St. Vincent Times: En un escalofriante golpe a la libertad religiosa, los niños amish de Nueva York se ven ahora obligados a recibir vacunas en contra de las creencias profundamente arraigadas de sus familias, bajo la amenaza de multas masivas y la exclusión de sus propias escuelas privadas.
La sentencia, dictada por el Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito de Estados Unidos el 3 de marzo de 2025, marca un oscuro hito en la extralimitación gubernamental, despojando de sus derechos constitucionales a una de las comunidades religiosas más pacíficas de Estados Unidos.
Los amish, conocidos por su firme compromiso con la fe y la autosuficiencia, se han resistido durante mucho tiempo a las intervenciones médicas impuestas por el gobierno. Durante siglos han vivido apartados de la sociedad moderna, rechazando la injerencia exterior en su modo de vida.
Pero con la derogación de las exenciones religiosas en Nueva York -una ley impulsada a raíz de un brote de sarampión en 2019-, los amish se vieron ante una disyuntiva imposible: violar su conciencia vacunando a sus hijos o enfrentarse a penas económicas paralizantes y al exilio educativo.
Y ahora, el Estado ha dejado brutalmente clara su postura. Los informes indican que las familias y las escuelas amish ya han recibido multas por un total de 118.000 dólares por negarse a cumplir.
La sentencia del Segundo Circuito desestimó las objeciones de los amish, argumentando que la derogación de las exenciones religiosas es «neutral» y se aplica a todos los niños, independientemente de si asisten a escuelas públicas, privadas o parroquiales. El tribunal insistió en que la ley responde a un interés imperioso de salud pública, a pesar de establecer exenciones médicas para quienes tengan un certificado médico y negar la misma protección a quienes tengan objeciones religiosas.
Este doble rasero es flagrante. Los amish no piden un trato especial, simplemente que se les deje vivir en paz según su fe, un derecho que se supone que protege la Primera Enmienda.
La reacción a la sentencia ha sido rápida y furiosa. Las redes sociales han estallado de indignación, con mensajes en X calificándola de «horrible violación de las libertades básicas». Un usuario advirtió: «Si pueden imponer esto a los amish, los derechos de nadie están a salvo». Otro señalaba la hipocresía: «Nueva York afirma que se trata de seguridad, pero dejan entrar a los niños no vacunados con una nota del médico, pero no con una oración».
Este sentimiento subraya la creciente preocupación de que la represión de las exenciones religiosas forme parte de un esfuerzo más amplio por erosionar las libertades individuales bajo el pretexto de la salud pública. Varios estados, como California, Connecticut y Maine, ya han seguido el ejemplo de Nueva York, eliminando las exenciones religiosas en los últimos años.
La persecución de los amish es especialmente atroz, dado su estilo de vida aislado. A diferencia de las grandes comunidades urbanas, las escuelas amish son pequeñas, privadas y gestionadas por la comunidad, lo que supone un riesgo mínimo de brotes masivos de enfermedades. Sus aproximadamente 25.000 residentes en Nueva York viven en gran medida apartados de la sociedad dominante, lo que hace que la justificación de salud pública del estado para la vacunación forzosa parezca endeble en el mejor de los casos.
A pesar de ello, las autoridades neoyorquinas se han apoyado en el brote de sarampión de 2018-2019 -centrado principalmente en otros grupos no vacunados- para justificar el aplastamiento de los derechos de los amish. Los críticos argumentan que se trata de una excusa fabricada, en la que el estado opta por una aplicación de mano dura en lugar de alternativas razonables, como las campañas de vacunación voluntaria.
Un precedente legal con consecuencias peligrosas
Los juristas advierten de que esta sentencia sienta un precedente peligroso. Los amish habían basado su impugnación en el caso Wisconsin contra Yoder (1972), una sentencia del Tribunal Supremo que defendía su derecho a eximir a sus hijos de la enseñanza secundaria obligatoria por motivos religiosos. Pero el Segundo Circuito dejó de lado estos argumentos, alegando que las vacunaciones obligatorias no alteran fundamentalmente el modo de vida de los amish de la misma manera.
Ese razonamiento, sin embargo, ignora una realidad crucial: obligar a un niño a recibir una intervención médica en contra de las creencias religiosas de sus padres es un ataque directo a su autonomía e identidad.
El fiscal general de Alabama, Steve Marshall, junto con otros 19 estados, había presentado un escrito legal en apoyo de los amish, denunciando las acciones de Nueva York como acoso contra un grupo que «sólo quiere vivir su fe entre ellos». Advirtió que las sanciones del estado -incluidas las denuncias de amenazas de confiscar propiedades escolares amish- son violaciones flagrantes de las protecciones de la Primera Enmienda. La negativa del tribunal a reconocer estas preocupaciones sólo se suma a la creciente indignación.
Esta sentencia no sólo tiene que ver con la salud pública, sino con el control gubernamental. Al obligar a las comunidades religiosas a acatar las normas, el Estado está sentando un precedente que pronto podría utilizarse contra cualquiera que se atreva a desafiar sus mandatos.
Este caso dista mucho de estar resuelto. Ya se han presentado recursos legales y cada vez son más las peticiones de intervención del Tribunal Supremo. Pero una cosa está clara: los amish están ahora en primera línea de la batalla por la libertad religiosa en Estados Unidos.
Su resistencia silenciosa frente a la tiranía es un claro recordatorio de que cuando el gobierno pisotea los derechos de un grupo, es sólo cuestión de tiempo que lo haga con el resto de nosotros.
Conexión Profética:
“El estandarte de la verdad y de la libertad religiosa sostenido en alto por los fundadores de la iglesia evangélica y por los testigos de Dios durante los siglos que desde entonces han pasado, ha sido, para este último conflicto, confiado a nuestras manos. La responsabilidad de este gran don descansa sobre aquellos a quienes Dios ha bendecido con un conocimiento de su Palabra. Hemos de recibir esta Palabra como autoridad suprema. Hemos de reconocer los gobiernos humanos como instituciones ordenadas por Dios mismo, y enseñar la obediencia a ellos como un deber sagrado, dentro de su legítima esfera. Pero cuando sus demandas estén en pugna con las de Dios, hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres. La palabra de Dios debe ser reconocida sobre toda otra legislación humana. Un “Así dice Jehová” no ha de ser puesto a un lado por un “Así dice la iglesia” o un “Así dice el estado.” La corona de Cristo ha de ser elevada por sobre las diademas de los potentados terrenales.” Los Hechos de los Apóstoles, pág. 56.
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