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Lutero, el Hombre de la Biblia

Queridos amigos:

Bienvenidos al Ministerio Guardad la Fe. Gracias por estar junto a nosotros hoy mientras observamos algunos de los asuntos claves que estamos enfrentando en estos últimos días. Nuestro Padre celestial quiere que entendamos los tiempos y que vivamos de tal manera que reflejemos Su gloria y poder en nuestras vidas. Hoy vamos a retroceder en la historia para considerar lo que sucedió durante un poderoso y exitoso movimiento religioso. Vamos a conmemorar la poderosa Reforma del siglo XVI, que fue conducida por Martín Lutero, el monje de Wittenberg que se convirtió en el archienemigo de Roma. Como a algunos les gusta decir, él se revolcaría en su tumba hoy si viera los efectos del movimiento ecuménico en su propia iglesia.

En los años recientes, aquellos que quieren sugerir que la Reforma de Lutero fue apenas un cisma y que no había ninguna sustancia real en las reformas que él hizo, han manchado consistentemente el nombre de Lutero como si fuese tan solo un perturbador. Además, tratan de decir que ahora existe unidad en cuanto a la justificación, y que esta reforma no era realmente necesaria, y que la Reforma ha terminado. En los años recientes, Martín Lutero y su gran obra ha sido difamada y ha sido mal representado tanto por los Católicos como por las iglesias Protestantes, incluyendo a la propia iglesia Luterana. Ellos no toman en consideración el hecho que fue la Biblia de Lutero, traducida al alemán desde el Textus Receptus, lo que mantuvo a la iglesia separada de Roma por 500 años. Ellos piensan que no importa mucho qué Biblia leamos.

Amigos, la Biblia es el centro del asunto. ¿A qué Biblia van a creer ustedes, a las corruptas biblias occidentales de las fuentes Católicas? ¿O le van a creer a las Biblias de la Reforma que provienen del Textus Receptus, las cuales fueron compiladas de las más puras fuentes orientales? La gran pregunta hoy en día reside en vuestra lealtad a las Escrituras, de la misma manera en que sucedió en los días de Martín Lutero.

Sin embargo, antes de comenzar quiero pedirles que inviten por lo menos a una persona a que se suscriba para recibir nuestros CDs mensuales. Denle la tarjeta rosada que va en vuestro paquete, o muéstrenle cómo suscribirse a través de nuestra página en Internet. Tenemos que hacer llegar el mensaje mucho más lejos y éste es un gran camino a través del cual ustedes pueden ayudar.

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También me gustaría contarles acerca de la Revista La Última Generación. En esta época de tanto fervor ecuménico, muchas personas se preguntan si los Reformadores hicieron mucho alboroto de nada. ¿Fue la Reforma Protestante un error? ¿O tal vez fue apenas un mal entendido? La Revista la Última Generación explora estas preguntas en su edición conmemorativa del 500o aniversario de la Reforma. En esta edición se incluyen temas como: Arrogancia Ecuménica, Lo Que Dijeron los Padres de la Iglesia Primitiva Acerca del Anticristo, Identificando la Bestia del Apocalipsis, ¿Quién Nos Dio Nuestra Biblia? Lo que los Reformadores creían y pensaban acerca del Anticristo, y otros importantes asuntos correlacionados con un correcto entendimiento bíblico e histórico del Protestantismo. Está escrita especialmente para aquellos que no entienden nuestro mensaje del tiempo del fin. ¡Esta revista es una maravillosa herramienta para compartir! Los Ministerios de la Última generación poseen buenos precios al pedir grandes cantidades. Llámelos al 540-672-5671.

Pero lo más importante es que quiero llevar vuestra atención sobre el inserto en vuestro paquete de este mes. Es nuestro llamado anual a los que nos apoyan para que nos asistan en nuestra obra. Solo hacemos un llamado cada año. Y este año realmente necesitamos vuestro apoyo. Tenemos que renovar nuestro Centro de Calidad de Vida en Australia del Sur y tenemos que dejarlo listo para recibir pacientes. Ya tenemos US $ 50.000 de un total de US $ 150.000. ¡Vuestro apoyo extra nos ayudará a prepararnos para ganar almas y para cambiar el estilo de vida de muchas personas para siempre! Dios nos ha confiado este trabajo. Por lo tanto, sabemos que Él lo sostendrá. Y gracias por vuestro generoso apoyo.

Comencemos con una oración. Nuestro Padre celestial, estamos muy agradecidos porque nos has dado la Biblia. Sus sagradas páginas están llenas de consejos y guías para nosotros en estos últimos días. Por favor, envíanos Tu Espíritu Santo hoy, al abrir las Escrituras para entender nuestros tiempos. A medida que analizamos los asombrosos principios de la Reforma Luterana, por favor, ayúdanos a colocar nuestras afecciones en las cosas celestiales y a recordar que hemos sido llamados a ser sus sucesores. En el nombre de Jesús, amén.

Vamos a comenzar nuestro estudio leyendo Apocalipsis 12:13-17. “Cuando el dragón vio que él había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. Pero le fueron dadas a la mujer dos alas de una gran águila, para que volara de la presencia de la serpiente, al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, tiempos, y medio tiempo. Entonces la serpiente echó de su boca tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer. La tierra abrió su boca y sorbió el río que el dragón había arrojado de su boca. Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los Mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.

La iglesia siempre ha estado bajo el cuidadoso ojo de la Divinidad. Es objeto de su supremo cuidado. Los tres, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, están involucrados en apoyar a la iglesia. Ellos siempre han alimentado y protegido a la iglesia, aun cuando el enemigo lance persecuciones y abuse de ella. Y ahora esta iglesia solo posee un remanente de almas fieles. Estos son los que siguen la Biblia, guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús, que es el Espíritu de Profecía. Ver Apocalipsis 19:10. Ustedes no pueden tener el testimonio de Jesús si no están siguiendo la Biblia, porque la Biblia testifica de Jesús.

Después de mil años de tinieblas y de ignorancia a lo largo de toda la Europa Católica Romana, ha llegado el tiempo en que la luz tiene que ser derramada sobre las personas para romper el poder de Roma. Muchos de los que son miembros de las iglesias Protestantes han olvidado su herencia y la importancia de la interpretación de la Biblia, que los trajo a la existencia en primer lugar. También se han olvidado de por qué sus padres derramaron tanta sangre. Se han olvidado de la supresión de las Escrituras, llevada a cabo por la Iglesia Católica Romana, sobre la sociedad. Roma aun coloca la tradición por sobre las Escrituras y urge a los hombres a buscar las indulgencias y la adoración de María, y la Misa blasfema, etc. Ellos han cerrado sus ojos al popular y moderno estilo de Roma. Han escogido el lado popular más fácil.

Por lo tanto, consideremos primero los principios fundamentales que condujeron a la Reforma de Martín Lutero y cómo eso afectó las circunstancias de Europa. También vamos a ver el rol que jugó la Biblia en la sociedad y su efecto sobre las mentes de las personas comunes. Y finalmente, veremos su impacto sobre el 500o aniversario de la Reforma.

Por debajo de la Reforma estaba la autoridad de la Biblia. La Biblia (o la Palabra de Dios) ha estado en el centro de todo conflicto entre la verdad y el error, desde el mismo comienzo. Cuando Adán y Eva pecaron, el verdadero asunto fue si realmente ellos iban a creer en la Palabra de Dios. Durante el tiempo de los patriarcas, la Palabra de Dios fue la fuerza guiadora en sus relaciones, tanto domésticas como en las comunidades en las cuales vivían. En el tiempo de Moisés y los hijos de Israel en el desierto, el asunto central fue la autoridad de la Palabra de Dios. ¿Confiarían ellos en esa Palabra, o murmurarían y se quejarían contra Dios?

Lo mismo es verdad durante el tiempo de Samuel y de Saúl. Cuando Saúl trajo de vuelta todo el despojo de los Amalequitas, Samuel dijo: “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención mejor que la grasa de los carneros”. 1° Samuel 15:22.

Durante los tiempos del Nuevo Testamento, la Palabra de Dios aún estaba en el centro de los conflictos. “Entonces Pedro y Juan, respondieron: ‘Juzgad si es justo ante Dios, obedecer antes a vosotros que a Dios. Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto, y oído’”. Hechos 4:19-20.

La experiencia de Pablo revela también la centralidad de la Palabra de Dios. Él le escribió a Timoteo y le dijo: “Y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que te pueden hacer sabio para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, reprender, enmendar e instruir en justicia, para que el hombre sea perfecto, cabalmente instruido para toda buena obra”. 2ª Timoteo 3:15-17.

Todos los apóstoles y profetas colocaron la Palabra en el centro de la lucha por la verdad. Los mártires fueron mártires debido a su amor y lealtad a la Palabra. Y ellos se rehusaron a reemplazarla por la autoridad del hombre.

Y así continúa a lo largo de las edades. La Palabra de Dios siempre ha sido la guía de aquellos que aman a Dios, porque los sostiene, apoya y fortalece. Las Santas Escrituras han sido el confort de los justos y la condenación de los injustos. La Biblia ha sido el enemigo de aquellos que no aman a Dios supremamente, aun cuando ellos puedan profesarlo. En cada caso, ya sea en el Nuevo o en el Antiguo Testamento, la Biblia ha estado en el centro del conflicto entre Cristo y Satanás, entre la verdad y el error, y entre los poderes de la justicia y los poderes del mal.

Durante la Edad Media, la Palabra de Dios fue suprimida por Roma. La iglesia hizo todo lo posible para mantener la Biblia lejos de las personas, pero siempre proclamando su lealtad a la Biblia. La guardó bajo llave en monasterios y la secuestró en naves de iglesias, de tal manera que solo los más estudiados doctores de la iglesia, las personas más leales a los Papas, tuviesen acceso a ella. Roma amenazó a todos los que se oponían a su poder y autoridad, especialmente si era debido a la Biblia. Los Valdenses sufrieron grandemente. Fueron brutalmente perseguidos durante la Edad Media, porque trataron de llevarles luz y verdad a las personas y se opusieron a las falsas enseñanzas de Roma.

Uno de los trucos que Roma usó para mantener a las personas en tinieblas, fue la manera en que ella usó el idioma Latín. Las Biblias occidentales solo fueron traducidas al Latín desde el Griego. Estas Biblias se habían corrompido debido a las escuelas Gnósticas en Alejandría, Egipto, y estaban de acuerdo con la intención de Roma de mantener a las personas en tinieblas. Por lo tanto, la Biblia solo se podía leer en Latín. No se publicaba en el idioma de las personas, por diversas razones. Primero, las personas no podían entenderla, aun si estuviesen en su propio idioma, decían ellos. La mayoría no sabían ni leer ni escribir. Segundo, Roma enseñó que el Latín era un idioma santo y como las Escrituras eran santas, tenían que ser leídas en Latín.

Sin embargo, el mantener la Biblia en Latín fue también una poderosa estrategia. Así ellos podían mantener a las personas en la ignorancia con respecto a las Escrituras, y a ellos mismos como no responsables de la Biblia ni de las personas. Podían afirmar que eran los únicos que conocían las Escrituras y que las personas tenían que confiar en ellos para su interpretación.

Esto condujo a grandes abusos e impiedades. La iglesia descendió a abominación tras abominación. Apestaba a impiedad, mientras el sexo y los escándalos monetarios existían desenfrenadamente por todas partes. El hedor era tan grande, que hasta los más respetados hombres de la iglesia, a veces, fueron convencidos a despreciar sus vicios y anhelar días mejores.

Siempre que la Biblia fue suprimida y no fue leída por el hombre común, la verdad de Dios fue escondida y solo unos pocos, que de alguna manera fueron iluminados por los fieles misioneros Valdenses, entendieron que la iglesia estaba errada.

Hablando de los Valdenses, su principal propósito fue darles luz y verdad a las personas, exponer los errores de Roma a través de la Palabra de Dios. Su objetivo era conducir a las personas a Cristo, quien es la Palabra de Dios. Ellos llevaban consigo pequeñas porciones de las Escrituras, especialmente mostrando el camino de la salvación y los errores de Roma, y los compartían cada vez que tenían la oportunidad con las ignorantes almas que encontraban. Y de a poco, la luz fue diseminada, creando un gran deseo para entender la Palabra en los corazones de las personas.

Los líderes de la iglesia trataron a los Valdenses como si fuesen extremistas y subversivos, y por lo tanto debían ser temidos. Los persiguieron, como si fuesen la causa de los males de la sociedad. Muchos Valdenses fueron ejecutados debido a su fe.

Manteniendo la Biblia en Latín, también significó que las Biblias no corrompidas del Este, serían mantenidas fuera del imperio occidental. De hecho, la iglesia en el Occidente se había vuelto exclusivamente Latina. Solo los Valdenses mantuvieron la Biblia en el idioma común, conocido como la lengua Ítala.

Pero las cruzadas, que precedieron a la Reforma, prepararon el camino para una nueva Biblia, la cual fue prominente en el Occidente, en una gran extensión. Las guerras de las cruzadas entre el Catolicismo Occidental y los Musulmanes de Oriente, trajeron cambios masivos al Occidente, debido a los refugiados que llegaron del Oriente, como resultado de las perturbaciones y conflictos. Y ellos trajeron sus Biblias, las cuales estaban escritas en el idioma común del Oriente, pero que igualmente eran completamente diferentes de las Biblias de Occidente. Los Gnósticos de Alejandría no habían corrompido las Biblias del Oriente. Estas eran las Biblias que habían descendido de la obra de Luciano en Edesa. Estas eran las Biblias que serían el fundamento de la Reforma. Eventualmente, aún bajo las narices de los ignorantes sacerdotes, estas Biblias consiguieron entrar en las universidades e iglesias de Occidente.

Pero hagamos una pausa por un instante. ¿Por qué eran tan importantes las Biblias para Occidente y para la Reforma? Dios estaba planificando un gran cambio en el Occidente. Ese cambio no podía suceder sin una Biblia pura. Los Valdenses les habían mostrado a las personas comunes que no podían confiar en los sacerdotes para que les mostraran la verdad, y que tampoco podían confiar en la Vulgata Latina, y por una buena razón. No era confiable como la Palabra de Dios. Dios sabía que los reformadores que surgirían, necesitarían Biblias en las que el pueblo podría confiar; Biblias que no estuviesen conectadas con la Vulgata Católica Romana. Dios sabía que necesitarían la pura y mucho más precisa traducción del Oriente.

Dios usó las cruzadas Islámicas para crear confusión y levantamiento y para eso usó el Oriente, el cual entonces permitiría que las Biblias del Oriente migraran hacia el Occidente. Una vez que eso fue conseguido, había llegado el tiempo para la gran Reforma Protestante. De esta manera, Dios usó a los Musulmanes para que lo ayudaran a zarandear a la Iglesia Católica Romana en su núcleo.

Tal como lo dije, estas Biblias surgieron del texto Luciano, que posteriormente se conoció como Textus Receptus. Ahora era posible que aquellos a quienes Dios escogiera para liderar la Reforma, pudiesen comparar ambos textos, el del Oriente y el del Occidente. Ahora, podían ver más fácilmente las corrupciones de los manuscritos Occidentales.

Los reformadores sabían que no podrían construir una verdadera reforma con los textos occidentales. En el siglo XIV, en Inglaterra, John Wycliffe trajo gran luz a Inglaterra debido a la traducción de su Biblia de la Vulgata Latina al Inglés. Pero eso fue 200 años antes de Martín Lutero y eso era todo lo que él disponía, y muchas cosas habían sucedido durante esos años. Los reformadores sabían que no podían usar la gran obra de Wycliffe, porque la Reforma necesitaba ir mucho más allá de Wycliffe y mucho más allá del Catolicismo. La Vulgata Latina no podía ser su fundamento. De hecho, las Biblias de la Reforma tenían que abrir el camino para que la verdad creciera y progresara hasta el fin del tiempo. Los reformadores también sabían que no podrían conseguir una iglesia pura, si no tenían una Biblia pura. Por lo tanto, ustedes pueden ver que para que los modernos Protestantes se vuelvan a Roma, es una épica tragedia.

A medida que se acercaba el tiempo para la Reforma, Erasmo, el gran erudito de Rotterdam, estaba muy preocupado por las corrupciones en la iglesia. Él sabía que la iglesia necesitaba una reforma. Pero él no iba a colocar su reputación de primera calidad como un erudito, para ser manchado con alegaciones de herejía. Por lo tanto, se dispuso a efectuar una obra erudita que ciertamente le sacaría lustre a su reputación entre sus colegas. Él se dispuso a cambiar la iglesia desde arriba hacia abajo. Desde luego, que no le contó a muchas personas lo que iba a hacer. Pero él compiló los manuscritos orientales en un Nuevo Testamento, los publicó y se los envió a los líderes de la iglesia. Esto fue conocido como el Textus Receptus (o el texto recibido). Su idea fue que si ellos tenían un manuscrito puro, el Papa y otros líderes de la iglesia que entendían el Griego, verían entonces por sí mismos que la iglesia necesitaba ser reformada y así la reforma comenzaría desde arriba hacia abajo. Los líderes no vieron ningún daño o amenaza en la obra de Erasmo y lo felicitaron por su trabajo. Después de todo estaba en Griego, un idioma que no era familiar para las personas comunes. Pero trágicamente la esperada reforma nunca sucedió. Y ustedes pueden entender por qué. Había muchos intereses en juego, mucho poder, mucha política, y virtualmente ninguna motivación para cambiar. Todo estaba sucediendo como los sacerdotes y los nobles querían que fuese.

Cuando Martín Lutero entró en escena como un trueno, Europa estaba preparada para recibirlo. Sus 95 tesis contra la venta de indulgencias se diseminaron por todo el imperio muy rápidamente. En un lapso de dos semanas, toda Alemania supo de esas tesis, y en un lapso de dos meses, toda Europa había escuchado del monje que había sacudido el “barco de Pedro”.

Las indulgencias eran la manera de comprar perdón por los pecados, pasados, presentes y futuros. Y él no era tímido para señalar el verdadero objetivo de las indulgencias. “Quien de hecho busca la salvación de las almas a través de las indulgencias”, preguntó Lutero redundantemente, “¿acaso no está buscando dinero para sus cofres? Esto es evidente debido a la manera en que las indulgencias eran predicadas. Los comisarios y predicadores, no hacían nada a no ser alabar las indulgencias e incitar a las personas a contribuir… y todo lo que escuchaban era con cuánto tenían que contribuir. Las personas siempre son dejadas en la ignorancia, así que llegaron a pensar que al ganar indulgencias, eran inmediatamente salvas”.

Lutero les dijo básicamente a las personas que sus indulgencias eran sin valor y que solo se trataba de ganar dinero. Imaginen lo que podía hacer el Espíritu Santo con una iglesia que no se preocupara por el dinero, y que solo se preocupara con Su poder santificador. Ellos conseguirían todo el dinero que necesitasen y aún más. Pero cuando los líderes de la iglesia están más preocupados por el dinero que por la salvación de las almas, entonces habrá abuso y corrupción como en los días de Lutero.

Martín Lutero era un hombre con el cual no se podía bromear. Él tenía a Dios a su lado para una cosa. Pero él también tenía poderosos amigos que lo protegían. Sus esfuerzos con la Reforma golpearon el corazón del Romanismo. Roma había colocado al Papa por sobre todo lo demás. Lutero colocó la Biblia por sobre el Papa.

Lutero estaba disgustado por las corrupciones de la iglesia. Él las vio como lo que realmente eran y las denunció públicamente. Para Lutero la Biblia era la autoridad final y lidiaría con las corrupciones tanto del corazón humano como el de la iglesia.

“Desde el comienzo de mi Reforma le he pedido a Dios para que no me envíe sueños, ni visiones, ni ángeles”, dijo él, “sino para que me dé el correcto entendimiento de Su Palabra, las Santas Escrituras; porque mientras tenga la Palabra de Dios, sé que estoy caminando en Su camino y que no caeré en ningún error o engaño”.

En su famoso juicio en Worms, él dijo: “A menos que sea convencido por la Escritura y por la sana razón, no acepto la autoridad de Papas ni concilios, porque ellos se han contradicho, mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. No puedo y no me retractaré de nada, porque ir contra la conciencia no es ni justo ni seguro. Heme aquí, no puedo hacer ninguna otra cosa. Dios ayúdame. Amén”.

Pero Lutero estaba más asustado de sí mismo que del Papa. “Estoy más asustado de mi propio corazón que del Papa y de todos sus cardenales. Tengo dentro de mí al gran papa, el yo”.

En otra ocasión él dijo: “Usted no debe creerle a su conciencia ni a sus sentimientos, sino a la Palabra del Señor, quien recibe a los pecadores, te predica a ti”. Es interesante, la manera en que él colocó eso. Muchos hombres pueden estar convencidos en sus conciencias sobre cosas que están erradas, y que violentan las Escrituras, porque no están iluminados por la Palabra. Por lo tanto, aun la conciencia tiene que estar sujeta a la Biblia y a su iluminador mensaje.

Y escuchen esta otra: “Tenemos que hacer una gran diferencia entre la Palabra de Dios y la palabra del hombre”, dijo Lutero. “La palabra del hombre es un pequeño ruido, que vuela en el aire, y que luego desaparece; pero la Palabra de Dios es mayor que el cielo y la tierra, sí, es más grande que la muerte y el infierno, porque forma parte del poder de Dios, y permanece para siempre”.

He aquí otra: “Un hombre simple con la Escritura posee más autoridad que el Papa o un concilio”, dijo Lutero. Observen que él estaba colocando la autoridad de la Palabra por sobre el Papa. Observen también que él le estaba dando al hombre común, que conoce a la Escritura por sí mismo, el derecho a cuestionar las enseñanzas del Papa. Esto horrorizó al Papa, y amenazó a la iglesia con un colapso.

Y acerca de las escuelas y de las universidades, Lutero les aconsejó a centrar su instrucción en la Palabra de Dios. “Estoy muy temeroso que las escuelas van a probar las mismas puertas del infierno, a menos que trabajen diligentemente para explicar las Santas Escrituras, grabándolas en los corazones de la juventud. No le aconsejo a nadie a que coloque a su hijo donde las Escrituras no reinen supremamente. Toda institución donde los medios no son constantemente ocupados con la Palabra de Dios, tiene que ser corrupta”. En otras palabras, olvídense de los monasterios, y aún más de las universidades. Desde luego, que los estudiantes llegaron en caravana a Wittenberg de toda Europa, para aprender a los pies de Martín Lutero, quien se atrevió a desafiar el poder papal.

Y la Biblia tuvo también un gran impacto sobre el propio Lutero. “La Biblia está viva, ella me habla” dijo él, “tiene pies, corre tras de mí; tiene manos, que me sujetan”.

En otra ocasión él dijo: “La Biblia es una fuente extraordinaria: mientras más uno se acerca y bebe de ella, más estimula la sed”.

He experimentado esto en mi vida. ¿Y ustedes? La Biblia es aburrida para aquellos que no pasan tiempo con ella. Pero es viva para aquellos que se disciplinan a sí mismos para estudiarla. Y ellos quieren más, y más, y más. Una vez que somos cautivados por la Palabra, podemos decir al igual que Lutero: “Mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios”.

Lutero entendió que la Biblia es la voz de Dios. Él también sabía que la única manera de tener una vida piadosa, era estudiar la Biblia. “Que el hombre que quiera escuchar a Dios, lea las Santas Escrituras”, dijo él. Eso es verdad también hoy, ¿no es cierto?

Lutero entendió que la Biblia está directamente conectada con la salvación, porque revela la cruz. “Ningún hombre entiende las Escrituras”, dijo él, “a menos que esté familiarizado con la Cruz”. Nuevamente él dijo: “¿Puede aquel que no entiende la Palabra de Dios, entender la obra de Dios?”.

¿Cómo podemos entender los justos principios de la salvación, a menos que leamos y estudiemos la Biblia? Esa es la única fuente de un verdadero entendimiento de cómo Dios obra para salvarnos. Es la única manera como podemos aprender a cooperar con las agencias divinas empeñadas en nuestra salvación.

“La Biblia es el libro adecuado para los hombres”, dijo Lutero. “Allí la verdad es distinguida del error mucho más claramente que en cualquier otro lugar, y uno encuentra algo nuevo en ella todos los días. Durante 28 años, desde que me convertí en un doctor, he leído y predicado constantemente la Biblia; y aun así no la he agotado, sino que encuentro algo nuevo en ella cada día”.

Y con respecto al impacto de la obra de Lutero, él dijo: “Yo no hice nada; la Palabra lo hizo todo”. ¡Cuánta verdad! La Palabra lo hace todo. Dios nos dice lo que tenemos que hacer. Si lo hacemos, es Su trabajo el que realmente se lleva a cabo. Tan solo cooperamos con la Palabra. He encontrado en mi ministerio que cuando he demostrado que estoy dispuesto a hacer lo que Dios dice, Él hace que suceda. Trabajo como loco, pero no soy yo el que lo lleva a cabo. Es Dios.

Y cuando se trata de confiar en Dios y en Su Palabra, Lutero estaba lleno de consejos. “El pecado que está por debajo de todos nuestros pecados”, dijo él, “es creer en la mentira de la serpiente, de que no podemos confiar en el amor y en la gracia de Cristo y que tenemos que hacer las cosas con nuestras propias manos”.

Oh, ¡cuán cierto es eso! La esencia de la salvación es aprender a no tomar las cosas con nuestras propias manos, sino que dejar a Dios que lidie con todos los problemas que enfrentamos.

Sobre la sabiduría, él dijo: “La ciencia le da al hombre conocimiento, lo cual es poder; la religión le da sabiduría al hombre, lo cual es control”. Y si ustedes quieren el verdadero auto-control, tienen que experimentar la Biblia, mis amigos.

Pero tal vez se puede decir que una de las principales preocupaciones de Lutero, fue el desenmascarar al Papa y a sus subordinados, los cuales conocían muy poco las Escrituras, y que engañaban a propósito a las personas con un falso sentido de seguridad. Él los puso al descubierto por su pretendida fe. Y nuevamente se concentró para eso en las Escrituras.

“Yo sé que el cristiano tiene que ser humilde”, dijo él, “pero contra el Papa voy a ser orgulloso y le voy a decir: ‘Tú, Papa, no te voy a aceptar como mi jefe, porque estoy seguro que mi doctrina es divina”.

“¡Oh, cuán grande y glorioso es tener delante de uno la Palabra de Dios! Con eso, podemos sentirnos alegres y seguros en cualquier tiempo; nunca necesitamos ser consolados, porque vemos delante de nosotros, con todo su brillo, el camino puro y derecho”.

“Nunca pensé que el mundo fuese tan impío, cuando comenzó el Evangelio, como ahora lo veo que es”; dijo él. “Espero que todos se regocijen de haber sido libertados de la suciedad del Papa, de sus lamentables molestias con las pobres conciencias atormentadas, y que a través de Cristo, por la fe, obtendrán el tesoro celestial que antes buscaban a un tan alto costo y trabajo, pero en vano. Y especialmente pensé que los obispos y las universidades recibirían con alegría de corazón las verdaderas doctrinas, pero lamentablemente he sido engañado”.

Pero él dijo: “Un simple laico armado con las Escrituras, es mayor que el más poderoso Papa sin ellas”.

Lutero tuvo palabras duras para aquellos pretendidos señores. “En cuanto a las señales de vuestro peculiar sacerdocio…” él dijo, “porque sabemos que sería muy fácil de afeitar, ungir, y vestir con un vestido largo, aun a un cerdo o a un pedazo de madera”.

Y con un poderoso sarcasmo, Lutero cortó el orgullo del gobernante con palabras como estas: “Porque usted es una excelente persona, tan habilidoso, listo y versado en las Santas Escrituras, como una vaca en un nogal o un cerdo con un arpa”.

“Después del mismo diablo”, él dijo en otro lugar, “no hay peores personas que el Papa y sus seguidores”.

Y he aquí otra más: “El Papa es un mero atormentador de conciencia. La asamblea de su tripulación engrasada y religiosa en oración era como el croar de ranas, que nada edificaba en absoluto”.

Y otra: “La ambición engendró la simonía; la simonía engendró al Papa y a sus hermanos en el tiempo del cautiverio babilónico”.

Y en cuanto a su obediencia al Papa, Lutero dijo: “Personalmente, declaro que no le debo al Papa ninguna obediencia, a no ser la del Anticristo”.

“Mi querido Papa”, dijo él, “voy a besar vuestro pie y lo voy a reconocer como obispo supremo, si usted adora a mi Cristo y me garantiza que a través de Su muerte y resurrección, y no a través de sus tradiciones, es como tenemos el perdón de nuestros pecados y la vida eterna”.

Ahora, piensen en esto. Tony Palmer dijo que no hay diferencia ahora entre los reformadores y la Iglesia Católica. En aquella época había una gran diferencia y Lutero lo dejó bien claro. ¿No hay diferencia porque la Iglesia Católica ha cambiado? No. Es porque los descendientes de los reformadores han cambiado y se han unido a Roma en sus inseguridades ecuménicas. El hecho que los Protestantes han cambiado, no cambia la verdad de las palabras de Lutero. Ellas se aplican aún hoy.

Los Papas hicieron una ciencia al decir medias verdades como si fuesen toda la verdad. Por lo tanto, Lutero respondió: “Ustedes no solo son responsables por lo que dicen, sino que también por lo que no dicen”.

Pero Lutero estaba preocupado por las almas de las personas tan engañadas por los sacerdotes. Él tenía muchas sugerencias acerca de cómo vivir una vida piadosa.

“Todo el ser de cualquier cristiano es fe y amor”, dijo él. “La fe conduce a la persona a Dios, el amor conduce a la persona a otras personas”. Cuán cierto es esto. Si estos dos principios se vivieran hoy, ¿cuánto bien harían?

“Dios no necesita vuestras buenas obras”, dijo él, “pero vuestro vecino sí”. Y con respecto a cómo hacer las cosas, él dijo: “Oren como si todo dependiera de Dios, entonces cuando hayan terminado, vayan a trabajar como si todo dependiera de ustedes”. En otras palabras, los actos de fe sobre las promesas de Dios, hacen que Dios las cumpla. Pero todo depende de usted y de mí actuando en fe con respecto a esas promesas.

Y con respecto a confiar en Dios, Lutero escribió: “He tenido muchas cosas en mis manos, y las he perdido todas; pero todo lo que he colocado en las manos de Dios, eso aún lo poseo”.

Y con respecto a la experiencia diaria del evangelio de Jesús, él escribió: “Tenemos que escuchar el Evangelio todos los días, porque lo olvidamos todos los días”.

Realmente me gusta el poderoso lenguaje que Lutero usa para analizar los problemas de su época. Él se dirige directamente al corazón del asunto. Los Papas divagaban con largas sentencias y con intrincados discursos con un lenguaje académico, que no era familiar para los hombres comunes. Ellos no hablaban directamente al corazón. Ellos golpeaban el mismo tambor una y otra vez. Hasta los Papas modernos hacen esto. Pero, las personas asombrosamente lo aceptan porque lo dijo el Papa. Lutero, por otro lado, era fresco, directo, y apelaba al corazón. Esto galvanizaba a las personas y lo apoyaban.

“Voy a confiar en la inmutable Palabra de Dios, hasta que el alma y el cuerpo se rompan, porque aunque todas las cosas [deban] pasar, Su Palabra permanece para siempre”.

He aquí otra más: “Dios creó de la nada. Por lo tanto, como un hombre no es nada, Dios no puede hacer nada de él”. Y este es su corolario: “Dios creó el mundo de la nada, y mientras no seamos más que nada, Él puede hacer algo de nosotros”.

Con respecto al sacrificio por amor a Cristo, Lutero dijo: “Una religión que no da nada, no cuesta nada, no se sufre nada, no vale nada”. Y los reformadores y sus seguidores tuvieron mucho que sufrir.

Sobre la salvación y la justicia de Cristo, Lutero oró: “Señor Jesús, Tú eres mi justicia, yo soy tu pecado. Tú tomaste sobre ti lo que era mío; y colocaste sobre mí lo que era tuyo. Tú te convertiste en lo que Tú no eras, para que yo pudiera ser lo que no soy”.

¿No suena esto familiar a una declaración de El Deseado de Todas las Gentes pág.16-17? “Cristo fue tratado como nosotros lo merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. “Por su llaga fuimos nosotros curados”.

Y sobre el desánimo, él escribió con un cierto sentido de humor: “Cuando Satanás me dice que soy un pecador, me reconforta en forma inmensurable, ya que Cristo murió por los pecadores”. En el conocimiento de que Jesús derramó Su sangre por usted y por mí, somos reconfortados cada vez que el enemigo trata de desanimarnos.

Y hablando del sacrificio de Cristo, Lutero señaló que: “Dios no ama a los pecadores porque sean atractivos; los pecadores son atractivos para Dios, porque los ama.

Sobre la humildad, Lutero se depreció a sí mismo. “La primera cosa que pido es que las personas no debieran usar mi nombre, y no debieran llamarse a sí mismas Luteranos, sino cristianos. ¿Qué es Lutero? La enseñanza no es mía. Ni tampoco yo fui crucificado por nadie… ¿Qué fue lo que hice yo, pobre bolsa hedionda a gusanos, para llegar al punto donde las personas llaman a los hijos de Cristo por mi mal nombre?”

Todos los que quieran obtener éxito sobre el enemigo, tienen que convertirse en hombres y mujeres de oración. Y Lutero era justamente eso. “Dios quiere que yo ore, y Él quiere escuchar nuestras oraciones, no porque seamos de valor, sino porque Él es misericordioso”, dijo él.

“La oración sube hasta el corazón de Dios”, le dijo Lutero a su audiencia. Él los animó en forma humorística a “Orar, y dejen que Dios se preocupe”. Dios no se turba para nada. Yo no creo que Él pueda turbarse. Él está preparado para toda circunstancia y sabe hacer lo que hay que hacer, para resolver cualquier problema que surja.

Martín Lutero entendió que la oración es el aliento del alma: “Ser un cristiano sin oración, es como querer estar vivo sin respirar”, dijo él.

Pero él nos urgió a que no oráramos con la boca, como los sacerdotes y los Papas, sino que oráramos del corazón, porque nuestras palabras reflejan lo que hay adentro. “Concédeme que no pueda orar solo con la boca”, dijo Lutero, “ayúdame a orar desde la profundidad de mi corazón”. 

Y conociendo sus debilidades, él dijo: “Tengo mucho que hacer hoy, voy a tener que pasar otra hora sobre mis rodillas”.

Él conocía el poder de la oración y dijo: “La oración es una poderosa pared y fortaleza de la iglesia; es una buena arma cristiana”.

Lutero también tenía algunas buenas ocurrencias sobre la tentación. Aquí hay una que me impactó especialmente: “Las tentaciones, desde luego, no pueden ser evitadas, pero así como no podemos impedir que los pájaros vuelen sobre nuestras cabezas, no debemos permitir que hagan nidos en nuestro cabello”.

Y sobre la obediencia y la consistencia del cristiano, Lutero era práctico: “¡No es lo que no puedo hacer lo que me molesta, sino que es lo que se hacer y no lo hago!”.

Sobre la predicación, él dijo: “Siempre prediquen de tal manera que, si las personas al escucharlos no odian sus pecados, entonces los van a odiar a ustedes”. En otras palabras, no resistan. Muchos predicadores y pastores hoy, no quieren llamar al pecado por su nombre. Ellos solo quieren apaciguar a las personas en una confortable complacencia. Ellos quieren excusar aun los peores pecados. La Iglesia Católica da indulgencias y la misa y la absolución a los Católicos Romanos, y así es que ellos pueden hacer lo que quieran. Pero aún los pastores Protestantes, a menudo ignoran los pecados en la congregación y no se sienten obligados a hacer que las personas se incomoden por ellos. No es de admirarse que quieren terminar con la Reforma. Es muy desagradable vivir bajo una lengua tan ardiente como la de Lutero.

He aquí un buen consejo para el matrimonio: “Que le esposa haga feliz al esposo al llegar al hogar, y que ella se sienta triste cuando el esposo salga del hogar”. Yo les puedo decir que yo conozco eso por experiencia personal. Mi esposa me hace sentir bien cuando llego al hogar. Espero que se sienta triste cuando yo me voy. Lutero estaba lidiando con la piedad práctica y con los problemas humanos, y él apeló a los corazones de las personas.

¿Se ha preguntado usted alguna vez de dónde surgió este famoso dicho? “Un centavo ahorrado es un centavo ganado”. Eso está un poco modificado con respecto a lo que dijo Martín Lutero: “Un centavo ahorrado es mejor que un centavo ganado”.

La iglesia había creado rituales y formalismos que hacían muy poco por el corazón, para hacerlo volver hacia el verdadero Cristo. La única alternativa para las personas con naturalezas sensibles, era tratar de encontrar una “experiencia” en las tinieblas. Ustedes saben que Roma lo llama Formación Espiritual. Y eso involucra lugares oscuros, velas, cantos, murmullos que hacen eco y que suenan misteriosamente. Pero esto no cambia el corazón. Es solo una experiencia de algún tipo. Si usted realmente quiere tener vida, vuélvase hacia el Hijo de justicia, que tiene sanidad en sus alas. Evite todas estas tonterías de la Formación Espiritual, lo cual solo hace que las personas se sientan familiarizadas y confortables con los principios de Roma. Si los Jesuitas hubiesen estado alrededor de Lutero en sus días, él los habría denunciado como los más pestilentes y los más perniciosos lobos con vestiduras de oveja.

En contraste, el consejo de Lutero sobre la fe en Cristo fue la brillante esperanza. “La fe es una confianza viva en la gracia de Dios, tan segura y cierta, que un hombre colocaría su vida en ella mil veces. Esta confianza en la gracia de Dios y su conocimiento, hace que los hombres se sientan agradecidos, y decididos y felices, al lidiar con Dios y con todas las criaturas; y esta es la obra del Espíritu Santo en fe”.

Él también dijo: “La fe es permitir que nosotros mismos nos apoderemos de las cosas que no vemos”.

Y a pesar de su falta de gusto por el libro de Santiago, él aun dijo: “La verdadera fe no fallará en producir [buenas obras] así como el sol no puede cesar de dar luz”. En otras palabras, si usted no está involucrado en buenas obras como cristiano, usted no posee fe.

En aquellos días la Iglesia Católica trató de hacer parecer que estaba llena de santos, con altares de muchachos con sotanas, que caminaban por ahí con las manos juntas, como si estuviesen orando, coros con sotanas blancas, y los sacerdotes vestidos con bellos bordados y gorros o sombreros pequeños que los hacen parecer santurrones, algo así como lo hacen hoy. Sucedió que los líderes de la iglesia eran todos santos, y que los pecadores estaban bajo su instrucción y guía, como si sus rituales fuesen el único camino al cielo.

Lutero rechazó la idea que la verdadera iglesia estuviese compuesta solamente por santos. “¡Que el Dios misericordioso me preserve de una Iglesia Cristiana donde todos son santos!” exclamó él. “Quiero estar y permanecer en la iglesia y en el pequeño rebaño de los tímidos, de los débiles y de los dolientes, que sienten y reconocen las canallada de sus pecados, que suspiran e imploran constantemente a Dios por confort y ayuda, que creen en el perdón de los pecados”.

Lutero fue un guerrero del Señor. Él sabía contra quién se había levantado. Él sabía que toda la fuerza irresistible del Catolicismo lo perseguiría y lo destruiría si pudiera. “La paz” dijo él, “si es posible, es la verdad a cualquier costo”. En otras palabras, él no estaba dispuesto a desistir de la verdad por amor a la paz. ¿Suena esto familiar?

Escuchen esta declaración de El Conflicto de los Siglos pág.49. Hablando de la iglesia primitiva y de su inevitable separación de Roma, dice: “Para asegurar la paz y la unidad estaban dispuestos a cualquier concesión que no contrariase su fidelidad a Dios, pero les parecía que sacrificar un principio por amor a la paz era pagar un precio demasiado alto. Si no se podía asegurar la unidad sin comprometer la verdad y la justicia, más valía que siguiesen las diferencias y aun la guerra”.

Martín Lutero estaba preocupado que las masas del mundo no aceptarían la corrección de la palabra de Dios. “El mundo no quiere ser castigado”, dijo Lutero. “Quieren permanecer en las tinieblas. No quieren que se les diga que lo que creen es falso. Si usted no quiere ser corregido, entonces usted puede muy bien abandonar la iglesia y gastar su tiempo en algún bar o en un burdel. Pero si quiere ser salvo – y recuerde que hay otra vida después de esta aquí – usted tiene que aceptar la corrección”.

A Lutero le gustaba la música y escribió varios himnos. “Mientras vivamos”, dijo él, “no hay canto suficiente”. Y él hizo música a un muy alto nivel. “La música es un gran y glorioso don de Dios. Estoy fuertemente persuadido que después de la teología, no hay arte que pueda ser colocado al nivel de la música”.

“Después de la Palabra de Dios, la música merece la más alta alabanza”, añadió él. “El don del lenguaje combinado con el don del canto, le fueron dados al hombre para que pudiera proclamar la Palabra de Dios a través de la música”. Lutero instruyó a las personas a cantar, algo que la Iglesia Católica había fallado en hacer. A las personas se les había dicho que tenían que estar quietas en la iglesia. Un himno del corazón, no solo le era extraño a la Iglesia Católica, la cual enseñaba que los instrumentos musicales (excepto tal vez el órgano) eran pecaminosos, por lo menos en la iglesia. Pero cantar himnos fue algo que ellos realmente disfrutaron bajo el liderazgo de Lutero. Lutero vio el canto como parte de la adoración y produjo himnos para la adoración, tales como Castillo fuerte es nuestro Dios. “Ven, cantemos un himno”, decía Lutero, “y alejemos al diablo”.

Los predicadores modernos, que afirman que Lutero enseñaba que la justificación es la única cosa que es necesaria, están equivocados. Escúchenlo a él: “No hay justificación sin santificación, no hay perdón sin una renovación de la vida, no hay una fe verdadera donde no crecen los frutos de la nueva obediencia”.

Y sobre la conversión él escribió: “Las personas pasan por tres conversiones: La conversión de su cabeza, de su corazón y de su bolsillo. Lamentablemente, eso no sucede todo al mismo tiempo”.

“Esta gracia de Dios es una cosa muy grande, fuerte, poderosa y activa” dijo Lutero. “No se queda dormida en el alma. La gracia escucha, conduce, lleva, acerca, cambia, hace todo en el hombre, y hace que él sienta y experimente. Está escondida, pero su obra es evidente”.

En contraste con los sacerdotes, que corrían de un consejo de la iglesia al próximo, Lutero golpeó en el corazón de su religión superficial. “El reino de Dios”, dijo él, “no consiste en palabras, sino en poder, esto es, en obras y prácticas. A Dios le gustan los ‘hacedores de la Palabra’ en fe y en amor, y no los ‘meros oidores’, los cuales, al igual que los loros, han aprendido a repetir ciertas expresiones con buena disposición”.

Y para continuar con eso, Lutero sugirió que por lo menos algunas personas tenían que parar de hablar y tenían que abandonar (limpiar) su sucio lenguaje. “Algunas personas”, dijo él, “necesitan una hoja de higuera en sus bocas”.

Pero el entendimiento de Lutero de la Biblia era eminentemente práctico. “Es el deber de todo cristiano ser Cristo para su vecino”.

Y sobre el amor de Dios, él dijo: “La escasa capacidad del corazón del hombre, no puede comprender la insondable profundidad y el celo ardiente del amor de Dios para con nosotros”. Precioso pensamiento. Dios no es pasivo. Él nos está buscando activamente.

La mayor obra de Lutero fue la de ayudar a los laicos a entender la Biblia. Él sabía que si conseguían estudiar sus páginas, el Papa y sus subordinados serían terminados. Es asombroso que en esta época iluminada y con tantas Biblias a nuestro alrededor, el Papa tenga tanta credibilidad. Las personas ya no estudian sus Biblias; sino verían que están siguiendo a un hombre corrupto y no a Cristo.

“Me he decidido a traducir la Biblia al Alemán”, dijo Lutero de su gran tarea. “Esto fue bueno para mí; si no habría muerto con la noción errada de que yo era alguien estudiado”. La humildad de Lutero solo realzó el poder de su obra.

Volvamos al asunto de la Biblia. Con relación al estudio de la Biblia, Lutero dijo: “Primero sacudo todo el manzano, para que caigan las frutas maduras. Después me subo al árbol y sacudo cada rama, y después cada ramita, y después miro debajo de cada hoja”.

Lutero revolucionó Alemania. Produjo un fuego declarado, donde solo había habido brasas. Los Valdenses habían hecho su obra. Habían estado tranquilamente sacudiendo las murallas de la iglesia establecida, hasta que fueron debilitadas, al igual que las murallas de Jericó, después que toda la nación de Israel anduvo alrededor de ellas durante siete días. Ahora Dios necesitaba hombres decididos, abiertos, cuya trompeta hiciese añicos esas fortalezas y torres teológicas, y que las derrumbasen.

La reforma de Lutero en Alemania, encendió la reforma en otros países, desde Escandinavia hasta Italia, se levantaron hombres de Dios poniendo en peligro sus vidas, para denunciar los pecados de Babilonia, tan obviamente retratados por los Papas y sus subordinados.

Hoy, mis amigos, estamos enfrentando el fin de la era Protestante. Norteamérica fue fundada con principios Protestantes. Pero hoy, el movimiento ecuménico ha socavado esos principios, de tal manera que los evangélicos no ven ningún peligro. Ellos se han unido con Roma como si Roma fuese su madre. Ellos solo ven el deseo de comprometer su verdad por amor a la unidad. Este no es el espíritu de Martín Lutero. Sus Biblias no provienen de la misma fuente que su Biblia. Y consecuentemente sus enseñanzas están comprometidas por el pensamiento ecuménico, el cual los está conduciendo cada vez más cerca del seno de Roma.

Amigos, no perdamos los principios de Martín Lutero. Sí, tenemos más luz que la que él tuvo. Dios nos ha dado el mensaje completo. Pero como la verdad presente se basa en la verdad anterior, el mensaje para los últimos días no puede ser predicado sin los principios fundamentales del Protestantismo. Que Dios nos ayude, mis amigos, a vivir en la luz de la Biblia y que nos aferremos de los principios que Dios se ha complacido en darnos.

Oremos. Nuestro Padre celestial, hemos llegado al 500o aniversario de las 95 famosas Tesis de Martín Lutero. Ellas fueron hechas para su tiempo, pero también lo son para nuestro tiempo. Por favor Padre, ayúdanos a aferrarnos de la fe Protestante. Ayúdanos a vivir por los principios de la verdad que hemos aprendido de los Reformadores. Y que podamos avanzar en nuestra experiencia de la verdad presente. Gracias por Tu amor y cuidado por Tu pueblo a lo largo de los siglos. Ahora, envía Tu Espíritu Santo para darnos poder para vivir en Cristo y por Cristo. En el nombre de Jesús, oramos, amén.