristo, Él va a hacer lo mismo por nosotros. No podemos descuidar esta preciosa oportunidad. Él va a entrar en vuestro hogar y va a levantar sus manos atravesadas por los clavos en bendición para ustedes y para su familia. ¿No es este un maravilloso pensamiento? El Mesías, el Victorioso, el Rey de Reyes y Señor de Señores, va a entrar en vuestro hogar y va a hacer que vuestro corazón arda con Su amor y Su poder, a través del estudio de la Palabra de Dios. Él también se les va a revelar a Sí mismo a través de las Escrituras, como nunca antes lo han experimentado.
Ambos discípulos estaban tan rebosantes de alegría debido a las buenas nuevas, que tenían que compartirlas con los discípulos en Jerusalén. Pero eso significaba que tenían que volver a andar los trece kilómetros de vuelta a Jerusalén en la oscuridad de la noche. Ellos perdieron el hambre y dejaron su comida en la mesa. ¡Están energizados y llenos de alegría con las maravillosas noticias de que Cristo había resucitado! Inmediatamente deciden ir a contarles a los discípulos en Jerusalén.
Recuerden que el camino de vuelta a Jerusalén era un camino montañoso y en algunos lugares era peligroso, especialmente de noche. Pero de todas maneras ellos partieron inmediatamente. Su mensaje es demasiado importante como para esperar hasta el lunes por la mañana. Ellos escalan los lugares empinados. Hacia arriba y hacia abajo van por el sinuoso camino. Se resbalan en las rocas, pero se ayudan entre ambos y siguen caminando. Pierden el camino, pero lo encuentran nuevamente. A veces corren, a veces caminan, haciendo pequeñas pausas para recuperar el aliento, los discípulos andan tan rápidamente como pueden de vuelta a la ciudad.
Con ellos en la oscuridad iba el propio Jesús. Ellos no podían verlo, pero Él estaba allí, protegiéndolos durante todo el camino.
Amigos, ¡esas son maravillosas buenas nuevas! Es importante para nosotros que entendamos que Jesús viaja junto con nosotros en el camino, aun cuando no podemos verlo. Él está a nuestro lado, no importa cuán áspero, cuán oscuro o cuán difícil pueda ser el camino. Él conoce el camino y Él los va a ayudar a permanecer en el.
Los discípulos se apresuran tanto cuanto pueden. La noche puede ser tan oscura como cualquier noche puede serla, pero la luz de Cristo los está iluminando. Ellos poseen Su alegría. Ellos poseen una nueva perspectiva, una nueva actitud. Viven en un mundo nuevo. Para sus mentes, todo es brillante y esperanzador, aun cuando la noche es oscura. Ya no murmuran más. Sus lágrimas han cesado de rodar. Y ahora repiten las palabras: “Él ha resucitado, Él está vivo”.
Nuevamente, esto es lo que Cristo quiere hacer por ustedes y por mí. Él quiere tomar nuestra oscuridad y hacerla brillar con la luz de Su presencia. Cuando ustedes tienen problemas en su vida, o una oscura experiencia, esa es la manera en que Dios les ofrece la misma experiencia que les dio a estos dos hombres devotos.
Cuando ellos finalmente llegaron a Jerusalén, entraron por la puerta oriental, la cual quedaba abierta durante la noche cuando había fiestas solemnes. Puedo imaginar que tenían algunas heridas y rasguños debido a su apresurado viaje por ese peligroso camino. Pero todo está en calma. Las casas están a oscuras. Muchos ya se han ido a dormir. La luna brilla sobre las calles desiertas.
Cleofas y su amigo recorren el camino hacia donde sabían que estaban los discípulos, el mismo lugar donde Jesús realizó la santa cena con ellos antes de Su traición, persecución y muerte. La puerta está cerrada. Golpean, pero no reciben ninguna respuesta. Dan sus nombres y la puerta se abre cautelosamente. Después de todo, los ocupantes no pueden permitirse otra traición. Al entrar, alguien invisible entra con ellos. Cierran la puerta para impedir la entrada de cualquier espía o enemigo.
Los discípulos están hablando con entusiasmo acerca de las nuevas de la resurrección de Cristo. “Él está vivo”, les dicen Cleofas y su amigo, “¡Alabado sea Dios! El Señor se le ha aparecido a Simón”. Entonces ambos hombres, aun respirando agitadamente debido a su duro viaje hasta Jerusalén, cuentan su historia, de las dos horas de camino con Cristo, explicándoles las profecías, cómo ellos lo presionaron para que se quedara con ellos, y cómo Lo reconocieron cuando levantó Sus manos para bendecir el pan. Les contaron todo, de su desánimo, y cómo Cristo les trajo esperanza, su falta de fe y cómo esta fue remplazada con la alegría que ahora ardía en sus corazones.
Algunos de entre ellos aun no lo creen. Aun están apenados debido a la tremenda desilusión que han sufrido.
Repentinamente, Él está de pie en medio de ellos. Sobresaltados y aterrorizados los discípulos miran hacia la puerta y ven que está cerrada. ¿Cómo pudo Él entrar? Nadie había tocado a la puerta. No hubo ruido de pasos. ¿Es este un fantasma, se preguntaron? La Biblia dice en Lucas 24:37 que estaban espantados y atemorizados.
Entonces Jesús les habló con la voz melodiosa que ellos conocían tan bien, llena de alegría y de seguridad: “La paz sea con vosotros”, dijo Él. Versículo 36. Cristo había dicho a menudo palabras como estas antes, así que les eran familiares.
Pero ellos aun están con dudas y Él puede leer sus corazones. En los versículos 38-39: “Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.”
Aquí Jesús enfatiza un punto que es muy importante. Al señalarles Su carne y sus huesos, Él está enfatizando Su humanidad. Él también les muestra Sus manos y sus pies, porque las cicatrices les recordarían a ellos y a nosotros sobre Su humanidad a lo largo de toda la eternidad. Él quería que los discípulos entendieran que Él es uno con la raza humana. Él es uno de nosotros. Él puede tener capacidades que nosotros no poseemos, porque Él es Dios. Pero Él es humano. Humano para siempre. Para siempre Dios con nosotros, tal como lo revela Su nombre Emanuel.
Los discípulos miraron las manos de Jesús y vieron las huellas de los clavos, las cuales nos van a recordar para siempre de Su gran sacrificio. Miraron Sus pies, y nuevamente les recordaron Su gran amor. Ningún espíritu posee cuerpo y huesos que hubiesen podido ser calvados en la cruz.
Los discípulos reconocieron Su voz. Es como ninguna otra voz, es suave, cálida, cariñosa y amable, y ellos son tranquilizados con Sus palabras.
Finalmente, aun cuando la verdad de la presencia de Cristo comienza a ser aceptada en sus atribuladas mentes, y la alegría comienza a inundar sus corazones, el asombro era tan grande, que les costó un gran esfuerzo creerlo.
Para que se estableciese aun más la verdad, Jesús les pregunta: “¿Tenéis aquí algo de comer?” Un espíritu no necesita comer. Jesús sin embargo, había comido con ellos muchas veces, y esto los ayudaría a entender que esta no era una visión, no era una alucinación. Es algo real. Es el propio Cristo que está sentado con ellos. Ellos le “dieron parte de un pez asado y un panal de miel”, y Él comió delante de ellos.
Ahora la fe y la alegría llenaron sus corazones. Sí, es el verdadero Cristo. No es una aparición, y lo reconocen como su Salvador. Con sus palabras de paz, aun frescas en sus mentes, los discípulos Lo adoran.
“Jesús está siempre listo para impartir paz a las almas que están cargadas de dudas y temores. Espera que nosotros le abramos la puerta del corazón y le digamos: Mora con nosotros. Dice: ‘He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo’. Apocalipsis 3:20”. Esto está en el Deseado de Todas las Gentes p.744.
Después que comió, Jesús tuvo otro estudio bíblico con los discípulos. “Estas son las palabras que os hablé, cuando estaba aún con vosotros; que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Versículo 44.
Jesús les recordó Sus palabras. Él quería que aprendieran a descansar en Su palabra como verdadera y fiel. Pero también los condujo a las Escrituras. Versículo 45: “Entonces les abrió el entendimiento, para que entendiesen las Escrituras”. Él les explicó las profecías. Les explicó cómo Él las había cumplido. ¿Pueden ustedes imaginarse cómo los discípulos escuchaban ahora atentamente lo que Jesús les estaba diciendo? Todas las cosas que ellos habían descartado de sus mentes, porque no quisieron escucharlas, ahora tenían mucho sentido. Ahora podían realmente entender la misión de Cristo hacia el mundo.
A menudo realmente no entendemos la verdad de las Escrituras, a menos que pasemos por alguna experiencia que nos la aclare. Cuando pasamos por algunas tinieblas en la vida, Dios usa eso para ayudarnos a entender cómo Él actúa en las sombras. Luego cuando ya la pasamos, tenemos un mejor entendimiento del significado de las palabras encontradas en las Escrituras.
Cristo concluyó su lección llamando nuevamente su atención hacia las Escrituras. Los versículos 46-49 dicen: “y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”
Ahora Jesús les da a Sus discípulos alguna instrucción concerniente a su deber. Ellos irían a predicar a Cristo entre los incrédulos Judíos. Ellos tenían que seguir en las pisadas que Cristo ya había andado antes que ellos. Les quedó claro que tenían una obra que hacer para ganar el mundo para Cristo y para explicar los misterios de la salvación. Muy pronto tendrían que salir y tendrían que ayudar a otros a entender las escrituras, de la misma manera como Jesús lo había hecho con ellos. Tendrían que explicar las profecías de tal manera que las almas perdidas pudiesen encontrar su camino hacia la salvación. Tendrían que profetizar respecto del futuro.
Ahora entendían las Escrituras de una manera nueva y más viva. Ahora entendían que tenían que ir a otros y contarles las verdades que Cristo les había confiado. Juan 20:22. “Y cuando les dijo esto, sopló sobre ellos, y les dijo: Reciban el Espíritu Santo”.
Cristo les dio a Sus discípulos un desembolso inicial del Espíritu Santo, el cual iba a venir sobre ellos en Su glorificación. Él les dio una pequeña dosis para comprometerlos a la gran comisión del evangelio. Fue como si Él les estuviese asignando su obra.
Y hoy, Él hace lo mismo por nosotros. Él nos da una medida de Su Santo Espíritu, de tal manera que tengamos poder para comenzar la obra que tenemos que hacer. Y a medida que la hagamos, Él nos va a dar más de Su Espíritu. La recepción de este don, nos prepara para aceptar el poder del Espíritu Santo en la lluvia tardía. El Espíritu Santo es la vida del alma. También es la manera que Dios tiene para traer la vida de Cristo a nuestros corazones, de tal manera que vivamos Su vida. Entonces somos capaces de ser Sus testigos y podemos ministrar a las almas perdidas, para conducirlas al conocimiento de Su gracia salvadora. En estos últimos días, el Espíritu Santo es dado para fortalecerlos a ustedes para la obra de salir a buscar a las almas perdidas que están en tinieblas, para traerlas hacia la luz. Las profecías tienen que ser proclamadas en relación a los últimos días y en relación a la preparación que es necesaria para estar listo para recibirlas.
Así, amigos, si ustedes sienten que están en el camino a Emaús en vuestra experiencia, este es el momento de volver a la Biblia y aprender las lecciones que Él les enseñó a Cleofas y a su amigo. Hagan de Cristo su compañero constante. Él tiene un propósito para ustedes. Permitámosle que nos guie en las dificultades de la vida.
Nuestro Padre, cuán agradecidos estamos por la historia de los dos discípulos en el camino a Emaús. ¡Qué preciosas lecciones se enseñan allí! Oro para que hagamos de Cristo nuestro compañero constante. Necesitamos Sus instrucciones y enseñanzas. Necesitamos Su amor para que le de poder a nuestras almas. Hoy, Señor, que no seamos desanimados por nuestras circunstancias. Sino que aprendamos a regocijarnos en todas nuestras desilusiones y desánimos. Y te agradeceremos y te alabaremos durante toda la eternidad. Muéstranos cariñosamente tu verdad, tal como lo hiciste con Cleofas y su compañero. Lo ruego en el nombre de Jesús, amén.
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