No Quedará Piedra Sobre Piedra
Por Pastor Hal Mayer
Not One Stone Left upon Another
Querido amigo:
Bienvenido al Ministerio Guarda la Fe. Una vez más, estoy agradecido que se haya unido a mí para escuchar este mensaje. Estamos viviendo en los últimos días, y Jesús nos dice que velemos y oremos. Observe las señales de los tiempos y desarrolle una vida de oración que llegará a lo más profundo de su alma y sacará todo lo que está allí y lo colocará a los pies de Jesús. Yo puedo ayudarlo con la parte de velar, pero no puedo ayudarlo con la parte de la oración. Usted tiene que tomar la iniciativa de programar su atareado día para que tenga tiempo para orar.
Hoy, me gustaría presentarle un mensaje que he querido presentar hace mucho tiempo. Como usted probablemente sabe, o puede decirlo, la historia es uno de mis temas favoritos. La razón es que en la historia encontramos tantas historias y hasta profecías sobre los últimos días. Hay una historia que cla-ramente representa los eventos finales en la tierra justo antes que Jesús venga nuevamente. Las escenas de caos y destrucción están claramente escritas en los anales de la historia, de tal manera que podemos entender las consecuencias del camino que escogemos para vivir nuestras vidas.
Pero antes de comenzar con esta importante lección, tengo que contarle una gran historia de Highwood.
”Cuando cantó ese canto, fue cuando yo recuperé mi fe”, dijo Ingrid.
Stine, una integrante del equipo de nuestro Centro de Salud Highwood, llamó por teléfono a Ingrid, una de nuestras pacientes que había participado de nuestro programa hace algunos años atrás. Ella era una trabajadora social que vive en Melbourne. Ingrid estaba tan feliz de saber de ella, que invitó a Stine y a nuestro gerente Judy, para que pasaran un viernes en la noche en su hogar.
Ingrid había sido católica cuando niña y sabía muy poco sobre la Biblia. Después de haber estado en Highwood ella pasó por una muy mala experiencia en su vida personal. Fue profundamente herida espiritual, mental y físicamente. Se enfermó y fue a parar a un hospital con remedios para el dolor, algunos de los cuales la deprimían tanto que se volvió suicida. El hospital no pudo ayudarla, y los remedios y el tratamiento solo empeoraron su salud. Ella decidió que “era suficiente” y que tenía que dejar el hospital. Pero no sabía qué hacer ni adónde ir. Un sacerdote vino a orar con ella antes que se fuese, y poco después vino a su mente la idea de ir a Highwood. Ella recordó su maravillosa experiencia en Highwood. Llamó a nuestro equipo desde el mismo hospital y preguntó si podía ir a tener otra sesión.
Durante la sesión, Stine fue seleccionada para que diera uno de los sermones de adoración de la tarde. Stine contó una historia que tocó el corazón de Ingrid, y entonces cantó un canto que ella habría escrito. ”Cuando cantó ese canto, fue cuando yo recuperé mi fe”, le dijo a Stine, cuando ella y Judy vinieron a visitarla.
Durante su corta visita, el equipo de Highwood oró sinceramente, y le pidió a Dios que la sanara. Ella anduvo muy bien y se sintió mejor después de estar allí. Y lo más importante, le entregó su vida a Jesús. Cuando Ingrid vino a Highwood, apenas podía caminar. Cuando se fue, estaba feliz y tenía una nueva determinación de vivir rectamente.
Stine la llamó por teléfono un par de semanas después, justo cuando estaba deseando una compañía es-piritual. El Centro de Salud Highwood había hecho un impacto tan tremendo en Ingrid que confiaba en nuestro equipo y estaba totalmente dispuesta a escuchar más sobre el amor de Dios.
Cuando Stine y Judy llegaron a su hogar, ella estaba llena de preguntas. Estudiaron la Biblia el viernes en la tarde y hablaron sobre el amor y el poder de Dios y oraron juntos. Ingrid aun se invitó a sí misma a ir con ellos a la iglesia a la mañana siguiente. La clase de la Escuela Sabática era justo lo que Ingrid necesitaba, y también el culto divino, el cual fue una bendición para ella. Las personas eran tan amigables con ella, que lo disfrutó inmensamente. No hay ninguna duda en mi mente que Dios está conduciendo a esta querida mujer a Sí mismo y a Su último mensaje.
Amigos, ¡de esto se trata el Centro de Salud de Highwood! Es un lugar donde las personas encuentran paz. Es un lugar donde encuentran a Dios. Es un lugar donde Jesús les sana la mente, el cuerpo y el espíritu.
Highwood continúa haciendo progresos. Nuestro equipo está lleno de ideas acerca de cómo alcanzar almas. Pero nuestras necesidades son grandes. Y necesitamos vuestras oraciones. También, apreciamos mucho vuestras donaciones para apoyar este apacible lugar en las montañas de Victoria, Australia. Por favor, continúen orando por Highwood para que su poderoso ministerio cerca de Melbourne pueda florecer.
Ahora, por favor inclinen sus cabezas conmigo en oración. Nuestro Padre celestial, en el nombre de Jesús te suplicamos que nos des tu Espíritu Santo, el cual santificará nuestro entendimiento, de tal manera que podamos ver y entender las lecciones que necesitamos aprender de nuestro estudio de hoy. A medida que abramos las Escrituras y a medida que estudiamos una importante era de la historia, oramos para que podamos aprender sus implicaciones proféticas y que podamos aplicarlas a nosotros mismos en los últimos fugaces momentos de la historia de la tierra. En el precioso y poderoso nombre de Jesús, amén.
Vayan conmigo en sus Biblias a uno de los pasajes más tristes de las Escrituras. Está en Mateo 23:37. A medida que leamos este pasaje, quiero que piensen en lo que Jesús puede estar diciéndonos a nosotros, a usted y a mí y a Su iglesia hoy, si Él estuviese aquí. Estas son las palabras que Él le dijo a Su iglesia en Sus días. En aquel entonces, los judíos eran la iglesia de Dios. La manera profética en que Dios actuó con ellos, describe cómo Dios va a actuar con Su iglesia en los últimos días.
He aquí el versículo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”.
Cristo, el Señor de Gloria, vestido con carne humana, estaba llorando cuando pronunció estas palabras. Estaba en su entrada triunfal justo antes que fuese crucificado. Se detuvo en el Monte de las Olivas y lloró. Lloró por Jerusalén. Lloró por sus hijos. Lloró por su apostasía e impiedad. Todo el cielo estaba maravillado y lleno de asombro con la escena.
¿Cree usted que las palabras de Cristo también se aplican a nosotros? ¿Se aplican Sus palabras a Su iglesia hoy? Claro que sí.
Jesús era capaz de ver mucho más de la bella ciudad de Jerusalén en sus días. Él podía ver mucho más que solo un par de años en el futuro. Él podía ver todas las edades.
Escuchen esto de El Conflicto de los Siglos p.21. “Cruzando los siglos con la mirada, vio al pueblo del pacto disperso en toda la tierra, ‘como náufragos en una playa desierta’. En la retribución temporal que estaba por caer sobre sus hijos, vio como el primer trago de la copa de la ira que en el juicio final aquel mismo pueblo deberá apurar hasta las heces”.
¿Escuchó eso? En la destrucción de Jerusalén vemos el primer bosquejo, el primer trago, si usted así lo prefiere, de la copa que tiene que ser bebida hasta la última gota en el juicio final, y que en el tiempo de angustia final vendrá sobre este mundo. Cristo vio toda la historia del mundo, y fue profundamente movido en agonía cuando consideró la pérdida de almas que rechazarían Su misericordia y Su amor. ¡Qué tragedia! ¡Qué calamidad! En el tiempo de angustia de Jerusalén, como nunca hubo hasta aquel día, Él vio además el mayor tiempo de angustia como nunca ha habido en el mismo fin del tiempo, cuando se cierre la gracia y el caos será desencadenado globalmente.
Mientras Cristo miraba hacia la ciudad desde el Monte de las Olivas, “Él contempló al ángel destructor con la espada levantada contra la ciudad, la cual durante tanto tiempo había sido el lugar de habitación de Jehová”. Su corazón fue desgarrado por la carga del infortunio y de la culpa humana, que cayó sobre Él. No solo había Jerusalén rechazado a Sus siervos, los profetas que Él mismo había enviado para ad-vertirlos que dejaran de andar en sus caminos impíos, sino que habían desdeñado y rechazado al Santo de Israel, el único que podía salvarlos.
“Cristo vio en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios”. Sus elecciones, su orgullo y su rebelión habían devuelto lo malo por lo bueno. Cristo había hecho todo lo posible para ganarlos y atraerlos a Sí mismo. Y ellos habían hecho todo lo posible para desdeñarlo y para resistir Sus tiernas misericordias. Ahora serían dejados a merced de las fuerzas inmisericordes de la destrucción que solamente Satanás, su maestro esco-gido, pudo haber construido para humillarlos y derrocarlos.
La destrucción de Jerusalén no sucedió de la noche a la mañana. Duró muchos, muchos años. Cuando las personas les dieron sus espaldas a los profetas que Dios había enviado para advertirlos e iluminarlos, ellos plantaron las semillas de su propia destrucción. Al resistir Sus persistentes súplicas, estaban construyendo los arietes que destruirían las murallas de su ciudad. Al volverse y al perseguir a Sus seguidores, se estaban preparando para que sus propios hogares fuesen nivelados con el suelo. En otras palabras, la destrucción física de la ciudad fue meramente la manifestación externa de lo que le había estado sucediendo espiritualmente a la iglesia de Dios. Su ciudad y su templo fueron destruidos con fuego; un símbolo apropiado de la destrucción espiritual que se había estado desarrollando durante siglos.
Cuando Israel se alejó de la ley de Dios se llevó a cabo una transgresión tras otra, el peso acumulado del pecado descansó sobre la nación culpable. Ellos tendrían que sufrir las largamente esperadas consecuencias de la desobediencia acumulada.
Permítame preguntarle. ¿Cree usted que la marea de infortunio humano que vemos hoy en día es tan mala como lo fue en los días de Jesús? ¿Cree usted que exista una acumulación de pecado y de desobediencia debido a consecuencias postergadas? ¿Cree usted que la transgresión de la ley de Dios es hoy tan mala o peor aun que en aquellos días?
Escuche esto de El Conflicto de los Siglos p25. “Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vio al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación!”.
Así que en el fin del tiempo, el problema principal es el rechazo de la ley de Dios y un alejamiento de sus preceptos. ¿Cree usted que solo está sucediendo en la nación? No, también está sucediendo en las iglesias.
A través de un persistente rechazo de la ley de Dios, el corazón es endurecido contra la justicia. En El Camino a Cristo p.33 leemos lo siguiente: “Cristo está pronto para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad; y si por la persistencia en el pecado la voluntad misma se inclina enteramente al mal y no deseamos ser libres, si no queremos aceptar su gracia, ¿qué más puede hacer? Hemos obrado nuestra propia destrucción por nuestro deliberado rechazo de su amor. “Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6:2). “Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones”(Hebreos 3:7-8).
¿Cree usted que nuestro mundo hoy está en un curso de persistente rechazo y transgresión de la ley de Dios? ¿Cree usted que la inmoralidad es tan fuerte que se ha vuelto como en los días anteriores al diluvio, cuando los pensamientos y las imaginaciones de los corazones de los habitantes de este mundo eran de continuo al mal?
Amigos, los judíos en los días de Cristo se estaban aproximando rápidamente al tiempo de su divina retribución. Ellos fueron engañados al creer que estaba todo bien y que nada les sucedería. Después de todo, eran la raza escogida. Eran el pueblo de Dios. Se sentían seguros y no sentían ninguna necesidad de arrepentirse. Cuando el propio Cristo fue hacia ellos, se volvieron contra Él y rechazaron la salvación que se les ofrecía.
El mundo cristiano de hoy hace lo mismo. Cuando pienso en los tornados que desolan hogares y hasta pueblos enteros y ciudades, no puedo dejar de pensar en estas palabras de Jesucristo: “He aquí que vuestra casa quedará desolada”. Cuando un ciclón, un terremoto, o un tsunami golpean, ¡no puedo dejar de pensar que Jesús nos está diciendo estas palabras a nosotros ahora! “He aquí que vuestra casa quedará desolada”.
Cuando finalmente viene la destrucción, las palabras de Jesús se cumplirán nuevamente: “Ciertamente os digo que, no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada”. Marcos 13:2. ¿Cree usted que nos estamos acercando a ese día? El mundo y las iglesias continúan adelante ciegamente. Unas pocas almas despiertan aquí y allí. Muchos están muy preocupados con lo que está sucediendo en el mundo. La violencia está en todas partes. La corrupción es desenfrenada. Hacia el lado que usted mire hay enfermedad, tristeza y desesperación.
Jerusalén en aquellos días era una ciudad bien fortificada, tan bien defendida que era considerada inexpugnable. Cualquiera que hubiese predicho su destrucción habría sido considerado un alarmista y un pesimista histérico. Pero la Palabra de Dios no puede fallar. Cristo había predicho la destrucción del templo y de la ciudad, y eso ciertamente iba a suceder. El profeta Miqueas también lo había predicho. Escuche sus palabras: “Oíd ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio y pervertís todo el derecho; que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalén con injusticia. Sus jefes juzgan por cohecho, sus sacerdotes enseñan por precio, sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en el Señor, el Eterno, diciendo: ‘¿No está el Señor entre nosotros? No nos vendrá ningún mal’. Miqueas 3:9-11.
Vemos lo mismo hoy en día. El mundo está lleno de iniquidad, vestido de ropas de piedad. Y es muy engañoso. De hecho, tan engañoso, que la mayoría de las personas no consigue imaginar que sus líderes reverenciados, especialmente sus líderes espirituales, no sean sino hombres y mujeres piadosas.
Debido al rechazo de la misericordia de Cristo, la nación Judía fue dejada al control de Satanás. ¿Qué piensa usted que le puede suceder a una nación cuando es dejada bajo el control de Satanás? Bien, las cosas se vuelven muy caóticas y peligrosas. El impulso hacia el mal se vuelve dominante y el conflicto y las pasiones predominan.
Escuche esto de El Conflicto de los Siglos p.31-32. “Satanás despertó las más fieras y degradadas pasiones de sus almas. Los hombres ya no razonaban, completamente dominados por sus impulsos y su ira ciega. En su crueldad se volvieron satánicos. Tanto en la familia como en la nación, en las clases bajas como en las clases superiores del pueblo, no reinaban más que la sospecha, la envidia, el odio, el altercado, la rebelión y el asesinato. No había seguridad en ninguna parte. Los amigos y parientes se hacían traición unos a otros. Los padres mataban a los hijos y éstos a sus padres. Los que gobernaban al pueblo no tenían poder para gobernarse a sí mismos: las pasiones más desordenadas los convertían en tiranos. Los judíos habían aceptado falsos testimonios para condenar al Hijo inocente de Dios; y ahora las acusaciones más falsas hacían inseguras sus propias vidas. Con sus hechos habían expresado desde hacía tiempo sus deseos: ‘¡Quitad de delante de nosotros al Santo de Israel!’ (Isaías 30:11, V.M.) y ya dichos deseos se habían cumplido. El temor de Dios no les preocupaba más; Satanás se encontraba ahora al frente de la nación y las más altas autoridades civiles y religiosas estaban bajo su dominio”.
¿Cree usted que esto es lo que va a suceder en el fin del tiempo? ¿Controlará Satanás a las autoridades religiosas y seculares? No debiéramos sorprendernos en lo más mínimo cuando estos mismos que ahora son altamente respetados, opriman y traten de destruir a aquellos que son leales a Cristo.
Era el tiempo de la Pascua y millones de judíos estaban abarrotados en la ciudad. Cuando los ejércitos de Roma sitiaron la ciudad, todos ellos fueron atrapados. Los grupos políticos sitiados dentro de la ciu-dad, cada una de ellos tenían sus líderes, los cuales como bandas de ladrones y asaltantes, hicieron valer violentamente sus puntos de vista para obtener el poder y el control sobre el pueblo. Escuche a Josefo: “Y ahora había tres facciones peligrosas dentro de la ciudad, cada una separada de las demás… [una facción] saqueaba al populacho… y salía en un gran número contra [la otra facción]… y… le prendieron fuego a aquellas casas que estaban llenas de trigo y de otras provisiones”.
La otra facción hizo lo mismo. “Y sucedió que, todos los lugares que estaban alrededor del templo fue-ron quemados, y se convirtieron en un lugar desierto intermediario, listo para pelear en ambos lados, ya que casi todo el trigo había sido quemado, el cual habría sido suficiente para soportar un sitio de varios años”. Las Obras de Flavio Josefo, Libro V, Capítulo uno.
Jerusalén estaba prácticamente derrocada por sus propias manos violentas, las cuales quemaron los al-macenes de alimentos e hicieron que toda la ciudad quedase vulnerable al hambre.
Pero eso fue solo el comienzo. Todos vivían con miedo de sus vecinos. Continúo leyendo de Josefo: “Y ahora, mientras la ciudad estaba en guerra por todos lados, de estas peligrosas muchedumbres de hombres impíos, el pueblo de la ciudad, entre ellos, eran como un gran cuerpo hecho pedazos. Los hombres y mujeres de edad estaban tan afligidos debido a sus calamidades internas, que preferían a los romanos, y sinceramente deseaban una guerra externa para ser [liberados] de sus miserias [domésticas]. Los propios ciudadanos estaban bajo una terrible consternación y miedo… y tampoco podían pensar en huir; porque había guardias por todas partes, y los cabecillas de los ladrones, aun cuando estaban [en contra los unos para con los otros], concordaban en matar a aquellos que estaban por la paz con los Romanos, o eran sospechosos de querer desertar…”. Las Obras de Flavio Josefo, Libro V, Capítulo uno.
Amigos, ¿entienden lo que aquí se está diciendo? Había bandas violentas en guerra las unas contra las otras, algo parecido a lo que sucede hoy en América Latina con las guerras por las drogas, donde miles mueren todos los años sin ningún sentido. Las bandas en Jerusalén se rehusaron a dejar salir a los ciu-dadanos inocentes. En vez de ello, aun bajo una mera sospecha de querer abandonar la ciudad, ellos los mataban a sangre fría. Esta es una muerte extra-judicial, un asesinato, y muchos fueron muertos así. Nosotros vemos eso hoy en día, ¿no es verdad? No solo en las guerras por las drogas, y en círculos de prostitución, sino que en los propios gobiernos. Así que, cuando el Espíritu Santo sea finalmente retirado de los impíos, y venga el tiempo de angustia, las personas van a tomar los asuntos en sus propias manos para defenderse a sí mismos, para proveerse a sí mismos, o para conseguir un lucro personal. Ellos tienen el ejemplo de los más altos líderes del gobierno. Así que, ¿por qué deberían dudar en matar a otros a sangre fría, si piensan que son dignos de ser muertos?
Bajo esa clase de presión la definición de ser digno de ser muerto se vuelve muy poco profunda y superficial. Las menores cosas o una mera sospecha pueden desencadenar una sentencia de muerte sumaria. Cuando el caos caiga en las grandes ciudades del occidente, del mundo altamente tecnologizado, la definición de cuáles crímenes son dignos de muerte, se volverá muy amplia y superficial, y probablemente muy inconsistente de un lugar para otro. La “regla de la calle” derrocará a la regla de la ley. Las fuerzas militares, diseñadas para impedir el desasosiego civil y el caos, van a ser usadas para restaurar la ley y el orden, pero existe la posibilidad que no puedan hacer mucho. Ellas ya se están preparando para eso.
Afortunadamente, se nos dice que todos los que sean obedientes a Cristo serán capaces de escapar de Jerusalén. Piense en esto por un minuto. Jesús le dijo a sus seguidores que cuando vieran que se retira el ejército Romano que estaba cercando Jerusalén, debían huir inmediatamente. No debían esperar. Esta ventana de escape surgió entre en el periodo del sitio de Cestio y el sitio de Tito. Durante el sitio de Cestio, los judíos se recuperaron y pelearon e inflingieron mucho daño a los ejércitos Romanos. Cestio también tenía otros problemas que lo presionaban y que tenía que atender, así que abandonó Jerusalén por un momento. Mientras peleaban contra Cestio, los judíos estaban preocupados, y por lo tanto no pelearon entre ellos mismos. La ventana que se abrió fue de muy corta duración para que los seguidores de Cristo dejaran la ciudad. Ni siquiera tuvieron tiempo para recoger sus tesoros, sus abrigos y sus demás pertenencias. Ellos tenían que salir y dejar todo atrás.
¿Cree usted que esto también es posible en los últimos días? Claro que sí. Ustedes pueden tener solo una pequeña ventana de tiempo para salir de la ciudad, si es que viven en ella, mis amigos. Si le están prestando atención al Espíritu Santo, Él les enseñará cuándo va a llegar ese tiempo. Si ustedes se demoran como Lot, o si esperan demasiado, la ventana se cerrará y no tendrán otra oportunidad en el futuro. Ore acerca de esto sinceramente. Pídanle a Dios que abra el camino y que ustedes puedan estar dispuestos a escapar. Cuando las personas están suficientemente desesperadas, y cuando el Espíritu Santo ya no las refrena, ellas harán las cosas más horribles a sangre fría. Me entristece decirles esto, mis amigos, pero esto es lo que les va a suceder a las grandes ciudades.
También está claro que la ciudad estaba cerrada tanto desde adentro como desde afuera. Cualquiera que fuese sospechoso de querer escapar era muerto a sangre fría, haciendo que el resto del populacho tuviera miedo. Josefo dice además que ellos “no omitieron ningún método de tormento o barbarie”. La tortura era común. Hoy en día las ciudades pueden ser fácilmente cerradas de tal manera que nadie pueda entrar ni salir. Esta es una de las razones por las cuales Dios nos dice que vivamos fuera de las ciudades. De esa manera usted no se verá acorralado por el caos ni será atrapado. Había tantos cuerpos muertos en Jerusalén que estaban apilados en las calles y eran pisoteados por los bandos que estaban en guerra.
El Conflicto de los Siglos p.32 añade algunos detalles chocantes sobre el sitio. “Los jefes de los bandos opuestos hacían a veces causa común para despojar y torturar a sus desgraciadas víctimas, y otras veces esas mismas facciones peleaban unas con otras y se daban muerte sin misericordia; ni la santidad del templo podía refrenar su ferocidad. Los fieles eran derribados al pie de los altares, y el santuario era mancillado por los cadáveres de aquellas carnicerías. No obstante, en su necia y abominable presunción, los instigadores de la obra infernal declaraban públicamente que no temían que Jerusalén fuese destruida, pues era la ciudad de Dios; y, con el propósito de afianzar su satánico poder, sobornaban a falsos profetas para que proclamaran que el pueblo debía esperar la salvación de Dios, aunque ya el templo estaba sitiado por las legiones romanas. Hasta el fin las multitudes creyeron firmemente que el Todopoderoso intervendría para derrotar a sus adversarios. Pero Israel había despreciado la protección de Dios, y no había ya defensa alguna para él. ¡Desdichada Jerusalén! ¡Mientras la desgarraban las con-tiendas intestinas y la sangre de sus hijos, derramada por sus propias manos, teñía sus calles de carmesí, los ejércitos enemigos echaban a tierra sus fortalezas y mataban a sus guerreros!”.
Lo que sucedió en Jerusalén nos da un cuadro profético de lo que sucederá en los últimos días. ¿Puede usted imaginar el caos y el derramamiento de sangre cuando falte el alimento, el combustible y otros elementos básicos? Las personas entrarán en pánico. Bandas y ladrones van a saquear a aquellos que vivan en sus cercanías, y los corazones de los hombres van a desmayar de miedo. Lucas 21:26. Este miedo va a conducir a las personas a medidas extremas y desesperadas.
La hambruna va a plagar las ciudades en países donde ahora hay mucho alimento. Escuche esta decla-ración del Espíritu de Profecía, Tomo 4, página 446. “Mientras los juicios de Dios están visitando la tierra, y los impíos están muriendo de hambre y de sed, los ángeles proveen a los justos de alimento y de agua”. Justo como fue en la antigua Jerusalén, las personas en las ciudades estarán muriendo de hambre y de sed. No tendrán cómo conseguir alimento allí. Si el transporte es interrumpido debido a falta de combustible o por alguna otra causa, las personas no podrán ir al supermercado para comprar alimentos. Además, si lo hacen, les será robado por los ladrones y las bandas. A pesar de la violencia que vemos hoy, las cosas aun están relativamente calmas comparadas con como van a estar cuando se desate el caos.
Tito sitió la ciudad forzándolos con el hambre. Leo de Josefo: “La locura de [las bandas y ladrones] aumentó con el hambre, y esas miserias se inflamaban más día tras día; porque no había trigo públicamente, pero los ladrones entraban corriendo en las casas privadas, y si encontraban algo, los atormentaban, porque les habían dicho que no tenían nada; y si no encontraban nada, los atormentaban aun más, porque pensaban que tenían más cuidadosamente escondido”. Las Obras de Flavio Josefo, Libro V, Capítulo X.
The Works of Flavius Josephus, Book V, Chapter 10
El caos se diseminó y aumentó a medida que la hambruna se acentuaba cada vez más. La tortura era una de las herramientas claves para encontrar comida escondida. Los únicos que eran dejados solos por los ladrones y las bandas eran aquellos que ya estaban dando muestras de evidencias físicas que estaban cerca del punto de inanición. Todos los que aun tenían carne sobre los huesos, estaban bajo sospecha de que poseían alimento escondido secretamente en alguna parte. Fueron los que más cruelmente sufrieron.
“Había muchos que”, dice Josefo, “que vendían lo que tenían por una medida; era de trigo si eran ricos; o de cebada si eran pobres. Cuando estos hacían eso, se escondían en las habitaciones interiores de sus casas, y se comían el trigo que habían obtenido; algunos lo hacían sin triturarlo, debido al hambre extrema que tenían, y otros hacían pan con el trigo, de acuerdo a como la necesidad y el miedo los hacían actuar: no había ninguna mesa donde tener una comida apacible, sino que arrebataban el pan del fuego, a medio cocer, y se lo comían rápidamente.
“Esto era algo miserable, y algo que podría habernos hecho llorar, cómo los hombres se comportaban debido al alimento, siendo que el más poderoso tenía más y el más débil se lamentaba [deseándolo]… los niños les arrancaban los pequeños bocados que sus padres estaban comiendo de sus propias bocas… Las madres también hacían lo mismo… con sus infantes; y cuando aquellos que les eran más queridos estaban pereciendo en sus manos, no se avergonzaban en quitarles las últimas gotas que podrían haber preservado sus vidas… Cuando [las bandas] veían alguna casa cerrada, esto era para ellos una señal que las personas que estaban adentro habían conseguido algún alimento; entonces quebraban las puertas y entraban, y tomaban los pedazos de lo que estaban comiendo casi de sus mismas gargantas, y esto por la fuerza; los hombres viejos, que sostenían firmemente su alimento, eran golpeados; y si las mujeres escondían lo que tenían entre sus manos, su cabello era arrancado por hacer eso; no había ninguna compasión, ni siquiera con los de más edad ni con los infantes, sino que levantaban a los niños del suelo cuando éstos se colgaban de los pedazos de alimento que habían conseguido, y los sacudían contra el suelo. Pero eran aun mucho más bárbaramente crueles con aquellos que les habían impedido entrar, y que habían engullido lo que habían conseguido, como si hubiesen sido injustamente defraudados de su derecho…”.
“Tan atroz era el hambre, que los hombres roían el cuero de sus cintos, sus sandalias y las cubiertas de sus escudos”. El Conflicto de los Siglos p.35.
The Works of Flavius Josephus, Book V, Chapter 10
¿Pueden ustedes imaginársela, mis amigos, la terrible calamidad que cayó sobre estas pobres almas? esto se debió primeramente a su desobediencia a Dios y al desprecio de Su ley. Cuando el Espíritu Santo es apartado del hombre, este no va a detenerse ante nada para conseguir su objetivo. La vida humana se vuelve sin sentido.
También inventaron las más terribles y crueles torturas para descubrir adónde había algún alimento… se infligía dolor en las partes más sensibles del cuerpo, “para hacer que un hombre confiese que tenía un pedazo de pan, o para que el ladrón pudiese descubrir un puñado de cebada que estaba escondido”.
“Estos hombres salían para encontrar a aquellos que se arrastraban fuera de la ciudad durante la noche, tanto cuanto lo permitieran los guardias Romanos, para recoger algunas plantas y hierbas silvestres; y cuando estas personas pensaban que estaban a salvo del enemigo, las [bandas] les arrancaban lo que habían conseguido, aun cuando frecuentemente le suplicaban que no lo hicieran… para que les diesen algo de lo que habían conseguido; aun cuando esto no les conseguía ni siquiera una migaja”. Tenían que estar agradecidos de que les habían quitado solamente la comida y no la vida.
The Works of Flavius Josephus, Book V, Chapter 10
De Maranata p.179 leemos: “El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades temporales durante el tiempo de angustia. Vi que si los santos guardaran alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia, cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos”.
Las personas que no consigan alimento en las ciudades, saldrán hacia los suburbios y al campo, en la medida que puedan hacerlo, para robar alimento de aquellos que puedan tenerlo en sus huertas. Así que vale la pena vivir lejos de las ciudades.
Tito también tomaba presos a aquellos que salían de la ciudad para encontrar comida y los crucificaba en gran número fuera de la ciudad a la vista de las murallas. Más de 500 Judíos diariamente fueron detenidos y crucificados. Había tantas cruces levantadas que no había espacio para más, y era difícil caminar entre ellas. Había tantas personas para ser crucificadas, que no había suficientes cruces.
Piense en esto por un momento. ¿Se acuerda cuando Jesús estaba en el palacio de Pilato y los Judíos exigieron que Pilato lo crucificara? ¿Qué le dijeron a Pilato cuando él trató de lavarse las manos de la sangre de Cristo, el cual era un hombre inocente? Ellos dijeron: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Ahora, con terrible fuerza esta calamidad cayó sobre ellos, cuando miles fueron crucificados fuera de la ciudad impía. Recuerde que había millones de personas afligidas atrapadas en la ciudad debido a la Pascua, y todos ellos estaban desesperados por encontrar comida.
Con las escaramuzas entre los desesperados judíos y los ejércitos romanos, el hambre solo empeoró. “Devoró a las personas por casas y familias enteras; las habitaciones superiores estaban llenas de mujeres y de niños que estaban muriendo debido al hambre, y las calles de la ciudad estaban llenas de cuerpos muertos de los ancianos; los niños y también los jóvenes vagaban por los mercados como sombras, todos hinchados con el hambre, y caían muertos, donde quiera que su miseria los alcanzaba”. Las Obras de Flavio Josefo, Libro V, Capítulo 12.
The Works of Flavius Josephus, Book V, Chapter 12
Algunos estaban tan desesperados que mataron a sus propios hijos y se los comieron. Sin lugar a dudas que los hijos hicieron lo mismo con sus padres. En esto la profecía de Jeremías en Lamentaciones 4:10 se cumplió al pie de la letra. “Las manos de las mujeres tiernas cocinaron a sus propios hijos, fueron su comida cuando mi pueblo fue destruido”.
También se cumplió otra antigua profecía de Moisés de 1400 años: “La tierna y la delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura, mirará con malos ojos al marido de su seno, a su hijo, a su hija, al recién nacido que sale de entre sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades”. Deuteronomio. 28:56-57.
Algunos, por estrategia, idearon huir furtivamente de la ciudad y llegar hasta donde estaban los Romanos. Pero su suerte fue aun peor. Se diseminó la idea de que habían ingerido piezas de oro, y que estaban en sus vientres, porque Jerusalén estaba llena de oro y plata. Su intención era la de recuperarlo des-pués desde sus deposiciones y usarlo para comprar alimento y sobrevivir fuera de la ciudad. Pero cuando llegaron al campo de los Romanos suplicando protección, los soldados cortaban sus vientres y buscaban para ver si tenían oro y después los dejaban que murieran. No solamente el oro no tenía ningún valor en la ciudad, sino que se transformó en la causa de destrucción para aquellos que trataron de es-capar con él.
¿Esto le recuerda lo que la Biblia dice que va a suceder con el oro y la plata? Santiago 5 dice que no va a tener ningún valor para nosotros, y que será un testigo en contra nuestro. Ustedes pueden ver mis amigos, que las riquezas no los salvarán cuando el caos explote en los últimos días. Cuando la regla de la ley es derrocada por masivos levantamientos civiles, y el régimen sin leyes reina supremo, ¿entonces qué es lo que las casas, tierras, posesiones y grandes cantidades de dinero en vuestras cuentas corrientes bancarias podrán hacer por ustedes? Ustedes van a ser saqueados.
Cuando la economía colapsa, cuando el conflicto y la conmoción y el derramamiento de sangre están por todas partes en las grandes ciudades, ¿qué es lo que van a hacer ustedes para protegerse a sí mismos? Su única esperanza está en Dios. No hay ninguna esperanza en confiar en la policía, en las cortes, o en el gobierno o en sus finanzas. Ustedes ni siquiera pueden confiar en sus propios juicios, armas o municiones. Solo Dios tiene que ser su protección.
El Salmo 91 dice que si usted está en el lugar secreto del Altísimo, lo cual significa que usted está viviendo por todos Sus mandamientos y siguiendo todos Sus caminos, usted será protegido del gran terror, de la guerra, del hambre y de otras aflicciones. Miles morirán a su lado, pero usted será preservado. Los versículos 2-4 dicen: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. El te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad”.
Amigos, este triste cuadro es lo que muy pronto vendrá sobre las grandes ciudades de nuestro planeta. Hombres y mujeres morirán de inanición y sus bocas se resecarán con la sed, porque no podrán conse-guir alimento ni agua potable.
El hedor de los cuerpos muertos por todos lados alrededor de Jerusalén era tan malo, que ni siquiera las bandas podían soportarlo. Ellos insistían en que los muertos fuesen enterrados por el tesoro público, pero nadie podía hacerlo porque había demasiados cuerpos. Así, eventualmente, miles de cuerpos eran llevados a la parte alta de la muralla de la ciudad y entonces eran lanzados a los valles que estaban abajo. “Tito, al recorrer esos valles, cuando los vio llenos de cadáveres que estaban en putrefacción, lanzó un gemido; y alzando sus manos hacia el cielo, clamó para que Dios observase que todo eso no era obra suya…”. Tito entendía que solo era una cuestión de tiempo para que los Judíos estuviesen tan débiles, que, o se entregarían a él o entregarían la ciudad.
“Todas las predicciones dadas por Cristo en relación a la destrucción de Jerusalén se cumplieron al pie de la letra. Los Judíos experimentaron la verdad de Sus palabras de advertencia: ‘Con la medida que medís, seréis medidos nuevamente’”. Mateo 7:2.
“Aparecieron muchas señales y maravillas como síntomas precursores del desastre y de la condenación. A la media noche una luz extraña brillaba sobre el templo y el altar. En las nubes, a la puesta del sol, se veían como carros y hombres de guerra que se reunían para la batalla.
Los sacerdotes que ministraban de noche en el santuario eran aterrorizados por ruidos misteriosos; temblaba la tierra y se oían voces que gritaban: ‘¡Salgamos de aquí!’ La gran puerta del oriente, que por su enorme peso era difícil de cerrar entre veinte hombres y que estaba asegurada con formidables barras de hierro afirmadas en el duro pavimento de piedras de gran tamaño, se abrió a la media noche de una manera misteriosa. Milman, Historia de los Judíos, libro 13.
“Durante siete años un hombre recorrió continuamente las calles de Jerusalén anunciando las calamidades que iban a caer sobre la ciudad. De día y de noche entonaba la frenética endecha: “Voz del orien-te, voz del occidente, voz de los cuatro vientos, voz contra Jerusalén y contra el templo, voz contra el esposo y la esposa, voz contra todo el pueblo”. Ibíd., libro 13.
Este extraño personaje fue encarcelado y azotado sin que exhalase una queja. A los insultos que le dirigían y a las burlas que le hacían, no contestaba sino con estas palabras: ‘¡Ay de Jerusalén! ¡Ay, ay de sus moradores!’ y sus tristes presagios no dejaron de oírse sino cuando encontró la muerte en el sitio que él había predicho”. El Conflicto de los Siglos p.32-33.
“La ciega obstinación de los jefes judíos y los odiosos crímenes perpetrados en el interior de la ciudad sitiada excitaron el horror y la indignación de los romanos, y finalmente Tito dispuso tomar el templo por asalto. Resolvió, sin embargo, que si era posible evitaría su destrucción. Pero sus órdenes no fueron obedecidas. A la noche, cuando se había retirado a su tienda para descansar, los judíos hicieron una salida desde el templo y atacaron a los soldados que estaban afuera. Durante la lucha, un soldado romano arrojó al pórtico por una abertura un leño encendido, e inmediatamente ardieron los aposentos enmade-rados de cedro que rodeaban el edificio santo. Tito acudió apresuradamente, seguido por sus generales y legionarios, y ordenó a los soldados que apagasen las llamas. Sus palabras no fueron escuchadas. Furiosos, los soldados arrojaban teas encendidas en las cámaras contiguas al templo y con sus espadas de-gollaron a gran número de los que habían buscado refugio allí. La sangre corría como agua por las gradas del templo. Miles y miles de judíos perecieron. Por sobre el ruido de la batalla, se oían voces que gritaban: ‘¡Ichabod!’ -la gloria se alejó”. El Conflicto de los Siglos p.36-37.
Amigos, ¡qué terrible descripción de la destrucción de la ciudad santa y del templo! El poder de todo esto es asombroso, cuando usted piensa que esto, de hecho, es una descripción de lo que le va a suceder al mundo después que se cierre la gracia, cuando el Espíritu Santo no va más a restringir las pasiones asesinas de millones.
Tito trató dos veces de salvar el templo, pero fue en vano. Su rabia y furia no tuvo límites.
“Aquel espectáculo llenaba de espanto a los romanos; ¿qué sería para los judíos? Toda la cumbre del monte que dominaba la ciudad despedía fulgores como el cráter de un volcán en plena actividad. Los edificios iban cayendo a tierra uno tras otro, en medio de un estrépito tremendo y desaparecían en el abismo ardiente. Las techumbres de cedro eran como sábanas de fuego, los dorados capiteles de las columnas relucían como espigas de luz rojiza y los torreones inflamados despedían espesas columnas de humo y lenguas de fuego. Las colinas vecinas estaban iluminadas y dejaban ver grupos de gentes que se agolpaban por todas partes siguiendo con la vista, en medio de horrible inquietud, el avance de la obra destructora; los muros y las alturas de la ciudad estaban llenos de curiosos que ansiosos contemplaban la escena, algunos con rostros pálidos por hallarse presa de la más atroz desesperación, otros encendidos por la ira al ver su impotencia para vengarse. El tumulto de las legiones romanas que desbandadas corrían de acá para allá, y los agudos lamentos de los infelices judíos que morían entre las llamas, se mezclaban con el chisporroteo del incendio y con el estrépito de los derrumbes. En los montes repercutían los gritos de espanto y los ayes de la gente que se hallaba en las alturas; a lo largo de los muros se oían gritos y gemidos y aun los que morían de hambre hacían un supremo esfuerzo para lanzar un lamento de angustia y desesperación.
Dentro de los muros la carnicería era aún más horrorosa que el cuadro que se contemplaba desde afuera; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, soldados y sacerdotes, los que peleaban y los que pedían misericordia, todos eran degollados en desordenada matanza. Superó el número de los asesinados al de los asesinos. Para seguir matando, los legionarios tenían que pisar sobre montones de cadáveres”. Milman, Historia de los Judíos, libro 16”. El Conflicto de los Siglos p.38.
Y observen esta asombrosa declaración de La Verdad Acerca de los Ángeles p.241. “Fueron enviados ángeles de Dios para hacer la obra de destrucción, de tal manera que no quedase una piedra [del templo] sobre otra, que no fuese derribada”.
“Destruido el templo, no tardó la ciudad entera en caer en poder de los romanos. Los caudillos judíos abandonaron las torres que consideraban inexpugnables y Tito las encontró vacías. Contemplólas asombrado y declaró que Dios mismo las había entregado en sus manos, pues ninguna máquina de guerra, por poderosa que fuera, hubiera logrado hacerle dueño de tan formidables baluartes. La ciudad y el templo fueron arrasados hasta sus cimientos. El solar sobre el cual se irguiera el santuario fue arado “como campo.” (Jeremías 26:18). En el sitio y en la mortandad que le siguió perecieron más de un millón de judíos; los que sobrevivieron fueron llevados cautivos, vendidos como esclavos, conducidos a Roma para enaltecer el triunfo del conquistador, arrojados a las fieras del circo o desterrados y esparcidos por toda la tierra”. El Conflicto de los Siglos p.39.
Amigos, no puedo dejar de sentirme preocupado por las almas cuando leo las descripciones de la ciudad devastada. Grande y clemente es el Dios del cielo. Él posterga Sus juicios en amor y misericordia para otorgarle al pecador tiempo para arrepentirse y para otorgarle a las naciones y a las iglesias tiempo para arrepentirse. Amigos, hay millones de almas perdidas que hay que ganar. No tenemos mucho tiempo antes que una tragedia similar sobrevenga globalmente.
Escuchen esto del libro El Conflicto de los Siglos p.40. “La profecía del Salvador referente al juicio que iba a caer sobre Jerusalén va a tener otro cumplimiento, y la terrible desolación del primero no fue más que un pálido reflejo de lo que será el segundo”. Piensen en esto mis amigos. La destrucción de Jerusalén, tan brutal y cruel y terrible como fue, no es más que un pálido reflejo de lo que viene, en el tiempo que se cierre la puerta de la gracia. Oh, mis amigos, necesitamos desesperadamente la protección de Dios, ¿no es verdad? Necesitamos Su presencia en nuestros corazones constantemente, porque sino vamos a caer en pecado y nos alejaremos de Su misericordia y de su amoroso llamado hacia nuestros corazones. Oh amigos, ¿no queréis tener a Jesús? ¿No queréis que Su misericordia los proteja? Hoy pueden dejarlo entrar. Pueden dejar sus vidas sin valor y pueden volverse hacia Jesús y Él los sanará y los restaurará. Él los perdonará de todos sus pecados y los librará de toda culpa. Su sacrificio paga sus pecados. Y si le entregan sus vidas, y deciden en su corazón que van a obedecer todos Sus mandamientos, ciertamente Él los cubrirá con Sus plumas y bajo Sus alas estarán seguros.
Permítanme continuar leyendo sobre el futuro: “En lo que acaeció a la ciudad escogida, podemos ver anunciada la condenación de un mundo que rechazó la misericordia de Dios y pisoteó su ley. Lóbregos son los anales de la humana miseria que ha conocido la tierra a través de siglos de crímenes. Al contemplarlos, el corazón desfallece y la mente se abruma de estupor; horrendas han sido las consecuencias de haber rechazado la autoridad del Cielo; pero una escena aun más sombría nos anuncian las revelaciones de lo porvenir. La historia de lo pasado, la interminable serie de alborotos, conflictos y contiendas, ‘toda la armadura del guerrero en el tumulto de batalla, y los vestidos revolcados en sangre’ (Isaías 9:5, V.M.), ¿qué son y qué valen en comparación con los horrores de aquel día, cuando el Espíritu de Dios se aparte del todo de los impíos y los deje abandonados a sus fieras pasiones y a merced de la saña satánica? Entonces el mundo verá, como nunca los vio, los resultados del gobierno de Satanás”. El Conflicto de los Siglos p.40-41.
Amigos, durante el “tiempo de angustia como nunca hubo” (Daniel 12:1) veremos nuevamente esta clase de escenas. La sangre va a correr. Las grandes ciudades de las llanuras y de las regiones costeras serán destruidas. Escuche esto de Vol. 21 Manuscrito Liberado p.66. “Los hombres continuarán erigiendo costosos edificios, que cuestan millones en dinero; se le dará especial atención a su belleza arquitectónica, y a la firmeza y solidez con la cual han sido construidos; pero el Señor me ha instruido que a pesar de la inusual firmeza y de la costosa apariencia, estos edificios compartirán el destino del templo en Jerusalén. Esa magnífica estructura cayó”.
La destrucción venidera de las ciudades está proféticamente prefigurada por la destrucción de la ciudad de Jerusalén debido a sus iniquidades. ¿Pero cuál puede ser el significado de la destrucción del templo?
En Mateo 24 Jesús respondió una pregunta de Sus discípulos. Habiéndole dado la espalda al templo había sugerido una respuesta a su pregunta. El primer versículo dice: “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo”.
En otras palabras, los discípulos sintieron que Jesús finalmente le había dado la espalda a la iglesia de sus días. Deben haber sentido también que era debido al rechazo de los judíos hacia Cristo. Pero estaban muy preocupados. Ellos pensaban que no podía existir una iglesia si no había un templo con una estructura. Eso era tan importante teológicamente para los judíos, que lo enseñaban como si fuese realmente una ‘verdad’ auténtica. Los jóvenes Judíos tenían la importancia doctrinal de la estructura del templo imbuida profundamente en su psiquis desde la infancia. Ellos veían el templo como un símbolo de todo el sistema de organización y estructura de la jerarquía. Cualquier sugerencia de que el templo no era necesario para la salvación o que no era necesario para la iglesia de Dios, era considerada desleal y hasta como una traición. ¿Cómo podía Jesús darle la espalda el templo? ¿No estaba Él, al hacerlo, dándole la espalda a la iglesia de Dios? Esto realmente los molestó, porque ellos pensaban que para ser salvos, había que estar en comunión con el templo y su jerarquía. Pero Jesús iba a comenzar una nueva iglesia sin el templo, ¿no es verdad? La nueva iglesia iba a tener una estructura simple con el propósito de organización, pero no incluiría el antiguo edificio. Pero no sería un impedimento como para que estorbase el camino del Espíritu Santo, tal como lo había hecho eventualmente la estructura Judía.
Así, los discípulos le mostraron los edificios de la estructura del templo, los edificios sagrados que significaban tanto para ellos histórica, espiritual y hasta doctrinalmente. Pero Jesús tristemente les respondió en el versículo dos: “¿Veis todas estas cosas? Os aseguro que no quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada”.
Para los discípulos, ¡esta era una declaración chocante! Ellos sabían que esto podría traerle a Jesús muchos problemas y también a ellos. Él estaba prediciendo la profanación del sagrado templo, el cual los Judíos idolatraban. Como este fue un comentario hecho en un lugar público, los discípulos no le hicieron más preguntas a Jesús, no sea que dijese cosas aun peores. Pero estaban deseosos de conocer más. Así que cuando llegaron al Monte de las Olivas, las Escrituras dicen en el versículo tres que “los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”.
Observe que le hicieron dos preguntas, pensando que ambas sucederían al mismo tiempo. Una pregunta tenía que ver con la iglesia o con el templo, y la otra con el mundo en el fin del tiempo. Cristo no hizo ninguna distinción entre estas dos cosas en su respuesta, tal como ustedes deben haber esperado que lo hiciese, sino que las resumió en una sola. La destrucción de Jerusalén y del templo nos da un cuadro claro de lo que va a suceder en el cierre de la gracia. Las estructuras de la iglesia serán destruidas, y lo mismo sucederá con las grandes ciudades.
De hecho, la persecución bajo la presión de una ley dominical universal hará para la estructura de la última iglesia de Dios, con su organización, su jerarquía, sus complejas entidades, y su economía, que sea muy difícil realizar su obra. Esta estructura muy probablemente va a desaparecer, ya que sería imposible que continuara bajo las nuevas condiciones hostiles y bajo las sanciones económicas de no comprar ni vender descritas en Apocalipsis 13:16-17. Pero la iglesia de Dios no va a caer. ¡Jamás será destruida! Va a perder sus formas y sistemas externos. Pero las almas fieles, que siempre han constituido la iglesia, guiadas por el Espíritu Santo, continuarán la obra de conclusión de Dios en unidad; no en una unidad artificial alrededor de un conjunto de reglas y de un manual de iglesia, lo cual solo trae una concordancia funcional. El Espíritu Santo va a proveer una unidad verdadera, la cual proviene de la verdad. Él va a organizar y coordinar la obra y los obreros, y ellos trabajarán milagrosamente bajo Su poder, el poder de la lluvia tardía.
En la historia de la caída de Jerusalén tenemos que referirnos a dos aspectos. La destrucción de la ciudad, lo cual representa la destrucción del mundo y sus ciudades, y la destrucción del templo lo cual representa la destrucción de la estructura de la iglesia, lo cual puede haber sido una conveniente herramienta de organización mientras servía a su propósito.
Mantengamos en mente que a través de toda la historia poseemos muchos ejemplos de lo que le sucedió a las estructuras de la iglesia cuando hubo persecuciones de diversas formas; desde Europa occidental y el Comunismo Soviético hasta el Comunismo Chino, hasta las fuertes naciones Islámicas, etc. Muchas veces los fieles seguidores de Jesús tuvieron que andar “escondidos”, y establecer iglesias secretas. Y así será en los momentos finales de la historia terrenal.
Les estoy diciendo esto para que no se sorprendan cuando suceda, y para que puedan preparar sus mentes y sus corazones para depender totalmente de Cristo ahora, para que entonces sea algo natural. Demasiadas personas dependen de las estructuras humanas y del brazo de carne, cuando en realidad tienen que aprender a depender totalmente de Cristo. Tal vez mis palabras, al igual que las de Cristo, pueden ser fácilmente mal entendidas y mal representadas. Pero he tratado de explicar lo que aparece en la profecía bíblica. Fue el propio Jesús el que predijo la caída de la estructura de la iglesia Judía y también el que la aplicó al fin del tiempo.
El sitio de la ciudad de Jerusalén por los ejércitos Romanos, incluyendo su retirada y retorno, prefigura la ley dominical en 1888, y también nuevamente en el fin del tiempo. Estamos en el periodo, tal como ya lo fue, entre esos dos “sitios” anti-típicos.
La ley dominical es un asalto al pueblo de Dios que guarda todos Sus mandamientos, especialmente el mandamiento del séptimo día sábado. El templo fue destruido debido a la iniquidad, impiedad y tenaz impenitencia de la iglesia de Dios. En los últimos días, las estructuras de la iglesia también serán destruidas por la misma y por otras razones pertinentes al conflicto entre Cristo y Satanás.
“Pero en aquel día, así como sucedió en tiempo de la destrucción de Jerusalén, el pueblo de Dios será librado, porque serán salvos todos aquellos cuyo nombre esté “inscrito para la vida.” (Isaías 4: 3, V.M.) Nuestro Señor Jesucristo anunció que vendrá la segunda vez para llevarse a los suyos: ‘Entonces se mostrará la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro’. (Mateo 24:30-31)”. El Conflicto de los Siglos p.41. [¿No será ese un día maravilloso?]
“El mundo no está hoy más dispuesto a creer el mensaje dado para este tiempo de lo que estaba en los días de los judíos para recibir el aviso del Salvador respecto a la ruina de Jerusalén”. El Conflicto de los Siglos p.42.
Amigos, ¿creen ustedes que la historia de la destrucción de Jerusalén es solo una historia? ¿No creen que tenga implicaciones proféticas hoy? Oh, mis amigos, piénsenlo nuevamente. Dios no colocó esa historia para que nosotros la estudiáramos sin un propósito. Él la mencionó para nuestro beneficio, para nuestra advertencia, para que pudiéramos prepararnos y estar unidos a Él en nuestros corazones y mentes, tan completamente que Él pueda colocar Su sello en nuestras frentes. Necesitamos el sello de Jesús, ¿no es verdad? ¡Yo lo necesito! ¡Y sé que ustedes también lo necesitan! Que Dios nos ayude a prepararnos para el tremendo “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”. Daniel 12:1
Oremos. Nuestro amante Padre celestial, deseamos la segunda venida de Jesús. Queremos nuestros nombres escritos en el libro. Temblamos por las almas perdidas que perecerán debido a su rechazo de la maravillosa salvación ofrecida a ellos. Por favor, santifícanos con Tu Santo Espíritu, para que podamos vivir vidas santas. Por favor, condúcenos por los caminos de justicia por amor a Tu nombre. Por favor, muéstranos cómo rendirle nuestras vidas a Jesucristo y a vivir total y completamente para Él. Vemos ahora que nuestro mundo está por enfrentar un montón de problemas. Por favor, muéstranos cómo dejar a un lado todas las prioridades terrenales y a vivir según las prioridades celestiales. Oramos para que podamos estar bajo las alas protectoras del Salvador. En el nombre de Jesús, amén.
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