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¿Por Qué Tenemos un Espectáculo en la Campaña del Partido Republicano?

(Aviso: Este Informe Profético no pretende hacer declaraciones políticas relacionadas con los candidatos presidenciales o los políticos que se mantienen o alguna vez ocuparon el puesto de presidente de los Estados Unidos. Lo que si se pretende es describir las circunstancias actuales en el panorama político estadounidense desde un punto de vista profético).

La «Grieta» que ha causado Trump en el Partido Republicano EE.UU., tiene a los funcionarios del partido en caos y sin saber qué hacer. Las elites del partido no coinciden con Donald Trump en su oferta para la nominación republicana; sin embargo, es poco lo que pueden hacer para encontrar a alguien que venza a un rival demócrata sin adherirse a su plataforma política.

¿Qué hay detrás del ascenso de Donald Trump en la política estadounidense? En resumen, la política estadounidense se ha polarizado cada vez más desde la era Reagan, y cuanto más polarizada se ha vuelto, sus líderes han sentido que tienen que ser más dictatoriales a fin de lograr sus objetivos. En consecuencia, sus partidarios se han vuelto menos comprometidos y más irracionales en sus demandas y en la elección de sus líderes.

Lo que alimenta hoy el fenómeno Trump son por lo menos dos cosas: Primero, la desconexión del Partido Republicano desde su propia base de apoyo. Y segundo, la política liberal de la era Obama.

La «sublevación Trump» es ante todo un problema republicano y conservador: Trump no tendría éxito si la presidencia de George W. Bush no hubiese dejado cráteres. Trump no tendría éxito si el partido no se hubiese puesto a alternar entre avivar e ignorar las quejas de la clase trabajadora. Trump no avanzaría como el principal candidato si la dirección del partido y sus rivales se hubiesen comprometido plenamente para detenerlo antes.

Sin embargo, la «primavera» de Donald Trump, es también un producto de la era Obama, la cual estalla como una reacción después de ocho años de un presidente liberal que ha dominado el paisaje cultural. No es de extrañar entonces que la era de Obama termine con un demagogo de un reality de televisión dirigiendo una revuelta populista y nacionalista.

No obstante, la administración Obama fue en parte una reacción a los ocho años de la era conservadora dominante de George W. Bush, la cual a su vez fue en parte una reacción a la era liberal de Bill Clinton, y así sucesivamente. Y de esta manera, la oficina presidencial se ha vuelto cada vez más autoritaria. Fue uno de los asesores personales de Bill Clinton, Paul Begala, quién pronunció la famosa frase: “Trazo de la pluma. Ley de la tierra. Es como fantástico», en referencia a la utilización de las órdenes ejecutivas. Aunque el uso de órdenes ejecutivas comenzó con George Washington, su creciente uso como una herramienta para llevar a cabo la agenda social o política del presidente es el resultado de una realidad política cada vez más polarizada y congestionada. Denis McDonough, jefe de personal del presidente Obama dijo recientemente que la Casa Blanca desea que sus acciones «no sean sometidas a ser deshechas o cambiadas [por parte del Congreso]», llevando a algunos a preguntarse si lo que la Casa Blanca quiere es la tiranía.

Por otra parte, la política estadounidense ha tenido durante mucho tiempo un «disparado componente de celebridad, un lado de culto que ha crecido y se ha hecho cada vez más visible con el tiempo». Hasta el momento, el presidente Obama ha sido el más orientado hacia las celebridades, capturando el apoyo de las personalidades liberales de Hollywood y de la televisión, utilizando un imaginario cuasi-religioso y la retórica e iconografía del «Gran Hombre».

Trump utiliza casi el mismo factor de celebridad que usó el presidente Obama en el 2008. Los votantes de ambos partidos se han acostumbrado cada vez más a una presidencia más imperial, algo que las políticas de Obama han acelerado. Obama hizo campaña una vez usando los herramientas de poder de su predecesor (a través de órdenes ejecutivas), pero la autoridad ejecutiva se ha ampliado en todas las direcciones, incluyendo «inicio de guerras sin la aprobación del Congreso, reclamando el poder para asesinar a ciudadanos estadounidenses, y el uso de cada posible extremo para hacer política interna sin ningún apoyo del Congreso».

A pesar de que los anteriores presidentes hicieron todo esto, nunca había sido tan evidente. La consecuencia es que él ha cortado las piernas debajo de las «críticas liberales sobre los principios del poder ejecutivo, y ha debilitado el papel de la izquierda estadounidense como un baluarte contra el cesarismo». Los expertos políticos en la era de George W. Bush, advirtieron contra el exceso de poder ejecutivo, sugiriendo que los conservadores no apreciarían a un liberal haciendo las mismas cosas, lo que demuestra la presente reacción política. En todos los casos, la necesidad de lograr las metas presidenciales dentro del contexto de un Congreso paralizado u obstinado, ha dado lugar a prácticas autoritarias y, a menudo, ha eclipsado la consideración de las consecuencias a largo plazo.

Trump está alentando a la circunscripción que se balancea entre las partes y esto le ha ayudado a ganar las elecciones, especialmente entre votantes de la clase trabajadora. Durante los últimos ocho años, el gobierno de Obama no ha prestado atención a sus preocupaciones, cerrando la puerta sobre ellos. Trump es la consecuencia.

Los tiempos han cambiado. La política está más polarizada que nunca. Aunque las coaliciones políticas cambian todo el tiempo, lo que antes era posible en la era de Bill Clinton o en la de George W. Bush, ahora ya no lo es. Hoy la izquierda debe hacerle frente a los votantes que están a la deriva de cualquiera de las partes y cuidar los sentimientos de traición bien fundados. Obama a menudo dijo durante su campaña del 2008 cómo iba a trabajar de manera bipartidista cuando fuera presidente, lo cual nunca se materializó. En su lugar, él comenzó a usar tanto el poder ejecutivo que enajenó a algunos de los mismos electores que lo pusieron en el cargo, los votantes indecisos.

La frustración ha exacerbado a los votantes, quienes responden a la demagogia de Trump. Un gran porcentaje de ellos no confían en Cruz o Rubio, ya que no son percibidos como «extraños» a la política como ellos afirman serlo.

Al escuchar la charla de las campañas del Sr. Trump y los otros candidatos republicanos, ellos tratan de vender la idea de que van a aliviar a los votantes de sus frustraciones derrocando gran parte de lo que la administración Obama ha hecho.

Nuestros tiempos reflejan las frustraciones que vivieron las personas durante la República de Weimar justo antes de que Hitler tomara el poder, y aquel tiempo justo antes de la Revolución Francesa. El extremismo político trae sus consecuencias. Incluso hoy en día, está Marie Le Pen en medio de los crecientes partidos nacionalistas de Europa. Y ahora tenemos un Donald Trump en Estados Unidos. Tal vez «él es el monstruo del Partido Republicano» pero lo que él representa es también parte del legado de Obama.

¿A dónde va a llevarnos esta polarización? Sin duda dará lugar a una reacción religiosa, parte de la cual estamos viendo ahora. Una vez se ve agravada por las crisis, se exige que la nación sea traída de regreso a su lealtad hacia Dios para contrarrestar las tendencias liberales extremas. Incluso Cruz y Rubio hablan como si hubieran dado a las iglesias más poder, aunque Trump lo ha dicho abiertamente. Esta reacción conservadora, será el escenario apropiado para que se cumplan las escenas finales de la historia de la tierra que figuran en la profecía bíblica. Tenga en cuenta el «decreto» en la siguiente declaración. Tenga en cuenta también el asesinato extrajudicial de los guardadores de los mandamientos. Inflamado por una base de votantes irracionales y exigentes, aliada a un líder autoritario, tal escenario podría convertirse fácilmente en realidad (similar a lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, la Revolución Francesa, etc.).

«Una vez que el sábado llegue a ser el punto especial de controversia en toda la cristiandad y las autoridades religiosas y civiles se unan para imponer la observancia del domingo, la negativa persistente, por parte de una pequeña minoría, de ceder a la exigencia popular, la convertirá en objeto de execración universal. Se demandará con insistencia que no se tolere a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a una ley del estado; pues vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía… Este argumento parecerá concluyente y finalmente se expedirá contra todos los que santifiquen el sábado un decreto que los declare merecedores de las penas más severas y autorice al pueblo para que, pasado cierto tiempo, los mate. El romanismo en el Viejo Mundo y el protestantismo apóstata en la América del Norte actuarán de la misma manera contra los que honren todos los preceptos divinos”. El Conflicto de los Siglos, pág. 673.

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