The Southern Cross, por Jason Scott: En nuestra serie «Relaciones entre confesiones», Jason Scott explora la historia, las creencias compartidas y las diferencias entre los católicos y otras confesiones cristianas. Esta semana, centra su atención en los Adventistas del Séptimo Día.
¿De dónde vienen los Adventistas del Séptimo Día?
La Iglesia Adventista del Séptimo Día surgió a mediados del siglo XIX, enraizada en el movimiento millerita, que anticipó la Segunda Venida de Cristo en 1844. Después de que la fecha predicha transcurriera sin acontecimientos, un grupo de creyentes, liderados por Ellen G. White, James White y Joseph Bates, reorganizaron sus creencias y formaron lo que se convertiría en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Son conocidos por su observancia del sábado y su énfasis en la salud y el bienestar.
Los adventistas del séptimo día hacen especial hincapié en la autoridad de las Escrituras y en el ministerio de White, cuyos escritos consideran inspirados. También abogan por un enfoque holístico de la vida, promoviendo el vegetarianismo y un estilo de vida saludable como parte de su práctica religiosa.
En qué estamos de acuerdo
Como católicos, compartimos creencias fundamentales con los adventistas del séptimo día: la Trinidad, la divinidad y la humanidad de Cristo, y la resurrección. Ambos afirmamos la importancia de la Biblia como palabra de Dios, aunque nuestras interpretaciones y aplicaciones difieren. Ambas tradiciones enfatizan la importancia de vivir una vida de fe y obediencia a los mandamientos de Dios.
En qué discrepamos
Desde una perspectiva católica, los principales desacuerdos con los adventistas del séptimo día son claros. Los Adventistas del Séptimo Día observan el Sabbath en sábado, lo que contrasta con la tradición católica de observar el Día del Señor en domingo. Esta diferencia en la observancia del sábado refleja un desacuerdo más amplio sobre el papel de la ley del Antiguo Testamento en la vida del cristiano, ya que los adventistas del séptimo día todavía siguen muchas de las antiguas leyes judías.
Los adventistas del séptimo día no reconocen la autoridad del Papa ni la estructura jerárquica de la Iglesia católica, y prefieren una forma de gobierno más congregacional. También rechazan la doctrina católica de la inmortalidad del alma, creyendo en cambio en el concepto del «sueño del alma», en el que los muertos permanecen inconscientes hasta la resurrección.
Además, los adventistas del séptimo día no defienden los sacramentos católicos, en particular la Eucaristía, y no creen en la presencia real de Cristo en el sacramento. Su práctica del bautismo por inmersión para los que han alcanzado la edad de responsabilidad difiere de la tradición católica del bautismo infantil.
Pasos recientes hacia la unidad
A pesar de estas diferencias, se han hecho progresos. El Decreto sobre el Ecumenismo del Concilio Vaticano II, Unitatis Redintegratio, abrió las puertas al diálogo con otras confesiones, incluidos los Adventistas del Séptimo Día. Más recientemente, declaraciones conjuntas y proyectos de colaboración han puesto de relieve áreas de acuerdo y respeto mutuo. Por ejemplo, ambos grupos han colaborado en iniciativas humanitarias, como ayuda en catástrofes e iniciativas sanitarias, lo que refleja un compromiso compartido de servir a los demás.
Aunque el diálogo teológico formal entre la Iglesia Católica y la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sido limitado, ha habido discusiones informales y esfuerzos de cooperación en áreas de interés común, como la libertad religiosa y la justicia social. Estos esfuerzos reflejan nuestro compromiso compartido en favor de la unidad y la sanación de divisiones seculares. Como católicos, estamos comprometidos con la reunificación de los cristianos y el restablecimiento de la plena comunión dentro de la única Iglesia verdadera, guiados por el Espíritu Santo, para sanar las heridas de divisiones seculares.
Nuestro comentario:
¿Están los Adventistas del Séptimo Día ayudando a formar la imagen de la bestia?
Conexión Profética:
“Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el estado para que imponga los decretos y las instituciones de ellas, entonces la América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana, y la inflicción de penas civiles contra los disidentes vendrá de por sí sola.” El Conflicto de los Siglos, pág. 498.