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La Apacible y Delicada Voz

Por Pastor Hal Mayer

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Queridos amigos:

Bienvenidos al Ministerio Guardad la Fe. Gracias por estar juntos nuevamente hoy para continuar estudiando acerca de la vida y los tiempos de Elías. Estamos viviendo en un mundo totalmente vigilado. Y es un tiempo pavoroso en la historia como para estar vivo. Sin embargo, la mayoría de las personas no le es-tán prestando atención a las señales de los tiempos. Ellos están contentos con ignorar las cosas que Dios dice y solo viven sus vidas como se les de la gana. Pero la sociedad vigilada los está acechando. Las profecías de la Biblia se están cumpliendo exactamente como fueron predichas, pero ellos aún no piensan en que tienen que poner sus vidas en armonía con el cielo. Ellos entierran sus cabezas en la arena, por así decirlo. Pero hoy tenemos que entender la voluntad de Dios para con el último y final Elías.

Hoy, vamos a ver un momento muy serio en la vida de Elías, un tiempo en que él le falló al Señor. Pero es un tiempo que nos revela el amor de Dios por Su siervo. Nos revela Su amoroso cuidado aun en medio de un error.

Permítanme mencionarles antes de comenzar, que estamos invitando voluntarios para que vengan con nosotros en los meses de diciembre y enero próximos al Centro de Calidad de Vida en Highwood, Australia. Si ustedes están interesados en colaborar con nuestra fase final de renovaciones, por favor contáctenos para que sepamos que están interesados. Estaremos contentos en poder ayudarlos a resolver sus preguntas. Ustedes pueden enviarnos un correo electrónico o llamarnos a nuestras oficinas.

También, si ustedes aún no se han registrado para recibir nuestro Boletín Misionero Guardad la Fe, asegúrense que tengamos su dirección de correo electrónico y con mucho gusto se lo enviaremos. El Boletín Misionero Guardad la Fe está lleno de hermosas historias de cómo Dios cambia vidas a través del Ministerio Guardad la Fe y el Centro de Calidad de Vida en Highwood. A muchas personas les encanta leer las historias del Boletín.

Y después del sermón y de la música de hoy, sigan escuchándonos. Tengo una historia especial acerca de uno de nuestros suscriptores para que ustedes la escuchen antes del mensaje profético.

Comencemos con una palabra de oración. Nuestro Padre celestial, estamos tan agradecidos por la historia de Elías y por las maravillosas lecciones para el tiempo del fin que tienen para nosotros. Al estudiar hoy, por favor envíanos tu Espíritu Santo para inspirarnos y enseñarnos Tus caminos. Que podamos estar atentos y así entender cuán débiles somos y cuánto necesitamos a Jesús. Bendícenos hoy mientras estudiamos. En el nombre de Jesús, amén.

Por favor abran sus Biblias en Santiago 5:17-18. Aquí se nos dice algo muy importante acerca de Elías, y también acerca de vivir en un mundo totalmente vigilado. Escuchen cuidadosamente:

“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.”

Observen que Elías era un hombre de oración. Y esta no era una oración apenas superficial. Él era un hombre de oración apasionada. Él amaba a Dios con todo su corazón, y conformó su vida de acuerdo a los requerimientos de Dios. Él le suplicó a Dios para que no lloviera; así las personas podrían ver que no era Baal, el dios de la tormenta, el que traía la lluvia sino el Dios del cielo.

Elías es un tipo profético del tercer Elías que Dios va a tener antes de la segunda venida de Cristo. Lo que Elías fue, tendrán que ser ustedes cuando sea probada vuestra fe en el tiempo de angustia. Van a tener que adorar a Dios de acuerdo con Sus Diez Mandamientos en medio de una gran apostasía, tanto nacional como espiritual. Al igual que Elías, ustedes van a tener que levantar la verdadera adoración a Dios en un tiempo de gran prueba. Al igual que Elías, van a tener que defender la ley de Dios, en especial el mandamiento del Sábado.

Elías era un hombre de oración. Ustedes también tienen que convertirse en un hombre o en una mujer de oración sincera y apasionada. Elías estaba grandemente preocupado por la apostasía en la iglesia, lo cual lo condujo a intensificar su vida de oración en favor de Israel. Él es un tipo profético de aquellos que van a “gemir y clamar por todas las abominaciones que se hacen en la iglesia”. El sello de Dios solo será puesto a ciertas personas. Ustedes no pueden tener el sello de Dios, a menos que estén gimiendo y clamando por la salvación de las almas perdidas en la iglesia y en el mundo.

Escuchen esto de Ezequiel 9:4. “y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.”

Ahora escuchen lo que dice el Tomo 3 de Testimonios para la Iglesia p.296. “Nótese esto con cuidado: Los que reciban la marca pura de la verdad, desarrollada en ellos por el poder del Espíritu Santo y representada por el sello del hombre vestido de lino, son los que ‘gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen’ en la iglesia. Su amor por la pureza y el honor y la gloria de Dios es tal, y tienen una visión tan clara del carácter excesivamente pecaminoso del pecado, que se los representa agonizando, suspirando y llorando”.

Elías purificó su vida de tal manera que pudo andar con Dios y tener poder con Dios. Ustedes no pueden andar con Dios, a menos que también tengan una vida pura. Esa pureza les da un sentimiento de odio hacia el pecado. A medida que ustedes se vuelven cada vez más semejantes a Cristo en carácter, perciben la profunda impiedad del pecado y cómo destruye al alma.

Escuchen esta declaración del Deseado de Todas las Gentes p.621. “Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a sernos odioso”.

La carga de Elías por las almas y por el honor de Dios, lo preparó para ser el escogido de Dios y enfrentar al impío rey y reina y a todo Israel. Después de la confrontación, Elías continuó actuando por fe.

Vayan conmigo en sus Biblias a 1ª Reyes 18:41. Mientras ustedes buscan ese texto, permítanme añadir que matar a los profetas de Baal y a los profetas de los bosques, fue una buena obra ordenada por Dios. Estos hombres fueron expuestos debido a su fraude espiritual, y como no se arrepintieron, tenían que ser destruidos. Ellos condujeron a Israel a la apostasía con respecto a la ley de Dios, y si se les habría permitido vivir, hubiesen enviado un mensaje errado a todo Israel, que Dios tolera el pecado y que Su ley no es tan importante como Él dice que es.

Después de destruir a los profetas de Baal y de neutralizar su influencia, y de impedir que nuevamente pudiesen seducir a Israel, Elías se volvió hacia Acab y le dijo: “Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye.”

¿Escuchó Elías la lluvia o los truenos? ¿Vio algún relámpago? No. No había ninguna nube en el cielo. Pero, Elías le dijo a Acab que comiera y bebiera; esto es una señal de regocijo, porque la lluvia estaba llegando.

Ustedes pueden ver que Elías obró por fe, no por la vista. Dios le había dicho que enviaría lluvia sobre la tierra. Elías tuvo que orar más. Y amigos, si ustedes quieren ver el cumplimiento de las promesas de Dios, tienen que orar para que las promesas sean respondidas sinceramente y con pasión. Esto es parte de la cooperación con Dios. Cuando conocemos la voluntad de Dios, tenemos que orar para que se cumpla en nuestra vida. De esa manera tenemos comunión con Dios y lo entendemos más completamente. La oración es poder, mis amigos. Si ustedes quieren tener poder con Dios, aprendan a orar.

La lluvia representa el derramamiento del Espíritu Santo. Tenemos que orar por el Espíritu Santo en la lluvia tardía. Zacarías 10:1. “Pedid al Señor lluvia en el tiempo de la lluvia tardía. Y él hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno”. El tercer Elías tiene que orar para que Dios derrame Su Espíritu Santo como torrentes de lluvia. Él va a responder esa oración a su debido tiempo, y no será en poca medida. Será una “lluvia abundante”. ¿No quieren participar en eso? Yo sí.

Escuchen esta muy interesante declaración del Tomo 2 de Mensajes Selectos p.67. “La fuerza de la lluvia tardía a veces arrasará las invenciones del hombre, la maquinaria humana; los límites de la autoridad humana serán como cañas rotas; y el Espíritu Santo hablará con poder convincente mediante el instrumento humano viviente. Nadie se detendrá entonces a observar si las frases están bien redactadas o si la gramática es impecable. Las aguas vivas fluirán por los canales singulares de Dios”.

A menudo Dios tiene que usar a personas humildes, de pocos estudios, y de poca cultura, tal como Elías, para lidiar con las duras circunstancias de los tiempos. ¿Creen ustedes que Dios puede usarlos, aun cuando no tengan todos los grados ministeriales, y el entrenamiento de seminario, o el lenguaje sofisticado? Claro que Él puede. Muchos piensan que no pueden ser los mensajeros de Dios, si no poseen un grado de los seminarios de la iglesia. De hecho, muchos líderes de iglesia les dicen a los jóvenes aspirantes a ministros, que tienen que ir a algún seminario para obtener una Maestría en Divinidad, para poder ser capaces de ser pastor de una iglesia. A menudo las políticas de la iglesia están estructuradas de esa manera. Pero muchas veces los seminarios arruinan a la juventud y los incapacitan para ser pastores. Hoy, hermanos y hermanas, necesitamos hombres que conozcan la verdad y que sean tan verdaderos para con el deber, como la brújula al polo. Y Dios los tendrá. Muchos serán conducidos no por las líneas ministeriales. He aquí lo que dice Cada Día Con Dios p.115.

“Los que se desempeñan en las tareas comunes de la vida desarrollarán talentos inesperados. Si solamente se les diera el mensaje a los seres humanos, muchos de los que escuchan lo recibirían. Aceptará la verdad para este tiempo gente que proviene de todas las clases sociales, elevadas y bajas, ricas y pobres. Algunas personas consideradas sin educación serán llamadas al servicio del Maestro, así como los humildes e ignorantes pescadores fueron llamados por el Salvador. A otros se los invitará a dejar el arado, como en el caso de Eliseo, y se sentirán impelidos a asumir la obra que Dios les ha señalado. Comenzarán a trabajar con sencillez y serenidad, para leer y explicar las Escrituras a los demás. Sus humildes esfuerzos alcanzarán el éxito”.

Elías ciertamente fue un talento inesperado. Acab se conmocionó con su apariencia. Sospecho que Acab quedó sorprendido por su falta de sentido común político, su falta de estética en la corte, su simplicidad y pureza. Sin duda que estaba desconcertado por su directa y firme reprobación. Amigos, Dios necesita hombres que no teman decir lo que tiene que ser dicho hoy. Más que nunca, estamos viviendo en la era de la corrección política. Cualquiera que diga o haga algo que está fuera de la corriente principal de la cultura, es considerado como un radical y es marginalizado. Así sucedió con Elías. Así sucedió con otros profetas del pueblo de Dios. Así sucedió con Cristo. Y así sucederá con los que serán parte del tercer Elías.

En 1ª Reyes 18:42-43 dice: “Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, se postró en tierra, con su rostro entre las rodillas. Y dijo a su criado: ‘Sube, y mira hacia el mar’. Él subió, miró y dijo: ‘No hay nada’. Elías le dijo: ‘Vuelve siete veces’”.

Elías oró siete veces. Su oración fue específicamente para lluvia que el mismo Dios había prometido enviar. Pero los cielos aun estaban secos. Nosotros también tenemos que orar específicamente. ¿Pero creen ustedes que Elías sólo pidió por lluvia en su oración? Yo sospecho que le agradeció a Dios por la victoria de ese día. El fuego del cielo había vindicado su obra a los ojos del pueblo. Recuerden, Jezabel y Acab y toda su corte habían demonizado públicamente a Elías. Él había sido calumniado, mal representado y acusado. Ahora él había honrado a Dios y Dios lo había honrado. Nosotros a menudo oramos por necesidades que tenemos, pero Dios también quiere que le agradezcamos por lo que Él ha hecho por nosotros.

Siete veces envió Elías a su siervo para ver si había alguna señal de lluvia. Elías fue persistente en la oración. Él no paró de orar después de dos o tres veces. Continuó suplicando a Dios para que cumpliera Su promesa de enviar lluvia. ¿Por qué creen ustedes que Dios no respondió la oración a Elías después de la primera vez? Después de todo, era la voluntad de Dios que hubiese lluvia, ¿no es así? ¿Por qué tuvo que orar Elías? ¿Por qué tuvo que orar siete veces para mover la mano de Dios para que hubiera lluvia sobre la tierra?

Amigos, esto es importante. Algunas veces, aunque sabemos lo que Dios va a hacer, aun así tenemos que orar por ello. Dios quería unir a Elías con el cielo tan cercanamente, que su experiencia personal estuviese en total simpatía con el mundo no caído. También quería aumentar el deseo de Elías por la respuesta. ¿Han tenido ustedes que orar bastante para poder mover la mano de Dios? Claro que sí. Al requerirles que oren sinceramente, Dios abre vuestro corazón hacia el cielo. Suplicamos para que se cumplan las promesas y que nuestro caminar con Dios se vea profundizado. Puede que no veamos la respuesta inmediatamente, pero no debemos parar de orar. Vayan a su lugar privado de oración y oren sinceramente, persistentemente y con pasión para que Dios cumpla Su promesa.

Elías fue a la cima del monte Carmelo a orar. Este era un lugar solitario, un lugar aislado. Allí pudo tener comunión con Dios en forma privada. Aquellos que son llamados a un ministerio público, también tienen que encontrar tiempo para estar a solas con Dios, para tener una comunión con Él en privado. Esto profundiza su conversación con Dios. Fortalece su confianza en el Todopoderoso y los humilla en el polvo, de tal manera que no piensen más de lo debido en sí mismos.

Escuchen lo que se dice en Habacuc 2:1: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja”.

Amigos, hay tiempos en que ustedes tienen que ir a la cima del monte Carmelo y en soledad buscar al Señor con todo vuestro corazón. Él puede reprobarlos debido a algo, pero esto tiene que ser recibido con una entrega del alma. Dios quiere transformar sus vidas. Sin duda que Elías se sintió reprobado en el monte Carmelo. ¿Quién era él para enfrentar la apostasía de Israel? Él era apenas un agricultor de Tisbi. Era un campesino sin educación. Pero Dios lo había usado de una manera muy poderosa. ¿Cómo podía ser eso? Sus pensamientos lo deben haber amedrentado. Tal vez se sintió reprobado debido a su audacia. Pero, a solas con Dios, se sintió fortalecido al mismo tiempo que era humillado. Se inclinó con su rostro siempre hacia el suelo, entre sus rodillas, en señal de humildad, reverencia y auto-humillación. Dios lo había honrado, y él se sentía indigno e inútil. ¿No es así como debiéramos sentirnos cuando Dios hace algo milagroso por nosotros? Esa es la manera en que responde el alma justa a la salvación de Dios. Ustedes sienten que no merecen ese honor.

Elías oró y oró y oró por lluvia. Su perseverancia reveló su sincera fe en la promesa de Dios. Su mente estaba tan resuelta en la oración, que no quería ser desviado o distraído teniendo que ir a mirar si había nubes. No quería dejar su lugar de oración hasta que obtuviese la respuesta. En su lugar, envió a su siervo para que mirase sobre el mar. Fue persistente. Presionó por su urgente pedido al Señor. Fue como si hubiese orado como su antepasado Jacob, que dijo: “No te dejaré ir si no me bendices”. Génesis 32:26.

Amigos, este es el tipo de oración que ustedes tienen que tener si es que van a tener éxito en la batalla contra Satanás. Tienen que tener este tipo de experiencia con Dios para poder pasar con éxito por el tiempo de angustia. Dios envía problemas a nuestras vidas para que podamos ser esos hombres o mujeres de oración. Esos mismos problemas están diseñados para que ustedes oren acerca de Sus promesas y para que se acerquen a Cristo. Están diseñadas para unir vuestro corazón con el cielo y para que corten sus afectos con este mundo.

Cuando ustedes están en una sequía espiritual, ese es el tiempo para orar. Arrodíllense y no se levanten hasta que tengan la certeza que hay una nube. No se levanten hasta que estén convencidos que Dios los ha bendecido con la lluvia espiritual para regar vuestra alma.

Y cuando vuestra iglesia esté tibia, seca y sin vida, arrodíllense y comiencen a orar para que Dios quite su impiedad y los vuelva a la justicia. Sean molestos. Sean persistentes. Vayan a su lugar de oración y oren sinceramente por los miembros de su iglesia dando nombres. Suplíquenle a Dios que haga algo con respecto a esa tibieza y a su falta de sensibilidad al Espíritu de Dios. Permanezcan observando por respuestas a sus oraciones.

Amigos, si no oramos por nuestras iglesias, jamás vamos a salir de este planeta. Necesitamos intervención. Necesitamos la lluvia tardía. Tenemos que suplicar a Dios para que fortalezca a aquellos que están dispuestos a trabajar. Nosotros mismos, podemos estar necesitados de ser despertados de nuestro sueño Laodicense. Nosotros mismos, podemos estar necesitando el reavivamiento y la lluvia espiritual, para poder ser ejemplo de poder de la verdad a las personas.

Finalmente, el siervo de Elías viene con buenas nuevas en el versículo 44. “‘A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje’”.

Elías no esperó por más evidencia. Por la fe, vio en aquella pequeña nube una “lluvia abundante”. Vio el poder de la señal de Dios y supo que la respuesta a su oración estaba en camino. Inmediatamente envió a su siervo para que alertara a Acab de que la lluvia estaba llegando. Muy rápidamente esa pequeña nube negra comenzó a crecer y cubrió todo el cielo. Luego grandes gotas de lluvia comenzaron a caer, y después hubo una masiva lluvia.

Escuchen esta práctica declaración de Pofetas y Reyes p.115, que se aplica directamente a nosotros. Lo que Elías “pudo hacer bajo la dirección de Dios, todos pueden hacerlo en su esfera de actividad mientras sirven a Dios”. En otras palabras, si ustedes poseen la pasión y la vida de oración que tuvo Elías, con todo vuestro corazón dedicado a Dios, Él los va a usar para hacer una gran obra para Él, adonde quiera que estén, y en cualquier ocupación que les hayan dado. Recuerden, Elías era “hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras”. Continúo leyendo: “Una fe tal es lo que se necesita en el mundo hoy, una fe que se aferre a las promesas de la palabra de Dios, y se niegue a renunciar a ellas antes que el Cielo oiga. Una fe tal nos relaciona estrechamente con el Cielo, y nos imparte fuerza para luchar con las potestades de las tinieblas… Y por la fe hemos de llegar hoy a las alturas del propósito que Dios tiene para nosotros”.

La oración sincera, apasionada, prevaleciente, que obtiene respuestas, requiere fe. La fe se aferra a las promesas y espera que Dios haga lo que Él dijo que iba a hacer. Dios prometió lluvia. Elías esperaba que Dios cumpliera Su promesa, porque su vida estaba en armonía con la ley de Dios. Él hasta oró esperando la lluvia. Y cuando no vio la respuesta inmediatamente, continuó orando, esperando y creyendo que ciertamente vendría. Dios es un Dios de Su palabra. Dios mantiene el honor de Su trono en Su palabra. Si no tomamos a Dios en Su palabra, nuestra fe jamás va a madurar como para ser el tercer Elías.

El versículo 45 dice: “Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel.”

Hubo una “gran lluvia”. Observen también que hubo viento para guiar la lluvia. Esta no fue una llovizna. Fue una cegante tormenta, tal vez una que Israel jamás había visto. Fue una lluvia que eliminó la sequía en proporción a la oración de Elías. También fue una promesa de que vendrían más cosas.

Ustedes pueden imaginarse cómo se habrá sentido el pueblo. Tal vez salieron corriendo afuera solo para verla caer, sonriendo y riéndose y disfrutando excitadamente la lluvia. Ya casi se habían olvidado, tal vez, de cómo era la lluvia. Estaban tan estresados, pero la lluvia fue un tremendo alivio.

Ahora observen el versículo 46. “Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel.”

Ustedes pueden pensar que después de una manifestación pública tan maravillosa de la gloria y del poder de Dios, y con una decisión tan clara en la controversia entre Dios y Baal para la satisfacción de todo el pueblo; y después de haber visto tanto el fuego como el agua descender del cielo de una manera milagrosa, que Acab mostraría algún respeto por Elías. Pero sus acciones fueron justamente lo contrario. Elías es abandonado por el rey. No le muestra ningún respeto. Acab no invitó a Elías para que lo acompañara en su carro. Elías lo había humillado públicamente delante de todo Israel y había matado a sus sacerdotes idólatras. Estaba enojado con Elías. Y perdió una oportunidad para pasar algún tiempo personal con Elías y buscar consejo de cómo llevar a cabo una reforma más completa. En vez de ello, dejó que Elías encontrara su propio camino hasta Jezreel, mientras él iba en su carro.

Pero la Biblia nos dice que “La mano del Eterno se posó sobre Elías, quien se ciñó y fue corriendo delante de Acab hasta llegar a Jezreel”. Aun cuando Acab se rehusó a respetar a Elías, Elías aun respetó a Acab como rey. La última persona que Acab quería ver, era Elías. Pero, él aun tenía la visión fantasmal de Elías corriendo bajo la lluvia delante de su carruaje. Aun cuando lo deseba mucho, no se pudo deshacer de él, al parecer. Pero, al prestar este servicio a Acab, Elías estaba mostrando la misericordia de Dios para con el impío rey. Descender del monte Carmelo a gran velocidad pudo haber sido peligroso para Acab. Pero teniendo a Elías al frente, bajo la lluvia, tan rápido como él podía, Acab evitó los peligros del camino. Su carruaje no cayó en las cunetas o en los precipicios. Sus caballos no tropezaron. No hizo ninguna curva errada, todo gracias al servicio de Elías como guía a pie. Elías estaba dispuesto a hacer servicios domésticos, aun después que Dios se complació en honrarlo en el monte Carmelo de una manera extraordinaria.

Les digo mis amigos, yo prefiero tener la mano del Señor sobre mí, que vivir en fantasiosas mansiones, o andar en lujosos carruajes. Prefiero tener la mano del Señor sobre mí, que ser halagado y consentido por las clases privilegiadas. Prefiero tener la mano del Señor sobre mí, que me lleve de un lugar a otro, que estar con reyes y presidentes. No debemos priorizar los privilegios mundanos. Sí, tenemos que ser prácticos, pero no extravagantes. La simplicidad es siempre el mejor camino en la obra del evangelio. No importa cuán grandes ustedes puedan ser, o cuán exaltados pueden parecer, cuando entreguen el mensaje de Dios, no permitan jamás ser afectados por las grandezas mundanales. Dejen eso a los gobernantes, potentados y magnates del mundo.

Elías corrió a pie delante de Acab como si fuese uno de sus sirvientes. Pero la mano del Señor estaba sobre él. Esto sugiere que Dios le dio fuerza sobrenatural, de tal manera que pudiera mantenerse delante del carro de Acab y de sus caballos, para que no muriera. La pesada lluvia le hubiera impedido ver hacia adelante, pero bajo la mano de Dios, tal vez Dios le dio una visión especial, de tal manera que pudo ver claramente en la tormenta. Elías guió rápidamente a Acab de vuelta a Jezreel, a pesar del enojo de Acab por lo que él había hecho.

En Jezreel, Acab y Elías se separaron. Acab fue al refugio de su palacio. Elías permaneció fuera de la ciudad. Mientras Acab se dirigió hacia su alcoba con su confortable cama, Elías durmió sobre el suelo, tal vez bajo el refugio de un lugar cubierto, cerca de la muralla de la ciudad. Ninguna mano humana cuidó de sus necesidades. Ningún oficial gubernamental lo invitó a cobijarse en su hogar. Aun cuando fue el mejor consejero que Israel tenía, nadie estaba interesado en sus consejos.

El capítulo 19:1 dice: “Acab contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y que había matado a todos los profetas”.

Observen que Acab le dijo a Jezabel todo lo que Elías había hecho. Él pudo haberle contado todo lo que Dios había hecho ese día, sobre la derrota de Baal y la vindicación del Dios del cielo, para convencerla de la verdad. Pero no hizo eso. Es como si creyese de alguna manera que Elías había causado que el fuego descendiera del cielo a través de alguna palabra o encanto, o de algún truco. El hecho es que el propio Acab no quería reconocer al verdadero Dios. Él señaló especialmente cómo Elías había matado a todos los profetas con la espada, refiriéndose a los profetas de Baal, como si no hubiese otros profetas dignos de ese nombre, y que ninguno de ellos había sobrevivido. Él contó la historia como si Elías fuese un criminal, que había cometido un asesinato, el mismo cargo del cual él y su arrogante consorte eran realmente culpables. Él deliberadamente apeló a sus pasiones y locos celos en defensa de Baal y agitó su indignación.

Que Acab insultara al profeta de Dios y a los profetas del Señor que Abdías había escondido en una cueva, revela sus motivos subyacentes. Él no tenía ningún interés en la reforma de Israel. Su corazón estaba con aquellos profetas muertos de Baal. Tal vez sintió que Jezabel tomaría el asunto en sus propias manos, debido a su ira. Él no le señaló que la ejecución de los profetas de Baal era una justa sentencia contra ella misma, por matar a los profetas del Señor, y que era un justo juicio contra ellos por conducir al pueblo hacia la idolatría. Acab ignoró todo eso y representó a Elías como merecedor de la muerte.

Pero Jezabel era una criminal endurecida. Estaba decidida a no reconocer el poder de Dios en los eventos de ese día en el monte Carmelo. Ella declaró osadamente que Elías tenía que morir y envió un mensajero para decirle eso. Cómo el mensajero encontró a Elías no se nos informa, pero lo encontró, lo despertó y le dijo lo que Jezabel había dicho.

El versículo 2 dice: “Entonces Jezabel envió un mensajero a decir a Elías: ‘Que los dioses me traten con todo rigor, si mañana a esta hora no he puesto tu persona como la de ellos’”.

Jezabel aun reconoce solamente a los dioses de Fenicia, y apela a ellos para que la ayuden a ejecutar a Elías. Ella jura que ellos le hagan a ella lo que quería hacerle a él. Ella no encontró a Elías dentro de las 24 horas. El hecho que ella sobreviviera al enojo de sus dioses, revela la impotencia y la total falta de valor de sus deidades.

Ustedes pueden pensar que después de mostrar tanto coraje, y al triunfar tan completamente sobre las fuerzas de la apostasía política y espiritual, Elías no podría entregarse al desánimo y a la timidez. Pero Elías estaba sujeto a las mismas pasiones que nosotros, dice el apóstol Santiago. Aun cuando había sido bendecido con tantas evidencias del amoroso cuidado de Dios por su mensajero, Elías aun era un frágil ser humano. En esta hora oscura, su fe faltó y lo abandonó.

Tengan en mente, que había estado todo el día en el monte Carmelo sin comida ni agua. Y después corrió delante del carro de Acab. El esfuerzo físico que había soportado lo agotó. La lluvia estaba cayendo y estaba muy oscuro. Él temió que la reforma que había comenzado en el monte Carmelo no iba a ser duradera, o que era superficial. La depresión llegó a su corazón. Repentinamente, despertó de un profundo sueño y el corazón de Elías se derrumbó. Se olvidó que Dios lo había protegido en el pasado con lugares de refugio. Se olvidó de las grandes manifestaciones del poder de Dios para preservarlo. Un gran temor se apoderó de su corazón, y trágicamente, el que no había retrocedido delante de los terrores del impío Acab y que permaneció en su altar cuando los terrores del fuego celestial cayeron sobre él, huyó por su vida por temor a la venganza de la enojada reina y de la intensa búsqueda y vigilancia de Acab. Ustedes pueden ver, mis amigos, que una gran fe no es siempre la misma. Los corazones humanos son variables y pueden cambiar como el viento.

En Beerseba, que estaba bajo el gobierno del rey Josafat, él “dejó a su criado allí” y continuó durante un día hacia el desierto. Podría haberse quedado en Beerseba y allí podría haber estado seguro. Pero se dirigió al desierto para estar solo en completa privacidad.

En cuanto a Jezabel, ella probablemente se dio cuenta rápidamente que a pesar de todas las herramientas de su ejército, y a pesar de sus espías y sus redes de comunicaciones, Elías había escapado nuevamente. En Su gran misericordia, Dios no le reveló la cobardía de Elías. Ella supuso que había desaparecido, tal como lo había hecho tres años y medio antes. Aun cuando ella quería su sangre, ella no pensó estratégicamente, pero expuso sus planes dándole tiempo para escapar.

Elías debería haber orado, tal como era su costumbre, por protección de la ira del impío rey y de la reina. Pero abandonó su puesto del deber. La gran manifestación de poder de Dios, apenas algunas horas antes en ese mismo día, lo deberían haber animado con la seguridad que Dios no lo olvidaría para que llevara a cabo la obra de reforma. Él debió haber sabido que justo ahora sería de gran valor para Israel, para que guiara la reforma.

Profetas y Reyes p.118 nos dice: “Si hubiese permanecido donde estaba, si hubiese hecho de Dios su refugio y fortaleza y quedado firme por la verdad, habría sido protegido de todo daño. El Señor le habría dado otra señalada victoria enviando sus castigos contra Jezabel; y la impresión que esto hubiera hecho en el rey y el pueblo habría realizado una gran reforma”.

Esto es difícil de entender. Él tenía toda la razón del mundo para confiar en Dios. Pero debido a que Elías temió y huyó, la reforma de la iglesia fue retrasada.

Esta reacción no es extraña en aquellos que poseen una gran fe y que han tenido gloriosos éxitos. Él había sido exaltado en gran medida y había obtenido victorias sobre los enemigos de Dios, pero ahora estaba en el valle del desánimo. Y perdió su confianza en Dios.

Él huyó, lejos al desierto, el mismo desierto en que los Israelitas anduvieron durante 40 años. Allí en el deprimente páramo, solo y totalmente exhausto, se sentó a descansar bajo un enebro.

El versículo 4 dice: “Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.”

Ustedes pueden oír la fatiga, el cansancio y el desánimo en su voz mientras se queja delante de Dios. Tal vez ustedes han tenido experiencias similares. Tal vez se han sentido como que no hay esperanza y que sus errores han sido tan malos que no se pueden recuperar de ellos.

Elías huyó por las amenazas de muerte y ahora le suplica a Dios para que le quite la vida. Él está huyendo de una muerte a la otra, por así decirlo. Elías prefiere morir en las manos de un Dios misericordioso, y no en las manos de una mujer cruel y sin misericordia. Prefiere morir en el desierto, que morir en las manos de Jezabel y darles a los restantes adoradores de Baal una razón para triunfar y blasfemar al Dios de Israel. La preocupación de Elías es sobre la vindicación de Jehová.

Observen que él también dijo que no era mejor que sus padres. Dios nos está mostrando que cuando estamos en el Señor y bajo Su poder, somos audaces y fuertes con celo por el Señor. Pero de nosotros mismos, no somos mejores que nuestros padres. ¡Oh, la debilidad y la fragilidad del corazón humano! Vuestro corazón, mi corazón, tiene que tener a Cristo si es que vamos a evitar la depresión y la ansiedad. ¡No podemos estar solos! No podemos reemplazar el poder de Dios con nada de nuestras vidas. Dios dejó a Elías consigo mismo, de tal manera que pudiera ver y sentir sus debilidades. Y Dios permite también eso, de vez en cuando. Mientras mejor entendamos nuestras debilidades, mejor entenderemos nuestra necesidad de Él.

Amigos, para todos nosotros hay tiempos de gran desánimo. Cuando ustedes están desanimados, ese es el momento para abrir su Biblia, arrodillarse y preguntarle a Dios qué hacer. No abandonen su puesto difícil. No se quejen. Cierren sus ojos y piensen en las providencias de Dios en su vida, cómo los ha conducido durante todo el camino. Piensen en el cielo y en nuestro maravilloso hogar donde estaremos con Cristo, cuando todas nuestras labores y pruebas hayan pasado. Pídanle a Dios que entre en sus corazones y que no los abandone.

Me conmueve casi hasta las lágrimas cuando pienso en el desánimo en que se encontraba Elías. Yo he estado allí también. Cuando he sido criticado y acusado; cuando me he quedado solo; cuando he sido empujado y acorralado grandemente; cuando todo lo que he hecho ha sido enredado, todo lo que he defendido es pisoteado en el polvo, entonces es fácil desanimarse. Conozco el sentimiento de desánimo que puede dominar el alma. Lágrimas corren por el rostro y el corazón se llena de pensamientos oscuros y tristes. Este no es el tiempo para apartarse de Dios. Este no es el tiempo para entrar en la esclavización de la duda y de la incredulidad.

Elías fue un fugitivo auto-impuesto. Lejos de cualquier presencia humana, nuevamente estaba solo con Dios. ¡Qué maravilloso lugar para estar! Es cuando él está a solas con Dios que Dios puede hablarle. Elías está físicamente exhausto y no puede andar más y se queda dormido.

El versículo 5 dice: “Se echó debajo del enebro y se quedó dormido. Pero un ángel lo tocó, y le dijo: ‘¡Levántate, come!’”.

Elías había intentado morir ahí en el desierto. No había traído ninguna provisión desde Beerseba. No tenía nada que comer. Pero Dios no quería que Elías muriese en el desierto. Aún tenía un trabajo para ser realizado. Él sabía que Elías no iba a pasar por la escena terrenal en ignominia y desolación, sino que de una manera mucho más gloriosa y triunfante.

Cuando el ángel lo tocó, Elías se levantó temeroso que un enemigo lo hubiese encontrado. Cuando vio la compasiva cara del ángel y que había comida caliente esperándolo, se tranquilizó.

El versículo 6 dice: “Elías miró y vio a su cabecera un pan cocido sobre las ascuas y un vaso de agua. Comió, bebió y se volvió a dormir”.

Piensen en la tierna misericordia de Dios. Él entiende la debilidad de la carne, la necesidad de descanso; la necesidad de fuerza. Y Él envió las cosas que Elías realmente necesitaba para un largo viaje hasta el monte Horeb. Dios aún tenía una misión para Su amado profeta. Aun tenía un propósito para honrarlo y exaltarlo. Él sabía que eso iba a pasar y estaba preparado para ello. El ángel del Señor lo despertó y le pidió que comiera. No discute nada con él. Elías aun está muy cansado como para comprender lo que Dios quiere decirle.

¿Les recuerda esto algo que Cristo podría haber hecho con Sus discípulos después de una desanimadora noche de estar pescando? Cristo les tenía preparado un desayuno sobre brazas calientes. Hay algo que tiene que ver con una comida caliente cuando ustedes están desanimados. Comida confortable, la llamamos a menudo, porque es muy reconfortante. Dios le dio a Elías comida caliente para reconfortarlo y también para fortalecerlo. Oh amigos, nuestro Padre es tan amante y tierno. El que observa a Israel no se adormece ni se duerme (Salmo 121:4). ¿No creen ustedes que pueden confiar en Dios para que los cuide, sin importar las circunstancias?

Y para reconfortarlo aun más, el ángel se posiciona a su lado para protegerlo mientras dormía y recuperaba fuerzas. Dios no tomó en cuenta el pedido de Elías para morir. Él sabía que Elías necesitaba tiempo para recuperarse, asique esperó pacientemente hasta que la mente de Elías estuviese lista para escuchar.

Amigos, este triste capítulo en la vida de Elías es para que nos animemos. Cuando estamos desanimados, Dios sabe lo que necesitamos. Él sabe cómo restaurar vuestra fe y esperanza. Sabe cómo darnos Su cariñosa misericordia. Ustedes pueden extraviarse en el desierto del desánimo y la duda, pero Él no los ha perdido. Nuestro Padre celestial aun tiene su ojo en ustedes y los cuida.

Los versículos 7-8 dicen: “Por segunda vez el ángel del Eterno lo tocó, y le dijo: ‘¡Levántate, come! porque un largo camino te resta’. Entonces Elías se levantó, comió y bebió. Y con la fortaleza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta Horeb, el monte de Dios”.

Puedo imaginar lágrimas rodando por el rostro de Elías al comer el maravilloso pastel que el ángel había preparado para él. Entiende que Dios no lo ha abandonado en su hora de tinieblas. Dios no lo dejó para luchar solo con los poderes de las tinieblas que estaban presionando su alma. Oh amigos, ¿no es esa la manera en que Dios trabaja con nosotros en los momentos oscuros de nuestras vidas? Anímense, tengan fe y confianza en el Dios de Elías.

Tres veces en su vida Dios sostiene a Elías. La primera, los cuervos, un elemento de la naturaleza lo alimenta. Entonces usó a una mujer pagana viuda que estaba dispuesta a colaborar con Dios. Tercero, a través de un milagro directo del cielo le proveyó pan y agua. Dios posee muchos caminos para proveer a sus siervos, ¿no es verdad?

Los cuervos le trajeron alimento a Elías en la mañana y en la tarde. Así también sucedió con la viuda que le dio las porciones diarias. Pero con el alimento provisto por el cielo, hay algo sobrenatural. La Biblia dice que él caminó con la fuerza provista por esa comida, durante cuarenta días y cuarenta noches. Este no fue un pan común. Al igual que Moisés, que estuvo en el monte Horeb con Josué cerca, durante 40 días sin comer; al igual que Jesús, cuando estuvo en el desierto durante 40 días sin comer; ahora Elías también está 40 días sin alimentación. Dios envía a Elías al monte Horeb por 40 días. ¿No es interesante? Los Israelitas estuvieron 40 años en ese mismo desierto después de su rebeldía. Elías estuvo 40 días en el mismo desierto reconectándose con Dios, un día por cada año.

Pero permítanme hacerles esta pregunta: ¿Cuáles son vuestras prioridades? ¿Les gustaría comer en la mesa de Jezabel, como los profetas de los bosquecillos, donde todas las comidas gubernamentales están aseguradas? ¿O les gustaría comer a través de las milagrosas manos de Dios, tal como lo hizo el profeta del Señor? Esto es lo que tenemos que elegir espiritualmente. Aquí no está hablando solo de la comida física, mis amigos. Tenemos que entender que Dios nos está dando una lección espiritual. ¿Cuántas personas comen hoy de la mesa de Jezabel? ¿Qué es lo que Jezabel les sirve para comer? Ella les ofrece películas sensuales y de violencia. Ella les coloca música bailable. Jezabel les coloca pornografía e imágenes sexua-les. Ella los alimenta con la así llamada teoría científica en vez de hacerlo con la verdad de Dios. Ella les coloca el materialismo, relaciones erradas, deportes competitivos y un montón de otras cosas que no les darán salud ni fortaleza espiritual.

Por otro lado, cuando comemos el pan de Dios y bebemos el agua de la vida, que conseguimos de la palabra de Dios, nos estamos fortaleciendo espiritualmente y podemos tener energía y poder espiritual en abundancia. Tendremos una santa intrepidez y una influencia espiritual poderosa sobre la vida de los demás.

Observen que el Espíritu de Dios envió a Elías a Horeb, el monte de Dios. Eso está bastante lejos del enebro. Eso está en el monte Sinaí, el mismo lugar donde Dios le dio la ley a Israel, el mismo lugar donde Moisés recibió las tablas de piedra. ¿Pueden imaginarse los sentimientos de Elías mientras se aproximaba a ese lugar sagrado? ¡Qué lugar para tener una comunión con Dios! Y tenemos muchos detalles de su conversación.

El versículo 9 dice: “Allí entró en una cueva, donde pasó la noche. Y el Eterno vino a él, y le dijo: ‘¿Qué haces aquí, Elías?’”

Elías está ahora listo para escuchar a Dios, y pensar profundamente acerca de Sus providencias. Dios le hace una simple pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?” Dios conocía su corazón. Ya conocía la respuesta. Así, Dios no le hizo esta pregunta a Elías para Su propio beneficio. Él hace la pregunta para que Elías pensara profundamente en quién era él mismo y qué era lo que lo motivaba. Él quería que Elías considerara su misión, y por sobre todo, quería que pensara acerca de quién era Dios y cuán completamente Su siervo podía confiar en Él.

Elías sube al monte Horeb. Tal vez hasta siguió el mismo camino que siguió Moisés, cientos de años antes. Entra en una cueva. Hasta puede haber sido la misma hendidura en la roca donde Dios le mostró a Moisés Su gloria. Sin duda que Elías esperaba poder tener una comunión con Dios en la montaña donde Dios entregó la sagrada ley, la cual él amaba tanto, y que todos sus esfuerzos fueron gastados para restaurarla. Tal vez pensó que estando allí y meditando en la ley de Dios, le haría recobrar su orientación personal y espiritual. Ustedes saben, todos alguna vez, tenemos que reagrupar y repensar en quiénes somos y cuál es el propósito de Dios para con nosotros. Tal vez Elías sintió que esta era la ocasión para hacerlo.

Y amigos, cuando ustedes, al igual que Elías, son desplazados de la sociedad humana por amor a Él, o de sus amigos o de otras compañías; cuando ustedes son maltratados, ridiculizados, despreciados u olvidados, Dios los va a encontrar. Él los va a proteger bajo Sus alas. Él los va a unir con un cariño eterno que está precisamente diseñado para vuestra situación.

La pregunta de Dios hacia Elías era una reprensión. ¿Por qué estás tan lejos de casa, Elías? ¿Qué te hizo venir hasta este desierto? ¿Por qué huiste de Jezabel? ¿No puedes depender de mi supremo poder para protegerte? ¿Cómo es posible que un gran hombre y un profeta como tú, haya huido de su país y de su misión? Pero, Dios no lo condenó. Su cariñosa reprensión está diseñada para que Elías piense profundamente en por qué estaba en Israel en un tiempo como ese. Dios está misericordiosamente tratando de restaurar a Elías hacia un correcto entendimiento de su papel como profeta de Dios.

El versículo 10 dice: “Él respondió: ‘Sentí un vivo celo por el Eterno, Dios Todopoderoso, porque los israelitas han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a tus profetas. Sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida’”.

Elías se excusa a sí mismo, no en base a su falta de celo por el Señor o por la reforma de Israel. Él ya posee todo eso. Él se excusa a sí mismo en base a su falta de éxito y de su peligro. En otras palabras: “Mientras hubo esperanza de reforma, o de hacer el bien, él estuvo muy celoso por el Señor de las Ejércitos”. Pero ahora parece que ha trabajado en vano, y todas sus energías y proyectos han fallado y ya no tienen ningún propósito. Él cree que debe volver a la oscuridad.

Él pinta el cuadro más deprimente de la rebelión y apostasía de Israel. “Porque los israelitas han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a tus profetas a espada…”. Pero todo eso está en el pasado. Se olvida de mencionar la gran victoria en el monte Carmelo. No se ocupa de alejar sus lúgubres pensamientos recordándose a sí mismo que Dios ha enviado fuego del cielo para convencerlos exitosamente de su error. Él está básicamente acusando a Israel de abandonar a Dios, y debido a sus acciones Elías aparece abandonándolos a ellos. ¿Y con qué propósito fue toda su buena obra? “Sólo yo he quedado”, dice él. “Nadie ha permanecido a mi lado. Nadie puede quitarme algo del trabajo que yo hice. Yo soy el único. ¿Qué puedo yo hacer contra miles?”

Pero Elías no está solo. Aun si fuese el único de Israel, como él lo afirma, él aun tiene a Dios, el mejor compañero que alguien puede tener. Ustedes nunca están solos, mis amigos. Dios siempre está ahí para ayudarlos a hacer lo que Él les ha ordenado que hagan. No hay ninguna razón para estar desanimado, solo porque parece haber muy poco éxito. Recuerden, las únicas personas que entraron en el arca, fueron Noé y su familia. No hubo ningún convertido del público. Pero él fue un evangelista exitoso a los ojos de Dios, porque fielmente le dio la advertencia al pueblo. Lot no tuvo ningún éxito para sacar a alguien de su familia de Sodoma, excepto sus dos hijas. Ni siquiera su esposa se salvó. Y así como fue, los ángeles tuvieron que sacarlo de la mano para que saliera de la ciudad. Sin embargo, él los advirtió a todos.

Elías está mirando hacia el acontecimiento equivocado. Está observando números en vez de misión. Él había completado la mayor parte de su misión exitosamente, enfrentando a la falsa adoración en Israel y dejando a Israel sin confusión en cuanto a quién es el verdadero Dios. Pero las circunstancias hicieron parecer que el verdadero arrepentimiento y la reforma seria no estaban sucediendo.

“Y buscaron mi vida para quitármela”, dice él. “Mejor hubiera pasado mi vida en una soledad inútil, que perder mi vida en un vano esfuerzo, para reformar a aquellos que se rehúsan a ser reformados”. Esto parece sonar igual a lo de Jonás. Elías aun está luchando con sus sentimientos de desánimo.

Ahora en la cueva, Cristo viene adonde está Elías. Los versículos 11-13 dicen: “El Eterno le dijo: ‘Sal fuera, y ponte en el monte ante mí’. En eso, el Eterno pasaba, y un grande y poderoso viento rompía los montes y quebraba las peñas delante del Eterno. Pero el Señor no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto. Pero el Eterno no estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego. Pero el Eterno no estaba en el fuego. Y tras el fuego, un silbo apacible y suave. Cuando Elías lo oyó, cubrió su rostro con su manto. Salió y se paró a la entrada de la cueva. Y llegó a él una voz que dijo: ‘¿Qué haces aquí, Elías?’”.

¿Cuál es el significado de todo el viento, el terremoto y el fuego, si Dios no estaba en ellos? Cuando Dios le habló a Israel en el monte Sinaí (Horeb) y les dio los Diez Mandamientos, Él precedió todo eso con las mismas tres cosas. Éxodo 19:18 dice: “Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Eterno había descendido sobre él en fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera”. Y Hebreos 12:18 dice: “Porque no os habéis acercado al monte que se podía tocar, al fuego encendido, al turbión, a la oscuridad, a la tempestad…”.

Así, antes que Dios le diese la ley al pueblo en la montaña, hubo primero fuego, terremoto, tempestad, o viento. Ellos “escucharon la voz de las palabras”, dice Deuteronomio 4:12. Dios usa los elementos ruidosos y violentos de la naturaleza para preparar el camino para Su palabra. Consigue captar la atención e im-presiona la mente con admiración por el poder de Dios. El viento, el terremoto y el fuego anuncian la revelación de la gloria divina. Pero no son la gloria. Es la palabra de Dios, Su voz; esa es la gloria. Y cuando ustedes escuchan la voz de Dios en la quietud de sus devociones matinales, están escuchando la gloria de Dios.

Así, Elías está al frente de la cueva. La Biblia dice que: “El Eterno pasaba…” tal como lo hizo con Moisés cuando le mostró Su gloria. Elías escucha un fuerte viento y ve los efectos de ello al despedazar la montaña y lanzar grandes rocas alrededor. Entonces siente el choque del terremoto, cuando la montaña se sacude y caen más escombros de las alturas. Entonces ve la erupción del fuego sobre la montaña, un fuego que se mueve en espiral. Dios no le habla mientras todas estas cosas suceden. Él no estaba en ellas. Pero las usó para que Elías pudiese comparar eso con la delicada y apacible voz. Dios estaba colocando un fundamento para que Elías entendiese su nueva misión a partir de ese instante.

Dios había preparado la reforma usando a Elías para anunciar una larga y devastadora sequía. Él había confrontado dramáticamente al impío rey y la adoración a Baal en el monte Carmelo a través del fuego. Con estas grandes demostraciones de la naturaleza, sin embargo, no es la manera adecuada para producir una reforma. Fueron la manera de llamar la atención del pueblo y para crear un efecto asombroso. “El Señor, Él es Dios”, dijeron ellos. Pero la reforma iba a tomar tiempo y mucho esfuerzo.

Ahora tiene que haber una obra diferente. Dios le habla a Elías a través de la apacible y delicada voz. Dios quería enseñarle a Elías que no es siempre la obra más visible, o la obra que hace la mayor demostración, la que es más exitosa. Elías no tiene que volver a Israel como un gran guerrero blandiendo la espada y creando una tempestad. Él tiene que volver ahora con una apacible y delicada voz para trabajar con el pueblo, con una tierna y amorosa compasión, ayudándolos a avanzar hacia adelante con la obra de reforma. Los milagros y las demostraciones de poder pueden impresionar la mente. Pero es el amor y el cariño los que ganan el corazón. Son el cariño y la gentileza los que apelan el alma impresionable.

Cuando Elías escucha la apacible y delicada voz, como el serafín que está en la presencia de Dios que cubre su rostro en reverencia, así él cubre su rostro en humildad y adoración. Cuando Cristo, el ángel poderoso, vino a Elías a la entrada de la cueva, la verdadera y viva Palabra le habló a la carne. ¿Pueden imaginarse las emociones que sintió Elías cuando escuchó la apacible y delicada voz de Dios? Qué contraste con el huracanado viento, el terremoto y el fuego. Ahora Dios le habla cariñosamente a Elías: “¿Qué haces aquí?”

El corazón de Elías se ablandó. Él responde con la misma triste historia acerca de él mismo y acerca de Israel. Dios repite esta pregunta dos veces porque quiere que Elías piense realmente acerca de Su misión. ¿Por qué estás aquí en esta cueva, Elías? ¿Es este el tiempo para que hombres como tú se retiren con miedo y cobardía delante de una mujer malvada? La nación de Israel te está necesitando. Ahora mismo, en la cúspide de la reforma, ¿por qué estás huyendo de la principal oposición? Has estado retirado durante tres años y medio, primero en el arroyo de Querit y después con la viuda, pero ahora eres necesario en el ministerio entre mi pueblo. ¿Quién te envió aquí? ¿Qué mandato te trajo hasta este desierto desolado?

Y hoy en día, mis amigos, Dios puede estar haciéndoles esta misma pregunta. ¿Por qué estás aquí? ¿Qué estás haciendo por Mí? ¿Por qué estás descuidando tu deber de encontrar almas perdidas? Estás ocupado con tu frenética vida. ¿No tienes ningún interés en Mi obra? Todos tus amigos te guían hacia cosas que no te ayudan en tu espiritualidad. Estás envuelto en entretenimientos mundanos y en deportes y en otras formas de placer. ¿No tienes una misión espiritual? ¿Por qué estás aquí? Amigos, piensen en la pregunta que Dios le hizo a Elías. Está en la Biblia también para ustedes. Tenemos que hacernos la misma pregunta.

Elías iba a ir hacia el pueblo y los iba a convencer y a persuadir con una voz apacible y delicada, para que volvieran sus corazones a Dios. No tiene que olvidarlos, sino que tiene que estar con ellos, ayudándolos a efectuar las elecciones correctas. Tiene que estar allí para ayudarlos a restaurar la verdadera adoración a Dios. Eso le tomará algún tiempo. No se puede hacer de un día para otro.

Juan el Bautista lo hizo así. El segundo Elías fue el precursor de Cristo. Su mensaje fue impresionante y firme, pero lleno de esperanza en la pronta venida del Salvador. Cristo era gentil, cariñoso y sanador. Juan despertó al pueblo a sus necesidades. Cristo los sanó de la enfermedad espiritual y les mostró el camino hacia el cielo.

Así es en nuestra obra. Los juicios de Dios traen asombrosas y poderosas advertencias para despertar el corazón pecaminoso hacia la necesidad de un Salvador. Tenemos que usar palabras amorosas y tiernas actitudes en el servicio, para poder alcanzar los corazones con el evangelio.

La enfermedad también sigue ese camino. Cuando alguien tiene un dolor o una enfermedad debilitante, eso abre su mente para entender que necesita ayuda. Lo despierta de sus pecados – por lo menos con sus pecados de estilo de vida. Ellos sienten el dolor y la violencia de la enfermedad en su sistema. Pero esto también abre sus mentes para la sanación. Entonces aparece el médico misionero, y bajo el liderazgo del Espíritu Santo, le ministra al enfermo con cariño usando el método de Cristo para llevarles sanación y salvación.

Dios no solo reprendió a Elías por su miedo momentáneo. Él usó la reprensión y también las circunstancias como un instrumento de enseñanza. Y entonces le dio a Elías algunas instrucciones. En esas instrucciones Dios le respondió a Elías en cuanto a su queja. Le mostró que aun tenía un rol profético y espiritual, aun cuando hubiese cometido un error. ¿No es eso maravilloso? Aun cuando podamos cometer errores, Dios cuida cariñosamente de nosotros y nos provee una obra para hacer para Él. Él no nos deja solos. Sino que nos educa y le da forma a nuestros pensamientos y a nuestro ministerio para el futuro. Dios trata de restaurar vuestra fe, vuestra vida de oración, y les reasigna su obra. Fe, oración y actividad es la fórmula divina para sanar el desánimo y la falta de coraje.

Los versículos 15-16 dicen: “El Eterno le dijo: ‘Vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco. Cuando llegues unge a Hazael por rey de Siria. Unge a Jehú hijo de Nimsi, por rey sobre Israel. Y a Eliseo hijo de Safat, de Abel Meula, ungirás para que sea profeta en tu lugar”.

Dios le dice a Elías que su tiempo es limitado, y le pide que unja a Eliseo para que tome su lugar. Dios va a terminar su obra, pero no de la manera en que él se lo pidió. Elías había hecho la importante obra que Dios le había asignado. Su personalidad era perfectamente adecuada para enfrentar la pecaminosidad de un rey y de una nación impía. Dios no va a responder a Elías su pedido de que lo haga morir. Él lo va a trasladar para que viva para siempre. Dios es tan amante. Él ve algo valioso en todos nosotros, así como lo hizo con Elías.

Elías se convierte en el tipo de almas fieles que enfrentan el impío sistema global de adoración, que está siendo construido en los últimos días. Ellos van a vencer a todos los sistemas de vigilancia y de control que los gobernantes puedan construir. Y ellos serán fieles durante el tiempo de angustia final.

Y ahora Eliseo va a hacer la obra de reforma más profundamente que lo que Elías podría haberla hecho. Estos dos hombres son los tipos proféticos de Juan el Bautista y de Cristo. Elías derrumbó el sistema de falsa adoración. Él interrumpió el licencioso e impío sistema que Jezabel había construido. Eliseo, por otro lado, iba a restablecer las escuelas de los profetas y a restaurar los principios de la verdadera adoración en el país.

Entonces en el versículo 18, Dios le dice a Elías algo que Él ya sabía desde hace mucho tiempo, pero que no se lo había dicho hasta ahora. El pensamiento, al principio, le parece abrumador a Elías, pero había sido diseñado para su incentivación. No todo estaba perdido. “Y yo conservaré en Israel siete mil hombres, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, ni sus bocas lo besaron”. Esas palabras deben haberlo sorprendido. Tal vez aun había esperanza para Israel después de todo. Tal vez él aun tenía una obra que hacer.

Elías se había quejado que Israel aun no había sido castigado. La sequía no había sido suficiente como para reformarlos. Así, Dios lo envía para que unja a Hazael como rey de Siria. Bajo Hazael Israel va a sufrir mucho derramamiento de sangre como castigo por sus pecados. Véase 2ª Reyes 8:12. Él va a ungir a Jehú como el próximo rey. Él va a destruir totalmente la casa de Acab y va a vindicar la causa de Dios en Israel. Y va a ungir a Eliseo como el próximo profeta. Iba a terminar la obra de restauración. Iba a matar a los hijos de Betel por su persistente apostasía. Dios iba a hacer una obra de total reforma, pero tomaría tiempo y Dios iba a usar a otros para hacerla. Elías iba a colocar las ruedas en movimiento al ungir a estos hombres. Dios jamás pierde al usar instrumentos útiles para Su gran obra. Algunos cumplen Su voluntad como una gran misión de sus vidas. Otros la cumplen a regañadientes. Pero todos cumplen Sus órdenes y así Su plan es llevado a cabo. Y cuando algunos dejan la escena de acción, Dios levanta a otros para que tomen sus puestos.

Dios siempre ha tenido, y siempre tendrá, voces fieles y verdaderas para defender Su ley y vindicar Su carácter, un remanente que le es fiel. Es el deseo de Dios preservar un remanente de almas fieles que no hayan doblado las rodillas a falsos dioses y los distingue de todos los demás.

Elías no vio esos 7000, pero Dios si. El remanente, los fieles a menudo son los que están escondidos. Cuando la iglesia visible apenas se ve debido a la persecución, a menudo los fieles, el trigo, como ha sucedido, están escondidos o alrededor de la cizaña. Dios ve en secreto lo que el hombre no puede ver. Dios ve el corazón, no la apariencia externa.

Oh mi hermano, mi hermana, ¿son ustedes parte de ese remanente? ¿Le están entregando su corazón a Dios cada día, de tal manera que esté siendo purificado y preparado para una poderosa obra para Dios? ¿Están ustedes aprovechando fielmente sus oportunidades para servir en la causa de Dios? Si así fuere, alabado sea el Señor. Si no es así, tal vez sea tiempo ahora de tomar en serio esto y de entregarle sus vidas al Maestro. No esperen por una oportunidad más conveniente. Ustedes pueden cometer errores, pero el Salvador los necesita y tiene un lugar para ustedes en Su viña. Entréguense a Él ahora, mis hermanos. No teman entregarse a Él, mis hermanas. Él los va a restaurar y les va a dar un lugar en Su obra.

Oremos. Nuestro fiel Padre celestial, gracias por contarnos tanto acerca del tiempo de desánimo y de temor de Elías. Eso es muy animador para nosotros. Tenemos que conocer estas cosas importantes al aproximarnos a las mismas cosas que él enfrentó. La sociedad vigilada, con su amenaza subyacente para con la libertad, es un tiempo temeroso para aquellos que desean ser fieles a Dios. Pero, hay esperanza. No debemos temer al hombre. Porque en Cristo no existe aquello del miedo a los hombres. El sistema global de control y finalmente de adoración va a conducir a todo el mundo a los mismos principios que estaban en juego durante el tiempo de Elías. Acab es un tipo de los gobernadores globales, mientras que Jezabel representa a la iglesia apóstata que impone su adoración sobre todos los que habitan en la tierra. Que podamos ser fieles Elías en estos últimos días. Nosotros somos el tercer y final Elías si tenemos amor por las almas y amor por Dios y que van por todas las articulaciones y médulas. Rogamos que Cristo nos de Su gracia, Su cariño y ternura, para que podamos reformar nuestras vidas y dar el mensaje a otros. En el nombre de Jesús, amén.