Qué Hace Jesús Cuando Usted Cae en Pecado
By Pastor Hal Mayer
Queridos amigos:
Bienvenidos al Ministerio Guardad la Fe. Gracias por estar con nosotros hoy al abrir la palabra de Dios y estudiar un importante tema para el tiempo del fin. A medida que las profecías se desarrollan rápidamente, nos damos cuenta que necesitamos a Jesús más que cualquier otra cosa para poder enfrentar los desafíos que se avecinan para el pueblo de Dios. Pero también necesitamos a Jesús para nuestra salvación. Espero y estoy orando para que el mensaje de hoy los ayude especialmente a ustedes en su caminar con Cristo. Una cosa es conocer las doctrinas y las profecías. Pero otra cosa es conocer a Cristo. Las profecías nos abren el camino para entender a Cristo, porque ellas se refieren a Él.
Antes de comenzar, permítanme decirles que nuestras breves y diarias informaciones son para ustedes, si es que no las están recibiendo. Envíennos un correo electrónico y pídanlas y los incluiremos en la suscripción gratis. Estas noticias breves tienen un contexto profético y tal vez ustedes no las hayan visto.
Por favor continúen orando por el Centro de Calidad de Vida de Highwood. Ahora estamos recibiendo más pacientes y constantemente llegan más. También estoy agradecido porque el Señor está proveyendo personal para el trabajo y voluntarios para continuar con el fundamento que ya hemos colocado, por la gracia de Dios. Vuestras donaciones y apoyo a través de la oración han sido una gran bendición.
Debiera mencionar que vamos a tener nuestra primera reunión campestre de Guardad la Fe en Highwood, del 6 al 10 de enero de 2016. Daniel Pel es el orador principal. Tal vez desean reunirse con nosotros si es que viven en Australia. Y si vienen personas de otros países también serán bienvenidas. Asique tienen que inscribirse pronto, porque el alojamiento es limitado.
El Centro de Calidad de Vida de Amaroo Water Gardens también está haciendo algún progreso. Hemos presentado nuestra solicitud de cambio de uso al gobierno local para que la aprueben, de tal manera que podamos comenzar nuestro centro de salud muy pronto. Estamos orando para que el Señor impresione corazones para que disminuya nuestro fuego de alto a mediano. Esto significaría mucho menos en términos de renovaciones que tienen que llevarse a cabo allí. Por favor, oren por esto. Ahora está en manos de ellos y nosotros creemos que Dios va a trabajar a nuestro favor. Pero Él sabe lo que es mejor. Por favor, oren.
Por favor, visiten nuestro canal de YouTube. Encontrarán videos que pueden ver. También pueden ver nuestras entrevistas y otros materiales. Además pueden conectarse por Internet y ver nuestro canal de librería iTunes. Encontrarán todos nuestros sermones allí. Pueden descargarlos para que los escuchen y los vean en sus dispositivos.
Y lo más importante, gracias por vuestras oraciones, amistad y apoyo para con el Ministerio Guardad la Fe. Eso significa mucho para nosotros. Nuestra obra se ha expandido tan rápidamente, que estamos asombrados con lo que Dios está haciendo. Los vamos a mantener informados sobre las profecías y sobre nuestro progreso en la obra de Dios.
Ahora, antes de comenzar con nuestro mensaje de hoy, vamos a orar. Nuestro Padre celestial, gracias por Cristo, quien nos ama con un amor tan poderoso, que nos alcanza desde el cielo y nos trae salvación. Necesitamos realmente esta gracia transformadora en nuestras vidas. Queremos vivir para Jesús en estos últimos días. Oro para nos guíes mientras estudiamos Tu palabra nuevamente hoy, en el nombre de Jesús, Amén.
Por favor vayan conmigo en vuestras Biblias al séptimo capítulo del evangelio de San Juan. Allí se registra una historia que se destaca mucho a través de las edades y llega hasta nuestro tiempo. Hay muchos hoy que necesitan entender esta historia y sus aplicaciones personales y prácticas. Espero que ustedes sean grandemente bendecidos con esta presentación.
Mientras Jesús ministraba a las multitudes, algunos de ellos hicieron lo mismo que muchos hacen hoy. Entraron en un debate. En este caso, el debate era si Jesús era el Mesías. Muchos creían en Él debido a los milagros que hizo. Pero en el versículo 26, algunos señalaron que Jesús hablaba públicamente. “Aquí habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido los gobernantes que éste es realmente el Cristo?” El versículo 32 dice: “Los fariseos oyeron que la gente rumoreaba estas cosas de él”. Ellos estaban perturbados con el hecho que Jesús amenazara su pequeño reino temporal. Y la Biblia dice: “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles que lo prendiesen”. Pero no pudieron hacerlo.
En su presencia Jesús dijo: “Si alguien tiene sed, venga a mí y beba”. Estar en la feliz presencia de Jesús era como beber un largo trago de agua en un día muy caluroso y seco, después de una larga caminada a pleno calor del sol. Era tan refrescante que traía alivio a muchas almas sobrecargadas por el pecado. Los Fariseos no tenían nada espiritual para ofrecerle al pueblo. Ellos estaban tan secos como las colinas de Gilboa. Ellos permanecerían en el púlpito de las sinagogas y continuarían con las formalidades de su religión, sin darle al pueblo el agua viva. Jesús, por otro lado, siempre tenía algo para el pueblo, algo que estaba húmedo con el rocío del cielo, lleno de significado y aliento. El contraste era tan fuerte, que el pueblo se fue hacia Cristo para escuchar lo que Él tenía para decir.
Versículo 38: “Como dice la Escritura, el que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su corazón”. Estas palabras asombraron a las personas, porque Jesús les estaba diciendo cómo ser una bendición para otros, así como para ellos mismos. Él les estaba ofreciendo vida, vida que podían impartirle a otros.
Isaías había predicho esto cuando habló de Cristo, diciendo: “Yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones”. Isaías 55:4. El Comandante del cielo iba a darle agua al sediento. “¡Todos los sedientos, venid a las aguas! ¡Y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed! ¡Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche! … Inclinad vuestro oído, y venid a mí. Oídme, y viviréis. Y haré con vosotros un pacto eterno, las amorosas y fieles promesas hechas a David”. Isaías 55:1, 3.
¿Cómo creen ustedes que los Fariseos recibieron las palabras acerca de las maravillosas obras de Jesús? ¿Creen que se regocijaron cuando el enfermo fue sanado y los demonios fueron arrojados fuera? ¿Ustedes creen que se regocijaron cuando los muertos fueron resucitados a la vida? Oh, no. Ellos estaban muy tristes por el comportamiento de Jesús. Ellos lo criticaron. Tenían acusaciones. Jesús había venido para bendecir el mundo con la luz de Su presencia celestial. Pero aquellos que estaban a cargo se enojaron mucho con lo que Jesús hizo, porque alejó a las personas de ellos. Ellos pensaron que tenían un lugar en el mercado espiritual y sintieron que Jesús se entrometió en eso. Pero el cielo había enviado a Cristo para derribar las enseñanzas de los Fariseos y colocar la confianza de las personas en la palabra de Dios.
¿Se han dado cuenta que el versículo de Juan 7:38 registra: “como dice la Escritura”? Jesús estaba continuamente socavando la autoridad de los hombres y estaba colocando la confianza del pueblo en la autoridad de la palabra de Dios. Esta era Su misión. ¿Creen ustedes que esto es lo que se necesita hacer hoy en día?
Pero algunos piensan que es mejor aceptar las opiniones de los líderes de la iglesia, antes de posicionarse a favor o en contra de Cristo. Ellos no querían estar en oposición con los líderes y era vitalmente importante para ellos que Jesús estuviese en armonía con los líderes. Si así no fuese, ellos tampoco serían aceptables si adoptaban las opiniones de Jesús para sí mismos. Ellos no querían ser expulsados de la sinagoga debido a una asociación con alguien que no fuese aprobado.
Ahora vamos al capítulo ocho y comencemos con el versículo uno. Al final de un largo día cansador, lleno de conflictos y controversias, “Jesús fue al monte de los Olivos”. Esto a menudo era su práctica. Él encontraría algún lugar retirado donde podría orar y comunicarse con Su Padre celestial. A menudo Él salía de la ciudad e iba al monte de los Olivos cuando estaba trabajando en Jerusalén. Tal vez Su retiro al monte se debía parcialmente a que ningún amigo se atrevía a ofrecerle su hogar en Jerusalén, ya sea por gentileza o por falta de coraje, como para darle una noche de descanso. Sus perseguidores tenían sus propios hogares adonde ir, pero Cristo no. Tal vez Él dejó la ciudad porque no quería ser capturado en un tumulto popular nocturno. Él sabía que los rabinos eran capaces de azuzar a las multitudes, especialmente en la oscuridad de la noche. Él sabía que estaban planificando capturarlo en la noche.
Amigos, es prudente salir y alejarse para evitar el peligro, siempre que podamos hacerlo, sin abandonar nuestro deber. Y el ejemplo de Cristo es instructivo. Durante el día Él trabajó abiertamente en el templo y se expuso abiertamente al peligro de los rabinos. Él estaba bajo una especial protección cuando desempañaba Su deber. Pero en la noche, cuando las personas dormían y cuando Él no tenía nada más para hacer por ellos, se retiraba al campo, y allí se refugió, aun cuando eso fuese incómodo. Y allí oraría y estaría en comunión con Dios para buscar Su fortaleza para los próximos días de labores.
Después de una noche de oración, Cristo volvió al templo. La Biblia dice en el versículo dos del capítulo ocho de Juan, que era temprano en la mañana. Jesús era un maestro diligente de justicia y comenzaría a trabajar temprano. Aun cuando había enseñado el día anterior, enseñaría nuevamente hoy. Él estaba continuamente trabajando para el reino de Su Padre, enseñando y predicando a tiempo y fuera de tiempo.
¿Por qué fue Jesús al templo? No era porque fuese un lugar sagrado, sino porque allí se reunían las personas que necesitaban escuchar lo que Él tenía para decirles. Y Sus palabras y enseñanzas eran enriquecidas con el rocío celestial, después de una noche de oración en el jardín del monte de las Olivas. Jesús enseñando aquí en el templo, sería aprobado por solemnes asambleas de adoración. Estas no siempre tienen que ser en los lugares sagrados designados para la adoración a Dios, sino que Él las aprueba. La Biblia dice que Jesús se sentaba a enseñar como si fuese a permanecer allí por algún tiempo. Él intentaba hablarles a las multitudes que venían para escucharlo.
Amigos, es temprano en la mañana cuando ustedes aprenden las ricas lecciones de la verdad de Jesús. Vayan y escúchenlo temprano en la mañana. “Oh Dios”, dice el salmista David, “tú eres mi Dios; temprano te buscaré: mi alma tiene sed de Ti, mi carne desea por Ti como un terreno seco y sediento, donde no hay agua; para ver Tu poder y Tu gloria, así como yo te he visto en el santuario”. Observen que vemos el poder y la gloria de Dios temprano en la mañana, antes que comience nuestro agitado día. Allí, a la luz del nuevo día, aprendemos primero de Dios. Oramos y escuchamos Su voz.
Y así cuando los adoradores comenzaban a llegar al templo aquel día, allí estaba Jesús enseñándoles. Amigos, si quieren experimentar la gracia de Cristo, vayan temprano en la mañana, y la quietud de la mañana les va a ayudar a escuchar la voz de Dios y los va a preparar para los desafíos del día. Temprano en la mañana es cuando Jesús está especialmente ahí para bendecirlos y fortalecerlos. Es el instante del día para refrescar vuestras almas con el agua de vida de la verdadera y viva fuente de la vida. Y cuando la obra del Señor tiene que ser hecha en ese día, ustedes tienen que comenzar temprano en la mañana, de tal manera que vuestra alma esté lista para enfrentar las tentaciones y agresiones del maligno.
Cuando Jesús entró en el templo, algo sucedió que perturbó a los rabinos y Fariseos. La Escritura dice: “todas las personas vinieron a Él; y Él se sentó, y les enseñó”. ¿Pueden imaginar eso? Todas las personas fueron a Él. Muchas de las personas no eran de la ciudad y habían venido para asistir a la fiesta de los Tabernáculos. Ellos esperaban otro sermón lleno de amor y gracia por parte de Jesús antes de volver a sus hogares. Aun cuando Él vino al templo temprano, ellos habían venido para escucharlo. No querían escuchar lo que decían los sacerdotes. Además podían escucharlos en cualquier momento. Pero aun había más. Los sacerdotes y los rabinos no tenían nada espiritual para darles y las personas estaban al tanto que las palabras de Jesús eran como agua para el alma sedienta. Ellos querían escuchar lo que Jesús tenía para decir.
La fiesta de los Tabernáculos o la fiesta de las Cabañas, era un tiempo alegre después del Día de la Expiación. Era un tipo profético de regocijo después que el pecado y los pecadores ya no estarán más al final de la Gran Controversia con Satanás. Qué símbolo preciso del poder y del amor de Dios para vencer al enemigo. Esta fiesta profética todavía tiene que cumplirse, aun cuando todas las otras ya no poseen ningún significado, ya que Cristo ha sido el antitipo de todas ellas.
Así, aun cuando el pueblo sabía que el escuchar a Jesús iba a desagradar a los gobernantes, ellos fueron adonde estaba Él y escucharon atentamente lo que tenía para decirles. Esto airó a los gobernantes. Se sintieron sitiados y amenazados por Jesús. Pero Jesús quería que ellos también lo escucharan. Muchos de los que vinieron para escuchar a Jesús no eran ricos ni eran hombres de notoriedad. Pero Jesús les enseñó sus lecciones a todos, incluyendo a los hombres del liderazgo y a los gobernantes del pueblo. Y aun cuando estaban enojados con Él, también vinieron y lo escucharon.
Este no fue el primer día que Jesús enseñaba en el templo. Él había estado ahí muchas veces antes. Los gobernantes sabían que Él iba a estar ahí esa mañana. Después de todo, era la fiesta de los Tabernáculos y el pueblo tenía que asistir a esta fiesta. Pero estos líderes iniciaron una conspiración e idearon un plan para deshacerse de Él.
Ellos conocían a una mujer que les había servido secretamente antes. Y algunos de ellos sabían adónde encontrarla. A pesar de la alegría de la fiesta de los Tabernáculos, a menudo surgía una ocasión para pecar. Algunos de ellos pueden haber pecado con ella, en contra de sus propias esposas y en contra de Dios. Ella era muy voluptuosa y atractiva. Pero era muy insegura y vulnerable hacia los hombres. Ella había sido conducida a propósito hacia el pecado sexual por algunos de ellos. El repetido compromiso la había debilitado y ahora no podía resistirlo.
Cada vez que esto sucedía, se sentía una mujer sucia y mala. Ella sabía que esto no estaba bien pero ya no le hacía caso. Los hombres que venían a verla esperaban que ella cediera. Sus pecados eran muchos y se sentía condenada a los ojos de los Fariseos, aun cuando había estado con algunos de ellos. ¿Cómo podía Dios aceptar a una pecadora como ella? ¿Cómo podía ella tener un hogar juntamente con los justos en el cielo? Parecía no haber ninguna manera para poder salir de este círculo pecaminoso.
Jesús sentía compasión por el alma de ella. Él la amaba, no de la manera en que lo hacían esos hombres, sino como un amigo celestial. Él deseaba darle la victoria sobre sus pecados. Ella escuchó acerca de cómo Jesús perdonaba pecados y se preguntaba si sus pecados eran demasiado grandes como para ser perdonados. Después de todo, estos eran muchos y muy serios. Ella temía ir a Jesús, porque habría tenido que hacerlo en forma privada. Después de todo, sus pecados, aun cuando eran graves, no eran muy conocidos. Pero ir a Él en forma privada, parecía inapropiado. Satanás le dijo que ella no tenía esperanza y que no tenía ningún sentido el ir a Cristo. Él no podía perdonarla.
Ahora los Fariseos acordaron en usarla a ella para que fuera adonde estaba Cristo. Arreglaron en que uno de ellos se reuniría con ella, y entonces, en el instante adecuado, la “atraparían” en el acto. Así, una tarde, ella fue contactada por uno de sus clientes regulares, que le dijo que fuera a un lugar donde ellos a menudo ya se habían encontrado antes. Ella fue adonde él le había dicho, no sabiendo nada de lo que iba a suceder.
En el momento más vulnerable, ellos fueron descubiertos. La mujer vio a aquellos a quienes ella conocía íntimamente, acusarla de inmoralidad sexual, y la llevaron temprano en la mañana hasta el templo para ser procesada. Los romanos les permitían a los judíos apedrear a las personas cuando había adulterio. La mujer estaba aterrorizada. Estos hombres la estaban exponiendo públicamente, en medio de la asamblea, frente a Cristo como su juez.
Imaginen la tremenda sorpresa del pueblo que estaba observando y escuchando. Los gobernantes hicieron esto, porque querían que todas las personas observaran a Cristo caer en la trampa. Sus palabras lo condenarían de cualquier manera, pensaban ellos. Y cuanto más público fuese el ejercicio, mejor.
La mujer había escuchado acerca de Jesús. Pero ella pensó que era demasiado pecadora como para ser perdonada. Un hombre tan puro como Él jamás se interesaría en su problema. Pero entonces escuchó algo que le dio un destello de esperanza.
Vayamos a San Marcos 2:15-16. Uno de sus amigos le contó una extraña historia de cómo Jesús entró abiertamente en la casa de Leví Mateo, un cobrador de impuestos, y comió con todo un grupo de ellos. Los Fariseos se burlaron de Él, por haber comido con recolectores de impuestos y con pecadores. “Y cuando Jesús estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos cobradores de impuestos y pecadores estaban también a la mesa con Jesús y sus discípulos; porque muchos lo habían seguido. Y los escribas y los fariseos, al verlo comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a sus discípulos: «¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y los pecadores?”.
Y ella era una pecadora, de acuerdo con los sacerdotes y rabinos. Tal vez exista esperanza. Pero ella dejó ese pensamiento a un lado, pensando que Él jamás le prestaría atención. Pero las palabras que se decían en la calle, era que Él estaba interesado en estos pecadores y que le gustaba su amistad. Las personas hasta decían que Él era cariñoso y amigable con todos, incluyendo a los leprosos, que eran los más pecadores, tal vez Él podía ayudarla a salir de este despreciable estilo de vida. Tal vez, había esperanza después de todo.
Pero tal vez, su mente le estaba jugando una mala pasada. Ella había ido demasiado lejos, pensaba; demasiado lejos como para ser recibida por Jesús. Hasta los Fariseos le habían dejado eso bien claro, en su propia manera de decirlo. Ellos afirmaban que si Él comía con ese tipo de personas, tenía que ser uno de ellos y no merecía su aprobación. Había pecados que Dios no podía perdonar, ¿cierto? Ella se preguntaba esto a sí misma.
Ustedes pueden ver, que todo había sido aprobado por las autoridades. Si las autoridades religiosas se oponían a algo, entonces eso no estaba bien. La defensa y la protección del amor de Dios fue torcidas de una forma tan perversa, que el pueblo común, como ella, sentían que no existía ninguna posibilidad de alcanzar la norma. “Tengo que entender que no existe ninguna posibilidad para mí”, se dijo a sí misma. “¡Contrólate! Sé realista. Mis pecados son tan grandes que no puedo ser salva”.
Pero otro día otro amigo le dijo que Cristo perdonaba a los pecadores. Pero la idea que Cristo era un amigo de los pecadores, era tan radical, que era muy difícil creerlo. “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores». Mateo 11:19.
“Si Jesús era un amigo de los pecadores, tal vez pueda ser mi amigo también”, pensaba ella. “Tal vez me pueda ayudar a salir de este estilo de vida pecaminoso. Tal vez exista esperanza para este terrible círculo destructivo. Tal vez me pueda ayudar a vencer mi necesidad de aprobación y amor masculino, de tal manera que no caiga en relaciones sexuales con cada hombre que aparezca”.
Jesús entendió a esta mujer. Él siempre entiende un corazón que está cargado con el pecado y que anhela libertad de la esclavitud. Él es tan amoroso y cariñoso que puede perdonar hasta los peores pecados y los peores estilos de vida. Él quiere ser amigo de los peores pecadores. Es una gran alegría para Él libertarlos de las garras de Satanás. Eso le trae gloria a Su nombre. Magnifica Su gracia y Su amor.
Cuando los Fariseos le trajeron esta mujer a Jesús y la condenaron, señalaron que la ley de Moisés requería que un adúltero fuese apedreado. Ella estaba aterrorizada al verlos frente a Él. Estos hombres nunca habían dicho algo antes. Algunos de ellos la habían ayudado. ¿Por qué estaban ahora tan decididos a matarla?
Los sacerdotes y rabinos habían estado argumentando con Jesús el día anterior. Él les había dado evidencia de Su divinidad exponiéndoles su complot para matarlo, y ellos pensaban que Él no sabía eso. Ellos estaban quebrantando la ley que profesaban guardar. ¡Hipócritas! A ellos no les gustaba ser expuestos, así es que reaccionaron diciendo: “Demonio tienes; ¿quién procura matarte?».
Ellos trataron de insinuar que los milagros y las maravillas de Jesús, eran el resultado de la obra de un espíritu malo. Pero eran ellos los que estaban bajo el maligno, no Cristo. Y como un rayo de luz, Cristo les reveló Su divinidad exponiéndoles su complot.
A medida que aumentaba su ira, ellos nuevamente hicieron planes para arrestarlo. Si permanecía en libertad, ellos temían que el pueblo sería alejado de ellos, que eran los líderes establecidos. Tenían que silenciarlo, si es que podían.
Y ahora, estaban tratando de atraparlo de tal manera que sería enredado con sus propias palabras. Cuando Jesús volvió al templo temprano en la mañana, después de una noche de oración y de refrigerio con Su Padre en el jardín del Getsemaní, comenzó a enseñarle al pueblo. Las Escrituras dicen en Juan 8:2 que: “todo el pueblo vino a Él”. Era como si Jesús fuese un imán. Ellos no estaban interesados en lo que los sacerdotes y rabinos decían o hacían. Ellos estaban interesados en lo que Jesús estaba diciendo y haciendo. Y este era el punto principal. Era un conflicto entre Cristo y los líderes de la iglesia. Su autoridad estaba siendo cuestionada y ellos estaban siendo amenazados, aun con Su presencia.
Muchos de ellos habían sentido la convicción de la verdad de Sus palabras, pero habían aplastado los sentimientos y el inteligente reconocimiento de Cristo como el Mesías. Ellos le dieron la espalda, debido a lo que les costaría. Ellos perderían su estándar mundano y serían despreciados y rechazados por las multitudes.
Pero Él atrajo a las multitudes y esto los airó y los puso temerosos. Cuando los hombres en el poder son atrapados por el temor, no van a escatimar esfuerzos para perseguir a aquellos a quienes les causan temor. Piensen en lo que va a suceder en los últimos días, cuando las naciones del mundo le temerán al pueblo de Dios. Una vez que estén suficientemente endemoniadas, habrá una histeria colectiva entre ellos. Si los desastres y las calamidades que van a venir sobre el planeta, son un resultado de aquellos que practican la verdadera adoración y que se rehúsan a seguir a la bestia y a guardar su día de adoración, el pueblo no va a querer tenerlos cerca. Van a pensar fácilmente que para poder eliminarlos, tiene que ser cazados y muertos.
Piensen en esto. Solamente los ángeles de Dios serán capaces de protegerlos. Y es así como muchos de ellos van a sobrevivir.
Cruelmente, la abusada, aterrorizada y llorosa mujer, fue llevada a los pies de Jesús, aun con sus ropas nocturnas, y fue arrojada violentamente delante de Él.
Pero mis amigos, ¿no es ese el lugar donde tenemos que estar, a los pies de Jesús? Cuando pecamos, tenemos que arrepentirnos. La única vía de escape de las consecuencias eternas, es estar a los pies de Jesús. Satanás es el acusador, pero si estamos a los pies de Jesús, estaremos a salvo de sus acusaciones. Es a los pies de Jesús que recibimos perdón y sanación de los pecados que Satanás nos ha llevado a cometer y luego nos acusa de ser pecadores. Es a los pies de Jesús que conseguimos nuestra defensa contra el adversario. Es a los pies de Jesús que podemos encontrar el verdadero valor por nosotros y un claro entendimiento de Su amor y el costo de Su sacrificio.
“Maestro”, dijeron ellos con cierto desprecio, “esta mujer fue encontrada en adulterio, en el mismo acto”, Juan 8:4. Observen que lo llamaron “Maestro” cuando en el día anterior lo llamaron de engañador. Jesús reconoció su hipocresía. Y amigos, si ustedes están en Cristo, Él les va a mostrar lo que tienen que saber cuando van a ser entrampados en la red de algún adversario.
Para disipar cualquier sugerencia de que esto era un rumor, dejaron claro que no existía ninguna duda de que ella era culpable de un crimen contra el cielo y contra las leyes de la iglesia. Ella había sido capturada en el acto mismo. Sin embargo fueron sus acusadores los que la habían conducido a pecar en primer lugar. Pero amigos, ¿no es por misericordia que Dios a menudo nos expone para que no continuemos en eso y no nos pongamos más duros contra Él? Nuestros pecados son colocados delante de nosotros, no para condenación, sino para convicción, de tal manera que podamos volvernos y arrepentirnos.
“Moisés nos ordena en la ley, que ella tiene que ser apedreada; ¿pero qué dices Tú?” Y las implicaciones eran serias. “Tú, que pretendes ser un maestro venido de Dios y que echas a un lado la ley de Moisés, reemplazándola con una nueva ley. ¿Quién piensas que eres?” ellos lo estaban tentando, de tal manera que tuvieran una ocasión de acusarlo, (versículo 6). Ellos habían mal interpretado la ley de Moisés y el amor de Dios. Ahora, como si fuese una victoria triunfal, colocaron una pregunta seguros de que Cristo entraría en conflicto consigo mismo, o en conflicto con los romanos. De cualquier manera, ellos serían capaces de desacreditarlo y de deshacerse de Él. Ellos esperaban confiados en que Él concordaría con ellos. Y al hacerlo, lo desacreditarían delante de los ojos del pueblo, diciendo que había venido a destruir la ley y los profetas. Y como amigo de los pecadores, estaría consecuentemente a favor del pecado. Y si Él dejaba sin castigo el pecado, lo representarían como un benefactor del pecado. No sería respetado por el pueblo si aprobaba el pecado y aun siendo profeta, el cual tenía que ser estricto y puro.
Con gran interés, el pueblo que había estado escuchando a Jesús, se preguntaba qué iría a responder. Todas las voces se silenciaron y todos los oídos estaban atentos a lo que Él iba a contestar a esta pregunta. Diría lo correcto, o diría lo errado. Estaba claro para ellos que Cristo estaba en un dilema – entre la espada y la pared, por así decirlo. Si Él respondía que ella no debía ser apedreada, lo acusarían de ser desleal a la ley de Moisés y de la iglesia. Si decía que tenía que ser apedreada, lo podían acusar ante los romanos y éstos se lo llevarían.
“Muchos de los que escuchaban a Cristo moraban en Jerusalén y, aun conociendo las maquinaciones de los príncipes contra él, se sentían atraídos hacia él por un poder irresistible. Se iban convenciendo de que era el Hijo de Dios. Pero Satanás estaba listo para sugerirles dudas, y a ello se prestaban sus ideas erróneas acerca del Mesías y de su venida”. El Deseado de Todas las Gentes pág. 421. Estas personas estaban concientes que Cristo estaba lidiando con hombres que no tenían ningún cuidado con la vida humana. Ellos solo estaban preocupados con su propio poder y algunos de ellos esperaban secretamente que Cristo venciera su complot.
Jesús miró con piedad la escena. He aquí una mujer temblando, avergonzada por los mismos hombres que la condujeron a pecar. He aquí los semblantes duros de los dignatarios Judíos, desprovistos de simpatía y de amor. Jesús conocía sus corazones impíos y entendió claramente su estrategia, que estaba dirigida contra Él. Ellos no estaban buscando justicia para la mujer. Estaban tratando de encontrar una manera para socavar Sus enseñanzas celestiales y Su poderosa influencia. Estaban muy enojados y no se podía razonar con ellos. Estaban tan desprovistos de piedad humana, que no aceptarían la misericordia, ni tampoco aceptarían la justicia. Ellos querían atrapar a Cristo. Lo querían ver muerto y no conseguían dominar su ira. Pero un poder invisible puso un límite sobre su ira, al decirles: “Hasta aquí llegarás y no irás más adelante”.
Jesús también conocía el corazón de la mujer que estaba en desgracia y temblando de temor delante de Él, y Él quería darle paz y perdón por sus pecados. Él sabía que ella deseaba la paz y la victoria, pero sintió que no podía conseguirla. Ella estaba en el centro tormentoso de la mortal controversia entre Cristo y los líderes de la iglesia. Y su vida pendía de ese equilibrio. ¿Qué iba a decir Jesús? ¿Qué haría?
Jesús no respondió directamente la pregunta. Él se inclinó y comenzó a escribir en el polvo del suelo con Su dedo: “como si no los escuchara”, (versículo 6). A través de sus ojos llenos de lágrimas, la mujer trató de ver lo que Él estaba haciendo, a medida que escribía con Su dedo en el polvo y en la arena. ¿Vio ella la palabra “adulterio” ahí? ¿Estaba Él escribiendo acerca de ella?
Estos hombres impíos pensaban que habían atrapado a Jesús y que Él los estaba evitando, porque no podía responder la pregunta. Pero su curiosidad pudo más. No pudieron evitar inclinar sus cabezas para ver lo que Él estaba haciendo. Pero no entendieron la naturaleza de Su acción. Lo presionaron para que respondiera su pregunta. “Qué dices, Maestro”. Ellos habían colocado su propia reputación en juego al traer esta mujer adúltera delante de Jesús para que la juzgara. Era Él contra ellos. Y ellos presionaron mucho para que les diera la respuesta, sin pensar en las consecuencias, porque así pensaban atraparlo. Pero Jesús continuó escribiendo en la arena. Ellos debieron haber asumido que la demora de Cristo en responderles era una advertencia contra sus intenciones.
Finalmente Él se levantó, miró a los confabuladores rabinos a los ojos, y dijo: “Aquel que no tenga pecado entre vosotros, arroje la primera piedra”. La mujer se sobresaltó y gimió, pensando que una piedra vendría volando y la golpearía en cualquier momento. Después de todo, estos rabinos se representaban a sí mismos como justos y todos los demás eran pecadores. Pero no voló ninguna piedra. Los Fariseos estaban pensando en lo que Jesús dijo. Ellos sabían en sus propios corazones que eran totalmente pecadores. Al permitirle que aquél que estuviera sin pecado arrojara la primera piedra, Él impidió que ninguno se atreviera a hacerlo. Estos hombres estaban contaminados. Su confabulación la había conducido a ella a pecar, en primer lugar. He aquí una declaración de El Deseado de Todas las Gentes pág.425. “Aquellos hombres que se daban por guardianes de la justicia habían inducido ellos mismos a su víctima al pecado, a fin de poder entrampar a Jesús”. Su deseo era matar a Jesús. Y ellos matarían a una mujer encontrada en adulterio si fuese necesario, para conseguir sus deseos. Ellos ya habían demostrado su odio contra Cristo. ¿Cómo podía cualquiera de ellos afirmar que estaba sin pecado?
Solo Jesús estaba sin pecado. Él era el único en aquella muchedumbre que estaba libre para arrojar la primera piedra. ¿Pero qué hizo Él? Él amaba mucho a la mujer; Él quería salvarla tanto de su pecado, que no había ninguna posibilidad que levantara una piedra.
Sí, la mujer merecía la pena de muerte por su pecado. Ella era como un veneno para la nación. La sensualidad era un gran pecado, porque es muy engañadora y adictiva. Si a las mujeres como ella se les permitiera quedar sin castigo, no habría ninguna disuasión para todo tipo de mal e impiedad que descendería sobre la nación. Ella merecía morir. Merecía la justa penalidad de la ley. Merecía ser removida de la nación. Ella lo sabía. Los Rabinos y Fariseos lo sabían y Jesús lo sabía.
Pero, ninguna piedra le fue arrojada. Ni siquiera una pequeña. Nadie siquiera se movió para recoger una piedra, cuando Jesús dijo estas palabras: “El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra”.
Colóquense ustedes en su lugar. Piensen en sus pecados, mis amigos. ¿Merecen ustedes morir? Pero Jesús no tomó ninguna piedra de acusación para arrojársela a ustedes. Él los ama con un amor eterno y desea reconciliarse con ustedes. Él sabe que si Él, el Salvador de la humanidad, los acusa, ustedes se alejarían enojados y disgustados. Él sabe que tiene que apelar a vuestro corazón con perdón, no con justicia.
Todos entendemos la justicia. Todos conocemos el resultado de nuestro mal comportamiento. El castigo y la muerte es el único fin. Pero Jesús se inclinó para levantarlos y para restaurar vuestra humanidad. Él desea remover vuestras ropas contaminadas de justicia propia y reemplazarlas con Sus ropas de pureza y santidad. Oh, si fuese tan fácil ver esto como lo es ver la justicia.
Pero Jesús sufrió el castigo que usted merecía. Él sufrió en la cruz por ustedes. Él cumplió las exigencias de la justicia a vuestro favor. Él tomó todos vuestros pecados sobre Su propio corazón. Él puede ahora legítimamente ofrecerles libremente Su gracia, la cual está diseñada para libertarlos de los grillos del pecado. Sí, lo asombroso es que Su gracia es gratis. Va a transformar vuestras vidas y les va a dar perdón (lo cual es justificación) y los va a libertar del poder del pecado, de tal manera que no pequen más (lo cual es santificación). Es realmente maravilloso tener paz con Dios y ser restaurados a Su favor como Sus hijos. Si ustedes lo aceptan, son libres.
La aterrorizada mujer había deseado ir a Jesús y aprender de Él. Ahora estaba en las peores circunstancias y Jesús acababa de pronunciar la sentencia de muerte – así pensaba ella. Pero Jesús estaba realmente en el proceso de libertarla de sus pecados. Él reconocía la ley y su justicia. Pero había otro fin para ella, diferente a sus exigencias. Cristo la iba a perdonar y la iba a dejar ir libre. Jesús iba a transformar su vida a través de Su poder.
Juan 8:8 dice: “Y nuevamente se inclinó y escribió en el suelo”. El deseo de ver lo que Jesús estaba haciendo se intensificó. Estos astutos líderes de iglesia comenzaron a entender que Jesús ESTABA respondiéndoles su pregunta, escribiendo en el suelo. Ellos estaban llenos de pecado y de impurezas. Jesús se los dejó claro en Mateo 23:27-28. Escuchen: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera se ven hermosos, y por dentro están llenos de huesos de muertos y de inmundicia. Así también vosotros, por fuera os mostráis justos a los hombres, y por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. ¿Han observado que los que son más celosos para defender la ley, a menudo son los que se indultan a sí mismos?
Pero, no era agradable ver los propios pecados secretos expuestos delante de toda la comunidad. Recuerden que había muchas personas comunes observando ansiosamente, tal como ellos mismos. Uno a uno entendieron que Él conocía sus pecados individuales y particulares con la más dolorosa precisión y con la más fuerte realidad. Él los estaba escribiendo en la arena, desde los más ancianos hasta los más jóvenes. Sus rostros se pusieron blancos. “¿Cómo lo sabe Él?” deben haber pensado. El Espíritu Santo añadió el peso de la culpa sobre cada uno de ellos, a medida que leían Sus palabras en el polvo, relacionadas con su propia impiedad y actos de las tinieblas.
Escuchen lo que dice Juan 8:9. “Al oír esta palabra, acusados por su conciencia, salieron uno a uno, empezando desde los más ancianos. Y quedó solo Jesús, y la mujer ante él”.
Sus conciencias fueron destruidas. La conciencia es el asistente de Dios en el alma. Y una palabra de Él la pondrá en funcionamiento. Hasta el más bien conceptuado y arrogante no puede escapar de la condenación de la conciencia. Así, uno a uno se alejaron como si no quisiesen que se notara su ausencia. Tranquilamente abandonaron el debate. Jesús había colocado la condena del prisionero sobre los perseguidores. Con la red que habían preparado para Cristo, enredaron sus propios pies. Ellos vinieron a acusarlo a Él, pero terminaron acusándose a sí mismos. Aun cuando Cristo estaba de acuerdo en que ella debía ser juzgada, Él apeló a sus conciencias que no estaban preparadas para ser sus jueces. Ellos la estaban ejecutando con sus lenguas, y hubieran querido ejecutarla con sus manos, cuando eran culpables de pecados aun peores. Ustedes ven, que estos hombres presumían poder juzgarla, cuando eran culpables de pecados tan oscuros como los de ella – los que ejecutaron al Hijo de Dios. Ellos jamás debieron acusar a nadie, cuando eran culpables de pecados similares. Después de todo, quién en algún tiempo o en otro, en sus vidas, no es culpable de alguna forma de fornicación. Jesús dijo, en Mateo 5:28, que con tan solo mirar a una mujer con lujuria, era transgredir el séptimo mandamiento.
Uno a uno estos malos hombres vieron sus propios pecados escritos en la calle debajo de sus pies. Uno a uno, encontraron excusas para alejarse rápidamente. “Oh, mi esposa me necesita para comprar algo en el almacén. Los veré después”. “Tengo un compromiso al cual tengo que asistir…”. “Oh amigos, voy a llegar tarde para la mitzvah de mi hijo si no me voy ahora”. Uno a uno, todos partieron silenciosamente, no queriendo hacer una escena ni llamar la atención hacia ellos mismos.
Escuchen esta declaración sobre la inconsistencia de los rabinos Judíos en su comportamiento, en El Deseado de Todas las Gentes pág.426. “Al par que profesaban reverencia por la ley, los rabinos, al presentar la acusación contra la mujer, estaban violando lo que la ley establecía. Era el deber del esposo iniciar la acción contra ella. Y las partes culpables debían ser castigadas por igual. La acción de los acusadores no tenía ninguna autorización. Jesús, por lo tanto, les hizo frente en su propio terreno. La ley especificaba que al castigar por apedreamiento, los testigos del caso debían arrojar la primera piedra”.
Aquellos que desean, o presumen, o son obligados a acusar a otros, debieran mirarse primero ellos mismos y ser más duros con el pecado contra ellos mismos, que contra otros. Esto es vitalmente importante si es que alguna vez vamos a discernir la verdadera impiedad del pecado. Tenemos que ser cariñosos con aquellos que han cometido pecados. Tengan en mente; los candelabros del tabernáculo eran hechos de oro puro. Si usted quiere liberarse del pecado, asegúrese que posee un carácter semejante. Si usted es culpable de pecado, entonces no puede acusar a otros. Puede orar por ellos. Puede amonestarlos. Pero no puede acusarlos.
Cristo vino a nuestro mundo para traer arrepentimiento a los pecadores. “Porque el Hijo del hombre no vino para destruir las vidas de los hombres, sino para salvarlos”. Lucas 9:56. Cristo decidió atraer a todos Sus oyentes al arrepentimiento aquel día, a la mujer a través de Su misericordia, al sacerdote revelándole que conocía todos sus pecados y al pueblo común testificando de toda la gloriosa escena. La escena al comienzo se vio mal para con la mujer y para Cristo, pero al final, logró demostrar que Cristo era el victorioso y que la mujer fue liberada. ¡Cuánto más quería Cristo liberar a esos rabinos! Pero ellos no aceptaron. Ellos querían atraparlo, pero Él quería convencerlos y convertirlos.
Eventualmente, cuando nadie permaneció para acusarla, “Jesús se levantó, y no vio a nadie a no ser la mujer, y le dijo: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ningún hombre te ha condenado?”
Observen que Jesús se levantó por Sí mismo. Cuando Jesús se levanta, todas las acusaciones y alegatos desaparecen. Nadie más se quedó ahí, a no ser el pecador y Jesús. Una vez que Jesús señaló la culpa del maligno, el que acusa a Sus hijos, los impíos tienen que huir. Estos líderes eran representantes de Satanás. Estaban inspirados por sus ideales. Ellos reflejaban su imagen en su odio contra Cristo. Ellos habían cedido a la tentación para resentirse por la influencia y el poder de Cristo y ahora querían matarlo.
Jesús llevó a cabo una serie de cosas con esta acción. Él no había colocado a un lado la ley de Moisés, la cual era muy importante para estos rabinos legalistas. No infringió el poder Romano, así es que no podían acusarlo de eso. Y había expuesto sus culpas a toda alma acusadora. “Temblaban de miedo de que la iniquidad oculta de sus vidas fuese revelada a la muchedumbre; y uno tras otro, con la cabeza y los ojos bajos, se fueron furtivamente, dejando a su víctima con el compasivo Salvador”. El Deseado de Todas las Gentes pág.426.
Lo último que ellos querían era que sus pecados fuesen expuestos por Cristo a la multitud. Eso desacreditaría totalmente sus dichos de justicia, y haría que el pueblo los despreciara y que no escucharan sus consejos. Jesús había escrito sus pecados en el polvo del camino, donde los pies de los transeúntes los borrarían rápidamente. Él fue misericordioso también con los rabinos. ¿No es eso increíble? No cualquiera podía leer esas palabras. No estaban escritas en piedras. No fueron colocadas en escudos ni en letreros. No, fueron colocadas donde iban a desaparecer rápidamente.
Jesús no está ansioso para exponer a nadie. Él no quiere que nadie sea desanimado debido a su vida pecaminosa. Pero, Él sí nos expone nuestros pecados a nosotros mismos, de tal manera que nos podamos ver tal como somos y nos podamos arrepentir y ser convertidos. Él tiene que explicarnos la gravedad de nuestros corazones egoístas e impíos, para que podamos correr a Él en busca de perdón, purificación y justicia.
Jesús pudo haber condenado a la mujer pecadora. Su pureza sin manchas habría quedado en marcado contraste con su vida contaminada. Pero, Él la atrajo a Sí mismo. Él no la rechazó, ni se alejó de ella, ni la dejó allí en la calle sin la seguridad de Su amor salvador. Él la perdonó de todos sus muchos y grandes pecados.
A través de sus lágrimas, y a medida que su terror de ser apedreada se apaciguó, ella dijo: “Nadie, Señor”. Versículo 11.
Son aquellos cuyas causas son llevadas a Jesús y que están condenados delante de Él; son aquellos cuyas vidas han sido vividas en completa conciencia de sus pecaminosidades y desgracias, los que están más listos para recibir Su perdón. Aquellos que han crecido en la iglesia y que nunca han salido de ella, tienen muchas dificultades para entender su inmoralidad y desgracia. Cuando Jesús separa a las ovejas de los cabritos en la parábola, Él está hablando de las personas de la iglesia que piensan que están salvos, cuando en realidad no lo están. Los clamores de la ley son silenciados por la sangre de Jesús aplicada a tu registro de pecado. Entonces somos dejados en pie juntamente con Jesús. Ahora solo tenemos que tratar con Él, porque Él es quien ejecuta el juicio. Mis amigos, que el evangelio de Cristo los gobierne. Que su poder los liberte del poder del pecado. Asegúrense en Cristo.
Nadie condena a aquellos que Jesús perdona, mis amigos. Piensen en eso. Jesús es el refugio de los penitentes. Las exigencias del diablo son reprobadas y rechazadas. El enemigo ya no es el maestro del alma perdonada. Jesús reemplaza la malicia del enemigo con Su amor y cariño. Él restaura el alma del daño que ha sido efectuado por el maligno. Él recupera al perdido a través de Su gracia salvadora.
Mis amigos, ¿quieren la gracia salvadora de Jesús a cambio de vuestros pecados? Qué paz y descanso trae. Qué tremenda bendición es saber que Cristo cuida de nosotros personal e individualmente, como si usted fuese la única persona sobre la tierra. Él los ama y va a enviar a todo el cielo para rescatar al peor pecador del planeta. A Él le gusta salvarnos de nuestros pecados. Él desea perdonarnos. Esa es Su naturaleza. Él desea que usted venza al enemigo en su vida. Esa también es Su naturaleza. Él desea restaurarnos como a Su hijo, y quiere darnos un hogar en Su reino.
Y con todo el amor celestial que tenía, le dijo cariñosamente: “Ni Yo te condeno…”.
Por favor, tomen nota de lo que Jesús dice. Si hay una persona que entiende el alma humana y su propensión al pecado, ese es Jesús. A los seres humanos les encanta pecar. Somos atrapados en las garras del enemigo y no hacemos otra cosa, a no ser pecar, a menos que tengamos el amor de Jesús en nuestros corazones. Jesús entiende. Él no excusa el pecado. Él no disminuye la gravedad del pecado. Pero, Él dice: “Ni Yo te condeno”. ¿Yo no te condeno por pecar? Yo he venido a salvarte del enemigo. He venido para restaurarte a la imagen de Dios.
Nosotros entendemos que somos culpables de pecado. Jesús sabe que nosotros sabemos eso. Nosotros pensamos naturalmente que Jesús no nos va a perdonar si nuestros pecados son demasiado grandes. Él quiere que entendamos que todo lo que necesitamos hacer es ir a Jesús, confesar nuestros pecados y buscar Su perdón, y Él va a concedernos el perdón gratis y abundante.
Jesús reconoce que la mujer había pecado y que está condenada a muerte por esos pecados. Pero Él simpatiza con su situación. Él sabe que ella no puede vencerlos por sí misma. Ella necesita Su poder en su vida.
Aunque siendo culpable por el pecado, no es el énfasis del mensaje de Jesús para ella. El punto principal que Él está tratando de hacerle entender, es Su amor y perdón. Sin eso, ella estará perdida. Pero con eso, ella lo poseería todo, incluyendo la vida eterna. Jesús es cariñoso con ella. Le da esperanza.
Jesús también le da un pequeño consejo. “Ve y no peques más”, le dijo. Con cada mandamiento, Jesús provee el poder para cumplirlo. Estamos sin esperanza, incapaces de cumplir Su voluntad, pero tenemos que hacerlo. Por lo tanto, la única solución es que Jesús nos de Su gracia para vencer. Es gracia desde el comienzo hasta el fin. Gracia poderosa. Gracia esencial. La gracia es el camino de Dios para levantarnos, sacarnos el polvo y para colocarnos en el camino de la vida. Es la gracia la que le da poder al agente humano para vivir por Jesús. Cuando Jesús dice: “ve y no peques más”, Él está hablando acerca de vivir por la gracia. Nosotros no somos solamente perdonados por la gracia. Tenemos que vivir por gracia. La gracia no es meramente un acto de justificación legal, un acto a través del cual somos perdonados. No. Es el mismo acto de gracia que nos da una vida de victoria. Sin ella, ustedes no pueden vivir en forma justa. Cristo nos la ofrece y nos restaura a Su semejanza, de tal manera que podemos vivir Su carácter en nuestras vidas. ¿No son estas maravillosas buenas nuevas? Alabado sea el Señor por la justicia de Cristo. Nuestros esfuerzos son ineficaces, pero tenemos que hacer Su voluntad con nuestros esfuerzos. Pero en realidad, es solo una cooperación con Cristo la que transforma la vida por la gracia. Nosotros no podemos vencer el pecado. Es imposible. Solo es posible vencer a través de la gracia de Cristo.
Cristo no va a condenar a aquellos que han pecado, que se arrepienten y que deciden en sus corazones ir a Él y no pecar más. Él no va a sacar ventaja de nosotros debido a nuestras anteriores rebeliones e impiedades. Él las va a arrojar en las profundidades del mar y se va a olvidar de ellas. Es el diablo el que continúa mostrándolas delante de nosotros, para condenarnos y hacernos sentir que no podemos reconciliarnos con Dios. Por lo tanto, el amor y la gracia de Cristo hacia nosotros, en la remisión de pecados a través de Su sangre, debiera ser el argumento prevaleciente para nosotros, para ir y no pecar más. Romanos 6:1-2 dice: “¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”.
Si Cristo nos ha perdonado y restaurado, ¿por qué el diablo podría dar cualquier razón para acusarnos nuevamente?
Pablo dice en Gálatas 2:20. “Con Cristo estoy crucificado: sin embargo vivo; pero no yo, sino que Cristo vive en mí: y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se dio a Sí mismo por mí”.
Cuando Cristo nos perdona y nos purifica, nos da un nuevo corazón. Cuando tenemos un nuevo corazón, ya no deseamos pecar. Eso nos aleja de las tentaciones de Satanás. Observen que Cristo vive en el cristiano victorioso. Ya no podemos vivir para nosotros mismos. Ya no nos pertenecemos, sino que le pertenecemos a Cristo. Vivimos por Su fe, no por la nuestra. Es Su gracia la que restaura, implantando Su fe en nuestras vidas.
Jesús llama a los perseguidores: “Adónde están tus acusadores”, dice Él. “¿Ningún hombre te ha condenado?” Cristo sabía adonde estaban, pero Él hizo esa pregunta para poder dejar en vergüenza a aquellos que no aceptaron Su justo juicio. También quería animarla a ella a resolver vivir por Su juicio. Pablo lo dice de esta manera en Romanos 8:33. “¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica”.
Esta pobre mujer es ahora uno de los elegidos de Dios. ¿No es maravilloso? Él ha convertido su esclavitud al pecado en libertad y justicia. Ella es perdonada y está en paz. Ahora ella perdona a sus acusadores. “Nadie, Señor”, responde ella. No los señala con el dedo para acusarlos. Ella no triunfa sobre el infortunio de sus acusadores. Ella no puede hacerlo, porque le ha sido perdonado mucho. Ella solo ama a Cristo. Y así tenemos que hacerlo nosotros. Tenemos que amar a Jesús más que a nosotros mismos. Tenemos que amar a Jesús más que a nuestra propia reputación. Tenemos que amar a Jesús más que a nuestra vindicación.
La mujer está tan agradecida a Jesús por haberle salvado su vida y por no haberla condenado, que su corazón fue derretido. Ella se arrojó a los pies de Jesús, sollozando su amor en gratitud y confesó sus pecados con lágrimas amargas. Ella era libre y su alivio era tan grande, que decidió que jamás iría a caer en ese pecado nuevamente. Su amor era tanto, que tomó Sus pies en sus manos y le agradeció una y otra vez, por lo que había hecho por ella.
Escuchen esta poderosa declaración de El Deseado de Todas las Gentes pág.426. “Esto fue para ella el principio de una nueva vida, una vida de pureza y paz, consagrada al servicio de Dios. Al levantar a esta alma caída, Jesús hizo un milagro mayor que al sanar la más grave enfermedad física. Curó la enfermedad espiritual que es para muerte eterna. Esa mujer penitente llegó a ser uno de sus discípulos más fervientes. Con amor y devoción abnegados, retribuyó su misericordia perdonadora”.
Nuevamente, otra asombrosa descripción de la obra de salvación de Jesús de El Deseado de Todas las Gentes pág.427. “En su acto de perdonar a esta mujer y estimularla a vivir una vida mejor, el carácter de Jesús resplandece con la belleza de la justicia perfecta. Aunque no toleró el pecado ni redujo el sentido de la culpabilidad, no trató de condenar sino de salvar. El mundo tenía para esta mujer pecadora solamente desprecio y escarnio; pero Jesús le dirigió palabras de consuelo y esperanza. El Ser sin pecado se compadece de las debilidades de la pecadora, y le tiende una mano ayudadora. Mientras los fariseos hipócritas la denuncian, Jesús le ordena: «Vete, y no peques más»”.
Y entonces hay un consejo para nosotros. “No es seguidor de Cristo el que, desviando la mirada, se aparta de los que yerran, dejándolos proseguir sin estorbos su camino descendente. Los que se adelantan para acusar a otros y son celosos en llevarlos a la justicia, son con frecuencia en su propia vida más culpables que ellos. Los hombres aborrecen al pecador, mientras aman el pecado. Cristo aborrece el pecado, pero ama al pecador; tal ha de ser el espíritu de todos los que le sigan. El amor cristiano es lento en censurar, presto para discernir el arrepentimiento, listo para perdonar, para estimular, para afirmar al errante en la senda de la santidad, para corroborar sus pies en ella”.
Amigos, ¿pueden imaginar lo que sucede en el cielo cuando un alma es restaurada a Dios? Es difícil de imaginar el coro celestial cantando alabanzas a Cristo. Pero es verdad. La verdadera salvación es tan maravillosa, tan abarcante, tan aliviadora, que cuando sucede, todo el cielo la escucha y se regocija con el pecador que se arrepiente.
Escuchen esto de Señales de los Tiempos, del 3 de Abril de 1884. «Lo que el ojo no ha visto, ni el corazón, ni ha entrado en el corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman». En vista de la gloriosa herencia que puede ser de ellos, «¿qué dará el hombre a cambio de su alma?». Él puede ser pobre; pero Él posee en Sí mismo una riqueza y una dignidad que el mundo no puede contemplar. El alma redimida y purificada del pecado, con todos sus nobles poderes dedicados al servicio de Dios, es de inigualable valor; y hay alegría en el Cielo, en la presencia de Dios y de los santos ángeles, sobre un pecador que se arrepiente, una alegría que es expresada en cantos de santo triunfo”.
¿Cantos de santo triunfo? Sí, eso mismo, cánticos celestiales pueden ser cantados por ustedes. Arrepiéntanse y sean convertidos y el mismo Cristo cantará con alegría. Y también el Padre. He aquí lo que registra Sofonías 3:17. “El Eterno está en medio de ti, poderoso, él salvará. Se gozará sobre ti con alegría, te pacificará con su amor, se regocijará sobre ti con cantar”.
Es el amor de Dios el que convierte al pecador. Él nos alcanza a través de Cristo y toca nuestros corazones con lo que necesitamos para que sea derretido. Eso es lo que Jesús hizo por esa mujer.
¿Se acuerdan cuando Jesús estaba en la fiesta de los Tabernáculos, cuando perdonó y libertó a la mujer de sus pecados? La fiesta de los Tabernáculos era un buen símbolo profético de la última liberación del pecado, cuando la tierra es purificada de su contaminación a través del fuego y es restaurada y re-creada nuevamente a su belleza original. ¡Qué día va a ser ese! ¿Se imaginan cómo va a ser?
Traten de imaginar esta escena celestial descrita en el Tomo 1 del libro Mensajes Selectos pag.361. Es acerca de la última proclamación donde el pecado es eliminado. “Allí está el trono, y en torno de él el arco de la promesa. Hay serafines y querubines. Los ángeles lo rodean, pero Cristo les indica que se alejen. Entra en la presencia del Padre. Muestra el símbolo de su triunfo: las primicias, los resucitados con él, los representantes de los muertos cautivos que saldrán de sus tumbas cuando suene la trompeta. Se aproxima al Padre, y si hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, si el Padre se regocija por uno con cánticos, procure captar esto la imaginación. Cristo dice: Padre, consumado es. He hecho tu voluntad, oh mi Dios. He completado la obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha, «aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo» (Juan 17:24). Y se oye la voz de Dios; la justicia está satisfecha; Satanás está vencido. «La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron» (Salmo 85:10). Los brazos del Padre rodean al Hijo, y se oye su voz que dice: «Adórenle todos los ángeles de Dios» (Heb. 1:6)”.
Miren lo que dice en Juan 8:12. “Otra vez Jesús les dijo: «Yo Soy la luz del mundo. El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Si ustedes tienen a Cristo, tienen Su luz. Ustedes lo siguen en la luz, y ya no caminan en tinieblas, o con las obras de las tinieblas.
Escuchen atentamente esta declaración de Juan 3:19. “Y ésta es la condenación: La Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, porque sus obras eran malas”.
La única condenación que les cae a los hombres, es debida a que sus actos son malos y son de las tinieblas. Están bajo el control del maligno, el cual está en tinieblas. ¿Han observado cuánta impiedad se comete en las tinieblas? Los clubes nocturnos operan en la noche, en las tinieblas. Las prostitutas trabajan en la noche. Hablamos de la “vida nocturna” de la ciudad, la cual se desarrolla después que el sol se ha puesto. A los ladrones les gusta la oscuridad, porque los cubre para realizar sus malos actos. Aun aquellos actos malos realizados a la luz del día, son realizados cuidadosamente, para que no sean vistos.
Amigos, ¿quieren el amor libertador y perdonador de Jesús en sus vidas? Entonces entréguense a Él. Permítanle que Él los cuide. Vayan a Él tal como están, débiles, pecadores y arrepiéntanse. Él no les va a dar la espalda. Él los va a perdonar. Eso es una certeza. Su sangre los va a cubrir y ustedes serán libres para vivir una vida que ya no va a estar sujeta al pecado. Hoy, hay muchos que enseñan que ustedes no pueden vencer sus pecados. Pero amigos, en estos últimos días, Jesús promete encontrar a todos los que le van a dar todo a Él y que van a vivir en forma justa en esta impía generación. Él quiere mostrar el poder de Su misericordia en vuestras vidas. Quiere demostrar ese poder dándoles la victoria sobre vuestros pecados. “Vosotros sois mis testigos”, dice Él. Que Él pueda poseer vuestras vidas pecaminosas, para que pueda reemplazarlas con Su vida sin pecado.
Que Dios los bendiga, al encontrar en Cristo vuestra salvación. Oremos. Nuestro Padre celestial, gracias por Jesús, el cual se dio a Sí mismo para que podamos liberarnos del pecado. Gracias por amarnos tanto, que vaciaste el cielo para salvarnos. Que podamos responder a tu amor invitándote a entrar en nuestros corazones, para que podamos vivir de acuerdo con Tu justicia. Oramos en la gracia de Cristo, Amén.
Pr. Hal Mayer
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